jueves, 24 de enero de 2019

Fernando VII (IV): La primera noche de boda







Vicente López Portaña

María Antonia de Nápoles, 
Princesa de Asturias
(1829)

Óleo sobre lienzo 
Museo del Romanticismo. Madrid. 




Hemos aludido en otra entrada del blog a las grandes dimensiones del pene de Fernando VII y de las dificultades que para las relaciones sexuales del monarca tenía esta circunstancia. 

Muchos de estos problemas ya se hicieron patentes en las cuatro noches de boda del rey que consideraremos en sucesivas entradas.

Su primera esposa fue su prima hermana, María Antonia de Borbón Dos Sicilias (1784-1806). Era una mujer con una notable educación y con gran afición por la cultura. Entre otras cosas era una incansable lectora y hablaba varios idiomas con soltura. María Antonia supo defender los intereses de su marido, algo que nunca fue suficientemente agradecido por el futuro Rey, y al mismo tiempo hacer frente a un entorno hostil en la Corte española, personificado especialmente por la especial animadversión de su suegra, María Luisa de Parma

La boda se concertó por razones políticas. Cuando los novios se conocieron, en 1802, no se gustaron nada. Fernando encontró a M. Antonia demasiado bajita y con sobrepeso. Por su parte María Antonia apenas pudo contener las lágrimas al ver al marido que le había sido adjudicado, feo y zafio, hasta el punto de que algunas fuentes señalan que la joven italiana llegó a sufrir un vahído de la impresión. 

Cuando se casaron Fernando, entonces Príncipe de Asturias, tenía 18 años y ninguna información sexual. Al ver a la novia desnuda ante él, comenzó a proferir grititos y gruñidos, lanzándose a los senos de su mujer, chupándolos y relamiéndolos. Tras esto, supuso que ya había cumplido su deber y se sentó en una silla a practicar su afición preferida: bordar zapatillas.

Al poco tiempo la princesa, desconcertada, escribió a su madre para contarle que tenía un marido tedioso:

«Aquí no hay nada que me atraiga, pues el Príncipe no hace que nada cambie a mejor. Siempre está sin hacer nada, yendo y viniendo por la casa y sin querer oír nada sensato, siempre frío, sin emprender algo agradable, ni una diversión»
También le comentó el tema de la impotencia de Fernando, provocada por la macrosomía genital que padecía, causa de la aparición tardía de los caracteres sexuales secundarios (no se empezó a afeitar hasta seis meses después de la boda). 

La madre de María Antonia, la reina M. Carlota de Nápoles comenta en una carta (10 noviembre de 1802): 
"Mi hija está desesperada. Su marido es enteramente memo, ni siquiera un marido físico, y por añadidura no hace nada y no sale de su cuarto"
Diez días después añadía otro comentario: 
"Es un tonto, que ni caza ni pesca; no se mueve del cuarto de su infeliz mujer, no se ocupa de nada, "ni es siquiera animalmente su marido"
Por último el 13 de abril de 1803:
"El marido no es todavía marido y no parece tener deseo ni capacidad de serlo, lo cual me inquieta mucho" 
Efectivamente, siete meses después de la boda, Fernando seguía bordando zapatillas y el matrimonio no estaba todavía consumado. Ya era la burla de todas las cortes europeas y su padre, Carlos IV decidió intervenir, para contarle todo lo necesario sobre las prácticas sexuales. Fue entonces cuando se descubrió que Fernando tenía un pene enorme, fuera de lo normal. Como este dato trascendió, los cortesanos empezaron a llamar a Fernando "el Ariete Mayor del Reino".   

Tras las explicaciones de su padre, Fernando recuperó rápidamente el tiempo perdido. Se convirtió en un obseso sexual que copulaba a todas horas. María Antonia, que tanto se había quejado de su falta de actividad sexual, llegó a detestarlo por su falta de mesura. Además su gran pene le provocaba molestias y hasta algún desgarro. 


Escudo de armas de María Antonia de Nápoles

Además de sus problemas de alcoba, el rey, que era bastante agresivo tampoco era muy considerado con su esposa. En una ocasión en que María Antonia quiso retirarse a sus habitaciones después de comer, Fernando la obligó a quedarse tomándola bruscamente del brazo y diciendo en el más zafio de los estilos:
—Aquí soy yo el amo; tienes que obedecer, y si no te gusta, te vuelves a tu tierra, que no seré yo quien lo sienta.
Sin embargo, quizás llevada por ambiciones políticas, María Antonia comenzó a tener una relación más intensa con el príncipe Fernando, y se convirtió poco a poco en su sostén más fiel dentro de la Corte madrileña. Esto no fue visto con buenos ojos por la reina, M. Luisa de Parma que a partir de ese momento, la Reina empezó a hacer la vida imposible a la Princesa de Asturias, prohibiéndola prácticamente todo, incluso moverse con libertad en Palacio o elegir su vestuario. 

María Antonia de Nápoles, tuvo dos abortos (1803 y 1804) y murió sin conceder a Fernando descendencia para seguir la línea dinástica. En 1806, a los tres años de matrimonio María Antonia fallecía víctima de la tuberculosis. El Dr. Gargantilla, basándose en los datos de su autopsia, afirma que padecía una malformación cardíaca que le produjo, con el paso de los años, una cardiomegalia generalizada, especialmente de la aurícula y ventrículo izquierdos, lo que habría contribuído a su prematura muerte. 


Fernando VII

I. El "Deseado"

II. El rey felón

III. El gran pene del rey

IV. La primera noche de bodas

V. Segundas nupcias

VI. La peor noche de bodas del rey


VII. Copular con una almohadilla



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