Páginas

Últimes publicacions

viernes, 26 de julio de 2019

Los tatuajes, atracción de circo: (IV) La primera tatuadora.








Gus Wagner tatuando 
a su mujer Maud 

(circa 1900)

Fotografía B&N.  
The Alan Govenar and Kaleta Doolin Tattoo Collection, 
SouthStreet Seaport Museum 




En entradas anteriores comentamos cómo los tatuajes llegaron a ser un espectáculo circense, como se incorporaron más tarde algunas mujeres tatuadas y como finalmente este tipo de shows decayeron a medida que los tatuajes se fueron generalizando a otros ambientes y ya no sorprendian como al principio. Destacábamos en estos artículos la manifiesta relación que unió los tatuajes y el circo durante el s. XIX y primeras décadas del XX.

Si el tatuaje había sido un adorno predominantemente masculino durante los primeros dos tercios del s. XIX, todavía más lo era el oficio de tatuador.  No había ninguna mujer que lo practicara. Hasta que llegó Maud Wagner. 


Gus Wagner tatuando a su mujer
Maud Stevens (que este era su nombre de soltera) había nacido en 1877 en el estado de Kansas. Trabajó como contorsionista y trapecista en diversos circos hasta que en 1904 con uno de ellos a la Exposición Universal de San Luis. Allí conoció a Gus Wagner, exmarino, que presentaba más de 300 tatuajes en su cuerpo. Gus se exhibía como tatuado en circos y ferias, pero también ejercía de tatuador, con una depurada técnica manual que había aprendido en Java y Borneo.  Gus se fijó en seguida en la bella Maud y la invitó a una cita. Ella aceptó con una condición: que la iniciara en el arte del tatuaje.​ Así lo hizo e iniciaron una relación que terminó en boda algunos años más tarde. 


Tatuajes de Gus Wagner. Seaport Museum. 

Maud aprendió de Gus la técnica de tatuaje tradicional conocida como hand poked o stick and poke,​ y se convirtió en la primera mujer tatuadora profesional de la que tenemos noiticia. Maud era una artista de talento y junto con Gus, de los pocos tatuadores que trabajaban a mano, es decir, sin ayuda de la máquina para tatuar moderna, que ya existía en ese momento. Con esa técnica podían lograr diseños muy detallados, aunque era una técnica muy laboriosa, ya que los tatuajes se realizaban de manera manual con un palillo que se mojaba en tinta.

Maud Wagner. Puede verse su nombre en el brazo derecho. 


Los esposos Wagner se tatuaban mutuamente. Lamentablemente no existen registros de los diseños de Maud, pero sí sobrevivieron dibujos de su esposo: animales míticos y salvajes, plantas exóticas, mujeres indígenas e incluso el nombre de Maud Stevens en un brazo.​ 

Después de abandonar el circo, Maud y Gus siguieron viajando de manera independiente por los Estados Unidos. Se presentaban en ferias, salas de juego o teatros de vodevil como tatuadores profesionales y aprovechaban para realizar exhibiciones de sus propios tatuajes. 

Los Wagner tuvieron una hija llamada Lotteva, quien con el tiempo también se convertiría en tatuadora. Había comenzado a practicar bajo supervisión de sus padres a los nueve años. Maud Wagner murió en 1961. 


jueves, 25 de julio de 2019

Los tatuajes, atracción de circo (III): Esplendor y decadencia de los tatuajes circenses





Otto Dix

Suleika la prodigiosa tatuada 
(Maud Arizona)

(1920)

 Óleo sobre lienzo.
MoMa. New York 




En una entrada anterior hemos visto como los tatuajes fueron exhibidos como rareza en los circos durante el s. XIX y la primera mitad del s. XX, y como se incorporaron algunas mujeres tatuadas a los circos, lo que añadía una morbosidad todavía mayor a los espectáculos. 

El éxito de los números con mujeres tatuadas fue considerable, por lo que pronto se multiplicaron las exhibiciones. Hacia 1900, el fenómeno de los circos con mujeres tatuadas ya era un boom en Estados Unidos. La gente pagaba por ir a verlas, por escuchar sus historias y desde luego por hacerles preguntas en donde se hablaba de sus orígenes, de las razones que tuvieron para tatuarse y de las historias que subyacían en cada uno de los tatuajes. Para mostrar los dibujos y leyendas que llevaban sobre la piel, las vedettes vestían faldas cortísimas y generosos escotes y en muchos números se realizaban auténticos strip-tease encubiertos. En una sociedad puritana como la victoriana, ver algunos centímetros más de cuerpos femeninos era algo difícil de resistir. También surgieron pronto las críticas de puritanas y feministas, que veían en estas manifestaciones una forma de pornografía encubierta. 

