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viernes, 29 de marzo de 2019

Salvador Vilaseca (III): Anécdotas y recuerdos personales .









Collar o sarta neolítica 

Cuentas de cardium
Museu Salvador Vilaseca. Reus. 




Como hemos visto en entradas anteriores (1, 2), Salvador Vilaseca aunque ejerció profesionalmente la Medicina, destacó en sus facetas de historiador, museógrafo y archivero y sobre todo en la de investigador de la prehistoria. Sus investigaciones sobre la industria del sílex en Catalunya o las que publicó en su obra culmen: "Reus y su entorno en la prehistoria" (1973) son una cita obligada en todo estudioso de este período. Vilaseca pues fue un referente en todo el mundo.

A pesar de todo, muchas veces fue marginado o poco considerado por los ignorantes alcaldes franquistas de la ciudad. El saber no era un valor para aquellos advenedizos. Una lástima, porque en vida no disfrutó de gran apoyo. Tenía su colección en un piso de su propiedad encima del piso donde vivía. Su colección de objetos prehistóricos, la mayoría de piedra, tenían un peso considerable y el doctor había tenido que hacer reforzar las vigas. 


     En el museo Salvador Vilaseca de Reus, junto
junto al busto de mi admirado doctor,
recordando los momentos que
tuve el honor de compartir con él
Pocos iban a verle a su casa. Pero yo no desaproveché la oportunidad de visitarlo algunas veces. Vilaseca me recibía siempre afable y cariñoso y me contaba múltiples detalles de su colección, sin duda la colección de objetos y restos prehistóricos más importante de Catalunya y una de las más notables de Europa. 

El Dr. Vilaseca, que sabía que yo era un estudiante de Medicina, sacaba con cuidado una caja de zapatos, donde guardaba algunos húmeros de hombres del Neolítico. Extraía con cuidado las piezas, envueltas en algodones y me las mostraba: 
- Fíjese bien, Sierra, ahí tiene un húmero fracturado. Conoce el húmero, ¿verdad? Lo ha estudiado en anatomía, claro. Mire: la fractura no se redujo bien. Observe este callo con un ángulo defectuoso. 
Luego extraía otro húmero de otra caja: 
- En cambio, aquí tiene otra fractura parecida. Fíjese. Casi igual. Pero aquí alguien redujo la fractura correctamente. El hueso cerró muy bien. Casi está como si no se hubiese roto. Esta es la prueba de que ya existía, en cierto modo, lo que nosotros llamamos Medicina. 

Retrato del Dr. Vilaseca, por Ferran. 


Salvador Vilaseca era un hombre modesto, de una modestia sincera y real, superlativamente humilde. Casi al final de su vida, un periodista lo entrevistaba:
- Doctor, usted sabe que ha realizado una ingente labor y que ha trabajado como nadie por recuperar la historia local. Seguro que algún día alguna calle de la ciudad llevará su nombre. Por cierto, ¿si pudiera elegir, que calle escogería?
La figura enclenque y canija del médico y arqueólogo dió un rápido brinco: 
- No sé, en todo caso... el carrer de les mosques!
El carrer de les mosques era un callejón estrecho y oscuro, húmedo y que haciendo honor a su nombre, estaba lleno de moscas. Más que calle era un minúsculo pasadizo urbano.


Tumbas romanas de los s. II-III d.C. A la izquierda  y centro, sepultura de tegulae (tejas) con las que se cubría el cuerpo y luego se recubría de un túmulo de tierra. A la derecha, sepulturas de ánfora, que contienen el cadáver en posición fetal. Museo Vilaseca, Reus.  


Así era Salvador Vilaseca: humilde, sencillo, trabajador, erudito, siempre interesado por la cultura. Pero su humilde deseo no se cumplió: hoy en Reus una gran avenida lleva su nombre, así como uno de los Institutos de Enseñanza Media de la ciudad, y sobre todo se creó un nuevo museo con su colección: El museo Salvador Vilaseca, que se instaló en el antiguo edificio del Banco de España. 


