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lunes, 11 de abril de 2022

Aspectos médicos de la muerte de Cristo (III): La crucifixión

versió catalana | versión española









Matthias Grünewald

Crucifixión 

(1515)

Óleo sobre tabla 
Retablo de Isenheim. Colmar




En una entrada anterior hemos analizado, desde el punto de vista exclusivamente médico, las principales torturas a las que fue sometido Jesús de Nazaret (flagelación, corona de espinas) antes de ser crucificado. Consideraremos hoy las relativas a la agonía y muerte de Jesús en la cruz.  



P.P. Rubens: Crucifixión

La crucifixión fue una técnica de pena capital probablemente ideada por los persas. Alejandro Magno la introdujo en Egipto y en Cartago y los romanos la tomaron más tarde de los cartagineses. Así pues, los romanos no fueron los inventores de este cruel instrumento de muerte, aunque lo perfeccionaron mucho para conseguir que causara una muerte lenta con intensos dolores. Consiguieron así un castigo ejemplar, con el añadido de su espectacularidad. Un castigo que estaba reservado a esclavos fugitivos, rebeldes, insurrectos, revolucionarios, y a los más abyectos criminales. Una muerte que se consideraba vil y humillante y que no podía aplicarse en ningún caso a los ciudadanos romanos, excepto en el caso de los soldados desertores. Por eso, cuando condenaron a muerte a San Pablo, hizo valer su condición de ciudadano romano: en vez de crucificarlo, lo decapitaron con una espada. 

En las crucifixiones primitivas de los persas, los reos eran simplemente atados a un árbol o a un poste, evitando que los pies de las víctimas tocaran el suelo.  No fue hasta más tarde cuando aparecieron las cruces propiamente dichas, con un poste vertical (stipes) y un travesaño horizontal (patibulum). Se podían distinguir algunas variantes, como la crux commissa (en forma de tau) o la crux decussata (en forma de aspa). La forma y la tipología de la cruz variaba según las regiones y las épocas. La cruz de Jesús, al menos según la iconografía más usual, sería probablemente la llamada crux capitata (cruz latina), a pesar que los hallazgos arqueológicos indican que la cruz más usada por los romanos en aquel tiempo en la región de Palestina era la cruz baja en forma de Tau. 



El Greco. Jesús con la cruz a cuestas.
    Metropolitan Museum of Art. Nueva York 


Disponemos de vestigios arqueológicos sobre la crucifixión en Palestina, que nos ayudan mucho a comprender los detalles de este suplicio. En 1968, durante las excavaciones realizadas en Jerusalén en Giv’at ha-Mitvar (a dos kilómetros de la Puerta de Damasco), se hallaron los restos de 35 personas del siglo I d.C., y entre los cadáveres había el de un hombre que había muerto crucificado. Recientemente se ha encontrado otro esqueleto de un hombre que fue sometido a la crucifixión. El estudio de estos restos aporta grandes conocimientos y abundantes detalles sobre la técnica de la crucifixión. 

En general, los condenados eran obligados a cargar con su cruz hasta el lugar de la ejecución, fuera del recinto amurallado de la ciudad.  En el caso de Jesús, el Gólgota estaba a unos 600-700 m de la muralla de Jerusalén. Si la cruz era muy pesada (más de 130 Kg), les hacían llevar sólo el patibulum o travesaño horizontal, que solía pesar entre 30 y 50 Kg. En estos casos, les ataban los brazos al madero. 



Tintoretto. Crucifixión. Obsérvese que el cuadro representa el
 momento de colocar el titulus sobre la cruz. 



























Era habitual crucificar al mismo tiempo a varios condenados a muerte. A Jesús, como es bien conocido, le crucificaron con dos ladrones, llamados Dimas y Gestas. El cortejo estaba acompañado de una escolta de un numeroso grupo de soldados, encabezados por un centurión. 

