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viernes, 26 de febrero de 2016

Isabella y el tiesto de albahaca







 William Holman Hunt

Isabella y la maceta de albahaca
(1868)

Óleo sobre lienzo. 
60.7 x 38.7 cm.
Former Collection. Delaware Art Museum 




William Holman Hunt (1827-1910) fue un pintor británico, fundador, junto con Dante Gabriel Rossetti y John Everett Millais, la Hermandad Prerrafaelita. Los prerrafaelitas  proponían inspirarse en los primitivos italianos y flamencos del siglo XV, anteriores a Rafael. Rechazaban la pintura académica, que consideraban una mera repetición de clichés y propugnaban el retorno a lo espiritual y sincero en el arte. 

Las obras de Hunt no tuvieron al principio demasiado éxito, siendo descalificadas por la crítica. En los comienzos de su carrera su interés por el realismo le llevó a pintar escenas de la vida cotidiana tanto en el campo como en la ciudad, como Pastor veleidoso (The Hireling Shepherd, 1851) o El despertar de la conciencia (The Awakening Conscience, 1853). Esta última escandalizó al público por mostrar sin ambages una relación extramatrimonial. Fue también un notable paisajista. Sus pinturas concedían una gran atención al detalle, y mostraban un vívido colorido y un elaborado simbolismo religioso. 

La fama le llegó con sus obras de temática religiosa, como La luz del mundo (The Light of the World). Viajó a Palestina para documentarse y captar el ambiente para obras de carácter bíblico y para pintar varios paisajes de la región.

Hunt pintó también obras basadas en poemas de la tradición literaria inglesa, desde Shakespeare a Keats, como Isabella o la maceta de albahaca 

La historia de Isabella, que está inspirada en un texto del Decamerón de Bocaccio y fue reelaborada por Keats, es un ejemplo del simbolismo de vegetación que frecuentemente se concede a los cabellos. 

La historia es la de una doncella llamada Isabella, hija de un rico comerciante en la Florencia del Renacimiento. Al fallecer su padre recibió una sustanciosa dote como herencia, que su padre le había legado a fin de que pudiera realizar un buen matrimonio. Pero los avariciosos hermanos de  Isabella, planearon casarla con un hombre ya acomodado, que se conformase con una pequeña parte de la dote y así ellos poder quedarse con el resto. 

Isabella se enamoró de Lorenzo, un joven muchacho que trabajaba con los hermanos como mozo de almacén. Era pobre pero bello y apasionado y su cabellera desprendía un agradable aroma a albahaca. Los hermanos de Isabella se oponen a esta relación, por lo que los jóvenes deciden casarse en secreto. Pero los hermanos traman un plan: deciden enviar a Lorenzo a realizar un trabajo al bosque, donde le tienden una emboscada, lo asesinan y lo decapitan. 

Lorenzo entonces se aparece en sueños a Isabella y refiere a su amada lo sucedido, revelándole el lugar donde está enterrado. Isabella entonces, loca de amor, fue a buscar la cabeza degollada de Lorenzo y se la lleva a casa. La enterró en una maceta, y plantó una albahaca encima. Cada día, Isabella, con el juicio perdido, irá a acariciar con sus cabellos la planta de albahaca, viva personalización de Lorenzo. 

En esta leyenda podemos encontrar un rico simbolismo: la identificación de los cabellos con la vegetación, y el erotismo y el amor expresados en una caricia efectuada con el cabello. Algo que pone de manifiesto la importancia cultural y expresiva del pelo. 


William Holman Hunt: 



jueves, 25 de febrero de 2016

La enfermedad de Job.







 Albert Dürer

Job y su mujer
(1503-1504) 

Óleo sobre tabla 
96 x 51 cm.
 Städelsches Kustinstitut. Frankfurt




La figura de Job ha llegado a nuestros días como el paradigma de la resignación: tener más paciencia que Job es una frase hecha para indicar una proverbial entereza frente a dificultades de todo género. 