Algunos de los personajes que desfilaban en ferias y circos fueron especialmente famosos. Así en la primera década del s. XX, podemos recordar a la Bella Angora, vedette alemana tatuada de la cabeza a los pies. 

Otra vedette famosa fue Artoria Gibbons, cuyo nombre real era Anna Mae Burlingston. Había nacido en 1893 en Linwood, Wisconsin, y más tarde se mudó a Washington con su familia. Anna provenía de una familia pobre y trabajó como sirviente doméstica en Spokane, Washington. Allí conoció al artista tatuador Charles (Red) Gibbons, con quien se casó en 1912. 


Artoria Gibbons llevaba su cuerpo tatuado con motivos religiosos. 

Su marido le tatuó todo el cuerpo con motivos religiosos, ya que Anna era una mujer muy devota y miembro de la iglesia episcopaliana. Anna trabajó junto a su marido exhibiéndose como mujer tatuada en la década de 1920 con el nombre artístico de Artoria Gibbons. Entre sus tatuajes figuraban referencias a grandes obras de la Historia del Arte, como La Anunciación de Sandro Botticelli, La Sagrada Familia de Miguel Ángel y en su pecho figuraba un retrato de George Washington.

Otto Dix. Suleika das tätowierte Wunder.
Grabado punta seca. Plancha: 30 x 19.9 cm. (1922)
MoMa New York 
Resultat d'imatges de maud arizona
Mención aparte merece Maud Arizona, que se presentaba bajo el nombre artístico de Suleika, la prodigiosa tatuada (Suleika, das tätowierte Wunder)  y  que fue inmortalizada por el transgresor pintor Otto Dix en varias de sus obras.  Uno de sus grabados forma parte de la colección Zirkus (1922), lo que deja bien claro la estrecha relación existente entre los tatuajes y los espectáculos circenses. 




Otto Dix en sus pinturas hace una personal y seductora versión de Suleika, no dudando en exagerar sus curvas y encantos femeninos, mucho más sugerentes e insinuantes que en la realidad. 

Dix nos deja una visión fresca de lo que debían ser este tipo de exhibiciones, a medio camino entre el circo y el cabaret, que menudearon en el Berlín de entreguerras. 


Maud Arizona
Al ver la gran aceptación de los shows de tatuadas en circos y en espectáculos afines, muchas mujeres de las clases más desfavorecidas se empezaron a tatuar como medio para obtener un cierto beneficio económico. También se popularizó entre las prostitutas de burdeles. Además se practicaba cada vez más el tatuaje permanente de las cejas y otros tipos de tatuajes cosméticos. Los tatuajes ya no eran solamente patrimonio de los circos y ya nadie se extrañaba como antes de los cuerpos llenos de tatuajes. La demanda de estos espectáculos decayó y progresivamente los circos dejaron de incluir números de mujeres tatuadas. El tatuaje había pasado a la calle. 


No obstante, la vinculación de los tatuajes y el circo siguió pesando. La gente seguía relacionando la piel tatuada con saltimbanquis, titiriteros y artistas de circo. A lo sumo se añadían prostitutas, legionarios y marinos. Es decir un tipo de gente mal vista en general por la burguesía que siguió demonizando al tatuaje como algo propio de suburbios y de clases marginales. Esta consideración se mantuvo durante casi todo el s. XX, e incluso permanece todavía en ciertos ambientes en la actualidad. Un recuerdo de los tiempos en los que los tatuajes se exhibían en los circos. 










miércoles, 24 de julio de 2019

Los tatuajes, atracción de circo: (II) Mujeres tatuadas






R. Cooper

La Belle Irène
Veritable femme Tatouée 

(circa 1900)

