martes, 20 de junio de 2017

La historia de la penicilina (III): El primer caso no sobrevive





Primeras muestras de penicilina


The Museum of the History of Science
Oxford




El 27 de diciembre de 1940, ingresó en la Radcliffe Infirmary de Oxford un policía llamado Albert A., de 43 años. Presentaba una llaga purulenta en la comisura izquierda de la boca, que se había extendido al ojo y cuello, y le habían aparecido múltiples abscesos, especialmente en la frente. 


Edificio de Oxford, en donde estaba ubicada la
Radcliffe Infarmary en 1940
Pocos días más tarde, el 9 de enero de 1941, se limpiaron quirúrgicamente las llagas y las inflamaciones, pero continuó la tremenda supuración. En el cultivo crecieron abundantes estafilococos y estreptococos. 


Días después se diagnosticó al paciente una osteomielitis en el húmero derecho. Le apareció un absceso imponente en el brazo, que fue drenado. La córnea del ojo derecho se inflamó primero y se perforó poco después, por lo que se le tuvo que extraer el globo ocular (3 de febrero). El 11 de febrero su estado era desesperado: todas las llagas y abscesos supuraban abundantemente, con fiebre de 40 ºC y los pulmones comenzaban a presentar claros signos de infección. 

Reunión de los protagonistas del primer tratamiento
con penicilina. De izquierda a derecha Heatley,
Lady Florey, Charles Fletcher, Sir Edward Abraham
y Kenneth Jones (uno de los primeros casos tratados)
Los médicos, desesperados, llamaron a Florey para que les proporcionara penicilina. El Dr. Charles Fletcher se encargó de administrarla. Este fue el primer tratamiento realizado con penicilina en un humano: 200 mg por vía intravenosa en una primera dosis y 100 mg cada 3 horas, alternando la vía intravenosa e intramuscular. A las 24 h. la supuración se había detenido y la fiebre había bajado. La inflamación había disminuido y el estado general del paciente mejoraba. El tratamiento había surtido efecto. 

Pero toda la penicilina que había en el mundo en aquel momento eran apenas unos cuantos gramos en el laboratorio de Chain y Florey y no había ninguna posibilidad de conseguir más en poco tiempo. Inglaterra estaba en guerra y en los hospitales faltaban los suministros más elementales. Los alemanes bombardeaban el país cada día. Fallaba la luz eléctrica y las comunicaciones eran muy precarias. Para continuar el tratamiento los médicos recuperaron parte de la droga a partir de la orina del paciente y le reinyectaron 100 mg cada 3 horas desde el 14 al 17 de febrero. Pero al final se tuvo que interrumpir el tratamiento por falta total de penicilina. El enfermo volvió a empeorar y finalmente murió el 15 de marzo de 1941. Un duro golpe para todo el equipo y para los amigos y familiares del paciente. Pero ya todos sabían que existía una droga maravillosa y que solamente hacía falta poder fabricarla industrialmente. 







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