J.M.W. Turner
Guildford desde la orilla del rio Wey (1805) Óleo sobre lienzo 25 x 20 cm |
Muchos de nosotros nos hemos extasiado ante las obras de los pintores de la Hermandad Prerrafaelita o de los impresionistas franceses, como Cézanne, Manet o Van Gogh. En muchas de estas pinturas aparecen tonalidades verde brillante, intenso y luminoso, que las hacía muy atractivas.
El uso de esta coloración fue posible gracias a los progresos que se hicieron en la fabricación de pinturas. En 1775 un químico sueco, Carl Wilhelm Scheele, había descubierto un nuevo compuesto, más estable y de color mucho más atractivo que los carbonatos de cobre que se habían usado hasta entonces. El proceso para lograrlo era relativamente sencillo: se calentaba una solución de carbonato de sodio en la que poco a poco se disolvía óxido de arsénico, se añadía sulfato de cobre, se recogía el precipitado que se formaba y se calentaba. Así se obtenía el llamado verde de Scheele (principalmente CuHAsO3), un sólido que cambiaba de matiz según la proporción de cobre y arsénico.
Una de las primeras pinturas en las que se han encontrado trazas de este color verde fue una obra de Turner, con el que encabezamos este artículo.
En 1808 el farmacéutico Friedrich Russ obtuvo un compuesto más estable al combinar cardenillo con ácido arsénico, que mejoraba el producto obtenido por Scheele :
Obtenía así acetoarseniato de cobre, que fue comercializado en 1814, por Wilhelm Sattler en la localidad de Schweinfurter, en la Baja Franconia, con el nombre comercial de Verde de París o Verde esmeralda. También se le conocía como Schweinfurter Grün, por fabricarse en esta localidad.
Pero a los pocos años comenzaron a aparecer casos de intoxicaciones en pintores. Carl von Basedow, médico de Merseburg, fue el primero en publicar la evidencia de los efectos tóxicos de los papeles pintados con este compuesto en 1844. Demostró que la humedad podía propiciar la proliferación de cierto hongo ambiental (Penicillum brevicaulis) que en presencia del verde esmeralda y pegamento podía llegar a liberar vapores de compuestos orgánicos de arsénico que podían intoxicar lentamente a los organismos expuestos y derivar en enfermedades cardíacas y cáncer. Incluso podía acabar con la vida de niños pequeños si se les tenía en una habitación empapelada con papeles pintados con este colorante.
En 1857 un artículo de The Lancet alertando de los peligros del verde de París hizo cundir el pánico. La propia reina Isabel ordenó eliminar el papel verde de todas las salas del palacio de Buckingham tras enterarse de las cualidades letales del tinte.
Algunos historiadores sostienen que el propio Napoleón pudo sufrir los efectos de este veneno lento, ya que su habitación de la isla de Santa Elena, donde permaneció recluído, estaba revestida de papel pintado con verde de París.
El profesor de química estadounidense Robert M. Kedzie publicó en 1874 el libro Shadows from the Walls of Death (Sombras de las paredes de la muerte) en el que advertía del elevado peligro del arsénico. Pero nadie le hacía mucho caso. Cansado de ser ignorado, decidió impregnar con arsénico las páginas de cien copias. Paradójicamente, el libro que debía salvar vidas se transformó en una potente arma. Hoy solo quedan cuatro ejemplares y se consideran los libro más peligrosos del mundo. Están fuertemente custodiados en la Universidad de Michigan.
Tras conocerse sus efectos nocivos, el uso de Verde de París declinó a partir de 1880 y finalmente fue prohibido en la elaboración de pinturas. Pero encontró otra aplicación como insecticida a partir de 1867, siendo ampliamente usado en los EEUU para combatir el escarabajo de la patata. Ya en pleno s. XX tras comprobar que tenía también efectos nocivos en los mamíferos fue retirado definitivamente.
El uso de esta coloración fue posible gracias a los progresos que se hicieron en la fabricación de pinturas. En 1775 un químico sueco, Carl Wilhelm Scheele, había descubierto un nuevo compuesto, más estable y de color mucho más atractivo que los carbonatos de cobre que se habían usado hasta entonces. El proceso para lograrlo era relativamente sencillo: se calentaba una solución de carbonato de sodio en la que poco a poco se disolvía óxido de arsénico, se añadía sulfato de cobre, se recogía el precipitado que se formaba y se calentaba. Así se obtenía el llamado verde de Scheele (principalmente CuHAsO3), un sólido que cambiaba de matiz según la proporción de cobre y arsénico.
Una de las primeras pinturas en las que se han encontrado trazas de este color verde fue una obra de Turner, con el que encabezamos este artículo.
En 1808 el farmacéutico Friedrich Russ obtuvo un compuesto más estable al combinar cardenillo con ácido arsénico, que mejoraba el producto obtenido por Scheele :
Obtenía así acetoarseniato de cobre, que fue comercializado en 1814, por Wilhelm Sattler en la localidad de Schweinfurter, en la Baja Franconia, con el nombre comercial de Verde de París o Verde esmeralda. También se le conocía como Schweinfurter Grün, por fabricarse en esta localidad.
En la obra de Édouard Manet, Música en las Tullerías, se ha encontrado verde de París. |
La aparición de pintura de este color fue muy bien recibido y tuvo una gran aceptación no solamente en pintura artística sino en papeles pintados, vestidos y otras aplicaciones. Como decimos, los prerrafaelitas como John Everett Millais o los impresionistas como Manet, Monet, Pisarro, Gauguin, usaron profusamente este color. Y sobre todo Van Gogh durante el tiempo que estuvo en Arlès, en la que realizó tantos retratos de la familia Roulin en los que destacan las tonalidades verdes.
