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miércoles, 13 de septiembre de 2017

Historia de los corticoides (I): Antecedentes







Retrato de Thomas Addison

Fotografía en blanco y negro
Colección Wellcome. Londres. 



Desde el segundo tercio del s. XX, los progresos en terapéutica cambiaron completamente el panorama de la Medicina. La introducción de los corticoides constituyó indudablemente una de estas grandes aportaciones terapéuticas, especialmente en el tratamiento de las enfermedades cutáneas. No es arriesgado afirmar que podemos dividir la terapéutica dermatológica en antes y después de la aparición de las pomadas de corticoides. 

Comenzaremos considerando los avances que se realizaron en el conocimiento de las glándulas suprarrenales y de su patología. Aunque su existencia se conocía desde el Renacimiento, el importante papel que su secreción desempeña en la fisiología humana empezó a vislumbrarse en 1855, cuando un médico general del Guy's Hospital de Londres, Thomas Addison (1793-1860) relacionara la alteración de las glándulas suprarrenales con una característica coloración de la piel: 



“Un estado general de languidez y debilidad, desfallecimiento en la acción del corazón, irritabilidad en el estómago y cambio peculiar de coloración en la piel"


(On the constitutional and local effects of the supra-renal capsules, 1855) 

Esta descripción - que él bautizó como melanodermia - le proporcionó cierto prestigio internacional. Dos famosos médicos franceses, Auguste Nelaton y Armand Trousseau lo invitaron a París para participar del tratamiento de un paciente. Fue este último quien propuso el nombre de Síndrome de Addison para describir la insuficiencia suprarrenal. A pesar de los descubrimientos, las revistas científicas de la época no le dieron importancia lo cual, sumado a la personalidad depresiva de Addison, determinó que atentara contra su vida en más de una oportunidad. Se suicidó el 29 de junio de 1860, a los 72 años. 


La enfermedad de Addison llamó pronto la atención del fisiólogo Brown-Séquard, quien en 1886 experimentó por primera vez los efectos de la adrenalectomía, llegando a la conclusión de que las glándulas suprarrenales son imprescindibles para la vida.

Fue ya en el s.XX, en la década de los 20, cuando se generalizó la opinión que era la corteza la parte vital de la glándula suprarrenal. En esta época se publicaron numerosas comunicaciones a propósito de anomalías fisiológicas padecidas por animales adrenalectomizados.

A principios de los años 30, se creó una cierta polémica sustentada por dos tendencias contrapuestas, dos visiones de la deficiencia suprarrenal: por una parte, los investigadores que estudiaban los desequilibrios electrolíticos, y por otra los que ponían énfasis en los defectos de los hidratos de carbono. Finalmente, pudo demostrarse que tanto la pérdida de sodio, como la de hidratos de carbono eran una consecuencia de este estado. Poco después se ratificó este hecho al corregir la hipoglucemia mediante administración de extractos corticales. De estos resultados se dedujo que en la corteza suprarrenal coexistían dos tipos de hormonas: las mineralocorticoides, que regulan el equilibrio homeostásico de electrolitos y los glucocorticoides, que intervienen en el metabolismo de los carbohidratos.  

El cirujano Harvey Cushing en una fotografía de 1907

En 1932 el neurocirujano estadounidense Harvey Cushing, tras realizar múltiples intervenciones quirúrgicas hipofisarias describió la hiperfunción de la corteza suprarrenal, síndrome que desde entonces está unido a su nombre. Cushing estudió algunos casos de basofilia hipofisaria, que más tarde se identificaron con un estado caracterizado por la supresión de ACTH. En la actualidad, sabemos que el conjunto de signos que él observó (cara de luna llena, obesidad del tronco, estrías...) están ocasionados por la presencia de excesivas concentraciones de hormonas adrenocorticales, ya sea debido a causas endógenas o yatrógenas. 
     
En 1930, se había conseguido ya preparar extractos adrenocorticales con un apreciable grado de efectividad. En 1942, los bioquímicos habían aislado y cristalizado la estructura de 28 corticosteroides de la corteza suprarrenal. Algunos de estos compuestos (cortisol, cortisona, corticosterona, 11-dehidrocorticosterona y 11-desoxicorticosterona) se confirmaron como biológicamente activos.


Bibliografía 


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Addison Th. On the Constitutional and Local Effects of Disease of the Suprarenal Capsules. London: Samuel Highley, 1885.
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