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jueves, 21 de diciembre de 2017

El aceite, un trofeo muy apreciado







Ánfora trofeo de figuras negras
(c. 333-332 aC)

Realizada en Atenas
Hallada en la Cirenaica (Libia) 
British Museum. Londres.



Esta gran vasija de cerámica conteniendo unos 45 litros de aceite es un ejemplo de los trofeos que eran entregados en los Juegos Panatenaicos. El aceite procedía del olivar sagrado de Atenea en el Ática. Atenea, además de ser la protectora de la ciudad de Atenas y a la que estaban dedicados los Juegos, se consideraba la diosa que había traído el olivo y el aceite.  


Una de las caras de la gran jarra,
mostrando la efigie de Atenea entre dos
columnas rematadas por victorias aladas
En una cara se observa la escena deportiva objeto del trofeo, en este caso una carrera de larga distancia. Los corredores, representados con la habitual técnica de figuras negras, son mostrados dosificando el esfuerzo, elevando el pecho y flexionando los brazos, lo que da una sensación de que están corriendo a un ritmo constante. En la otra cara aparece Atenea, la diosa  a la que estaban dedicados los juegos, con sus tradicionales atributos: casco, lanza y escudo. Se muestra erguida, de pie entre dos representa de pie entre dos  estatuillas de Niké, la divinidad alada de las victorias. 

El premio debía ser muy apreciado por los participantes en la competición deportiva. Además de las grandes dimensiones del trofeo, que recuerda las grandes copas de los torneos futbolísticos actuales, estaba su contenido: una no desdeñable proporción de aceite, probablemente perfumado,  producto que era usado habitualmente por los atletas. 


Diversos utensilios para la higiene y el cuidado cosmético  de la piel de los deportistas. Detrás, a la izquierda, gran alabastrón donde se guardaba el aceite perfumado para después del baño. En el centro, aríbalo que los atletas llevaban a la cintura para usarlo mientras se bañaban, para disolver la suciedad de la piel. Los restos de aceite, sudor  y arena eran eliminados frotándose con los estrígilos (delante y a la derecha)  

En efecto, antes de competir, los atletas se frotaban el cuerpo con aceite de oliva, que solían llevar en pequeños frascos redondos (aríbalos) colgado a la cintura. Después del entrenamiento se lavaban. Como no conocían el jabón, se frotaban el cuerpo con arena fina y luego se ungían con aceite. Así el agua disolvía las partículas hidrosolubles y el aceite, las liposolubles. Los restos de suciedad, sudor, arena y aceite eran retirados con el estrígilo, instrumento de bronce en forma de hoz, con el borde ligeramente acanalado, que se frotaba sobre la piel. Se conseguía así no solamente la limpieza deseada, sino un cierto efecto peeling eliminando las capas más superficiales de la piel y las escamas desprendidas. Al final se volvían a ungir con aceite perfumado, un material caro y suntuoso. La piel quedaba así limpia e hidratada.  

Este era el motivo de que el premio a las competiciones fuese tan preciado. Seguro que, además, era de gran utilidad para los vencedores de los juegos, que tendrían para una larga temporada de lavados e hidratación cutánea.  


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