Henry-Théophile Bouillon Joseph-Ignace Guillotin (1892) Busto en mármol Museo de Versalles |
"Con mi máquina os haré saltar la cabeza en un abrir y cerrar de ojos y no sufriréis"
Como es natural, la frase provocó una gran hilaridad y regocijo en la Asamblea. La prensa la recogió y desde entonces muchos consideraron a Guillotin como el inventor de la guillotina.
Sin embargo no es exacto que fuera propiamente su inventor. La Asamblea pidió informes al verdugo oficial Sanson y a la Academia de Cirugía. Un antiguo aparato medieval para decapitaciones se había usado en Escocia en el s. XII y en Inglaterra y Alemania en el s.XVI. A partir de estos precedentes, el secretario de la Academia de Cirugía, Antoine Louis conjuntamente con un mecánico alemán residente en París llamado Schmitt, idearon una máquina con la que que experimentaron decapitaciones de ovejas y de cadáveres humanos del cementerio de Bicêtre. Louis introdujo la cuchilla de filo oblicuo, que permitía un corte limpio y una mayor rapidez de ejecución. La cabeza cercenada era recogida en una bolsa de cuero (y no en un cesto, como suele verse en películas poco documentadas).
En 1792 el rey Luis XVI sancionó el uso del instrumento, que a partir de este momento se usaría en todas las penas de muerte. Tal vez no imaginaba que él mismo tendría ocasión de comprobar su eficacia al año siguiente.
La guillotina |
El aparato, modificado y perfeccionado adecuadamente, fue usado por primera vez en un reo común, un asaltador de diligencias llamado Nicolas-Jacques Pelletier, el 25 de abril de 1792. Al ingenio se le denominó al principio Louison o Louissette (tomando como epónimo del nombre de Louis, su diseñador). Un nombre que todavía se afianzó más tras la ejecución de Luis XVI (1793). Según Pierre Larousse fueron los redactores de "Actes des Apôtres", un diario realista los que empezaron a usar desde los primeros días el nombre jocoso de "guillotina" para desprestigiar al médico y parlamentario que había propuesto una muerte igualitaria en el cadalso. Sus numerosos enemigos políticos reprodujeron hasta la saciedad el malévolo chiste, que pronto caló en el lenguaje habitual. La familia Guillotin realizó diversas gestiones para que se dejara de denominar el ingenio mortal con su nombre, pero fue en vano. Al final, desesperados, cambiaron de apellido.
La guillotina tradicional consiste en un armazón de dos montantes verticales unidos en su parte superior por un travesaño denominado chapeau, que sostiene en alto una cuchilla de acero con forma triangular con un plomo de más de 60 kilogramos (mouton) en su parte superior. En su parte inferior se dispone un cepo de dos medias lunas (fenêtre) de las cuales la superior es móvil. Justo detrás de la máquina hay una plancha de madera que actúa como báscula. Hasta el siglo XX, era común que la guillotina estuviera elevada sobre un cadalso y pintada de rojo. Una ejecución puede completarse en menos de un minuto; de hecho, la acción mecánica es tan rápida que la cabeza permanece consciente solo unos segundos (30 segundos) después de haber sido cercenada.
El Dr. Guillotin no era partidario de la pena de muerte. De hecho, lo consideraba un mal menor. Por eso luchó para que al menos tuviese la máxima dignidad y el menor sufrimiento. También intentó que a las ejecuciones públicas asistieran menos familias y niños y de hecho, votó para hacerlas más privadas e individualizadas.
Se suele decir equivocadamente que Joseph-Ignace Guillotin murió ajusticiado con el ingenio que propuso introducir. Sin embargo, no es así. Murió en 1814 de las complicaciones de un carbunco que le afectó un hombro y se le generalizó. Probablemente la confusión deriva de la ejecución de un médico de Lyon llamado J.M.V. Guillotin, que nada tenía que ver con el introductor de la guillotina.
La guillotina no sólo acabó con la vida de los reyes Luis XVI y M. Antonieta, aristócratas y realistas. Las purgas en el seno de la Revolución fueron constantes y por la máquina decapitadora pasaron entre muchos otros Danton, Desmoulins, Brissot, Hebert, Babeuf, Lavoisier, Robespierre... Es difícil establecer el número de personas guillotinadas durante el Terror, pero probablemente podríamos aventurar la cifra de entre 15.000-20.000 ejecutados con este método.
La guillotina se ha usado en Francia hasta hace relativamente poco tiempo. La última vez, en 1977, para la ejecución de un inmigrante tunecino, Hamida Djandoubi, acusado de asesinato. En 1981 el presidente Miterrand abolió la pena de muerte en Francia.
En definitiva un invento que se atribuye inexactamente al Dr. Guillotin, que lo único que hizo es proponer un método para hacer más igualitaria y menos dolorosa e indigna la pena de muerte de los reos.
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