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domingo, 19 de febrero de 2017

Una hora con Venus y el resto de la vida con Mercurio






John Sintelaer 

The Martyrdom of Mercury
(1709) 

Frontispicio del libro.
G. Harris. Londres




Esta es la página inicial de un tratado sobre tratamiento de la sífilis con mercurio y ya su mismo título alerta de que no es un tratamiento agradable para el paciente. Durante mucho tiempo (desde el s. XVI a finales del s. XIX), los tratamientos con compuestos de mercurio fueron usados para la cura de la sífilis. Junto con los diaforéticos, la zarzaparrilla y el palo de guayacán eran la única solución terapéutica para este tipo de enfermos.


Los tratamientos con mercurio eran largos y dolorosos, con multitud de efectos secundarios. Por eso se acuñó el refrán de "Una hora con Venus y el resto de la vida con Mercurio", haciendo alusión a la brevedad del acto erótico (muchas veces a través de la prostitución) en comparación a la larga duración de las terapias mercuriales para tratar la lúes que de él se derivaba. El mercurio se administraba de muchas maneras. 


    Frasco de tabletas de calomelanos    
La vía oral fue una de las más utilizadas. Se usaban varios compuestos. Uno de los más reputados era el cloruro de mercurio, conocido en aquel tiempo como calomelanos. Esta denominación parece provenir del griego καλος (bello) y μέλας, -ανος, (negro). El nombre, algo sorprendente para un compuesto de color blanco, probablemente se deba a la reacción de dismutación con el amoníaco, en la que se forma una coloración negra (a causa de un polímero nitrogenado de mercurio (II) y mercurio elemental. El nombre de calomelanos fue introducido por Theodore Turquet, un doctor en Medicina de Montpellier. 


Otras formas de administración oral eran "las píldoras azules del Dr. Ricord" que alcanzaron gran difusión: protocloruro de mercurio, obtenido por vaporización y el precipitado blanco o protocloruro de mercurio, preparado por precipitación.

El tratamiento oral era muy tóxico y causaba muchos efectos secundarios. Las intermitencias del tratamiento estaban subordinadas a los fenómenos tóxicos derivados de alteraciones renales y hepáticas. Se observaban toxidermias mercuriales, sialorrea (exceso de saliva), estomatitis, pérdida de piezas dentarias, alteraciones del riñón, del hígado, del sistema nervioso, de los órganos de los sentidos; anemias y fiebres mercuriales; trastornos de la nutrición y caquexia mercurial. La duración del tratamiento en general era de 6 años, aunque en muchos casos se extendía más tiempo si persistían las lesiones visibles en la piel. 

La vía rectal suplía en cierta medida las deficiencias de tolerancia gastrointestinal. Se utilizaban supositorios de aceite gris que contenían de 2 a 4 gramos de mercurio.



Jeringas para la inyección intrauretral de mercurio

Otra vía de administración era la parenteral: inyecciones mercuriales solubles e insolubles. Se realizaban por vía intramuscular profunda, hipodérmica o subcutánea que resultaban muy dolorosas. Las inyecciones endovenosas tenían indicaciones especiales, para obtener efectos rápidos y seguros. Se utilizaban generalmente las inyecciones intramusculares de biioduro de mercurio. Las inyecciones mercuriales insolubles se realizaban en aceite o parafina. Se dejaron de indicar cuando se confirmó su efecto acumulativo peligroso. Además inducían granulomas por cuerpo extraño. También se realizaban inyecciones intrauretrales de compuestos mercuriales, aunque eran más usadas mientras persistía el chancro primario o para los casos de gonorrea. 


Alegoría de la sífilis: Bajo el gentil aspecto de una hermosa dama que
corresponde al amor de un joven, se esconde la muerte causada por la sífilis. 
Arriba, en una nube transportada por los ángeles, acude el dios Mercurio 
para intentar atajar la enfermedad (ilustración de
un libro del s. XIX alertando del peligro del "mal venéreo") 


Otra forma de administración muy habitual era la tópica. Las pomadas (como el llamado "ungüento gris", ideado por Metchnikoff y Émile Roux) se frotaban directamente sobre las lesiones de sífilis secundaria. 



Las pomadas mercuriales fueron usadas hasta los primeros años del s. XX
(Colección Dr. Jordi Peyrí)
Las fricciones mercuriales bien practicadas constituían un método de tratamiento mucho mejor tolerado que la administración oral. Una práctica muy habitual era recetar un ciclo de 30 a 40 fricciones. 

Finalmente, también se practicaban fumigaciones con vapores mercuriales en las que los gases eran absorbidos por el pulmón. 



Un cartel del s. XX que todavía emplea el famoso refrán
Los tratamientos con mercuriales producían una intoxicación crónica de los pacientes sometidos a esta terapéutica. Uno de los síntomas más comunes eran la hipersialia o ptialismo (aumento de la salivación), dato tan constante que incluso a veces era tomado erróneamente como señal de que la medicación estaba consiguiendo su efecto curativo. 


Debido a que el mercurio bloquea la vía de degradación de las catecolaminas (puede inactivar la S-adenosil-metionina, que es necesaria para el catabolismo de las catecolaminas), se produce un exceso de adrenalina que provoca sudoración profusa, taquicardia (latido cardíaco persistentemente más rápido de lo normal), aumento de la salivación e hipertensión (presión arterial alta). La piel aparece pálida tomando un color rosado claro especialmente en mejillas, manos y pies. También puede observarse una cierta inflamacion y descamación cutánea. , inflamada.  La neuropatía periférica (que se presentaba como parestesia o picazón, ardor o dolor) era muy característica. 
Los síntomas de intoxicación mercurial eran tan frecuentes en los pacientes luéticos que a veces se tomaban como síntomas de la propia enfermedad, aumentando la confusión en la descripción clínica de la sífilis. 


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