miércoles, 22 de agosto de 2018

La gran epidemia antonina (II): una mortífera enfermedad






Eugène Delacroix

Últimas palabras del emperador Marco Aurelio 
(1844)

Óleo sobre lienzo 348 x 260 cm
Museo de Bellas Artes. Lyon.



Eugène Delacroix (1798-1863) era un gran admirador del emperador romano Marco Aurelio, a través sin duda de la lectura de su gran obra Meditaciones, una pieza fundamental de la filosofía estoica. Quiso rendirle homenaje con este cuadro, que presentó en el Salón de París de 1845. Sin embargo, no tuvo muy buena acogida de la crítica. En el catálogo se puede leer: 
"La figura de Marco Aurelio, a pesar de estar enfermo y agónico, nos parece que está en un prematuro estado de descomposición. Las sombras de verde y amarillo que aparecen en su cara, le dan una apariencia bastante cadavérica [...] algunos ropajes están demasiado arrugados y ciertas  actitudes carecen de nobleza."

Una de las voces que discrepó de esta opinión negativa de esta pintura fue la del escritor y también crítico de arte Charles Baudelaire, que afirmó: 
"Es una hermosa, enorme, sublime e incomprendida pintura."
La obra describe las últimas horas del emperador Marco Aurelio. El emperador se representa como un hombre enfermo en su lecho que toma del brazo a una figura vestida de rojo, su hijo Cómodo, que se muestra con una actitud arrogante, sin prestar mucha atención a lo que le dice su padre. Otras figuras apenadas, en tonos sombríos rodean la cama. 

El emperador falleció en Vindobona (actual Viena) como consecuencia de la enfermedad que las legiones romanas trajeron de la guerra contra los partos y que se conoce como "peste antonina". El cuadro quiere evocar las últimas palabras del emperador que según la tradición fueron:  
"¿Por qué me lloráis y no pensáis más en la peste y en la muerte ante la que todos caeremos?" 
(SHA, Vita Marcus Aurelius XXVIII.4)

Esta reflexión postrera del emperador demuestra la gran preocupación que le causaba la epidemia que afectaba al pueblo de Roma. Efectivamente la pandemia que se abatió sobre el Imperio Romano fue terrible. Se calcula que causó entre 5 y 7 millones de defunciones.  


Busto del emperador Lucio Vero Antonino.

Algunos creen que su
mirada ya refleja la enfermedad
que terminó con su vida.

Museo Arqueológico. Atenas.
Una de las víctimas de la enfermedad fue el co-emperador Lucio Vero, que regresó enfermo de la campaña de Germania en 169, no sin antes contribuir a la propagación de la epidemia
Tuvo la fatalidad, según parece, de llevar consigo la peste a todas las provincias por donde pasó, hasta que llegó a Roma 
(SHA., Vita Verus VIII.1)
La enfermedad diezmó a la población del Imperio romano, desde el Éufrates a la Galia. Según el cronista hispano Paulo Orosio muchas villas y ciudades perdieron todos sus habitantesy quedaron totalmente despobladas. Aunque es difícil establecer estimaciones de mortalidad, se calcula que fue de un 10-50% de los habitantes. Según el historiador Dion Casio (73.14.3-4), en uno de los brotes (189 dC) morían  cada día más de 2000 personas.  

El mal se cebó especialmente en las legiones, que soportaban unas precarias condiciones de salubridad, lo que significó un notable debilitamiento del ejército. La carencia de efectivos fue tanta que se tuvo que reclutar nuevos legionarios y se incorporaron esclavos, delincuentes, gladiadores.  También se incorporaron mercenarios e incluso se tuvieron que incorporar fuerzas de los bárbaros aliados. 