Job (en hebreo איּוב : ı̂yôb; en árabe: أيوب, Ayyub) es el protagonista del Libro de Job, uno de los libros bíblicos en el que se relata una opresiva prueba establecida por un ángel caído, con la autorización de Dios. Sin embargo, a pesar de las más terribles dificultades Job no desespera y logra demostrar su fidelidad al Creador. Por esta razón, se le considera un modelo a seguir y alcanza la categoría de  profeta en las religiones abrahámicas: el judaísmo, el cristianismo y el Islam. 
Léon Bonnat: Job. Museo del Louvre. París
Job era un rico ganadero,  que gozaba de gran consideración social y muchos amigos. Vivía en el reino de Edom, en una lujosa casa con sus siete hijos y tres hijas y disponía de numerosos sirvientes. Era muy virtuoso y alababa a Dios constantemente dando gracias por todos los bienes recibidos. 

Pero Satán quiso retar a Dios con el argumento que el amor que Job le profesaba era a causa de la fortuna recibida y no por auténtica fe. Para probar la integridad de Job, Yahvé concedió a Satán el permiso para someterlo a toda suerte de dificultades en un plazo determinado, con una única restricción: que no le quitara la vida. 


William Blake: Satán cubre de úlceras malignas a Job (1826 circa)
Tinta y tempera sobre caoba. 326 x 432 mm. Tate Gallery. Londres. 


Los tres amigos lamentando el estado de Job, abandonado y cubierto de úlceras en el estercolero. William Blake. Ilustración para el Libro de Job.



Satán entonces, sometió a Job a múltiples desgracias,  como enfermedades (especialmente úlceras y enfermedades de la piel, visibles y repulsivas), el ataque de caldeos y sabeos a sus criados y propiedades, y una  epidemia que causó una gran mortandad de su ganado. Job arruinado, conoció la miseria, fue repudiado por su mujer y vió incluso la muerte de sus hijos. En medio del estercolero en donde se ve obligado a vivir, cubierto de hediondas úlceras, y abandonado de todos Job continuó alabando impertérrito a Dios. 


Job cubierto de úlceras, tendido en el muladar. 
Ilustración de la Biblia siríaca
Terminado el plazo establecido, y habiendo Job demostrado su inquebrantable fidelidad a Dios (Job 42),  le fue restituida su anterior felicidad y su fortuna se vió doblada.

En el caso de Job la enfermedad fue permitida por Dios para probar su bondad. Vemos pues que la enfermedad inmerecida, hasta entonces concebida solamente como castigo de pecadores y flagelo de enemigos e impíos, aparece ahora como probatoria de la virtud. Una nueva concepción que encontrará un especial desarrollo entre los místicos del s. XVI, en los que sufrir males crónicos, dolorosos o repugnantes puede ser considerado como demostración de su santidad. 


José de Ribera: Job en el muladar. Las lesiones representadas recuerdan un ectima. 





Muchas han sido las interpretaciones de la enfermedad bíblica de Job, desde la sarna al pénfigo. Según el relato bíblico sus síntomas eran muy diversos: intenso prurito (Job 2:7-10), aparición de gusanos en las úlceras (Job, 7:5), y oscurecimiento de la piel (Job, 30:30). En 1972 fue descrito un síndrome con hiperglobulinemia E autosómico dominante, inmunodeficiencia que cursaba con eccemas, múltiples abscesos cutáneos por estafilococos, neumonía recurrente con formación de neumatoceles al que se le dio el nombre de síndrome de Job, por la variedad y cronicidad de su semiología.


Bibliografía

Buckley R, Wray B, Belmaker E. Extreme hyperimmunoglobulinemia E and undue susceptibility to infection. Pediatrics 1972, 49 (1): 59–70.