 Cartel publicitario. Papel impreso. 
Colección particular 



En una entrada anterior hemos visto como los tatuajes fueron exhibidos como rareza en los circos durante el s. XIX y la primera mitad del s. XX, compartiendo espacio con freaks, enfermedades raras y fieras exóticas. Es decir, todo aquello que podía suscitar el asombro del público. Pero  aunque los circos estaban interesados en exhibir personas multitatuadas, casi todos eran varones. El tatuaje parecía ser en todo caso un atributo exclusivamente masculino, y era sumamente infrecuente encontrar mujeres con la piel tatuada. 
Olive Oatman
Olive Oatman fue la primera mujer caucasiana (blanca) tatuada en los Estados Unidos. Después de que su familia fuese asesinada por los indios Yavapai durante un viaje hacia el oeste en la década de 1850, fue adoptada y criada por los nativos a la edad de 13 años, los cuales le realizaron un tatuaje tribal tradicional, que incluía la barbilla, por lo que era bastante evidente. Cuando seis años más tarde se pagó un rescate por ella, Olive apareció tatuada y semidesnuda. Su historia de que había sido tatuada por los indígenas pronto se convirtió en legendaria. Su aspecto y el llamativo tatuaje azul que lucía en la barbilla pronto convirtieron a Olive en una total celebridad entre el pueblo norteamericano; incluso en 1857 Royal B. Stratton escribió un libro acerca de las travesías que esta chica tuvo que afrontar hasta convertirse en ese museo andante de lo que significaba vivir entre aborígenes y estar marcada literalmente por un tiempo en específico.

Olive Oatman 

Nora Hildebrant
Una de las primeras mujeres que exhibió su cuerpo repleto de tatuajes fue Nora Hildebrant, nacida en 1857. En 1879, con 22 años, se mostraba en el circo Bunnell de Nueva York y posteriormente en el curco Barnum & Barley. Su piel estaba decorada con 345 tatuajes. Como muchas otras mujeres tatuadas de aquella época temprana, Nora relataba al público la historia de que los indios de Toro Sentado le habían tatuado a la fuerza cuando fue cautiva por orden del jefe nativo. Contaba que fue tatuada diariamente durante un año mientras la ataban a un árbol. Este relato era totalmente falso, y estaba claramente inspirada en la historia de Olive Oatman, y formaba parte del show. Por aquel entonces, los tatuajes eran una rareza y se solía enriquecer su exhibición con sorprendentes historias que estimulaban la imaginación de los espectadores y añadían atractivo al espectáculo. La realidad es que había sido tatuada por su padre, Martin Hildebrandt, originario de Alemania, fue el primer artista y tatuador profesional de EEUU y que había instalado una tienda de tatuajes en Nueva York en 1846, donde tatuaba a soldados y marineros. 
Poco después, apareció Irene Woodward, de 19 años, con el nombre artístico de La Belle Irene. Se vanagloriaba de ser la única mujer con el cuerpo tatuado. Cuando Hildebrant supo las fanfarronadas de Woodward pidió que se aclarara la situación y pudo demostrar su primacía.
         Fotografía de Irene Woodward, La Belle Irène      
A pesar de todo, los tatuajes de Irene Woodward tuvieron una mayor repercusión. The New York Times publicó un reportaje presentándola como una mujer muy hermosa, de mente abierta, destacando la narrativa que se podía encontrar reflejada entre sus 400 tatuajes. Llevaba tatuada su historia personal: en su piel estaban plasmados sus deseos de libertad y esperanza, con frases como: “I live and die for those I Love” (Vivo y muero por aquellos que amo).
Hacia 1880 Irene Woodward se presentó en diversos circos de Nueva York (Museo Bunnell, Globe Dime y Harlem). Y su fama se incrementó cuando a  inicios de 1890, hizo una gira por Europa en donde la gente se interesó mucho por sus tatuajes. En el escenario reivindicaba haber sido tatuada por su padre, aunque realmente fue tatuada por Samuel O'Reilly y su entonces aprendiz Charles Wagner. A veces, declaraba haber sido inspirada al haber visto al príncipe Constantine 


Olive Oatman 



martes, 23 de julio de 2019

Los tatuajes, atracción de circo: (I) Las primeras exhibiciones






R. Cooper

Retrato de Jean Baptiste Cabri 

(1813)

 Grabado en papel. 
En el libro de G.H. Langsdorff Voyages and Travel 
Colección particular 




En una época en la que la costumbre de tatuarse está cada vez más extendida, a nadie sorprende ya contemplar un cuerpo totalmente repleto de tatuajes. Por esta razón  cuesta comprender como hace 150 años estos adornos corporales constituían un exotismo tan grande en el mundo occidental que eran motivo de espectáculos en circos y paradas de feria, en los que personajes tatuados de pies a cabeza eran exhibidos como algo excepcional. Aunque nos pueda parecer increíble, la vinculación de los tatuajes y el circo se prolongó durante todo el s. XIX y la primera mitad del s. XX. 