La desesperación estimulaba la piedad. Se recurrió a hacer rogativas a los dioses, restaurando incluso cultos y ritos ya abandonados. La delicada situación estimulaba la superstición. Aparecieron charlatanes e impostores por doquier, vendiendo supuestos amuletos protectores. El más famoso fue un profeta oriental llamado Alejandro que se enriqueció vendiendo unos versos que supuestamente protegían si se ponían en el dintel de la puerta. Como puede imaginarse su acción era nula. Luciano de Samosata comentaba: 
"el verso era el siguiente: Febo, el de incortable cabellera, aleja una nube de peste. Y en todas partes se podía ver el verso grabado en los portales como fármaco para rechazar la epidemia. Pero para la mayoría de las casas, las cosas salían al revés. Con la suerte de espaldas, se quedaban vacías las casas en cuyo portal estaba grabado el verso
No faltó quien echó la culpa de los contagios a los cristianos, una secta cada vez más numerosa que era percibida como traidora a Roma, ya que se negaban a rendir culto al emperador, ya que según sus creencias era un culto idolátrico. 

La gravedad de la enfermedad obligó a tomar medidas sanitarias para intentar frenar su propagación: 
"...surgió una epidemia tan grande que los cadáveres se transportaron en distintos vehículos y carruajes. Los Antoninos promulgaron entonces leyes severísimas respecto a la inhumación y a las sepulturas, pues prohibieron que nadie las construyera a su gusto […] Por cierto, dicha epidemia acabo con muchos miles de personas, muchas de ellas de entre los primeros ciudadanos […] Y fue tanta su bondad que ordeno sepultar los cadáveres de los más pobres, incluso a costas del fisco" 
(SHA,Vita Marcus Aurelius XIII.2-6).

Una de las preguntas que se nos plantea es la naturaleza de esta epidemia. Aunque ha pasado a la historia como "peste antonina" (ya que se produjo bajo la dinastía de los Antoninos), el nombre de peste no significa que fuera una infección ocasionada por Yersinia pestis. En la antigüedad el nombre de peste tenía el significado de enfermedad epidémica, ya que pocos conocimientos se tenían sobre  etiología. 


Retrato ideal de Galeno.
Salón de Actos de la Real Academia de Medicina. Madrid
Tenemos la suerte de contar con un testigo presencial de excepción: Galeno, el gran médico del s. II, que en su tratado Methodus Medendi describió minuciosamente los síntomas de la enfermedad: fiebre, diarrea, inflamación de la faringe. Las erupciones cutáneas, que a veces eran pustulosas o simplemente eritematosas, aparecían hacia el noveno día. A causa de esta detallada descripción algunos también se refieren a la "peste antonina" como la "peste de Galeno". 

A la vista de esta semiología, la mayoría de los historiadores de la medicina optan por considerar que se podría tratar de una epidemia de viruela. Aunque no es una opinión unánime: otros creen que podría tratarse de sarampión. Kyle Harper, catedrático de la Universidad de Oklahoma, se inclina por otras hipótesis alternativas: una gripe virulenta (como la "gripe española" de 1918) o una fiebre hemorrágica viral producida por filovirus, similar a la producida actualmente por el virus del Ébola. 

La epidemia tuvo diversos brotes en años sucesivos. Próximamente trataremos del brote que tuvo lugar 70 años después conocido como "la peste de Cipriano". 


Bibliografía

Últimas palabras del emperador Marco Aurelio. https://es.wikipedia.org/wiki/Últimas_palabras_del_emperador_Marco_Aurelio

Birley A. Marco Aurelio: Una biografía. Editorial Gredos, 1edición, Madrid, 2009. 

Cunha CB, Cunha BA. The great plagues of the past: remaining questions. En: M. Drancourt, D. Raoult Eds. Paleomicrobiology: past human infections. Elsevier, New York; 2007: 1-20.

Harper K. Fate of Rome: Climate, Disease, and the End of an Empire (The Princeton History of the Ancient World) 2017

Kohn GC. Encyclopedia of Plague and Pestilence. Wordsworth ed ltd. Hertfortshire 1998.

Littman RJ, Littman ML. Galen and the Antonine plague. American J Philol 1973; 94: 243-55.

Sáez A. La peste Antonina: una peste global en el siglo II d.C. Rev. chil. infectol. vol.33 no.2 Santiago abr. 2016 http://dx.doi.org/10.4067/S0716-10182016000200011 




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