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martes, 28 de abril de 2020

Las epidemias cambian el curso de la historia

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Giorgio de Chirico

Enigma de un día
(1914)

Óleo sobre tela. 




Este cuadro desolado y solitario de Giorgio de Chirico, nos puede recordar en cierto modo el aspecto de nuestras calles durante el confinamiento al que ha obligado la pandemia de COVID19 en muchos países, incluído el nuestro. Una medida drástica para intentar frenar el impacto de una enfermedad, que sin duda cambiará el curso de la historia. Aunque no es la primera vez. Las grandes epidemias han supuesto hitos que han girado con frecuencia la historia.  

Las epidemias han afectado a la Humanidad desde hace muchos miles de años. Por lo menos desde el Neolítico, época en la que nace la ganadería y el contacto con diversas especies animales, ya que muchas de las epidemias han sido zoonosis, a partir de otras especies. Tenemos ejemplos de epidemias desde la Antigüedad. La peste de Atenas, o la peste antonina que afectó al Imperio romano en el s. II d. C son algunos ejemplos.
Hace pocas semanas apareció un interesante artículo de D. Jones en la revista New England Journal of Medicine, a propósito de la actual epidemia del CoVID19 y sus previsibles implicaciones en la sociedad y en la historia. 

Jones recuerda que ya Rosenberg argumentó que las epidemias presionan a las sociedades que atacan. Esta cepa hace visibles las estructuras latentes que de otra manera no serían evidentes. Es decir, pueden ser un evidente instrumento de análisis social, revelando que cosas son las que realmente le importa a una población y a quién realmente valoran.

Frecuentemente he comentado en artículos, en conferencias y en este mismo blog, que las enfermedades, y especialmente las epidemias, tienen un impacto importante en la sociedad y que modulan la historia de forma muy importante y que muchas veces han sido tanto o más decisivas como los factores económicos, políticos y bélicos.   



Representación ideal del asalto al call judío de Barcelona en 1391
Litografía de J. Segrelles (1910) 


Una constante en todas las epidemias es la búsqueda de supuestos culpables. Tras la peste negra del s. XIV se culpó primero a los leprosos, aumentando su ya terrible marginación y poco después a los judíos, desencadenando una ola de violento antisemitismo que culminó con los asaltos a los calls y juderías, con grandes matanzas de judíos. Cuando apareció la sífilis en Europa, cada país culpó al otro y esto originó las denominaciones de mal francés, mal de Nápoles, mal español, con la que se conocía la nueva enfermedad. En el cólera de 1835, se acusó a los jesuitas de ser los que envenenaban los pozos. En la gripe de 1918, las potencias beligerantes censuraron la información y acusaron a los españoles (país en donde no se impuso la censura). Ahora no ha faltado quien ha señalado a los vendedores de pescado en los mercados chinos. El caso es que siempre se ha buscado un chivo expiatorio. Este discurso de culpa agudiza las divisiones sociales existentes de religión, raza, etnia, clase o identidad de género. Las disposiciones de los gobiernos, que imponen su autoridad también pueden ser contestadas por otras facciones políticas, aumentando el conflicto social. 


Matanza de jesuitas en Madrid. Circulaba el rumor de que estos religiosos envenenaban los pozos y eran los "culpables" de la epidemia de cólera 
Tras la epidemia de peste negra del s. XIV, la sociedad se transformó profundamente. Según la opinión de muchos historiadores, como Guy Blois, la peste puso fin al período feudal e incluso, en cierto modo, acabó con la Edad Media. Tal vez no fue el único factor, pero la enfermedad, que ocasionó una drástica reducción de la población, matando a más de un tercio de la población europea (y una proporción todavía mayor en ciertas zonas), propició cambios importantes en la economía, la política y la  organización social. 