Edificio del Museu Vilaseca, en Reus. El edificio fue
donado a la ciudad por el Banco de España en 1976. 
Otro gran honor para mí fue realizar la presentación de la última conferencia que Salvador Vilaseca hizo en su vida. Fue en el Centre de Lectura de Reus en diciembre de 1974. El tema de la conferencia fue sobre los restos humanos hallados en el yacimiento de la cueva de Aragó, en el Rosellón, en cuyo descubrimiento había participado el Dr. Vilaseca como experto. El "hombre de Aragó" se consideraba el habitante de Catalunya más antiguo, y uno de los primeros pobladores de Europa. La conferencia se encuadraba en una semana de divulgación científica que organizábamos los estudiantes universitarios cada año en la ciudad. Mi introducción fue meramente protocolaria: todo el mundo en Reus conocía al doctor y no necesitaba presentación alguna. Pero hice una breve disertación y al terminar el viejo médico me dio un abrazo inolvidable. Todavía lo siento: cálido, amigable, cordial, como si me diera un relevo, una alternativa. Era como decirme: "Hasta aquí llegué yo, ahora recoge tú mi antorcha y sigue". Su conferencia fue magistral, expuesta con la simplicidad del sabio, con la naturalidad de quien ya lo comprende casi todo.   

La puerta de entrada del Museo.
Salvador Vilaseca murió poco después, en abril de 1975. Su entierro, con el féretro cubierto por la bandera de Reus, fue una emotiva y multitudinaria manifestación ciudadana que también guardo en mi recuerdo. Recibió a título póstumo la medalla de oro de la ciudad (1975) y su retrato se incluyó en la Galería de Hijos Ilustres de Reus.


La importante colección arqueológica del Dr. Vilaseca, que incluye materiales arqueológicos, etnográficos y objetos representativos de la historia y las instituciones de la ciudad y su comarca fue cedida por expresa voluntad de su propietario a la ciudad de Reus. La colección había sido el objeto de deseo de muchos museos importantes. Había tenido ofertas de que su colección se integrara en el Museo Arqueológico de Madrid, en el de Tarragona o en el de Barcelona (su hija Luisa era conservadora de este museo), pero él, reusense hasta la médula, siempre se negó. Sacando una energía poco habitual en él, que en general tenía un caràcter muy suave, decía: 
- Esto es del Camp de Tarragona y se quedará en Reus! No puede salir de aquí!

Unida a la colección del Museo de Reus que él mismo dirigía, hoy, forma el Museo Salvador Vilaseca. En 1979, el Banco de España decide cerrar su sucursal en Reus y donó el noble edificio de su sede y una importante dotación económica para instalar el Museo. Un edificio que yo quiero especialmente, ya que allí viví yo durante 11 años (1965-1976) ya que mi padre era el director de esta sucursal. Por eso tengo el honor de que en lo que antaño fuera mi habitación, hoy está expuesto el collar neolítico más importante de Catalunya. Todo un honor. ¿Entendéis ahora el título del blog, "Un dermatólogo en el museo"?


La biblioteca del Centre de Lectura de Reus es la segunda 
biblioteca en número de volúmenes de Catalunya. 


Bibliografía

Sierra Valentí X. Salvador Vilaseca (Reus 1896-1975) Galeria de metges catalans. CoMB. http://www.galeriametges.cat/galeria-fitxa.php?icod=HHF

Massó, J. Notes per a un centenari (1896-1996). Revista del Centre de Lectura de Reus, 1996;26:14-15.

Corbella J, Domènech E. Científics del Priorat. Barcelona: Institut d'Estudis Catalans, 2002.

Vilaseca S. Reus y su entorno en la Prehistoria, Associació d’Estudis Reusencs, col·l. “Rosa de Reus”, vols. 48 i 49, Reus 1973, 286 p. (tom I) i 174 figs. + 144 làms.

jueves, 28 de marzo de 2019

Salvador Vilaseca (II): psiquiatría, museos y piedras de sílex









Cierva. Plaqueta grabada  de Sant Gregori (Falset)
(8.000 a.C.)  

Grabada en una placa de pizarra. 71 x 36 x9 mm
Museu Salvador Vilaseca. Reus. 