Uno de los soldados llevaba un cartel (titulus) en el que se especificaba el crimen por el que se le había condenado a muerte. El titulus era clavado en la cruz tras la crucifixión. En el caso de Jesús, el titulus decía "Jesús Nazareno, Rey de los Judíos". Estaba redactado en tres lenguas: hebreo, latín y griego, lo que es un testimonio del poliglotismo del Imperio Romano. El hebreo era la lengua propia de la población autóctona de Palestina y el latín la lengua oficial de Roma, aunque a decir verdad, nunca se habló mucho latín en la parte oriental del Imperio, donde se usaba mucho más el griego. 


 
Martín Bernat. La Crucifixión. Museo del Prado.

En el lugar del suplicio, se administraba a los condenados una mezcla de vino con mirra, que al parecer tendría una cierta acción analgésica y sedante. El sabor amargo de la mirra hizo que se conociera esta  mezcla como hiel, tal como aparece en algunos pasajes evangélicos, que comentan que Jesús rechazó la bebida después de probarla. Más tarde, ya cercana su agonía, Jesús, que probablemente tenía síntomas de deshidratación, sintió una sed intensa y le administraron una mezcla de vinagre y vino mirrado (hiel) en una esponja puesta en el extremo de una caña.  


P.P. Rubens: Elevación de la cruz. 

Tras la administración del brebaje, los reos fueron despojados de sus vestiduras. En el caso de Jesús, que había sido flagelado, probablemente le provocaron un nuevo sangrado de las heridas, al arrancar las costras que habían quesado adheridas al tejido. Luego lo tendieron de espaldas sobre la cruz, con los brazos extendidos sobre el travesero. Los brazos se fijaban a la cruz atándolos con cuerdas o clavándolos. Al parecer, los romanos solían preferir clavarlos, y éste fue el método que eligieron en el caso de Jesús. Los hallazgos arqueológicos de cuerpos crucificados nos permiten deducir que los clavos de hierro solían ser de 15-18 cm de largo, con una cabeza cuadrada de un centímetro de lado aproximadamente. 



Forma de clavar las manos en la cruz (según Edwards y cols, JAMA, 1986)





Hay que destacar que -contrariamente a lo que suele verse en la mayor parte de la iconografía artística- los clavos taladraban las muñecas, no la palma de la mano. En caso de clavarse en la palma, la mano se rasgaría por el peso del cuerpo, al no haber ninguna estructura ósea capaz de aguantarlo. Los clavos tenían que atravesar el espacio entre los huesos del carpo y el radio y previsiblemente dañaban el tendón principal (flexor reticulatum) y el nervio sensorial mediano. Otra posibilidad era el atravesar el espacio de Destot entre los huesos del carpo, por encima del semilunar. Esta localización es muy cercana al nervio ulnar. Aparte del intenso dolor que esto provocaba, se producía una parálisis parcial de la mano, contracciones por falta de flujo sanguíneo (contracturas isquémicas) y un dolor atroz. 


Forma de clavar los pies en la cruz (según Edwards y cols, JAMA, 1986)


Tras la fijación de las manos, los soldados izaban la cruz sobre el poste longitudinal (stipes). En esta operación, realizada entre varios hombres, a veces se ayudaban con cuerdas o horcas. Cuando la cruz ya estaba en posición vertical, se procedía a la fijación de los pies. En este caso los clavos podían atravesar entre los metatarsianos (probablemente en el espacio entre el 2º y 3º metatarsiano) ya que a diferencia de las manos, el tarso quedaba por encima y no había peligro de desgarro. La transfixión de los pies dañaba previsiblemente el nervio peroneo y los nervios mediales y laterales de las plantas.



Mengs: Cristo en la cruz


En algunas cruces había un pequeño soporte (suppedaneum) para apoyar los pies y en donde donde podían clavarse, aunque esto parece ser un añadido de época más reciente que en el tiempo en el que murió Jesús. Otras veces, un pequeño relieve a la altura de las nalgas (sediculum) permitía al reo recostarse y hallar un punto de apoyo. Cuando no se disponía de este elemento se procedía a clavar los pies directamente sobre el stipes. A continuación se clavaba el titulus en un lugar visible de la propia cruz. 