Book of Job (1785-1826) William Blake:


















miércoles, 24 de febrero de 2016

Cervantes y las enfermedades de la piel







 Atribuido a Jáuregui

Retrato de D. Miguel de 
Cervantes Saavedra

Óleo sobre tela
Real Academia Española, Madrid




Ya nos hemos referido, en este blog, a la patología cutánea, higiene y cosmética que aparece en algunos pasajes del Quijote (1)(2)(3)(4). Pero las enfermedades de la piel figuran en muchas otras obras de Cervantes, y a veces reflejan los nombres de las enfermedades o el tratamiento que se proponía en aquel tiempo.

En "El rufián dichoso" se hace mención de la enfermedad que sufrió fray Cruz, que puede interpretarse como lepra: las lesiones terminaron por deformar las manos en forma de garra. 

En otro de los textos cervantinos, "El casamiento engañoso" hallamos alusiones a la sífilis en la respuesta que el alférez Campuzano da al licenciado Peralta: 


«A las demás preguntas no tengo que decir sino que salgo de aquel hospital de sudar catorce cargas de bubas que me echó encima o a cuestas una mujer que escogí por mía, que no debiera». 

Más adelante dice: 


«Mudé posada y mudé el pelo dentro de pocos días porque comenzaron a pelárseme las cejas y las pestañas y poco a poco me dejaron los cabellos; y antes de edad me hice calvo, dándome una enfermedad que llaman lupicia y por otro más claro, pelarela»

Tal vez esto pueda interpretarse como una  alopecia luética aunque no hay que descartar que pudiera tratarse de una alopecia areata

Asimismo, en "Persiles y Segismunda" se hace referencia al herpes, en su relación con brotes febriles de variada intensidad y con la inquietud o excitación sexual: 


«quejándose sabrá el mundo siquiera, cuán grande fue de amor la calentura, pues salieron señales a la boca...» 

y en otro párrafo hallamos: 


«Mujer soy como tú, mis deseos tengo y hasta ahora, por honra del alma, no me han salido a la boca, que bien pudieran ser señales de calentura» 


Estos son algunos de los ejemplos - y probablemente no todos - de enfermedades cutáneas que podemos encontrar en las obras del ilustre escritor, y que constituyen un fiel testimonio de las afecciones más comunes de su época. 

martes, 23 de febrero de 2016

El tatuaje del actor Ichikawa Sadanji




 Utagawa Kunisada

El actor de teatro Ichikawa Sadanji

impresión xilográfica sobre papel

Wellcome collection. Londres



A raíz de la reciente publicación en este blog de la entrada sobre "la mujer tatuada" de Toulouse-Lautrec, recibí un tweet de @ArtMedicine en el que se me adjuntaba esta ilustración, que representa el actor Ichikawa Sadanji, con un visible tatuaje. Agradezco profundamente al remitente su deferencia con el blog y dedicaré la entrada de hoy a seguir su sugerencia.  

Utagawa Kunisada (1786 – 1865) (japonés: 歌川国貞, también llamado Utagawa Toyokuni III 三代歌川豊国 ) fue el diseñador más prolífico y popular de litografías ukiyo-e en el Japón del s. XIX, superando ampliamente la reputación de autores como Hokusai, Hiroshige y Kuniyoshi. 

A pesar del desconocimiento biográfico que tenemos de Kunisada, sabemos que nació en 1786 en Honjo, un distrito oriental de Edo. Su nombre de nacimiento era Sumida Shōgorō IX (角田庄五朗), aunque también se le conocía como Sumida Shōzō (角田庄蔵)Su padre murió cuando tenía solamente un año, y creció casi huérfano. 

Ya desde temprana edad mostró un gran talento por la pintura y el dibujo. Sus primeros esbozos llamaron la atención de Toyokuni, el gran maestro de la escuela Utagawa y diseñador de grabados de actores kabuki, y lo incorporó a su escuela hacia 1800. Por este motivo, siguiendo la tradición japonesa de las relaciones maestro-alumno, se le dió el nombre artístico de Kuni-sada (derivado del nombre del maestro, Toyo-kuni). A la muerte de su maestro, tomó también el nombre de Toyokuni III, como homenaje a su maestro. 