La sociedad feudal se basaba en que los campesinos trabajaban la tierra que no podían abandonar y estaban sometidos a un señor. Unidos pues a unas tierras y a un señor. Eran familias muy numerosas, ya que se necesitaban muchos brazos para trabajar la tierra. Una tierra que producía poco y no llegaba para alimentar a todos. La gran mortalidad hizo que tras la peste hubiera poca mano de obra, con lo que se dio un gran impulso a la tecnología, que permitía realizar el trabajo con menos operarios. Por otra parte en el régimen feudal los intercambios de bienes eran la norma (se pagaban diezmos y primicias de las cosechas a los señores), pero ahora se comenzó a usar masivamente la moneda, con lo que se impulsó el comercio. También nació una nueva clase social, la burguesía. Por cierto que los médicos cobraron un nuevo protagonismo y pasaron a formar parte de los burgueses y pequeños propietarios. En conjunto, la sociedad del s. XV fue más próspera. Los progresos de la agricultura contribuyeron a incrementar las cosechas, y por otra parte, al ser la población menor, su alimentación fue  también mejor, dejando atrás las hambrunas de la primera mitad del s.XIV.  


También se aprendieron normas de higiene: se debían recoger las basuras, los cadáveres de animales debían alejarse de villas y caminos y sobre todo se debían desratizar las casas. En épocas anteriores, las ratas en las casas eran casi una mascota, con la que jugaban los niños sin ningún problema. La peste enseñó que las ratas podían ser animales peligrosos y llevar consigo la muerte. Otra cosa que sucedió es que se perdió el miedo a navegar y se inauguró una época de grandes navegaciones.

Atreverse a navegar llevó a los europeos a explorar nuevas tierras, como América. Y aquí se produjo un nuevo choque microbiológico entre dos poblaciones humanas hasta entonces separadas. Los europeos llevaron a América un gran número de enfermedades que hasta entonces eran desconocidas allí: sarampión, varicela, viruela, tifus, difteria o gripe, que hicieron estragos en una población desprotegida inmunológicamente. La mortalidad fue importantísima, cerca de un 90% de la población. Según el University College de Londres, el Imperio azteca debía tener unos 60 millones de habitantes, y en pocos años quedó reducido a 5 o 6 millones. Como si no, podría Hernán Cortés con un puñado de hombres y 16 caballos haber conquistado el Imperio de Moctezuma?

Carlos Esquivel y Rivas. Prisión de Guatimocín, último emperador de México. Museo del Prado. Madrid

Esto conllevó incluso un cambio climático en el planeta. El brusco descenso de la población implicó la reforestación de vastos territorios. Los bosques cubrieron unos 600.000 km2, una superficie similar a la que ahora ocupa Francia. Esto produjo una disminución del CO2 (que ha podido comprobarse por el estudio del hielo polar) y una disminución de las temperaturas en todo el mundo (la llamada pequeña edad glacial). Irónicamente una de las zonas más perjudicadas fue Europa que se enfrentó a una época de malas cosechas y a hambrunas.


La imponente selva del Petén, en el yacimiento maya de Tikal, atestigua la importante reforestación de América Central que ocasionó un cambio climático, con un enfriamiento global del planeta.  

Pero también los conquistadores trajeron enfermedades a Europa. Entre ellas probablemente la sífilis, que se expandió por todo el continente con una gran prevalencia. En ausencia de tratamiento, la sífilis fue un flagelo terrible. Según Alfred Fournier, el gran sifiliógrafo francés a finales del s. XIX afectaba a un 15 % de la población de París. Pero no solamente eso. Al contraerse por vía sexual, la sífilis cambió las costumbres sociales. Desaparecieron los baños públicos. Era una enfermedad vergonzante, unida de forma evidente con el pecado. Incluso había manuales de automedicación para evitar el oprobio de consultar al médico. De forma no siempre justificada, la sífilis se vinculó a la prostitución. Otro culpable. En 1905 se descubrió su agente causal, Treponema pallidum y poco después el primer tratamiento algo efectivo, Salvarsan. Aunque el remedio definitivo, la penicilina, no llegaría hasta 1945.