Era costumbre que la soldadesca se repartiera las ropas del reo, que clasificaban en lotes. El reparto solía ser mediante algún juego de azar, como los dados, lo que también sucedió en el caso de Jesús, como documenta el evangelio. 


       
Una de las versiones de la crucifixión de Dalí     


Podemos resumir los principales efectos de la  crucifixión en tres líneas principales: 

1) Intenso dolor, causado por las lesiones de los nervios de la zona, como ya hemos descrito (nervio sensorial mediano, peroneo...).

2) Hemorragia a causa de la transfixión de manos y pies, a causa de la perforación de los vasos de la zona. De todos modos, la pérdida de sangre en la crucifixión era menor que la hemorragia masiva causada por la flagelación previa. Las pérdidas sanguíneas producidas en ambos procesos producían un shock hipovolémico, con posibles desmayos por hipotensión ortostática. 

3) Trastornos respiratoriosLa respiración era muy dificultosa debido a la forzada posición. El peso del cuerpo sobrecargaba los brazos y hombros, bloqueando los músculos intercostales en la posición de inspiración. La respiración era pues diafragmática y muy superficial. La insuficiente ventilación pronto conducía a un aumento de la presión de dióxido de carbono (hipercapnia), que producía calambres musculares y tetania. Durante la inspiración, el reo estaba obligado a extender los codos y abducir los hombros, con lo que los músculos respiratorios de la inhalación se estiraban pasivamente y el tórax se expandía. Pero el aire no salía espontáneamente de los pulmones como sucede normalmente, sino que tenía forzarse la espiración para evitar la hipoventilación, transformándose en un proceso activo. La única manera de conseguirlo es intentando una postura erguida, extendiendo las piernas, con lo que aumentaba mucho el dolor de las extremidades inferiores y la hemorragia de esta zona. 


La respiración durante la crucifixión (según Edwards y cols, JAMA, 1986)

Aparte de estos principales transtornos, hay que mencionar la progresiva acidosis como consecuencia de la falta de oxígeno y aumento de dióxido de carbono en la sangre, que se disuelve en forma de ácido carbónico, y que se incrementa por el fallo renal (como consecuencia de los múltiples traumatismos sufridos). El pulso se vuelve irregular y arrítmico. También es destacable la acumulación de líquido en pleura y pericardio (pleuritis y pericarditisque pueden producir la muerte por fallo cardíaco. 

La crucifixión era pues un método de gran crueldad: Para evitar la asfixia, el condenado debía intentar movimientos que facilitaran la espiración, pero estos mismos movimientos aumentaban el dolor, la hemorragia y los calambres de las extremidades.  








Crucifixión del Maestro de la Leyenda de Santa Catalina (Museo del Prado)





Crucifixión digital según Grünewald 




Bibliografía

Bucklin R: The legal and medical aspects of the trial and death of Christ. Sci Law 1970; 10:14-26

DePasquale NP, Burch GE: Death by crucifixion. Am Heart J 1963;66:434-435.

Edwards WD, Gabel WJ, Hosmer FE. On the Physical Death of Jesus Christ JAMA 1986; 255:1455-1463 
http://www.godandscience.org/apologetics/deathjesus.pdf

Haas N: Anthropological observations on the skeletal remains from Giv’at ha-Mivtar. Israel Explor J 1970;20:38-59. 

Hengel M: Crucifixion in the Ancient World and the Folly of the Message of the Cross, Bowden J (trans). Philadelphia, Fortress Press, 1977, pp 22-45, 86-90.

Stroud W: Treatise on the Physical Cause of the Death of Christ and Its Relation to the Principles and Practice of Christianity, ed 2. London, Hamilton & Adams, 1871, pp 28-156, 489-494. 