El primer grabado conocido de Kunisada se remonta a 1807. Los siguientes grabados a medida natural son bastante posteriores (1809, 1810). Pero mientras tanto, realiza ilustraciones para libros de xilografías y su fama se fue extendiendo con rapidez. En 1809, ya se le considera el ilustrador estrella de la escuela Utagawa, y al poco tiempo se le considera al mismo nivel que su maestro Toyokuni en el campo de la ilustración xilográfica de libros.   

Kunisada realizó retratos de damas y cortesanas, con colorido un tanto monótono y un crudo realismo. Pero sobre todo fue conocido por los retratos de actores yakusha-e, por lo que recibió el apodo Yakusha-e no Kunisada («Kunisada que pinta cuadros de actores»).

En la presente obra retrata al actor de teatro japonés Ichikawa Sadanji (1840-1904). Natural de Osaka, Sadanji se formó en representación teatral y danza alcanzando una gran fama. En la presente ilustración de Kunisada aparece mostrando un tatuaje con una gran calavera en el brazo, probablemente de carácter ritual. 


Bibliografía:


  • Fahr-Becker, Gabriele (2007). Grabados japoneses. Taschen, ColoniaISBN 978-3-8228-3480-0.
  • Utagawa Kunisada. https://es.wikipedia.org/wiki/Utagawa_Kunisada

lunes, 22 de febrero de 2016

Lavar los pies, muestra de hospitalidad








La hospitalidad de Abraham
(s. XII)

Piedra esculpida
.
Friso del claustro de la Catedral de Girona



El claustro de la catedral de Girona es uno de mis primeros referentes culturales. Allí fui muchas veces con mi padre cuando era niño, allí jugaba y contemplaba embelesado los relieves de los capiteles en los que se representaban muchos relatos bíblicos, una y otra vez. Uno de ellos era éste que representa a Abraham hospedando a tres jóvenes caminantes en su casa. Los huéspedes del patriarca resultaron ser tres ángeles y durante la cena que les ofrecieron Abraham y Sara, su mujer, los ángeles profetizaron el próximo embarazo de Sara, a pesar de su avanzada edad. Pero a pesar de la incredulidad de la mujer, la profecía fue realidad y finalmente tuvo un hijo, al que llamó Isaac. Este pasaje fue muy representado en la Edad Media, y tuvo una especial acogida en Oriente, ya que los tres ángeles se tomaron como un símbolo de la Trinidad, por lo que aparecen en multitud de iconos ortodoxos. 

La escena representada en el friso del claustro muestra a Abraham acogiendo a los tres jóvenes en su casa. Está lavando los pies al primero de ellos, y seca cuidadosamente uno de sus pies con un lienzo. Lavar los pies era preceptivo cuando se acogía a un huésped, para demostrar hospitalidad  y resaltar que debía sentirse como en su casa. Aparte de ser una norma de cortesía, los viajeros se desplazaban en general a pie, por caminos polvorientos y la verdad es que debían necesitar un baño reconfortante, por higiene y para hallar un cierto reposo y descanso. Tras el baño de pies, de manos y cara, se podía pasar ya a compartir la cena.


La escena completa del friso: Mientras Abraham lava los pies a uno de los ángeles,
los otros dos conversan, señalando al futuro padre. Claustro de la Catedral de Girona (s. XII)


En la Historia Antigua, son numerosos los pasajes en los que encontramos referencias al lavado de los pies. Era una tarea que normalmente se encomendaba a los sirvientes, y por esta razón Jesús quiere lavar los pies de los apóstoles antes de la Última Cena, demostrando así su voluntad de servicio. 

