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lunes, 15 de junio de 2020

Las Meninas: (V) Bucarofagia

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Diego Velázquez

Las Meninas 
(detalle) 


Óleo sobre lienzo. Escultura en piedra. 
Museo del Prado. Madrid. 





Uno de los hechos que sorprenden más del cuadro de las Meninas es la ofrenda que hace la Menina María Agustina Sarmiento a la infanta Margarita: una pequeña jarrita de barro rojizo. 

¿Qué hace un objeto tan humilde, una cerámica popular en una cámara real? ¿Por que este objeto constituye el centro de atención de toda la pintura y se sitúa precisamente en el centro, en donde convergen todas las miradas?

Se trata de lo que se conocía como un búcaro, una palabra de origen latino (butticula = tonelito). Con este nombre se denominaba a un recipiente de vientre abombado y cuello angosto, hecho con una arcilla roja especial. La finura y porosidad del material mantenía el agua fresca. La arcilla solía mezclarse con ámbar gris y especias para proporcionar un olor característico al agua contenida en la jarra, que quedaba así aromatizada. Los búcaros más preciados provenían de Estremoz (Portugal) y de Tonalá (México), por ser los más finos y fáciles de masticar, aunque también se elaboraban en Talavera de la Reina, Salvatierra de los Barros (Badajoz) o Garrovillas (Cáceres).

Pero los búcaros, además de contener agua fresca y aromática para beber, tenían otra finalidad. Tras beber el agua, el frágil recipiente vacío se rompía en pequeños trozos y se ingería. Una costumbre que nos puede parecer extraña pero que era muy habitual en la época. 

La hija heredera del rey Felipe IV
El búcaro de Las Meninas de Velázquez. 

La bucarofagia (literalmente "comer búcaros") no se hacía con un fin gastronómico ni era producto de una patología psiquiátrica. Tenía una finalidad médica y cosmética. En aquella época se consideraba la blancura de la piel femenina como algo especialmente seductor, y que se perseguía a toda costa. Un sistema para adquirir ese color de piel, era masticar y comer los fragmentos de recipientes de barro, lo que producía bloqueo de la absorción de hierro, una forma de clorosis o anemia. El mecanismo por el que se obraba este efecto era lo que se denominaba “opilación” (obstrucción), bloqueando los conductos biliares. A veces, el tinte cutáneo conseguido era entre blanco y amarillento, dando un aspecto enfermizo. 

Además de este aspecto "cosmético" tenía también propiedades médicas, ya que hacía disminuir o desaparecer el flujo menstrual, lo que hacía que muchas mujeres lo consumieran con finalidad anticonceptiva. Algunas sustancias contenidas en la arcilla producían incluso un cierto efecto narcótico y alucinógeno, por lo que había auténticas adicciones. Esto dio lugar incluso a la desaprobación de la Iglesia, que imponía la abstención de tomar barro desde púlpitos y confesionarios. 

El búcaro de la Infanta Margarita corresponde a la dosis que era habitual: “un búcaro al día”. Después de beber su contenido de agua fresca, la Infanta lo mordería y masticaría en pequeños trozos con delectación.


Búcaros de barro de Estremoz (s. XVI-XVII). Patrimonio Nacional 

Ya hemos comentado en otra entrada del blog que la infanta Margarita padecía un síndrome de Albright, que incluye entre otras cosas una pubertad precoz. Es posible pues, que en su caso practicara la bucarofagia para evitar la menstruación, que al parecer era abundante y dolorosa. Y debía ser un tratamiento habitual a juzgar por la marcada palidez casi amarillenta de su piel. 

Tenemos otros ejemplos de bucarofagia, como es el caso de María Luisa de Orleans (1662-1689), esposa del rey Carlos II El Hechizado. En este caso, el consumo de arcilla pretendía alargar las menstruaciones y favorecer la concepción de un heredero al trono, ya que también se creía que favorecía la fecundación, ya que al producir un retraso en la regla, se consideraba que la «acción seminal» se mantenía por más tiempo en el cuerpo de la mujer. La reina, en vez de lograr su objetivo, fue víctima de una obstrucción intestinal y falleció a muy temprana edad.


Las Meninas: la restauración portuguesa y el barro comestible ...
Alonso Sánchez Coello: Doña Juana de Mendoza con un enano (circa 1585).
Óleo sobre lienzo, 149 × 125 cm. Madrid, Fundación Banco Santander.
Obsérvese que el enano está ofreciendo un búcaro a su señora. 