Esta preciosa plaqueta grabada en piedra, es la pieza de arte mueble más antiguo de Catalunya. Procede del abrigo de Sant Gregori, cerca de la ermita homónima en el término municipal de Falset, y representa una cierva estilizada, grabada sobre una placa de pizarra (llicorella). Su antigüedad se remonta al Paleolítico Superior (probablemente al período magdaleniense, o incluso algo anterior), es decir alrededor del 8.000 a.C. 
Una de las piezas de cerámica expuesta
en el Museu Salvador Vilaseca

Se trata de una de las piezas más preciadas de la colección de Salvador Vilaseca, que la descubrió el 26 de diciembre de 1932 y que hemos tomado como punto de arranque para seguir comentando algunos aspectos de la vida de este insigne médico y arqueólogo (que ya iniciamos en un artículo anterior) al que tuve el placer de tratar personalmente, y que me honró con su amistad. 


Tras la dura etapa de la guerra civil, Salvador Vilaseca asumió provisionalmente, la dirección del Institut Pere Mata, el manicomio local, al quedar vacante la plaza por el exilio del Dr. Francesc Abelló. Más tarde fue nombrado director, ocupando el cargo ininterrumpidamente durante 20 años (desde 1940 hasta 1960). Vilaseca modernizó el Institut e introdujo nuevas técnicas de exploración, como la electroencefalografía. Hizo siempre gala de un gran sentido común, haciendo suya la norma hipocrática del “primum non nocere” (lo primero es no perjudicar). Un día asistía a una conferencia en el hospital, donde se propugnaba extirpar el lóbulo frontal en algunos pacientes mentales para limitar su agresividad, a pesar de que también se afectaba parte de su inteligencia. Al final, el conferenciante le solicitó su opinión. Con gran flema, el Dr. Vilaseca respondió:

El Dr. Vilaseca, en su despacho del
Museo-archivo Prim-Rull de Reus
- Si lo he entendido bien ustedes quieren transformar a los locos en tontos...

En mayo de 1942, tras superar los expedientes de depuración política, ganó definitivamente la plaza de médico forense de Reus, que ejerció hasta 1968. En estos años también realizaba trabajos puntuales sobre analítica, embriología, neurología y psiquiatría, participando con ellos en varios congresos. 

Pero la intensa actividad médica del Dr. Salvador Vilaseca no le privaba de su vocación arqueológica. En 1941, fue nombrado Comisario Provincial de Excavaciones, cargo que ejerció hasta 1970. Se trataba de un cargo honorario pero muy efectivo para la investigación. Desde esta posición, trabajó incansablemente tanto sobre el terreno, haciendo excavaciones, descubriendo y estudiando varias cuevas y yacimientos prehistóricos. También realizó más de 300 publicaciones entre libros, monografías, artículos y folletos. Formaba parte de docenas de entidades culturales y su prestigio estaba reconocido por universidades y academias. En 1971, se encargó del traslado de los restos del general Joan Prim que descansaban hasta entonces en el Panteón de Hombres Ilustres de Madrid hasta Reus, su ciudad natal, donde desde entonces reposan.

Edificio del Institut Pere Mata, de Reus,
del que fue director el Dr. Salvador Vilaseca
Su afán por investigar aspectos de la Prehistoria era bien conocido. Cuando un campesino poseedor de tierras llegaba a su consulta privada, el Dr. le preguntaba amablemente: 

- ¿No habrá encontrado alguna pedra foguera (sílex) en sus campos?

Muchas veces, el payés le confesaba que sí, e incluso algunos decían que las encontraban con frecuencia. Al acabar la consulta, cuando el payés le pedía sus honorarios, Vilaseca le solía decir: 

- Mire, no me debe nada, pero no le importa que el domingo yo vaya a dar una vuelta por su campo? 

Y es que el Dr. Vilaseca sabía que donde había sílex frecuentemente se encontraban útiles paleolíticos o neolíticos para investigar. Tanto era su amor por el estudio de la Prehistoria. 


 El Dr. Vilaseca organizó su traslado a Reus en 1971
Escultura de plata de cuerpo yacente del General Joan Prim, obra del taller de Zuloaga. Mausoleo del general Prim. Cementerio de Reus.

Bibliografía
Sierra Valentí X. Salvador Vilaseca (Reus 1896-1975) Galeria de metges catalans. CoMB. http://www.galeriametges.cat/galeria-fitxa.php?icod=HHF

Massó, J. Notes per a un centenari (1896-1996). Revista del Centre de Lectura de Reus, 1996;26:14-15.


Corbella J, Domènech E. Científics del Priorat. Barcelona: Institut d'Estudis Catalans, 2002.