Tenney SM: On death by crucifixion. Am Heart J 1964;68:286-287. 


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Aspectes mèdics de la mort de Crist (III): 

La crucifixió








Matthias Grünewald

Crucifixió 

(1515)

Oli sobre taula 
Retaule d'Isenheim. Colmar



En una entrada anterior hem analitzat, des del punt de vista exclusivament mèdic, les principals tortures a què va ser sotmès Jesús de Natzaret (flagel·lació, corona d'espines) abans de ser crucificat. Considerarem avui les relatives a l'agonia i la mort de Jesús a la creu.


P.P. Rubens: Crucifixió


La crucifixió va ser una tècnica de pena capital possiblement ideada pels perses. Alexandre el Gran la va introduir a Egipte i a Cartago i els romans la van prendre més tard dels cartaginesos. Així doncs, els romans no van ser els inventors d'aquest cruel instrument de mort, encara que el van perfeccionar molt per tal que causés una mort lenta amb intensos dolors. Aconseguiren així un càstig exemplar, amb l'afegit de la seva espectacularitat. Un càstig que estava reservat a esclaus fugitius, rebels, insurrectes, revolucionaris, i als més abjectes criminals. Una mort que es considerava vil i humiliant i que no podia aplicar-se en cap cas als ciutadans romans, excepte en el cas dels soldats desertors. Per això, quan van condemnar a mort sant Pau, va fer valer la seva condició de ciutadà romà: en comptes de crucificar-lo, el van decapitar amb una espasa.

A les crucifixions primitives dels perses, simplement lligaven els reus a un arbre o a un pal, evitant que els peus de les víctimes toquessin a terra. No va ser fins més tard quan van aparèixer les creus pròpiament dites, amb un pal vertical (stipes) i un travesser horitzontal (patibulum). Se'n podien distingir algunes variants, com la crux commissa (en forma de tau) o la crux decussata (en forma d'aspa). La forma i la tipologia de la creu variava segons les regions i les èpoques. La creu de Jesús, almenys segons la iconografia més usual, seria probablement l'anomenada crux capitata (creu llatina), malgrat que les troballes arqueològiques indiquen que la creu més utilitzada pels romans en aquell temps a la regió de Palestina era la creu baixa en forma de Tau.


El Greco. Jesús amb la creu 
    Metropolitan Museum of Art. Nova York 


Disposem de vestigis arqueològics sobre la crucifixió a Palestina, que ens ajuden molt a comprendre els detalls del suplici. El 1968, durant les excavacions realitzades a Jerusalem a Giv'at ha-Mitvar (a dos quilòmetres de la Porta de Damasc), es van trobar les restes de 35 persones del segle I d.C., i entre els cadàvers hi havia el d'un home que hi havia mort crucificat. Recentment s'ha trobat un altre esquelet d'un home que va ser crucificatL'estudi d'aquestes restes aporta grans coneixements i detalls sobre la tècnica de la crucifixió.

En general, els condemnats eren obligats a carregar amb la seva creu fins al lloc de l'execució, fora del recinte emmurallat de la ciutat. En el cas de Jesús, el Gòlgota estava a uns 600-700 m de la muralla de Jerusalem. Si la creu era molt pesada (més de 130 kg), els feien portar només el patibulum o travesser horitzontal, que solia pesar entre 30 i 50 kg. En aquests casos, els lligaven els braços a la fusta.


Tintoretto. Crucifixió. Obsérvi's que el quadre representa el
 moment de col·locar el titulus sobre la creu. 

Era habitual crucificar diversos condemnats a mort al mateix temps. A Jesús, com és ben conegut, el van crucificar amb dos lladres, anomenats Dimes i Gestes. El seguici estava acompanyat d'una escorta amb nombrós grup de soldats, encapçalats per un centurió. 