Si bien hemos comentado en otras entradas del blog que la costumbre de tatuarse es muy antigua y que fue practicada en diversas civilizaciones e incluso tenemos muestras de tatuajes en el Neolítico, no era una costumbre que fuera usual entre la etnia caucásica de Europa y Norteamérica. Por esta razón los tatuajes eran vistos como un exotismo, una rareza de pueblos lejanos y solamente los aventureros y marinos lucían ocasionalmente alguno.  




Probablemente primer caso de un tatuado que fue mostrado públicamente (o al menos que tengamos constancia de ello) fue en 1691. El protagonista era el llamado "príncipe Giolo"  un personaje del que se decía que había sido sacado de una isla de esclavos en Filipinas, que era mostrado en una exposición en Inglaterra. No duró mucho, ya que al cabo de poco murió en una epidemia de viruela. 


En los inicios del circo, en el s. XIX, los números que solían ofrecerse eran todos aquellos que podían sorprender, admirar o provocar cualquier tipo de reacción entre el público, comprendiendo el miedo o la repugnancia. Así se ofrecían espectáculos de fieras, de prestidigitadores, comellamas o faquires al lado de trapecistas o contorsionistas. Pero también se exhibían freaks, monstruosidades y enfermedades raras, y razas exóticas o salvajes. Era el tiempo de la Conquista del Oeste en Norteamérica y eran habituales las demostraciones con indígenas. Baste recordar que Buffalo Bill en sus últimos años regentó un circo que recorría Europa con números de  "indios" y bisontes. En estas presentaciones circenses se solían incluir individuos de algunas razas exóticas con el cuerpo repleto de tatuajes tribales. Probablemente de ahí deriva la costumbre de incorporar tatuados a las representaciones circenses. Pero en cuanto se descubrieron personas caucásicas (la llamada entonces raza blanca) portadores de tatuajes, la curiosidad morbosa del público se incrementó considerablemente. 

Así, a principios del s. XIX, encontramos otro caso de tatuado que presentaba su decorada piel al público. Era el desertor francés Jean Baptiste Cabri. Fue descubierto en 1804 en las Islas Marquesas por el explorador y aventurero G. H. von Langsdorff, que lo trajo nuevamente a Europa. Cabri formó parte de diversos espectáculos hasta que se estableció en Rusia. En Moscú y S. Petersburgo. Sus apariciones eran muy esperadas y en ellas contaba historias exóticas para darles más contenido. Sin embargo el éxito de Cabri fue limitado. Además de sus exhibiciones lúdicas, fue examinado por científicos y médicos e incluso fue presentado a miembros de la realeza, que sentían la curiosidad de verlo. Murió alrededor de 1820. 

A los pocos años apareció John Rutherford, el primer inglés tatuado que se mostró públicamente. Había sido descubierto por una expedición que llegó a las costas de Nueva Zelanda en 1826. El capitán Jackson lo llevó consigo a los Estados Unidos. Rutherford regresó a Inglaterra y se exhibía en Bristol y en Londres por un módico precio. En su actuación contaba como había sido acogido amigablemente por los maoríes que le habían tatuado el cuerpo como prueba de su acogimiento e integración. 

John Rutherford y sus tatuajes maoríes. 

En 1842 James F. O'Connel fue la primer persona tatuada exhibida en Estados Unidos, entrando a formar parte de la plantilla del circo Museo Americano de Barnum. Este llegó a publicar su propio libro: "La vida y aventuras de James F. O'Connell, el hombre tatuado".

En la década de 1870 apareció en Viena el que quizás fue el tatuado más famoso exhibido en el s. XIX. se trata del capitán Constantine, también conocido como el hombre tatuado de Burma. Era un albanés de origen griego, que había sido pirata y aventurero. tenía toda la superficie corporal totalmente abarrotada de tatuajes de diversos tipos y simbolismos. Se había tatuado para poder mostrar su cuerpo en espectáculos de circo, aunque en sus shows, wl contaba legendarias historias sobre sus aventuras. Según él había sido capturado en Burma (Birmania) y sus carceleros lo torturaban durante tres horas diarias en las que mientras cuatro fornidos hombres lo sujetaban, iban tatuando todo su cuerpo infligiéndole (siempre según su versión) un gran dolor. Hasta llegó a publicar un libro. 