Vilaseca S. Reus y su entorno en la Prehistoria, Associació d’Estudis Reusencs, col·l. “Rosa de Reus”, vols. 48 i 49, Reus 1973, 286 p. (tom I) i 174 figs. + 144 làms.





miércoles, 27 de marzo de 2019

Salvador Vilaseca (I). Un médico aficionado a la historia






Ramon Ferran 

Salvador Vilaseca i Anguera
(1583)

Busto de bronce
Museu Salvador Vilaseca. Reus 



Fue uno de mis referentes de juventud. Salvador Vilaseca encarnaba el verdadero médico humanista que tanto se prodigó a principios del s. XX y que tan escaso es en la actualidad. El Dr. Vilaseca era un reputado psiquiatra en Reus, su ciudad natal, a la que él amaba con locura. Recuerdo el adiós multitudinario que le dieron sus conciudadanos cuando murió. Yo asistí emocionado a su funeral, que se ofició en la Iglesia Prioral de St. Pere, en Reus, con el féretro cubierto con la bandera de la ciudad, de un blanco inmaculado, en la que destaca una rosa roja en medio. El cuerpo de Salvador Vilaseca, escoltado por la guardia urbana con uniforme de gala recibía así el emocionado adiós de los reusenses. 


Caricatura del Dr. S. Vilaseca. 
En cierto modo, yo me considero un humilde discípulo del Dr. Vilaseca, a quien admiraba de verdad. El ilustre médico, que era consciente de la veneración que yo le profesaba, también tenía por mí un sincero afecto. Recuerdo que un día, cuando él era ya muy mayor y yo estaba todavía terminando la carrera de Medicina, le acompañé a su casa desde el Centre de Lectura, la gran biblioteca de Reus (la segunda en número de libros de Catalunya). Lo vi con paso algo vacilante y le ofrecí mi brazo para que se apoyara en él. Durante el trayecto establecimos una conversación sobre la historia local de la ciudad, de la que él era un experto. A mitad de la conversación, se interrumpió. Con su voz queda de anciano me dijo: 
"Sabe, Sierra, usted me recuerda a mí, cuando yo era joven. Estudia Medicina y pronto será médico, como yo, pero le gusta también la historia, como me sucedía a mí"

Salvador Vilaseca durante su estancia como
alumno interno del Laboratorio de la Cátedra
de Ginecología 
He pensado muchas veces en el Dr. Vilaseca. Porque supo ejercer la medicina con gran cualificación profesional, pero sin dejar de estudiar, por pura afición vocacional, la vida de los hombres y mujeres de la Prehistoria. A ambas cosas, a la profesión y a la afición, dedicó toda su vida.  

Hijo de una familia trabajadora, Salvador Vilaseca nació en Reus, ciudad a la que permanecerá íntimamente vinculado toda su vida. De joven, fue un miembro destacado de la Agrupación Excursionista de Reus. Interesado especialmente por la Geología y las Ciencias Naturales, comenzó a estudiar esta carrera en Madrid, publicando algunos trabajos sobre esta temática (1915-1923). En esta etapa, también, militó políticamente en la Juventud Nacionalista de Reus (1918). En 1915, fue uno de los fundadores de la Agrupación Excursionista de Reus.


Salvador Vilaseca, en el yacimiento arqueológico de la cueva del Janet (Tivissa), hacia1929. [Fotografia de M. Mata, archivo del Institut Municipal de Museus de Reus ]
Tomado de http://www.galeriametges.cat/galeria-fitxa.php?icod=HHF

Se decidió a cursar la carrera de Medicina en la Universidad de Barcelona donde se licenció en 1922. Ya médico, ejerció en Montbrió del Camp durante unos meses y, al poco tiempo, en Reus donde abrió una consulta de Medicina General. En 1923 fue nombrado forense sustituto del Juzgado de primera instancia local, pasando más tarde a otros juzgados. Posteriormente, entró como médico analista en el Instituto Pere Mata y aquí comenzó su vocación psiquiátrica.

Al margen de su labor médica, Salvador Vilaseca conservó el interés por la Antropología y la Prehistoria durante toda su vida. Su obra sobnre estos temas le llevó a ser Miembro de la Asociación Catalana de Antropología (1925), de Etnología y Prehistoria, de la Real Academia de Bones Lletres de Barcelona (1927) y de la Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria de Madrid (1931). También era socio del Institut International d'Antropologie de París desde 1928 y, también, vocal del Patronato del Museo de Arqueología de Barcelona durante el periodo de 1932 a 1936.