Porque como casi todas las terapéuticas, la bucarofagia ocasionaba también efectos secundarios. Además de los casos de obstrucción intestinal, el consumo habitual de arcilla provocaba un inevitable envenenamiento por plomo, mercurio y arsénico, crisis biliares y anemias agudas, por lo que los médicos recomendaban “curas”  contra esa toxicidad. El remedio médico más curioso era “tomar acero”, es decir, beber (en ayunas) agua en la que se había enfriado una barra de hierro candente.

Las referencias al consumo de esta cerámica son recurrentes en la literatura del Siglo de Oro español. Autores como Góngora, Quevedo o Lope de Vega retratan esta peculiar costumbre en sus obras, generalmente de forma satírica y a veces un poco cruel con las mujeres que llevaban a cabo esta práctica. 
Quevedo tiene un poema que dedica
«A Amarili que tenía unos pedazos de búcaro en la boca y estaba muy al cabo de comerlos» 
También hallamos un pasaje de Góngora: 
"Que la de color quebrado culpe al barro colorado bien puede ser mas que no entendamos todos que aquestos barros son lodos, no puede ser"
En "El acero de Madrid" (1608), de Lope de Vega encontramos: 
"Niña de color quebrado, o tienes amor o comes barro". 
"Belisa, de haber comido este barro portugués sospecho que está opilada".
Y en "La Dorotea" (1632), del mismo autor: 
JULIO - ¿Qué traes en esta bolsita? 
CLARA - Unos pedazos de barro que come mi señora; bien los puedes comer, que tienen ámbar.  
JULIO - No los gasto de Portugal, mejor como búcaros de Garrovillas.
En los diarios de la monja cronista Sor Estefanía de la Encarnación (1597-1665) encontramos esta referencia a la bucarofagia y a su poder adictivo: 

“... como lo había visto comer (el barro) en casa de la marquesa de La Laguna, dio en parecerme bien y en desear probarlo" 
"Un año entero me costó quitarme de ese vicio” [aunque] “durante ese tiempo fue cuando vi a Dios con más claridad”.
El consumo de búcaros por monjas y religiosas parece deberse por una parte a una práctica dirigida a evitar embarazos, pero sobre todo, para buscar el estado psicodélico necesario para alcanzar los éxtasis místicos como los que describía  Santa Teresa de Jesús.

El consumo de arcilla no ha desaparecido del todo. En muchas páginas de internet pueden encontrarse en la actualidad recomendaciones para consumir pequeñas cantidades de arcilla en diversas dietas. Se trata de una moda no exenta de peligros, pero a la que se atribuyen increíbles propiedades terapéuticas, afirmando, por ejemplo, que ayuda a desintoxicar el cuerpo, favorece la pérdida de peso y combate la anemia (!!??).



Bibliografía

Castro F. (blog) La bucarofagia (Comer búcaros) en el siglo de oro https://medium.com/@francisco.castr/ni%C3%B1a-del-color-quebrado-a0b07c027ed3

Fonsado (blog): El búcaro de las Meninas. (13 de julio 2009) http://www.fonsado.com/2009/07/el-bucaro-de-las-meninas.html

Góngora y Argote, Luis. Letrillas, ed. por Robert Jammes, Madrid, Castalia, 1980, p. 121.

Luis Góngora y Argote, Letrillas, ed. por Robert Jammes, Madrid, Castalia, 1980, p. 121.

La mitad desconocida (blog) Salud y belleza femenina en la Historia La Bucarofagia. https://lamitadesconocida.wordpress.com/2019/03/15/salud-y-belleza-femenina-en-la-historia-i-la-bucarofagia/

Seseña N (2009) El vicio del barro. Madrid: Ediciones del Viso.

Tostado F.J. La anemia de las meninas (y de muchos otros)  https://franciscojaviertostado.com/2018/10/17/la-anemia-de-las-meninas-y-de-muchos-otros/




Otros ojos para ver el Prado: Las Meninas, de Velázquez









5 comentarios:

  1. Excelente explicación. Muy interesante artículo. Gracias Xavier.

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  2. SUPER interesante, me ha encantado leerlo.

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  3. Muy contento de haber suscitado vuestro interés. Muchas gracias por leer el blog. Un saludo,

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  4. En el último encuentro con el MNAC , Mercè Riera nos recomendó tu blog.
    Muchas gracias, interesantisimo,super didáctico y ameno
    nm teresa torrella

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