El "Capitán Constantine" como aparece en un anuncio
de su espectáculo, donde se explica que estaba
tatuado de la cabeza a los pies como castigo.

Constantine, tal como aparece en una lámina del libro de Dermatología
de Hebra y Kaposi 
Lehrbuch der Hautkrankheiten (1878). 

Constantine se hizo muy famoso. Tanto, que Rudolf von Hebra, y Moritz Kaposi, los famosos dermatólogos le dedicaron una lámina y un comentario en su tratado de Dermatología Lehrbuch der Hautkrankheiten (1878). 

En otras entradas del blog seguiremos comentando la vinculación de los tatuajes y el circo, que fue, como vemos muy intensa y que tuvo una interesante evolución. 





lunes, 22 de julio de 2019

La enfermedad de Lyme y la guerra bacteriológica







Retrato de Willy Burgdorfer inoculando gérmenes a garrapatas

Fotografía en B&N
Archivo




En la Cámara de representantes de los Estados Unidos hay un cierto revuelo. Uno de los elegidos por New Jersey, Chris Smith ha instado oficialmente a que la Inspección General del Ministerio de Defensa realice una investigación sobre los experimentos secretos realizados entre 1950 y 1975. Se trata de elucidar si las garrapatas o los insectos usados en estas investigaciones pudieron salir del laboratorio, por accidente o por un protocolo militar fijado de antemano. Es decir si las garrapatas usadas en las investigaciones del ejército de los Estados Unidos pudieron ser las responsables de la enfermedad de Lyme, una enfermedad que se expande cada vez más. 


Dependencias de Fort Detrick (Maryland)
Chris Smith cree que el ejército investigó la transmisión de una enfermedad por insectos o garrapatas como parte de un programa de búsqueda de un arma biológica. Para fundamentar tan grave acusación se ha documentado concienzudamente, reuniendo gran cantidad de libros y artículos que aporta múltiples sospechas sobre  investigaciones que tenían el objetivo de transformar garrapatas e insectos en armas biológicas. 

Una de las principales obras en las que fundamenta su sospecha es Bitten: The Secret History of Lyme Disease and Biological Weapons, un libro escrito por Kris Newby que ha aparecido en mayo de 2019. La autora, redactora científica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, ha sido galardonada con numerosos premios por sus trabajos y también ha producido el documental Under our skin, igualmente sobre la enfermedad de Lyme. Ella misma padeció la enfermedad, lo que explica que esté muy  interesada en el tema.


Kris Newby, autora del libro  
Bitten: The Secret History of Lyme
Disease and Biological Weapons
Según se defiende en el libro, la enfermedad de Lyme sería la consecuencia de un experimento fallido. El Dr. Willy Burgdorfer (1925-2014), el científico que descubrió el microorganismo productor de la enfermedad de Lyme, a la que le dio su nombre Borrelia burgdorferi, trabajaba para el Departamento de Defensa investigando posibles armas biológicas. Se le había encargado que reprodujera moscas, mosquitos, garrapatas, y otros parásitos capaces de chupar sangre y que los inoculara con bacterias productoras de enfermedades humanas. Según afirma Kris Newby, en algunas dependencias gubernamentales como Fort Detrick (Maryland) o Plum Island (New York state) se seguían programas en los que se contemplaba liberar garrapatas y mosquitos infectados en el medio ambiente. Como parte del programa se habrían soltado también otros insectos sanos (no inoculados con bacterias) para ver como se reproducían y se distribuían en el medio ambiente. Estos experimentos habrían salido mal y habrían desencadenado la eclosión de la enfermedad de Lyme en los Estados Unidos a finales de la década de 1950. 

Otro libro que trata de este tema es el escrito en 2004 por Michael Christopher Carroll: Lab 257: The disturbing story of the Government's secret Plum Island Germ Laboratory. El laboratorio de Plum Island está situado en una pequeña isla cerca del extremo oriental de Long Island en el estado de New York, y en él se realizaban investigaciones sobre gérmenes transmitidos por vectores como garrapatas y mosquitos. De hecho, el ejército norteamericano usó armas biológicas de este tipo en la guerra de Corea, y también hay sospechas de que se lanzaron grandes cantidades de garrapatas infectadas en Cuba en 1962. No era la primera vez que se recurría a un método bélico de este tipo: los japoneses habían usado pulgas con gérmenes de la peste y moscas con cólera en China. 