Van Gogh: Madame Roulin (La berceuse) 1889. Óleo sobre lienzo 93 x 74 cm. |
Pero a los pocos años comenzaron a aparecer casos de intoxicaciones en pintores. Carl von Basedow, médico de Merseburg, fue el primero en publicar la evidencia de los efectos tóxicos de los papeles pintados con este compuesto en 1844. Demostró que la humedad podía propiciar la proliferación de cierto hongo ambiental (Penicillum brevicaulis) que en presencia del verde esmeralda y pegamento podía llegar a liberar vapores de compuestos orgánicos de arsénico que podían intoxicar lentamente a los organismos expuestos y derivar en enfermedades cardíacas y cáncer. Incluso podía acabar con la vida de niños pequeños si se les tenía en una habitación empapelada con papeles pintados con este colorante.
Cézanne: Mont Sainte-Victoire (circa 1885-87)
The Courtauld Gallery, Londres
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En 1857 un artículo de The Lancet alertando de los peligros del verde de París hizo cundir el pánico. La propia reina Isabel ordenó eliminar el papel verde de todas las salas del palacio de Buckingham tras enterarse de las cualidades letales del tinte.
Algunos historiadores sostienen que el propio Napoleón pudo sufrir los efectos de este veneno lento, ya que su habitación de la isla de Santa Elena, donde permaneció recluído, estaba revestida de papel pintado con verde de París.
John Everett Millais: Ofelia (1852) Óleo sobre lienzo 76 x 112 Tate Britain, Londres. |
El profesor de química estadounidense Robert M. Kedzie publicó en 1874 el libro Shadows from the Walls of Death (Sombras de las paredes de la muerte) en el que advertía del elevado peligro del arsénico. Pero nadie le hacía mucho caso. Cansado de ser ignorado, decidió impregnar con arsénico las páginas de cien copias. Paradójicamente, el libro que debía salvar vidas se transformó en una potente arma. Hoy solo quedan cuatro ejemplares y se consideran los libro más peligrosos del mundo. Están fuertemente custodiados en la Universidad de Michigan.
Tras conocerse sus efectos nocivos, el uso de Verde de París declinó a partir de 1880 y finalmente fue prohibido en la elaboración de pinturas. Pero encontró otra aplicación como insecticida a partir de 1867, siendo ampliamente usado en los EEUU para combatir el escarabajo de la patata. Ya en pleno s. XX tras comprobar que tenía también efectos nocivos en los mamíferos fue retirado definitivamente.
Solución de Fowler |
A los efectos del acetoarseniato de cobre se añadieron los del uso terapéutico de la arsfenamina, el Salvarsan, que fue muy usado en la primera mitad del s. XX para tratar la sífilis, hasta que la introducción de la penicilina a partir de 1945 la desbancó. Asimismo, se comercializaba la solución de Fowler (solución al 1% de arsenlto de potasio) para el tratamiento de diversas enfermedades, como la psoriasis o el asma bronquial. O las conocidas "Píldoras asiáticas" que contenían pequeñas cantidades de arsénico y que eran publicitadas para que las mujeres pudiesen lucir senos grandes y turgentes.
La intoxicación crónica por exposición al arsénico produce queratodermia punctata en las palmas de las manos y plantas de los pies, así como la presencia de líneas de Mees en las uñas (bandas horizontales blanquecinas). La incidencia de carcinoma de pulmón y tumores cutáneos (Enfermedad de Bowen, carcinoma espinocelular) está claramente aumentada.
El verde esmeralda no es el único color tóxico. Existen otras pinturas como ciertos anaranjados o amarillos que también contienen arsénico. Y otros pigmentos también se obtienen de otras sustancias tóxicas. Como se puede ver, no todo es belleza en el arte...
Bibliografía
González O. La tabla periódica en el arte: Arsénico. Cuaderno de Cultura científica. https://culturacientifica.com/2019/07/28/la-tabla-periodica-en-el-arte-arsenico/
Kroustallis SK Diccionario de materias y técnicas, vol. I, 2008, p. 414
Sanz JC, Gallego, R: Diccionario del color, Ed. Akal S.A., España, Madrid, 2001, p. 945
La intoxicación crónica por exposición al arsénico produce queratodermia punctata en las palmas de las manos y plantas de los pies, así como la presencia de líneas de Mees en las uñas (bandas horizontales blanquecinas). La incidencia de carcinoma de pulmón y tumores cutáneos (Enfermedad de Bowen, carcinoma espinocelular) está claramente aumentada.
El verde esmeralda no es el único color tóxico. Existen otras pinturas como ciertos anaranjados o amarillos que también contienen arsénico. Y otros pigmentos también se obtienen de otras sustancias tóxicas. Como se puede ver, no todo es belleza en el arte...
Bibliografía
N. Eastaugh N, Walsh V, ChaplinT, Siddall R. Pigment Compendium: A Dictionary and Optical Microscopy of Historic Pigments. Routledge, Londres (2008).
Finlay V. Colores. Editorial Océano, Barcelona (2004).
Giannini C, Roani R, Diccionario de restauración y diagnóstico, Nerea, España, San Sebastián, 2008, p. 214González O. La tabla periódica en el arte: Arsénico. Cuaderno de Cultura científica. https://culturacientifica.com/2019/07/28/la-tabla-periodica-en-el-arte-arsenico/
Kroustallis SK Diccionario de materias y técnicas, vol. I, 2008, p. 414
Sanz JC, Gallego, R: Diccionario del color, Ed. Akal S.A., España, Madrid, 2001, p. 945
Seria interesante ver el arsénico como mas que un veneno, sus implicaciones en la historia del arte y la vida de los artistas - 0111001101101001
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