A veces, el lavado de pies se sustituía por un baño completo. En la Odisea, muchas veces se hace alusión a estos baños, tras los que se ungían los huéspedes con aceites perfumados. También Platón, en el Banquete, hace mención de esta costumbre. 

Hoy esta costumbre nos parece exótica y algo lejana. Las normas de hospitalidad han cambiado, por no decir que casi se han desvaído. Y sin embargo, nada mejor que un buen baño de pies caliente con un puñado de sales cuando llegamos a casa tras una buena caminata. 

domingo, 21 de febrero de 2016

Ofrecer el cabello








 Bernardo Strozzi

Berenice cortándose la cabellera


Óleo sobre lienzo

Galleria d'Arte Antica. Udine (Italia) 





El cabello es una parte del cuerpo con un complejo significado, a veces incluso polisémico. Por una parte es un símbolo de erotismo y la fertilidad, pero también puede tener un significado ambivalente asociándose a la virginidad. De ahí la costumbre, presente en muchas culturas de que las doncellas luzcan el cabello largo y suelto, que es cortado tras sus nupcias. 

Así, antes de casarse, las doncellas de Tracia ofrecían la trenza de sus cabellos a Hipólito (hijo de Teseo) y en otras ciudades griegas lo hacían a divinidades como Atenea o a Artemisa. También las monjas católicas ofrecen sus cabellos al ingresar a la orden, como señal de sumisión, desprendiéndose de un atributo de su femineidad, y aceptando así los votos, entre el que está el compromiso de castidad. El ritual de toma de hábitos incluye el corte público de los cabellos de la novicia por parte de la abadesa o superiora. 


Es célebre la leyenda de la reina Berenice II, (Βερενίκη, 269 - 221 aC), hija del rey de Libia. En 245 aC se había casado con Ptolomeo III Evergetes, rey de Egipto. Berenice, que estaba muy enamorada de su marido,  se cortó su hermosa y abundante cabellera para hacer ofrenda de sus cabellos a Afrodita suplicando que Ptolomeo III Evergetes volviera sano y salvo de la guerra con Siria. La ofrenda significó un gran sacrificio para ella ya que tenía una hermosa y larga melena que todos envidiaban. Pero al día siguiente la melena había desaparecido del templo. Corrieron rumores de que la había robado un sacerdote de Serapis, indignado de que una reina de Egipto hubiera hecho un sacrificio a una deidad griega. La reina se desesperó al conocer lo sucedido, pero el astrónomo Conón de Samos la convenció de que la melena había subido al cielo por obra de Afrodita donde se había convertido en una constelación que acababa de aparecer. Desde entonces la constelación recibe el nombre de Cabellera de Berenice (Comas Berenice).

Aquí aportamos una pintura barroca que plasma esta leyenda, obra de Bernardo Strozzi (Génova 1581 - Venecia 1644). Berenice, con las tijeras en la mano, se dispone a sacrificar su cabellera, con la mirada girada hacia lo alto, probablemente en la dirección donde está la estatua de la divinidad a quien implora protección para su esposo. Se trata de una obra tardía de Strozzi, que como se solía hacer en el manierismo realizó varias copias de este tema, con ligeras variantes.

Ofrecer el cabello es pues un signo supremo de homenaje, de entrega de algo personal, que simboliza la entrega del propio ser. En la Ilíada, Aquiles se corta el pelo como ofrenda a Patroclo antes de depositar su cuerpo en la pira fúnebre. (La Ilíada, Canto XXIII, 44 - 47). Por eso algunos psicoanalistas lo han entendido como una sustitución ritual de un sacrificio humano. 

Los cabellos pueden también tener una importante carga afectiva o erótica. En muchas épocas poseer un mechón de cabello de la persona amada ha sido prenda de amor, y se conserva como un preciado talismán o una reliquia, que se lleva consigo a todas partes. En cierto modo, es como llevar encima alguna parte de la persona a quien queremos, una parte de su cuerpo con la que podemos establecer un permanente contacto.