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martes, 25 de septiembre de 2018

Caravaggio (I): rufián pendenciero y pintor genial





Michelangelo Merisi, llamado Caravaggio

Crucifixión de San Pedro
(1601)

Óleo sobre lienzo. 230x175 cm
Iglesia de Santa Maria del Popolo. Roma.



Siempre que voy a Roma procuro dar una vuelta por Piazza Navona, la sensacional plaza barroca que se construyó sobre la planta elíptica del estadio de Domiciano. En las proximidades de la plaza hoy abarrotada de turistas hay unos lugares que para mí son míticos: los dos mejores bares de Roma donde tomar un buen caffè ristretto -al que tengo una desmesurada afición- y la iglesia de San Luigi dei francesi, con la capilla de San Mateo, decorada con tres magníficas pinturas de Caravaggio dedicadas a este santo: La vocación de San Mateo, La inspiración de San Mateo y El martirio de San Mateo. Ante ellos he pasado largos ratos (tanto más largos cuanto menos turistas había, hace ya años) admirando el dramatismo de las escenas, las expresiones de sus personajes, el diáfano triunfo de sus rojos, la atmósfera envolvente de las figuras iluminadas surgiendo de la penumbra con gran vivacidad.


Caravaggio: La vocación de S. Mateo. Iglesia de S. Luigi dei francesi. Roma. A pesar de ser una pintura religiosa está tratada como una escena de taberna. El magnífico claroscuro pone de relieve la expresión de las caras. Mateo, un despreciado cobrador de impuestos (sentado a la mesa y con barba larga), se muestra extrañado de que Jesús lo elija como discípulo. Los personajes, sacados de modelos callejeros, van vestidos a la moda del s. XVII. 

Michelangelo Merisi (1573-1610), más conocido como Caravaggio por haber nacido en la localidad lombarda de este nombre, fue sin duda el máximo exponente del barroco europeo. El primero que introdujo un naturalismo sin límites, defendiendo que la creación artística no debe inspirarse en el arte clásico como en tiempos renacentistas, sino en la propia observación de la naturaleza, de la vida. Y consecuente con esta idea, Caravaggio introdujo lo que veía a diario: los mendigos, vagabundos, borrachos, jugadores y prostitutas de los barrios bajos de Roma se transformaban bajo la luz de sus pinceles en apóstoles, santos y vírgenes. Y a veces en actitudes lascivas o poco convenientes. 


Caravaggio, en "Amor omnia vincit" representa a Cupido como un niño travieso, que nos mira descarado, en una escena algo inquietante por la mezcla de realidad y de mito.
Óleo sobre lienzo, 153x113 cm. Gemäldegalerie, Berlín. 

Porque Caravaggio se dedicó sobre todo a pintar obras religiosas. Eran los tiempos de la Contrarreforma y la Iglesia católica potenciaba la iconografía sacra frente a la austeridad luterana. Sin embargo, la pintura de Caravaggio planteaba un serio problema a los eclesiásticos, una disyuntiva que oscilaba desde el entusiasmo al rechazo absoluto. Por una parte, la vivacidad y el realismo de sus telas transmitía con gran verismo los relatos sagrados al vulgo.
Pero tomar marginados y meretrices como modelos de los personajes sacros era un atrevimiento que chocaba con el mensaje de pureza y de enaltecimiento con el que la Iglesia los solía presentar. Los modelos callejeros presentaban muchas veces una piel arrugada, con signos de fotoenvejecimiento cutáneo, muy lejos de la piel tersa e idealizada y seráfica con la que otros artistas solían representar a los santos. El mayor escándalo lo produjo la obra La muerte de la Virgen para el que tomó de modelo al cadáver de una prostituta encinta que apareció ahogada en el Tíber. Una representación polémica, que casi se consideró blasfema e irreverente. 


Caravaggio: La muerte de la Virgen. La imagen de la Virgen,  
con el vientre hinchado, tomada del natural de una prostituta
 ahogada en el Tíber, causó un gran escándalo en Roma. 

Además de pintor, Caravaggio era un truhán violento y pendenciero. Sus peleas eran continuas. En 1606, una discusión tras un juego de pelota, asesinó a Renuccio Tomassoni, un proxeneta y mercenario, con el que se había peleado varias veces por disputas de juego. Perseguido por la justicia, Caravaggio se vio obligado a refugiarse en Nápoles.  Pero al cabo de un tiempo se vió envuelto en una nueva riña,  tras una emboscada que pretendía acabar con su vida. Esta vez se refugió en Malta, donde la Soberana y Militar Orden le protegió encargándole diversas pinturas durante su estancia.  Incluso lo nombró caballero de Malta por las obras que allí pintó. 

Caravaggio todavía fue a Sicilia y más tarde regresó a Nápoles. En el verano de 1610, tras obtener el indulto personal del papa se encaminaba a Roma, pero la muerte le sorprendió a los 39 años en el pueblo toscano de Porto Ercole. En una próxima entrada comentaremos la causa y circunstancias del fallecimiento del genial pintor



Caravaggio: La flagelación de Cristo (1606) Museo de Capodimonte, Nápoles.
En esta obra el pintor tomó como modelos a algunos truhanes como los
de las frecuentes peleas del pintor. 





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