jueves, 2 de junio de 2016

Anecdotario secreto de Ramón y Cajal (II): Militar y masón






 Izquierdo Vives

Retrato del capitán médico 
Dr. Santiago Ramón y Cajal 
(1874) 

Óleo sobre lienzo. 

Museo del Ejército. Toledo. 




El capitán Santiago Ramón y Cajal

Tras licenciarse en Medicina en la Facultad de Zaragoza, Cajal tuvo que cumplir el servicio militar, que acababa de ser declarado obligatorio por un decreto de la Primera República española (1873). Los primeros meses, como soldado, los pasó Cajal en Zaragoza. Al poco, se convocaron oposiciones al Cuerpo de Sanidad Militar.  Cajal las aprobó, obteniendo el número 6, entre 100 candidatos que se presentaron para 32 plazas. Ya como teniente, fue destinado al Regimiento de Burgos, acuartelado en Lleida, con la misión de defender los Llanos de Urgell en la Tercera Guerra Carlista. Para Ramón y Cajal, que entonces estaba sediento de aventuras, fue una desilusión no tener que intervenir en acción bélica alguna durante el tiempo que pasó en Catalunya. Por lo tanto, estuvo encantado cuando lo destinaron a Cuba, en plena Guerra de los Diez Años, lo que suponía el ascenso a capitán por prestar servicio en las provincias de ultramar. Santiago fue a Cuba muy contento, a pesar de la oposición de su padre, don Justo Ramón Casasús. Pero ante lo irremediable de la situación, don Justo consiguió algunas cartas de recomendación para su hijo, intentando que por lo menos tuviera en la isla el mejor destino posible. Como era preceptivo, para su  aclimatación, Santiago pasó el primer mes en La Habana, dedicado por entero a dos de sus muchas aficiones: la pintura y la fotografía. Le gustaba pintar y dibujar, desde niño. De hecho, esa era su gran vocación. A la fotografía se había aficionado durante sus últimos cursos en la Facultad de Medicina de Zaragoza. Ambas aficiones le serían muy útiles durante toda su vida, y en ambas llegó a ser un maestro. 

Tras aquel primer y plácido mes en La Habana, llegó la hora de recibir su destino definitivo en la isla. Cajal tenía sus propias ideas y odiaba que se le dieran privilegios inmerecidos, por lo que no había presentado las cartas de recomendación que le había conseguido su padre. Pero muchos de sus compañeros sí habían presentado las suyas. La consecuencia fue que obtuvo el peor destino posible, el Hospital de Campaña de "Vista Hermosa", situado en uno de los lugares más peligrosos de la isla, donde los soldados caían diezmados por el enemigo, pero -más aún- por las enfermedades endémicas. Más tarde pasó a la enfermería de San Isidro, en la "trocha del Este". En poco tiempo, se contagió de tuberculosis, paludismo y disentería. 

Ramón y Cajal, con uniforme de
médico militar, a punto para embarcar
hacia la guerra de Cuba
Todavía peor que la enfermedad fue su experiencia con el caos administrativo y militar. Se encontró con la incapacidad y la corrupción de ciertos gobernantes y mandos, desde el comandante del puesto hasta los cocineros y parte de la oficialidad del destacamento, que se quedaban con la comida y los recursos económicos destinados a los enfermos y heridos. 

A la vista de tan amargas experiencias, Cajal solicitó la licencia para abandonar Cuba. En 1875 regresó a España, todavía enfermo, diagnosticado de "caquexia palúdica grave" y declarado "inutilizado en campaña". Así acabó su corta carrera militar. Llegó a Santander convertido en una ruina humana que nada tenía que ver con el fornido atleta que era cuando partió para las Antillas. 


Cajal, masón 

En 1875 tras su regreso de Cuba entró como asistente en la Escuela de Anatomía de la Facultad de Medicina de Zaragoza y algo más tarde es el director del Museo. Es en esta época, a los 25 años, que decide convertirse en masón. A primeros de febrero de 1877 ingresa en la Respetable Logia Caballeros de la Noche número 68, perteneciente a Grande Oriente Lusitano Unido. Tras el rito de iniciación en el que juró sus ideales, fue inscrito como el miembro número 96 de la orden. La pertenencia de Cajal a la Logia se pierde tras haber alcanzado el grado de compañero. 

Como es costumbre en la masonería, en su logia Santiago Ramón y Cajal no era conocido con su nombre, sino que adoptó como nombre simbólico el de Averroes, el famoso matemático y filósofo musulmán de El Andalus, que también escribió sobre anatomía y medicina. La elección de este nombre revela su incondicional admiración por esta figura. Para él, Averroes representaba su ideal filosófico. Sin embargo, poco nos ha llegado de la actividad del masón Averroes en esta logia. Incluso es posible que Cajal fuera un masón durmiente o inactivo, tal vez decepcionado por la burocracia masónica y la poca plasmación en la vida social de los ideales que representaban. Pero en todo caso, lo que nunca abandonó Cajal fue la visión que la masonería tenía del hombre en relación al mundo en el que vivía. Y Cajal, como muy pocos masones, se involucró con el progreso social y las libertades colectivas.


Bibliografía

Abreu Ugarte JE  (2009) "Camagüey: estancia de Santiago F. Ramón y Cajal", Archivo Médico de Camagüey. Revista electrónica 13/6, 2009, págs. 1-11:

Ferrer Benimeli, JA (1985). La Masonería en Aragón. Librería General. ISBN 84-7078-092-1.



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