Librito de automedicación para tratarse la sífilis evitando una consulta médica (1835)



Antes, en el s. XIX, habían tenido lugar diversas pandemias de cólera, una infección por Vibrio cholerae, que se contagia por beber agua contaminada. El principal síntoma es una copiosa diarrea que puede llegar a ser de 30 l/d. En la península Ibérica se produjeron cuatro grandes epidemias:

              1833-1834 que causó 300.000 muertos
              1817-1823, 236.000 muertos
              1865, con 120.000 muertos
              1885, con otros 120.000 muertos

El médico catalán Jaume Ferran puso a punto una vacuna, a pesar de las cortapisas que le puso el gobierno español de la época. 

Las sucesivas epidemias de cólera también cambiaron a la sociedad. Los primeros estudios de epidemiología llevados a cabo en Londres por John Snow pusieron de manifiesto la necesidad de tomar medidas higiénicas para prevenir la enfermedad. Lconsecuencia fue que se aprendió que debían tratarse las aguas con cloro para potabilizarlas y realizar conducciones de aguas a las casas y promover un nuevo diseño de las aguas negras a la cloaca, desapareciendo progresivamente desde entonces los pozos negros que eran habituales hasta entonces.  Empezaron a aparecer los cuartos de baño en las casas. 

La sala de un hospital durante la epidemia de gripe de 1918



En el s. XX tuvo lugar la gran epidemia de gripe de 1918-1920, la mal llamada gripe española. En realidad se había originado en Kansas y fue traída a Europa por un combatiente de la I Guerra Mundial. Pero las potencias en guerra censuraban toda información de la pandemia. España era un país neutral y la prensa española informaba libremente. Por eso se le empezó a llamar gripe española. Pero afectó a toda Europa causando entre 50 y 100 millones de muertos. Mucho más que la Guerra Mundial con 18 millones de muertos. 

Las transformaciones de la gripe se solaparon con las de la contienda, y es difícil deslindar si se debieron a la pandemia o a la guerra. Lo cierto es que la sociedad cambió. El gran número de vacantes laborales favorecieron la incorporación al trabajo de la mujer, que a pesar de los esfuerzos de las sufragistas había encontrado hasta entonces muchas dificultades. Bajó considerablemente el porcentaje de población dedicado a la agricultura y se incrementó definitivamente el trabajo industrial.

Mujeres en el patio de una fábrica (Mnactec Terrassa)

En 1981 apareció el sida, enfermedad transmitida por vía sexual y a través de la sangre. La modificación de costumbres que conllevó están todavía frescos en el recuerdo de todos: La higiene de las transfusiones de sangre en los hospitales, la higiene del sexo ocasional, la modificación de las costumbres sexuales entre los jóvenes, la reducción y casi desaparición de las drogas parenterales.

Ahora, la pandemia de COVID19 volverá a cambiar el curso de la historia. Cuando la superemos nos enfrentaremos a una sociedad nueva, distinta, y como la peste cuando terminó con el feudalismo, tendremos que construir una nueva era. Esperemos que los que sea una época mejor menos frívola y decadente que la que la suerte nos deparó vivir hasta ahora.  

Bibliografía 

Bois G. La gran depresión medieval: siglos XIV-XV. El precedente de una crisis sistémica. Biblioteca nueva. Universitat de València, 2009. 

Cremades F. El regiment de preservació de pestilència (1348) de Jacme d'Agramont. Història del manuscrit guardat a Verdú, context i versió en català actual. Museu Comarcal de l'Urgell-Tàrrega, 2016. 

Le Goff J. La Edad Media y el dinero. Ensayo de antropología histórica. Akal. Madrid, 2012. 

Jones D. History in a crisis-Lessons for Covid-19 March 12, 2020 DOI: 10.1056 / NEJMp2004361  https://www.nejm.org/doi/full/10.1056/NEJMp2004361


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Las epidemias cambian la Historia








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