Venus de Badalona (s. I d.C.) Escultura en mármol 28 cm altura Museu de Badalona |
La Venus de Badalona es una pequeña estatua de mármol, de época imperial, descubierta por el arqueólogo Joaquim Font en 1934 en esta ciudad catalana. Se trata de una obra bellísima, de fina factura. A pesar de sus pequeñas proporciones, y de se únicamente un torso que carece de cabeza y de extremidades, tal vez es ésta una de las mejores representaciones de la femineidad en Catalunya.
Venus era una diosa de gran importancia en el panteón romano. Venerada al principio como una diosa itálica, protectora de la primavera, presidía la floración en esta estación del año. Pero con la helenización de la cultura romana se fue identificando progresivamente con el mito de la diosa griega Afrodita, y pasó a ser la diosa protectora de la belleza y del amor.
Así, el culto de Venus fue muy importante en Roma (el amor es uno de los temas que interesan más a los humanos) e incluso se le dedicó un día de la semana, el viernes (Dies Veneris). También se le atribuía ser la madre de Eneas, el mítico fundador de Roma, inmortalizado por Virgilio en la Eneida. Por eso las referencias - explícitas o implícitas - a Venus en los monumentos romanos fueron constantes.
Como diosa del amor carnal, Venus es la única diosa del panteón romano que suele aparecer - parcial o totalmente - desnuda. Mientras los dioses masculinos aparecen generalmente desnudos, las diosas suelen representarse vestidas. La excepción era, precisamente, la voluptuosa Venus.
Según el mito más aceptado, Venus nació de la espuma del mar. Saturno (identificado con Cronos, el dios del tiempo) se rebeló contra su padre Urano y le cortó los testículos arrojándolos al mar, de cuya espuma, fecundada por el esperma de Urano nació, surgiendo de las aguas. Así fue representada por pintores como Botticelli.
Venus estaba casada con Vulcano, un dios contrahecho, feo y cojo, protector de las fraguas y del fuego. Tal vez el mito buscó esta unión para contrastar más la dicotomía belleza-fealdad. Pero Venus tuvo amores adulterinos con Marte, un dios valiente y bello, aunque de inteligencia algo limitada. Velázquez recogió magistralmente en su cuadro La fragua de Vulcano el momento en que Apolo comunica a Vulcano el adulterio de su esposa.
Venus, como diosa del amor, encontró muchos devotos entre los romanos. Por eso, rendir culto a Venus pasó a ser sinónimo de practicar el sexo, de copular.
En el Renacimiento y en el Barroco, los mitos clásicos fueron recuperados y gozaron de un amplio reconocimiento popular. Cuando se expandió la sífilis por Europa, para indicar que el modo de contagio era a través del contacto sexual se comenzó a hablar del mal venéreo (la enfermedad que se contagiaba rindiendo culto a Venus), una metáfora muy del gusto de la época. Más tarde, cuando se demostró que, además de la sífilis, también se podían transmitir por contacto sexual otras enfermedades, se comenzó a hablar, en plural, de enfermedades venéreas. También se denominó Venereología a la especialidad médica que se ocupa de estas patologías (y que habitualmente se asocia también a la Dermatología). Como dato curioso, en Grecia se sigue considerando a Afrodita como la diosa del amor, por lo que las enfermedades venéreas siguen dedicadas a Afrodita: αφροδίσια νοσήματα. Y la especialidad que las estudia se denomina Αφροδισιολογίας (Afrodisiología)
El término enfermedades venéreas tomó un cierto cariz pecaminoso, sobre todo por la vinculación que se les atribuía con la prostitución. También se culpabilizaba veladamente a las mujeres al identificarlas con la lujuria que se desprendía de la pagana Venus.
En la década de los años 70 del s. XX, la OMS recomendó sustituír la denominación de enfermedades venéreas por la de Enfermedades de Transmisión Sexual (o sus siglas ETS) que desde entonces fue usada oficialmente para designar este tipo de patología. Las razones que aconsejaban este cambio eran diversas:
El caso es que las siglas ETS eran más neutras y fueron implantándose progresivamente en la mayoría de artículos y tratados médicos alcanzando plena implantación en la década de los 90.
