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jueves, 3 de septiembre de 2020

Bécquer: una sífilis que acabó en boda (II)

Gustavo Adolfo Bécquer, la muerte de un romántico




Vicente Palmaroli 

Gustavo Adolfo Bécquer en su lecho de muerte

(1871)


Óleo sobre lienzo. 73 x 60 cm
Museo Romántico. Madrid. 



En una entrada anterior comentábamos la biografía de Gustavo Adolfo Béquer, el gran poeta romántico. 

A pesar de la gran fama que alcanzaron posteriormente sus poemas, ni la obra poética de Gustavo Adolfo Bécquer ni sus Leyendas (tal vez sus obras más célebres) no se publicaron durante su vida, sino que fueron publicadas tras su muerte.  En los últimos días de agonía solicitó a su amigo y también poeta Augusto Ferrán que quemase sus cartas (que consideraba muy comprometedoras) y que publicasen su obra 
«Si es posible, publicad mis versos. Tengo el presentimiento de que muerto seré más y mejor conocido que vivo». 
Así se hizo, y la obra del poeta fue publicada póstumamente gracias a una suscripción recogida entre sus amigos. Los versos y las leyendas de Bécquer alcanzaron una gran fama y se situaron entre las obras más leídas de la literatura del s. XIX. 

En cambio, sí que vio la luz un libro hecho en colaboración con su hermano Valeriano. Se trata de un álbum de dibujos eróticos (o mejor dicho pornográficos) que llevaba el explícito título de "Los Borbones en pelota". En este libro se denuncia gráficamente la notoria avidez sexual de la que entonces era reina de España, Isabel II, conocida ninfómana, y el papel marginal de su marido Francisco de Asís homosexual con hipospadias, con el que la reina nunca tuvo ninguna afinidad.  

Nueva edición de "Los Borbones en pelota" - La Nueva España

Portada y un dibujo interior de "Los Borbones en pelota". 

En el dibujo, varios políticos llevan a una orgía, en hombros,  a la reina Isabel II desnuda. La leyenda es una sátira mordaz: "Y Su Santidad envió a la casta Isabel la rosa de oro, símbolo de pureza". 

Marta SC på Twitter: "En S.XIX se publicó el libro "Los Borbones ...


En la primera quincena de diciembre de 1870, su salud se deteriora rápidamente y fallece el 22 de diciembre, coincidiendo con un eclipse total de sol. Aunque se achacó su muerte a la tuberculosis, una enfermedad de alta prevalencia y gravedad en aquel momento, es más probable que la causa de su muerte fue la sífilis con compromiso hepático. La sífilis que había arrastrado desde poco antes de la visita al Dr. Esteban, especialista en enfermedades venéreas, y que acabaría siendo su suegro. 

Sea como sea, Fue enterrado al día siguiente en el nicho núm. 470 del Patio del Cristo, en la Sacramental de San Lorenzo y San José, de Madrid. Más adelante, en 1913, los restos de los dos hermanos fueron trasladados a Sevilla, reposando primero en la antigua capilla de la Universidad y desde 1972 en el Panteón de Sevillanos Ilustres.



Juan Casado del Alisal, Gustavo Adolfo Bécquer en su lecho de muerte.
Dibujo publicado en La Ilustración de Madrid (15 enero de 1871)



En todo caso, no deja de ser curioso que Gustavo Adolfo Bécquer se casara precisamente con la hija del médico que le trataba de una enfermedad venérea.  


Una muestra de la poesía de Gustavo Adolfo Bécquer


Rima XXX
Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugo su llanto
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino: ella, por otro;
pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún, ¿por qué callé aquel día?
Y ella dirá, ,¿por qué no lloré yo?

Rima XXXV
¡No me admiró tu olvido! Aunque de un día,
me admiró tu cariño mucho más;
porque lo que hay en mí que vale algo,
eso... ni lo pudiste sospechar.

Rima XXXVIII
Los suspiros son aire y van al aire.
Las lágrimas son agua y van al mar.
Dime, mujer, cuando el amor se olvida,
¿sabes tú adónde va?

Rima XLIV
Como en un libro abierto
leo de tus pupilas en el fondo.
¿A qué fingir el labio
risas que se desmienten con los ojos?
¡Llora! No te avergüences
de confesar que me quisiste un poco.
¡Llora! Nadie nos mira.
Ya ves; yo soy un hombre... y también lloro.

Rima LIII
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres
¡esas... no volverán!.
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día
¡esas... no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido... desengáñate,
¡así... no te querrán!


Gustavo Adolfo Bécquer. Rimas. 




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