Un dels soldats portava un cartell (titulus) on s'especificava el crim pel qual se l’havia condemnat a mort. El titulus era clavat a la creu després de la crucifixió. En el cas de Jesús, el titulus deia "Jesús Natzarè, Rei dels Jueus". Estava redactat en tres llengües: hebreu, llatí i grec, cosa que testimonia el poliglotisme de l'Imperi Romà. L'hebreu era la llengua pròpia de la població autòctona de Palestina i el llatí la llengua oficial de Roma, encara que realment, mai no es va parlar gaire llatí a la part oriental de l'Imperi, ja que s'utilitzava molt més el grec.

 
Martín Bernat. La Crucifixió. Museo del Prado.

Al lloc del suplici, s'administrava als condemnats una barreja de vi amb mirra, que sembla que tindria una certa acció analgèsica i sedant. El sabor amarg de la mirra va fer que es conegués aquesta barreja com a posca, tal com apareix en alguns passatges evangèlics, que comenten que Jesús va rebutjar la beguda després de provar-la. Més tard, proper ja a l’agonia, Jesús, que probablement tenia símptomes de deshidratació, va sentir una set intensa i li van administrar una barreja de vinagre i vi mirrat (posca) en una esponja posada a l'extrem d'una canya.


P.P. Rubens: Alçament de la creu. 

Després de l'administració del beuratge, els reus van ser desposseïts de les seves vestidures. En el cas de Jesús, que havia estat flagel·lat, probablement li van provocar un nou sagnat de les ferides, en arrencar-li les crostes que s’havien format adherides al teixit. Després el van estendre d'esquena sobre la creu, amb els braços estesos sobre el travesser. Els braços es fixaven a la creu lligant-los amb cordes o clavant-los. Pel que sembla, els romans solien preferir clavar-los, i aquest va ser el mètode que van triar en el cas de Jesús. Les troballes arqueològiques de cossos crucificats ens permeten deduir que els claus de ferro solien ser de 15-18 cm de llargada, amb un cap quadrat d'un centímetre de costat aproximadament.

Forma de clavar les mans a la creu (segons Edwards i cols, JAMA, 1986)




Cal destacar que -contràriament al que solem veure en la major part de la iconografia artística- els claus perforaven els canells, no el palmell de la mà. En cas de clavar-se al palmell, la mà s'esquinçaria pel pes del cos, en no haver-hi cap estructura òssia capaç d'aguantar-lo. Els claus havien de travessar l'espai entre els ossos del carp i el radi i previsiblement feien malbé el tendó principal (flexor reticulatum) i el nervi sensorial mitjà. Una altra possibilitat era travessar l'espai de Destot entre els ossos del carp, per sobre del semilunar. Aquesta localització és molt propera al nervi ulnar. A banda de l'intens dolor que això provocava, es produïa una paràlisi parcial de la mà, contraccions per falta de flux sanguini (contractures isquèmiques) i un dolor atroç.


Forma de clavar els peus a la creu (segons Edwards i cols, JAMA, 1986)



Després de la fixació de les mans, els soldats hissaven la creu sobre el pal longitudinal (stipes). En aquesta operació, realitzada entre diversos homes, de vegades s'ajudaven amb cordes o forques. Quan la creu ja estava en posició vertical, es procedia a la fixació dels peus. En aquest cas els claus podien travessar entre els metatarsians (probablement a l'espai entre el 2n i 3r metatarsià) ja que a diferència de les mans, el tars quedava per sobre i no hi havia perill d'esquinç. La transfixió dels peus perjudicava previsiblement el nervi peroneal i els nervis medials i laterals de les plantes.


Mengs: Crist a la creu


En algunes creus hi havia un petit suport (suppedaneum) per recolzar els peus i on podien clavar-se, encara que això sembla un afegit d'època més recent que en el temps en què va morir Jesús. Altres vegades, un petit relleu a l'alçada de les natges (sediculum) permetia al reu recostar-se i trobar un punt de suport. Quan no es disposava d'aquest element, es procedia a clavar els peus directament sobre el stipes. A continuació es clavava el titulus en un lloc visible de la creu.

