Fernando Botero
Hombre y mujer
(1932)
Óleo sobre lienzo
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En esta pintura de Fernando Botero se representa el que ha sido nuestro saludo habitual en los últimos tiempos: un hombre y una mujer que se saludan dándose la mano. Ahora, la pandemia de Covid19 pone en cuestión este saludo al ser una práctica que favorece el paso de bacterias y virus entre las dos personas que se saludan.
La práctica del saludo de manos es bastante antigua, aunque no era generalizada en los tiempos antiguos, en los que se usaba preferentemente el ósculo o beso como saludo.
Cuando los Asirios invaden Babilonia, sus reyes, quienes se ven obligados a continuar con dicho acto como señal de respeto para evitar que el pueblo conquistado se rebele, empiezan a estrechar la mano del dios Marduk. Un símbolo de que el poder real derivaba de los dioses. Este tipo de saludo pasó a efectuarse en acuerdos y tratados, recordando así que los dioses eran testigos. En un relieve podemos ver al rey asirio Shalmanese III saludando con un fuerte apretón de manos al rey de Babilonia.
También en Grecia y Roma la costumbre de agarrarse de las muñecas se practicaba en algunos casos para demostrar que no se llevaban armas o que no se tenía intención de atacar. También se tomaban las manos los esposos al contraer matrimonio, en un gesto que servía para iniciar la nueva unión. Este gesto fue conservado en el matrimonio cristiano posteriormente.
En la Edad Media, los caballeros usaban darse la mano derecha, ya que solían llevar colgada la espada a la izquierda. Para desenvainar la espada solían hacerlo con la mano derecha, por lo que al dar la mano se aseguraban de que el contrario no iba a desenvainar la espada.
Aunque practicado ocasionalmente en la antigüedad y en la Edad Media, la costumbre del apretón de manos se impuso a partir del s. XVIII sobre todo como manera de sellar los pactos o la paz. Así lo vemos en algunas pinturas como la del acuerdo de Appomattox entre el general Lee y el general Grant.
La generalización de darse la mano como saludo en Norteamérica se atribuye a los cuáqueros (una comunidad religiosa fundada en Inglaterra en el siglo XVII). Este grupo religioso pensaba que darse la mano era una forma de saludo más "democrática" que hacer una reverencia o descubrirse la cabeza. Era una manera de eliminar las jerarquías, de saludarse de igual a igual.
En los s. XIX la costumbre de saludarse con un apretón de manos se generalizó. En el s. XIX era un saludo predominantemente masculino, porque en la Gran Bretaña del siglo XIX el roce de manos entre hombres y mujeres tenía connotaciones que iban más allá de la simple cortesía. Cuando se saludaba a una dama, por lo menos en los ambientes más distinguido, los caballeros daban además un beso en el dorso de la mano de las señoras.
Sin embargo, ya en 1929, la enfermera Leila Given escribió un artículo lamentando la pérdida de algunos saludos tradicionales en favor del apretón de manos. Given ya dijo entonces que las manos eran "agentes de transferencia bacteriana" y que realizando este gesto se podían transmitir gérmenes con facilidad. Recomendaba recurrir a otro tipo de saludos.
Recientemente, una técnico de laboratorio en EEUU, Tasha Sturm, realizó un experimento para demostrar la gran cantidad de bacterias conviven con nosotros habitualmente. Le pidió a su hijo que saliera a jugar un rato con su perro. Tras eso, le pidió que presionara con su mano sobre la superficie de una placa Petri que días antes había esterilizado y en la que había vertido agar, un medio de cultivo usado para el cultivo de microorganismos. Más tarde, cerró la placa y la mantuvo durante un día entero en una incubadora a 37ºC (temperatura corporal). A continuación dejó la placa varios días a temperatura ambiente.
La práctica del saludo de manos es bastante antigua, aunque no era generalizada en los tiempos antiguos, en los que se usaba preferentemente el ósculo o beso como saludo.
El rey asirio Shalmanese III saluda con un fuerte apretón de manos al rey de Babilonia. |
Cuando los Asirios invaden Babilonia, sus reyes, quienes se ven obligados a continuar con dicho acto como señal de respeto para evitar que el pueblo conquistado se rebele, empiezan a estrechar la mano del dios Marduk. Un símbolo de que el poder real derivaba de los dioses. Este tipo de saludo pasó a efectuarse en acuerdos y tratados, recordando así que los dioses eran testigos. En un relieve podemos ver al rey asirio Shalmanese III saludando con un fuerte apretón de manos al rey de Babilonia.
