Juan Sánchez Cotán (1560 - 1627), fue un pintor español, discípulo de Blas de Prado e influido por algunos artistas que trabajaron en El Escorial, como Luca Cambiaso o Juan Fernández Navarrete. Sánchez Cotán trabajó en Toledo, donde contó con una importante clientela, hasta que en 1603 decidió ingresar como hermano lego en la Cartuja, hasta su muerte en 1627.
La constatación de "prodigios de la Natura" o interés por la enfermedad como anomalía o espectáculo es una de las características de la época barroca, tan dada a la teatralización. A las pinturas de bobos, enanos, bufones y gentes de placer pueden añadirse también las mujeres barbudas. La anormalidad psíquica o física era contemplada como maravilla y se quería dejar constancia gráfica de su paso por este mundo. No era raro - como en este caso - dejar escrito en un ángulo del cuadro el nombre, edad y algunos de los datos de la representada, como prueba fehaciente de su veracidad, de su valor documental. Entre las mujeres barbudas, la más famosa es sin duda la de Ribera, aunque ésta de Sánchez Cotán también se encuadra en la misma curiosidad patográfica.
El retrato se realizó en 1590 y la protagonista es Doña Brígida del Río, a la sazón con 50 años, tal como aparece en la parte superior izquierda del cuadro. Parece ser que la fama de Brígida era considerable y era mencionada en diversas obras literarias como algunos escritos de Sebastián de Covarrubias o en el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán (1599), aspectos sobre los que volveremos en otra entrada.
En la pintura, Doña Brígida aparece con aspecto recogido, mirando fijamente al frente, hacia el espectador, con una alopecia androgenética frontal mal disimulada por una cofia y una abundante y espesa barba canosa. El aspecto de esta mulier pilosa es tan masculinizado que puede incluso interpretarse como un caso de travestismo, aunque lo más probable es que padeciera de un tumor suprarrenal o de ovarios.
Hay ciertos indicios que permiten creer que esta pintura fue realizada para Felipe II, muy aficionado a coleccionar este tipo de anomalías, aunque finalmente el cuadro fue regalado al arquitecto real Juan Gómez de la Mora. Las cortes de la época estaban muy interesadas en personajes con anomalías corporales, como enanos acondroplásicos, hipertricosis, etc, que con la denominación de "hombres de placer" se exhibían como una colección zoológica. En este sentido, no es descabellado pensar que Doña Brígida se encontrara entre estos personajes, tal vez trabajando en el servicio doméstico.
A este propósito está bien que reflexionemos sobre las diferentes consideraciones que ha tenido la enfermedad a lo largo de la historia. No han faltado interpretaciones sobrenaturales, considerándola como un castigo divino (como la lepra o las epidemias de la Antigüedad); o en ocasiones una prueba de Dios a los más justos (caso de Job o de los santos místicos del s. XVI, con sus sufrimientos y en ocasiones con estigmas). En la época barroca como vemos fue considerada una curiosidad de coleccionista, y hubo auténticos "museos naturales" de exhibición en las cortes europeas, dejando frecuentemente constancia pintada de muchos de estos casos, como hirsutismo, piebaldismo o distintos tipos de enanismo. Esta curiosidad , más tarde, llegó al gran público, siendo explotada como exhibición pública en circos y plazas. En el s. XIX, fue objeto de intensas descripciones médicas, originando museos de patología, como los museos de cera dermatológicos y anatómicos. Finalmente en el s. XX, el derecho a la salud es una de las grandes conquistas sociales. La enfermedad ya no es un castigo o fuente de marginación sino que se lucha para la erradicación de enfermedades (viruela, pián) en todo el planeta. Sin embargo, algo de estas antiguas concepciones ha quedado a veces subyacente en mentalidades populares y todavía hay quien ve en la enfermedad un motivo de marginación social (lepra, tuberculosis, sífilis, ITS, sida...)
El retrato se realizó en 1590 y la protagonista es Doña Brígida del Río, a la sazón con 50 años, tal como aparece en la parte superior izquierda del cuadro. Parece ser que la fama de Brígida era considerable y era mencionada en diversas obras literarias como algunos escritos de Sebastián de Covarrubias o en el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán (1599), aspectos sobre los que volveremos en otra entrada.
En la pintura, Doña Brígida aparece con aspecto recogido, mirando fijamente al frente, hacia el espectador, con una alopecia androgenética frontal mal disimulada por una cofia y una abundante y espesa barba canosa. El aspecto de esta mulier pilosa es tan masculinizado que puede incluso interpretarse como un caso de travestismo, aunque lo más probable es que padeciera de un tumor suprarrenal o de ovarios.
Hay ciertos indicios que permiten creer que esta pintura fue realizada para Felipe II, muy aficionado a coleccionar este tipo de anomalías, aunque finalmente el cuadro fue regalado al arquitecto real Juan Gómez de la Mora. Las cortes de la época estaban muy interesadas en personajes con anomalías corporales, como enanos acondroplásicos, hipertricosis, etc, que con la denominación de "hombres de placer" se exhibían como una colección zoológica. En este sentido, no es descabellado pensar que Doña Brígida se encontrara entre estos personajes, tal vez trabajando en el servicio doméstico.
A este propósito está bien que reflexionemos sobre las diferentes consideraciones que ha tenido la enfermedad a lo largo de la historia. No han faltado interpretaciones sobrenaturales, considerándola como un castigo divino (como la lepra o las epidemias de la Antigüedad); o en ocasiones una prueba de Dios a los más justos (caso de Job o de los santos místicos del s. XVI, con sus sufrimientos y en ocasiones con estigmas). En la época barroca como vemos fue considerada una curiosidad de coleccionista, y hubo auténticos "museos naturales" de exhibición en las cortes europeas, dejando frecuentemente constancia pintada de muchos de estos casos, como hirsutismo, piebaldismo o distintos tipos de enanismo. Esta curiosidad , más tarde, llegó al gran público, siendo explotada como exhibición pública en circos y plazas. En el s. XIX, fue objeto de intensas descripciones médicas, originando museos de patología, como los museos de cera dermatológicos y anatómicos. Finalmente en el s. XX, el derecho a la salud es una de las grandes conquistas sociales. La enfermedad ya no es un castigo o fuente de marginación sino que se lucha para la erradicación de enfermedades (viruela, pián) en todo el planeta. Sin embargo, algo de estas antiguas concepciones ha quedado a veces subyacente en mentalidades populares y todavía hay quien ve en la enfermedad un motivo de marginación social (lepra, tuberculosis, sífilis, ITS, sida...)
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