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viernes, 5 de agosto de 2016

Carbunco (II): La vacuna de Pasteur






Albert Edefelt

 Louis Pasteur en su laboratorio
(1885)

Óleo sobre lienzo. 154 x 126 cm.
Musée d'Orsay. Paris.   

  



Como hemos visto, tras el descubrimiento de Davaine y Pollander y los experimentos de Koch, se había dejado sentado que el carbunco estaba producido por un microorganismo, Bacillus anthracis

Louis Pasteur (1822-1895) era un químico que había estudiado los procesos de fermentación y también algunas enfermedades de los gusanos de seda. Estos estudios le habían sugerido que tal vez había una relación entre enfermedad y fermentación: del mismo modo que la acción de microorganismos exteriores es la causa, por ejemplo, del deterioro de la leche, esos mismos microorganismos podían invadir un cuerpo sano y causar las afecciones. Llegó así a establecer, como consecuencia de sus trabajos, la llamada teoría microbiana o germinal de las enfermedades, según la cual muchas de éstas se deben a la penetración en un cuerpo sano de microorganismos patógenos. Y por supuesto, estaba muy interesado en los trabajos que había realizado Koch con Bacillus anthracis

Por esta misma época (años 70 del s. XIX) un veterinario, Louvrier, había inventado un método para evitar las epidemias de carbunco. Su método tenía una gran repercusión en la población rural del este de Francia. 

La cura de Louvrier consistía básicamente en dar primero unas friegas vigorosas a las vacas enfermas; después les hacía unos cortes en la piel, en los que les aplicaba aguarrás, y finalmente, cubría a las vacas con una capa de dos dedos de grueso, de estiércol empapado en vinagre caliente y las envolvía con una tela.  

Pasteur se interesó en el tratamiento de Louvrier. Pero como que algunas vacas sobrevivían de forma espontánea al carbunco, quiso hacer un experimento demostrativo. Tomó cuatro vacas sanas y les inoculó una importante dosis de cultivo de Bacillus anthracis. Al día siguiente las cuatro vacas tenían fiebre, presentaban hinchado el lugar de la inoculación y respiraban fatigosamente. 

A dos de las vacas inoculadas se las trató con el método de Louvrier. A las otras dos no se les aplicó nada. Pero una de las vacas del primer grupo murió y una de las del segundo también. No se podían sacar muchas conclusiones de todo esto. 


Solamente quedaban dos vacas más para experimentar. Eran reses que habían ya sufrido el carbunco, y habían sobrevivido a la enfermedad. Pasteur trajo un cultivo muy puro de bacilos de su laboratorio de París y les inoculó una gran dosis. Pero a ninguno de los dos animales les pasó nada. Ni siquiera se hinchó la piel en el lugar de la inoculación. 


Moldeado de cera representando una lesión de carbunco. Fabricado por la casa Tramond, de París (s. XIX).
Se conserva en el Museo Nacional de la Salud y la Medicina en Washington. 


Era evidente pues que si se lograba sobrevivir al carbunco, no se podía ya volver a pasar la enfermedad: la infección dejaba inmune a quien ya la había pasado. La cuestión era pues hacer pasar la enfermedad de forma suave, de forma que el sobreviviente quedara inmune. Pero no era fácil conseguir esto. 


Al cabo de un tiempo, en 1880, Pasteur se hallaba trabajando en su laboratorio con otra bacteria, la del cólera de las gallinas. Pasteur había sido el primer bacteriólogo que había conseguido cultivos de este microbio puro, y probó de dar un trozo de pan con una gota de cultivo a una gallina. El resultado no se hizo esperar: el animal murió al día siguiente. 

Pero un día Pasteur y sus colaboradores Roux y Chamberland probaron de inocular una gota de un cultivo viejo de varias semanas a unas gallinas. De momento los animales enfermaron y dejaron de cacarear. Parecían soñolientas y los científicos dieron por hecho que al día siguiente estarían muertas. Pero no fue así. Cuando llegaron al laboratorio, las gallinas estaban vivas y alegres.  

Al cabo de unos meses, inocularon nuevamente a las gallinas. Y también a dos gallinas nuevas, que no habían sido tratadas previamente. El resultado fue que las gallinas nuevas murieron, mientras que a las gallinas reinoculadas no les pasó nada.  

Pasteur llegó entonces a la conclusión: había encontrado la manera de que un animal enfermara ligeramente, para volverlo inmune. Lo único que se tenía que hacer era dejar envejecer los cultivos, que así perdían virulencia. Y decidió aplicar este procedimiento al carbunco


Grabado representando a Louis Pasteur vacunando al ganado en
la granja de Pouilly-le-Fort
Louis Pasteur decidió jugar fuerte. El 31 de mayo convocó a la Sociedad Agrícola de Melum en la granja de Pouilly-le-Fort, y vacunó  a 24 ovejas, una cabra y varias vacas. Dejó a otras tantas ovejas, una cabra y varias vacas sin vacunar, y después, inyectó a todos estos animales los microbios de carbunco más virulentos que tenía. 

Pasteur estaba inquieto y preocupado. Se jugaba toda su reputación científica en aquel experimento. El resultado sería muy evidente y rápidamente juzgado por el gran público, que no tendría compasión si se producía un fracaso. 

Cuando al día siguiente Pasteur y sus colaboradores entraron en la granja fueron recibidos con una gran ovación. Ni una sola de las 24 ovejas vacunadas tenía fiebre y presentaban muy buen aspecto; pero 22 de los animales no vacunados habían muerto y los otros dos presentaban un aspecto lastimoso. 

Pasteur había demostrado la eficacia de las vacunas. Nuevamente, Bacillus anthracis había contribuído a escribir una bella página de la Historia de la Medicina.  

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