Tras la II Guerra Mundial, los Estados Unidos acogieron a muchos científicos nazis que habían investigado la guerra bacteriológica. Algunos de ellos trabajaron en Plum Island, antiguos colaboradores del equipo del Dr. Mengele, y también el principal responsable del programa de guerra bacteriológica alemán, que había estado a las órdenes directas de Heinrich Himmler.


En el mapa está señalada Plum Island, la isla donde se realizaban experimentos
con garrapatas. Justo al norte, a escasos kilómetros, la ciudad de Lyme.

Los nazis y los japoneses habían realizado experiencias con una especie de garrapata, la garrapata del ciervo o garrapata de patas negras (Ixodes scapularis). Esta especie también se investigó en Plum Island. Como que era una isla, se realizaron experiencias con ellas al aire libre, creyendo que los artrópodos no podrían salir del confinamiento insular. Sin embargo, la isla está en una de las vías de migración de pájaros y estas garrapatas tienen una preferencia especial por los pollitos recién nacidos. También los ciervos llegan hasta allí: la isla de los ciruelos está a muy escasa distancia de Long Island. Pero en julio de 1957 apareció una enfermedad nueva en Old Lyme en Connecticut, justo al norte de Plum Island. Estaba transmitida por la picadura de garrapata y se le dio el nombre del lugar donde había aparecido: enfermedad de Lyme ¿Casualidad? 

Según datos recogidos años más tarde, alrededor de 1990, la mayor concentración de casos de la enfermedad de Lyme estaba justamente en el extremo este de Long Island. Es decir, si se delimita en un mapa la zona en donde se dan los casos de enfermedad de Lyme en Estados Unidos, el centro exacto está precisamente, en Plum Island. ¿Casualidad?

En Plum Island se experimentó también con la garrapata Lone Star, que a mediados del s. XX solamente habitaba en Texas. Sin embargo, apareció súbitamente en New York y en Connecticut, infectando a las personas afectas de enfermedad de Lyme y causando algunas muertes. En la actualidad, Lone Star es endémica en los estados de New York, Connecticut y New Jersey. ¿Casualidad?


Borrelia burgdorferi
Según Newby, la epidemia de males "nuevos" transmitidos por las garrapatas incluía tres enfermedades: la artritis de Lyme, la fiebre de las Montañas Rocosas y la babesiosis, de las que solamente la primera ha tenido una cierta repercusión en los medios de comunicación. 

Willy Burgdorfer (1925-2014), suizo de nacimiento, se trasladó a Hamilton (EEUU) en 1951, donde se nacionalizó, para practicar su "especialidad", la disección de garrapatas. En 1952, Burgdorfer publicó un artículo sobre la inoculación intencionada de estos artrópodos. En Hamilton, se investigaba sobre todo la fiebre de las Montañas Rocosas (también transmitida por garrapatas). Allí investigó en posibles armas bacteriológicas, al servicio del ejército americano, aunque también visitó Lyme y Plum Island. En  1982, Burgdorfer al efectuar una disección de garrapatas del ciervo de las que se sospechaba que podían transmitir el tifus exantemático, encontró espiroquetasuna bacteria en espiral con ciertas similitudes con la causante de la sífilis. Burgdorfer se atribuyó entonces el descubrimiento de un nuevo germen, que bautizó como Borrelia burgdoferi, aunque tal vez había estado inoculando garrapatas con gérmenes 30 años antes. Y en su informe sobre la enfermedad de Lyme podría haber omitido algún detalle importante que hace más difícil el diagnóstico y el tratamiento de la infección. 

Chris Smith
En base a estos datos, Chris Smith afirmaba, en su discurso a la Cámara de representantes: 
"La enfermedad de Lyme y otras enfermedades transmitidas por garrapatas han irrumpido  bruscamente en los Estados Unidos. Entre 300.000 y 440.000 nuevos casos son diagnosticados cada año, de los cuales 10-20% sufren de forma crónica la enfermedad. Los americanos tienen el derecho de saber toda la verdad"
Ciertos científicos han hecho un llamamiento a la prudencia y han alertado de la posibilidad de que todo se limite a "fake news" o "teorías de complot" sobre la enfermedad de Lyme. De esta opinión se muestra partidario Rick Ostefeld, del Cary Institute of Ecosystem Studies y co-director del Tick Project. No cree que la enfermedad sea un producto de la investigación militar de los años 1950-60 y recuerda que la enfermedad fue diagnosticada por primera vez en los años 1970 en Old Lyme (Connecticut) de donde deriva su  nombre. En una entrevista de la revista Point decía: 
"La bacteria que causa la enfermedad de Lyme, Borrelia burgdorferi existe en su forma actual desde hace por lo menos 60.000 años. Podemos afirmarlo en base a pruebas moleculares en relación con la acumulación de cambios en su genoma. Un cuerpo momificado descubierto por una expedición de National Geographic en los Alpes, y que fue datado en 5.000 años ya estaba infectado por la bacteria de la enfermedad de Lyme"