Más tarde se llamó la atención sobre el hecho de que no todos los contagios implicaban la aparición de síntomas de enfermedad. En muchos casos las infecciones quedaban latentes (sida, chlamydias, etc..) por lo que se fue imponiendo la denominación ITS (infecciones de transmisión sexual), más precisa.
Venus era una diosa de gran importancia en el panteón romano. Venerada al principio como una diosa itálica, protectora de la primavera, presidía la floración en esta estación del año. Pero con la helenización de la cultura romana se fue identificando progresivamente con el mito de la diosa griega Afrodita, y pasó a ser la diosa protectora de la belleza y del amor.
Venus de Milo. Musée du Louvre. París |
Así, el culto de Venus fue muy importante en Roma (el amor es uno de los temas que interesan más a los humanos) e incluso se le dedicó un día de la semana, el viernes (Dies Veneris). También se le atribuía ser la madre de Eneas, el mítico fundador de Roma, inmortalizado por Virgilio en la Eneida. Por eso las referencias - explícitas o implícitas - a Venus en los monumentos romanos fueron constantes.
Venus escurriendo sus cabellos tras salir del mar (Venus Anadiomene) Museo Archeologico Nazionale. Nápoles |
Según el mito más aceptado, Venus nació de la espuma del mar. Saturno (identificado con Cronos, el dios del tiempo) se rebeló contra su padre Urano y le cortó los testículos arrojándolos al mar, de cuya espuma, fecundada por el esperma de Urano nació, surgiendo de las aguas. Así fue representada por pintores como Botticelli.
Sandro Botticelli: El nacimiento de Venus. |
Venus estaba casada con Vulcano, un dios contrahecho, feo y cojo, protector de las fraguas y del fuego. Tal vez el mito buscó esta unión para contrastar más la dicotomía belleza-fealdad. Pero Venus tuvo amores adulterinos con Marte, un dios valiente y bello, aunque de inteligencia algo limitada. Velázquez recogió magistralmente en su cuadro La fragua de Vulcano el momento en que Apolo comunica a Vulcano el adulterio de su esposa.
Velázquez: La fragua de Vulcano. Museo del Prado. Madrid. |
Venus, como diosa del amor, encontró muchos devotos entre los romanos. Por eso, rendir culto a Venus pasó a ser sinónimo de practicar el sexo, de copular.
Venus púdica. Pergamonmuseum. Berlín. |
Venus. Museo de Trípoli (Libia) |
En la década de los años 70 del s. XX, la OMS recomendó sustituír la denominación de enfermedades venéreas por la de Enfermedades de Transmisión Sexual (o sus siglas ETS) que desde entonces fue usada oficialmente para designar este tipo de patología. Las razones que aconsejaban este cambio eran diversas:
1) La mitología ya quedaba algo lejos del conocimiento de la mayoría de la población. Ya casi nadie era consciente del significado etimológico del acto sexual como un culto a Venus.
2) Se eliminaba así el carácter despectivo del nombre de venéreas, mayoritariamente relacionado con la prostitución y el pecado.
3) La alusión a Venus se podía entender como referente exclusivamente a las relaciones heterosexuales, pero los contagios homosexuales masculinos eran cada vez más frecuentes. En este caso sería más adecuado mitológicamente invocar a Apolo o a Adonis, en vez de a Venus, pero contextualizar esto parecía ya muy complicado. Además, la bisexualidad hacía imposible esta opción.
El caso es que las siglas ETS eran más neutras y fueron implantándose progresivamente en la mayoría de artículos y tratados médicos alcanzando plena implantación en la década de los 90.
Más tarde se llamó la atención sobre el hecho de que no todos los contagios implicaban la aparición de síntomas de enfermedad. En muchos casos las infecciones quedaban latentes (sida, chlamydias, etc..) por lo que se fue imponiendo la denominación ITS (infecciones de transmisión sexual), más precisa.
Velázquez: La Venus del espejo |
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