lunes, 12 de diciembre de 2016

Orfeo y Eurídice: La mortal picadura de la serpiente.






Joseph Edgar Boehm 

Eurídice mordida por la serpiente 
(1780 circa) 

Escultura de mármol
Victoria and Albert Museum. Londres.  




Las picaduras de ciertas serpientes pueden ser mortales. Su peligro es conocido desde la Antigüedad. Ya en la mitología encontramos algunos relatos que atestiguan sus letales efectos. Tal vez uno de los más bellos relatos a propósito de los efectos mortales de las serpientes es el relato de Orfeo y Eurídice, una hermosa leyenda sobre el amor, la muerte y la confianza.  


 Orfeo cantando y tocando la lira para los animales salvajes
Mosaico romano s. III d.C. Museo del Bardo (Túnez)

Según la mitología clásica, Orfeo era un músico sin igual. Con su voz melodiosa y tañendo su lira, sus melodías embelesaban a quien las oía. Al oír sus cantos, los hombres se calmaban y abandonaban sus pendencias, y las fieras se amansaban, postrándose a sus pies. Era una música sublime. 


Un día Orfeo, en un paseo por el bosque encontró a la ninfa Eurídice que se bañaba con sus amigas en el río. Era muy hermosa, y quedó prendado de ella. Eurídice a su vez al oír la melodiosa voz de Orfeo, también se enamoró. Fue el comienzo de una bella historia de amor. 


Eurídice mordida por la serpiente.
Estatua en los jardines del palacio de Schönbrun. Viena

Pero un día Eurídice iba por un prado al encuentro de su amado y fue mordida por una víbora en el pie. El veneno hizo su efecto y poco pudo hacerse para salvarle la vida. Eurídice murió. 


Bryson Burroughs: Eurídice mordida por la serpiente. (1930)
Óleo sobre lienzo 129,5 x 106,5 cm. Metropolitan Museum. New York.

Orfeo, desesperado, no podía asumir la muerte de su amada. Concibió la idea de bajar al mismo reino de los muertos a rescatarla. 


El reino de los muertos estaba al otro lado de una laguna, la laguna Estigia. Solamente se podía atravesar en barca. El barquero, Caronte, cobraba por su servicio (y por eso en el mundo antiguo se ponía una moneda en la boca cuando se enterraba a un muerto, para que pudiera pagar el viaje). Pero el viejo Caronte solamente aceptaba en su barca a los difuntos. Los vivos no podían montar en ella. 

Pero Orfeo cantó para Caronte tan bellas canciones que Caronte se ablandó. Por una vez aceptó llevar a Orfeo, vivo al reino de ultratumba de Hades. 

Así fue como Orfeo llegó al país de las sombras, donde reinaban Hades y Perséfone. Orfeo llegó a los pies de su trono y les suplicó que permitieran el regreso de Eurídice al mundo de los vivos. Hades le pidió que cantara para él, ya que había oído hablar de su fama como músico, y le aseguró que si lograba emocionarlo permitiría excepcionalmente el regreso de la bella ninfa. 


La música de Orfeo llenó de tal modo los infiernos y sus cantos fueron tan sublimes, que Hades no tuvo más remedio que conceder la gracia solicitada. Y solamente puso una condición: Orfeo regresaría a pie, atravesando la espesa bruma al mundo de los vivos y Eurídice iría tras él en total silencio. Orfeo no debía girarse ni mirar su rostro hasta que no salieran al mundo de los vivos y estuvieran bajo la luz del sol. 
Rodin: Orfeo (tapándose los ojos) atraviesa las tinieblas seguido de Eurídice.
Aceptada esta condición, Orfeo muy contento, inició su camino. Eurídice le seguía a una cierta distancia, porque aún le dolía la picadura de la víbora. La oscuridad era total y el silencio absoluto. Cuando ya casi se vislumbraba la luz, a Orfeo le asaltó la duda. ¿Seguro que su amada le seguía? Era fácil perderse en aquellas tinieblas. Se giró  para cerciorarse y la sombra de Eurídice se desvaneció para siempre ante sus ojos. Perséfone le envió un mensajero para decirle que se había girado demasiado pronto y que por su falta de  confianza había perdido para siempre a Eurídice. Nada ni nadie pudo consolar entonces a Orfeo, el único mortal que había descendido a los infiernos por amor, en un intento de salvar a su enamorada y que tras conseguir un privilegio excepcional, lo había perdido todo en el último momento por su impaciencia. 


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