Excursión de l’Agrupació Excursionista de Reus a las cuevas del mas de Monet (Pratdip), en 1916. Salvador Vilaseca, sentado en primera fila, es el tercero por la izquierda [Fotografía de M. Cuadrada, archivo del Institut Municipal de Museus de Reus] 
Tomado de http://www.galeriametges.cat/galeria-fitxa.php?icod=HHF


Miembro muy activo del Centre de Lectura de Reus, dirigió la revista de esta entidad entre 1926 y 1929. Sus investigaciones paleontológicas por la Cataluña meridional tuvieron una gran repercusión, y le dieron un gran prestigio científico a la vez que le permitieron la formación de una importante colección arqueológica que fue ampliando a lo largo de los años. En 1932, organizó una exposición en el Centro de Lectura que mereció la visita del presidente de la Generalitat Francesc Macià y del consejero de Cultura Ventura Gassol.

El archivo Prim-Rull de Reus, que fue dirigido
por el Dr. Salvador Vilaseca
Salvador Vilaseca fue también uno de los fundadores del Museo de Reus, inicialmente llamado Museo Prim-Rull, inaugurado en la Casa Rull el 14 de abril de 1934. Fue su primer director y ejerció este cargo hasta su muerte. En este Museo, también, se depositó la documentación del Archivo Histórico Municipal, también dirigido por Vilaseca y que luego se integraría en el actual Archivo Comarcal del Baix Camp.

En 1936, el Dr. Vilaseca fue uno de los promotores de la creación del Colegio de Médicos Forenses del Territorio de la Audiencia de Barcelona. En 1938, fue médico de la prisión preventiva de Reus, cargo en el que continuó después de la Guerra. 

Aunque la guerra supuso un gran corte para todos. También para Vilaseca que vio que muchos de los que con él trabajaban para recuperar la Prehistoria de Catalunya, tuvieron que marchar al exilio, como fue el caso de su gran amigo el Prof. Bosch Gimpera. 

En otra entrada del blog seguiremos comentando su biografía. 






Bibliografía

Sierra Valentí X. Salvador Vilaseca (Reus 1896-1975) Galeria de metges catalans. CoMB. http://www.galeriametges.cat/galeria-fitxa.php?icod=HHF

Massó, J. Notes per a un centenari (1896-1996). Revista del Centre de Lectura de Reus, 1996;26:14-15.


Corbella J, Domènech E. Científics del Priorat. Barcelona: Institut d'Estudis Catalans, 2002.


Vilaseca S. Reus y su entorno en la Prehistoria, Associació d’Estudis Reusencs, col·l. “Rosa de Reus”, vols. 48 i 49, Reus 1973, 286 p. (tom I) i 174 figs. + 144 làms.

martes, 26 de marzo de 2019

El ocre rojo (miltos)








Trampantojo arquitectónico
(s. I d.C.)

Pintura mural (IV estilo)
Villa de Popea. Oplontis (Campania)



La mayoría de pinturas murales romanas no han resistido el paso del tiempo. Aunque debía ser muy frecuente en la decoración de villae y palacios, tenemos muchos menos ejemplos de ella en comparación a otras artes (escultura, arquitectura, mosaicos...). Sin embargo, yo recuerdo haber visto algunos ejemplos memorables en las ciudades afectadas por la erupción del Vesubio en el s. I (Pompeya, Herculano, Oplontis...). Y también en Santa Eulalia de Bóveda, cerca de Lugo, donde hay un maravilloso y poco conocido templo de Cibeles del s. IV d.C. profusamente decorado con pinturas murales de aves. 


Pintura mural de la villa imperial de la emperatriz Popea (s. I d.C.) . Oplontis 


Estas pinturas estaban realizadas con diversos pigmentos de colores. Para los amarillos, tostados y rojos se usaban habitualmente diversos tipos de ocres. 

J. M. Gil-Vernet, reconocido urólogo y seguidor habitual del blog me ha envió hace algún tiempo algunas informaciones sobre el ocre y sus diversas aplicaciones en la Antigüedad, que incluyen la elaboración de cosméticos y medicamentos, sugiriéndome que realice un comentario en este blog, que intentaré satisfacer a la vez que le agradezco su colaboración. 


