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lunes, 16 de febrero de 2015

Jesús en casa de Marta y María, de Velázquez


Velázquez: Jesús en casa de Marta y María.



 Diego Velázquez
 (Sevilla, 1599 - Madrid, 1660) 

Jesús en casa de Marta y María 
(1618)

Óleo sobre tela 60 x 103,5 cm 
National Gallery, Londres


El Evangelio nos cuenta que cuando Jesús fue a Betania, fue invitado a casa de sus amigos Marta, María y Lázaro.
 “Yendo ellos de camino, entró Jesús en una aldea y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa” (Lucas 10, 38 y ss.)
Era preciso agasajar al Rabí, y de repente, se multiplicó el trabajo doméstico. Marta, diligente ama de casa se puso a  preparar el banquete. Pero no encontró mucha ayuda en la cocina: 
“Ésta [Marta] tenía una hermana llamada María que, sentada junto a los pies de Jesús, escuchaba su palabra. Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos quehaceres”. (Lucas 10, 39-40)
Velázquez intenta describir la escena entera y recurre al recurso del espejo (o tal vez un ventanuco). Marta mira hacia adelante con recelo, algo molesta, mientras se afana con la comida. El resto de la escena la podemos ver en el espejo: Jesús predica y ante él, María sentada en el suelo, no pierde detalle. Marta, en cambio, se queda preparando la comida. 

Velázquez, en realidad está pintando una escena costumbrista, un bodegón. El pasaje evangélico es poco más que un pretexto. Se recrea en todos los ingredientes que están sobre la mesa: la jarra, los huevos, los pescados (pintados con todo detalle) y sobre todo, los dientes de ajo y las guindillas. Alimentos éstos algo irritantes, que junto con la frecuente inmersión en agua, han arruinado las manos de Marta, que aparecen enrojecidas, un poco hinchadas, mientras empuñan enérgicamente la maza del almirez. 


Las manos de Marta presentan una clara dermatitis ortoérgica, muy común en las amas de casa, cocineros y pinches. Está causada por la pérdida del manto ácido cutáneo, ocasionada por la acción continuada del agua y la acción del frío sobre la piel, y empeorada por el uso de jabones abrasivos e irritantes tópicos como el ajo o las guindillas. Con toda seguridad Velázquez había observado muchas veces que las manos enrojecidas se solían ver en las cocinas. Otro diagnóstico que no puede descartarse es el del eritema pernio (sabañones) 


Marta además presenta una ligera rosácea. En su cara, contrariada por la ausencia de su hermana, podemos ver unas mejillas enrojecidas, típicas de esta enfermedad. Tal vez un carácter nervioso, algo propenso a enfadarse, no contribuye a calmar su proceso. 


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