También en Grecia y Roma la costumbre de agarrarse de las muñecas se practicaba en algunos casos para demostrar que no se llevaban armas o que no se tenía intención de atacar. También se tomaban las manos los esposos al contraer matrimonio, en un gesto que servía para iniciar la nueva unión. Este gesto fue conservado en el matrimonio cristiano posteriormente.
Sarcófago romano. Escena de un matrimonio |
Moneda bizantina representando un apretón de manos |
En la Edad Media, los caballeros usaban darse la mano derecha, ya que solían llevar colgada la espada a la izquierda. Para desenvainar la espada solían hacerlo con la mano derecha, por lo que al dar la mano se aseguraban de que el contrario no iba a desenvainar la espada.
Aunque practicado ocasionalmente en la antigüedad y en la Edad Media, la costumbre del apretón de manos se impuso a partir del s. XVIII sobre todo como manera de sellar los pactos o la paz. Así lo vemos en algunas pinturas como la del acuerdo de Appomattox entre el general Lee y el general Grant.
El apretón de manos de Joseph Addison y Richard Steele (Godfrey Kneller) |
El general Lee y el general Grant estrechándose las manos en Appomattox |
La generalización de darse la mano como saludo en Norteamérica se atribuye a los cuáqueros (una comunidad religiosa fundada en Inglaterra en el siglo XVII). Este grupo religioso pensaba que darse la mano era una forma de saludo más "democrática" que hacer una reverencia o descubrirse la cabeza. Era una manera de eliminar las jerarquías, de saludarse de igual a igual.
En los s. XIX la costumbre de saludarse con un apretón de manos se generalizó. En el s. XIX era un saludo predominantemente masculino, porque en la Gran Bretaña del siglo XIX el roce de manos entre hombres y mujeres tenía connotaciones que iban más allá de la simple cortesía. Cuando se saludaba a una dama, por lo menos en los ambientes más distinguido, los caballeros daban además un beso en el dorso de la mano de las señoras.
Sin embargo, ya en 1929, la enfermera Leila Given escribió un artículo lamentando la pérdida de algunos saludos tradicionales en favor del apretón de manos. Given ya dijo entonces que las manos eran "agentes de transferencia bacteriana" y que realizando este gesto se podían transmitir gérmenes con facilidad. Recomendaba recurrir a otro tipo de saludos.
La placa de Petri de Tasha Sturm demostró la gran cantidad de microorganismos que pueden proliferar en las manos. |
Recientemente, una técnico de laboratorio en EEUU, Tasha Sturm, realizó un experimento para demostrar la gran cantidad de bacterias conviven con nosotros habitualmente. Le pidió a su hijo que saliera a jugar un rato con su perro. Tras eso, le pidió que presionara con su mano sobre la superficie de una placa Petri que días antes había esterilizado y en la que había vertido agar, un medio de cultivo usado para el cultivo de microorganismos. Más tarde, cerró la placa y la mantuvo durante un día entero en una incubadora a 37ºC (temperatura corporal). A continuación dejó la placa varios días a temperatura ambiente.
Una semana después del experimento, al observar al microscopio la placa Petri, se mostraba en ella un dibujo que a primera vista parecían flores, pero en realidad eran millones de bacterias y microorganismos que habitan en las manos de un niño tras jugar un rato con su perro.
Posteriormente, Sturm compartió el experimento con la Sociedad Estadounidense de Microbiología y las imágenes han dado la vuelta al mundo. La propia Sturm quiso dejar claro que no todos los gérmenes eran patógenos y que la presencia de ciertas bacterias en el organismo es necesaria. Y a este respecto, hay que recordar la conveniencia de lavarse las manos con frecuencia.
Ahora, tras la pandemia de Covid19, se cuestiona la conveniencia de seguir practicando el contacto de manos como saludo. Efectivamente, tras estrecharnos las manos intercambiamos un gran número de gérmenes y virus, y se corre el riesgo de un potencial contagio. Podría ser que tuviésemos que adoptar nuevos protocolos de saludo, como hacer una reverencia juntando las manos, como ya se hace en Oriente, o como es norma entre los musulmanes, llevándonos el puño al corazón en señal de afecto y reconocimiento. Tal vez inventemos un nuevo gesto, ya que los símbolos sociales pueden cambiar. En todo caso, el tiempo lo dirá.
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