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jueves, 8 de octubre de 2020

Thomas Sydenham y El Quijote

 






Mary Beale

Retrato de Thomas Sydenham 

Óleo sobre lienzo 
Royal College of Physicians. Londres.     




Thomas Sydenham (1624-1689) fue el representante más destacado de la escuela inglesa en el s. XVII. Por su dominio del diagnóstico y su "ojo clínico" fue apodado "el Hipócrates inglés". Resumió sus conocimientos médicos en el libro titulado "Observationes medicae" (1686) en cuyo prólogo proponía construir una nueva patología basado en la descripción de todas las enfermedades de manera "tan gráfica y natural como sea posible" ordenando los casos observados en la práctica clínica en especies, igual que hacían los botánicos. En este sentido es el precursor de las clasificaciones "more botanico".


La obra de Thomas Sydenham (1723)

En cuanto a lo que se refiere a tratamientos, Sydenham prefería los compuestos de plantas medicinales sobre los medicamentos de origen mineral, utilizando en especial el opio en forma del famoso "láudano de Sydenham". Era un firme partidario del uso terapéutico de esta sustancia, lo que le llevó a decir: 

«De los remedios que ha dado Dios al Hombre para aliviar su sufrimiento, ninguno es tan universal y eficaz como el opio. Si echáramos todos los medicamentos al mar, menos el opio, sería una gran desgracia para los peces y un gran beneficio para la humanidad».

                                                     (Sydenham 1680)

Las clases de Sydenham eran famosas y acudían estudiantes de todas partes para aprender Medicina con él. Un día, tras una de sus clases, un aplicado estudiante se acercó a él. 

- Maestro, que debo hacer para ser un buen médico? 
- Venga a mis clases en la Facultad 
- Ya lo hago, maestro. Todos los días.  
- Lea los grandes tratados de Medicina: Hipócrates, Galeno, Rhazés, Avicena... 
- Claro, maestro. Lo hago. He leído muchos clásicos de la Medicina 
- Aprenda de la práctica. Vaya a los hospitales, hable con los enfermos, explórelos. Intente aprender de su experiencia.  
- Sí, lo hago. Asisto a los enfermos con frecuencia y llevo unos apuntes con mis observaciones ¿Que más puedo hacer?

 


 

Sydenham lo miró fijamente. El ansia de aprender de su discípulo era muy grande, pero pocas cosas más podía recomendarle. 
- En este caso -le dijo despacio- por favor, lea Don Quijote.

"Please, read Don Quixote". Podemos imaginar la perplejidad del joven estudiante. Y sin embargo, no era una "boutade". Leer el Quijote, interesarse por las ansias e ideales  humanos, por su pasión, por los sueños y locuras del personaje. Comprender el mundo, la cultura, la vida, todo lo que nos rodea, ayuda también y mucho, a comprender al paciente. Y por lo tanto nos hace ser mejores médicos. 



Caricatura del Dr. José de Letamendi


Un par de siglos más tarde, José de Letamendi (1828-1897) que fue catedrático de anatomía en Barcelona y de patología general en Madrid, y un hombre que desarrolló una actividad humanística tan amplia que fue considerado un genio de su tiempo, resumía en la siguiente frase, el mismo sabio consejo de Sydenham: 
"Un médico que solamente sabe Medicina, ni tan sólo Medicina sabe, porque no es un buen médico".
Y efectivamente, los médicos debemos comprender el mundo, la cultura, en toda su extensión, porque necesitamos comprender al enfermo, a los seres humanos, inmersos de forma inseparable en este continente.   

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