Efectivamente, Ötzi, el hombre de los hielos de Smilaun presentaba ya esta infección, como hemos comentado en otra entrada del blog


La enfermedad de Lyme comienza siempre por una picadura de garrapata infectada y no es peligrosa si se diagnostica y se trata precozmente. El lugar de la picadura (generalmente en las extremidades) aparece abultado. Un mes después de la picadura puede aparecer una lesión roja en forma de escarapela (eritema migratorio) rojizo por fuera y más pálido en su interior, que se expande lentamente durante días y puede extenderse alrededor de unos 30 cm de ancho. Por lo general, no produce picazón ni dolor, pero puede sentirse caliente al tacto. Puede acompañarse de fiebre, cansancio y ganglios inflamados. A veces los pacientes no relacionan el exantema con la picadura y no lo consultan a tiempo. Pero si no se instaura un tratamiento antibiótico adecuado algunas semanas o meses después de la picadura pueden aparecer signos neurológicos o afectación de las articulaciones. Meses o años más tarde puede aparecer la forma terciaria con afectación articular, cutáneo, neurológico, muscular o cardíaco.



El eritema migratorio puede ser uno de los primeros síntomas de la enfermedad de Lyme.  

Según el CDC (Centers for Disease Control and Prevention)  cerca de 300.000 personas se infectan de la enfermedad de Lyme cada año. La mayoría de los casos tienen lugar en los Estados Unidos, pero también en Europa se producen muchas infecciones, coincidiendo con las zonas en las que hay más garrapatas. Su incidencia al alza preocupa y noviembre de 2018 se trató este tema en el Parlamento Europeo.

La enfermedad es especialmente frecuente en algunos países, como en Francia, donde ha provocado una auténtica alarma social.  Entre 2009 y 2015 la incidencia de esta patología oscilaba en este país entre 26.000-35.000 nuevos casos por año. Pero en 2017 ya eran casi 45.000 (por año) lo que significa 69 casos / 100.000 hab. Y todavía fue más elevado el número de nuevos casos en 2018: 67.000 casos, es decir una proporción de 104 casos por 100.000 habitantes. Una grave preocupación, tanto si la enfermedad es producto de la guerra bacteriológica o ha surgido de forma natural. 


Bibliografía


Barbour A.G., Fish D. The Biological and Social Phenomenon of Lyme Disease. Science 1993; 260: 1610-1616

Burgdorfer W, Barbour AG, Hayes SF, Benach JL, Grunwaldt E, Davis JP. Lyme disease a tick borne spirochetosis? Science. 1982;216(4552):1317-9.

Carroll MC. Lab 257: The Disturbing Story of the Government's Secret Germ Laboratory. 2005

Edlow, JA. Bull’s-Eye: Unraveling the Medical Mystery of Lyme Disease» Yale University Press,  2003.

Herrera Lorenzo O y cols. Enfermedad de Lyme: historia, microbiología, epizootiología y epidemiología. Rev Cubana Hig Epidemiol vol.50 no.2 Ciudad de la Habana Mayo-ago. 2012 
http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1561-30032012000200012

History of Lyme disease https://www.bayarealyme.org/about-lyme/history-lyme-disease/


Steere AC, Malawista SE, Snydman DR, Shope RE. Andiman WA, Ross MR, et al. Lyme arthritis: an epidemic of oligoarticular arthritis in children and adults in three Connecticut communities. Arthritis Reum. 1977;20:7-17.

Steere AC. Malawista SE, Bartenhagen NH, Batsferd WP, Weinberg M. The clinical spectrum and treatment of Lyme disease. Yale J Biol Med. 1984;57(4):453- 61.

Steere AC. Lyme borreliosis in 2005, 30 years after initial observations in Lyme Connecticut. Wien Klin Wochenschr. 2006;118(21-22):625-33.