Era costum que la soldadesca es repartís les robes del reu, que classificaven en lots. El repartiment solia ser mitjançant un joc d'atzar, com els daus, cosa que també va passar en el cas de Jesús, segons documenta l'evangeli.

       
Una de les versions de la crucifixió de Dalí     


Podem resumir els principals efectes de la crucifixió en tres línies principals:

1) Dolor intens, causat per les lesions dels nervis de la zona, com ja hem descrit (nervi sensorial mitjà, peroneal...).

2) Hemorràgia a causa de la transfixió de mans i peus, a causa de la perforació dels vasos de la zona. De tota manera, la pèrdua de sang a la crucifixió era menor que l'hemorràgia massiva causada per la flagel·lació prèvia. Les pèrdues sanguínies produïdes en ambdós processos produïen un xoc hipovolèmic, amb possibles desmais per hipotensió ortostàtica.

3) Trastorns respiratoris. La respiració era molt dificultosa a causa de la posició forçada. El pes del cos sobrecarregava els braços i les espatlles, bloquejant els músculs intercostals en posició d'inspiració. La respiració era doncs diafragmàtica i molt superficial. La ventilació insuficient aviat conduïa a un augment de la pressió de diòxid de carboni (hipercàpnia), que produïa rampes musculars i tetània. Durant la inspiració, el reu estava obligat a estendre els colzes i abduir les espatlles, de manera que els músculs respiratoris de la inhalació s'estiraven passivament i el tòrax s'expandia. Però l'aire no sortia espontàniament dels pulmons com passa normalment, sinó que tenia forçar-se l'espiració per evitar la hipoventilació, transformant-se en un procés actiu. L'única manera d'aconseguir-ho és intentant una postura alçada, estirant les cames, amb el que augmentava molt el dolor de les extremitats inferiors i l'hemorràgia d'aquesta zona.

La respiració durant la crucifixió (segons Edwards i cols, JAMA, 1986)


A banda d'aquests trastorns principals, cal esmentar la progressiva acidosi com a conseqüència de la manca d'oxigen i augment de diòxid de carboni a la sang, que es dissol en forma d'àcid carbònic, i que s'incrementa per la fallada renal (com a conseqüència de múltiples traumatismes soferts). El pols es torna irregular i arrítmic. També és destacable l'acumulació de líquid a la pleura i pericardi (pleuritis i pericarditis) que poden produir la mort per error cardíac.

La crucifixió era doncs un mètode de gran crueltat: Per evitar l'asfíxia, el condemnat havia d'intentar moviments que facilitessin l'espiració, però aquests mateixos moviments augmentaven el dolor, l'hemorràgia i les rampes de les extremitats.





Crucifixió del Mestre de la Llegenda de Santa Caterina (Museo del Prado)




Crucifixió digital segons Grünewald 




Bibliografia

Bucklin R: The legal and medical aspects of the trial and death of Christ. Sci Law 1970; 10:14-26

DePasquale NP, Burch GE: Death by crucifixion. Am Heart J 1963;66:434-435.

Edwards WD, Gabel WJ, Hosmer FE. On the Physical Death of Jesus Christ JAMA 1986; 255:1455-1463 
http://www.godandscience.org/apologetics/deathjesus.pdf

Haas N: Anthropological observations on the skeletal remains from Giv’at ha-Mivtar. Israel Explor J 1970;20:38-59. 

Hengel M: Crucifixion in the Ancient World and the Folly of the Message of the Cross, Bowden J (trans). Philadelphia, Fortress Press, 1977, pp 22-45, 86-90.

Stroud W: Treatise on the Physical Cause of the Death of Christ and Its Relation to the Principles and Practice of Christianity, ed 2. London, Hamilton & Adams, 1871, pp 28-156, 489-494. 

Tenney SM: On death by crucifixion. Am Heart J 1964;68:286-287. 


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