Se da habitualmente el nombre de ocre (del latín ocra y este del griego ὤχρα, ojra, de ὠχρός, ojros, ‘amarillo’) a un mineral terroso compuesto por óxido de hierro hidratado, que frecuentemente se presenta mezclado con arcilla y que suele ser de color amarillo, naranja o rojizo. A veces también es el producto de la oxidación de menas metalíferas en las que no hay hierro, como el ocre de antimonio, de bismuto o de níquel, con una coloración similar. El ocre ha sido usado para realizar pinturas artísticas murales desde la Prehistoria. En esta época también servía para decoraciones corporales. Su uso, incluso antecede a la aparición de nuestra especie: se ha encontrado ocre preparado  en forma de pigmento en un asentamiento Neanderthal, aunque se desconoce qué finalidad concreta tenía.  

Pintura mural romana (s. IV). Santa Eulalia de Bóveda (Lugo) 






















Calentando el ocre amarillo a 250 °C, se obtiene un pigmento rojizo-anaranjado conocido como ocre rojo. Según la composición del ocre original y las variaciones de temperatura alcanzada determinan diversas gamas de color.​ También se ha llamado «ocre rojo» a la hematita roja, al almagre y a la tierra roja, que son pigmentos naturalmente rojos, y al almagre artificial, imitación del almagre que se logra por el procedimiento descrito arriba.
En el mundo clásico, a los ocres rojos se les conocía como rubrica (en latín) y miltos (en griego). Plinio, Vitruvio y Teofrasto mencionan un ocre rojo particularmente apreciado al que llaman sinoper o sinopia, debido a que provenía del puerto de Sinopia, en el Ponto (Anatolia). Sin embargo, ese no era más que el lugar donde se lo embarcaba para su comercialización. Estrabón, nativo del Ponto, clarifica el origen de esta tierra «sinópica» indicando que en realidad se extraía en Capadocia, fuente también de ocre amarillo.

Pintura mural representando un jardín con una fuente.
Villa de Popea. Oplontis (Campania) 
A la variedad de ocre rojo a la que los griegos llamaban miltos se le atribuían en la antigüedad clásica propiedades notables, razón por la que era muy valorado. Se utilizaba como pigmento para el mantenimiento de embarcaciones, en agricultura, como cosmético, y en medicina. El miltos es una mezcla de goethita (forma mineral del oxihidróxido de hierro), hematita (forma mineral del óxido férrico) y calcita (forma mineral del carbonato cálcico), y está formado por partículas muy finas. El que se usaba en la época clásica procedía de enclaves muy concretos, como la isla de Kea, en las Cíclades; la isla de Lemnos, en el mar Egeo; y Sinope, que como hemos dicho se extraía en Capadocia, aunque muy probablemente, su composición variaba dependiendo de su procedencia.
Además de su composición química y estructura, las propiedades de los minerales pueden depender de los microorganismos adheridos a su superficie. Cuanto más pequeño es un objeto, mayor es la superficie con relación al volumen. Dado el pequeñísimo tamaño de las partículas que lo conforman -entre 30 y 700 nm de diámetro-, un mineral como el miltos tiene, por unidad de masa, una gran superficie y sobre ella puede crecer una rica película microbiana. Por otro lado, la composición de la comunidad microbiana depende de las propiedades químicas del mineral y muy en especial de su contenido en ciertos metales que pueden resultar tóxicos. Por ello, también sus posibles efectos sobre otros seres vivos variarán en función de esos rasgos.
Partiendo de ese tipo de consideraciones, un grupo formado por arqueólogos, ingenieros y geólogos ha analizado muestras de miltos de diferentes orígenes, al objeto de identificar las características que confieren al mineral las propiedades que se le atribuían en el mundo clásico.
El alto contenido en plomo de alguna de las muestras explica, por ejemplo, que el ocre rojo procedente de Kea se destinara a los barcos. Aunque se había atribuido una función meramente decorativa a su uso, lo más probable es que su utilidad real se debiese a que, al ser aplicado sobre la superficie externa de los cascos de las embarcaciones, impedía que microorganismos, algas y ciertos invertebrados se les adhiriesen, dificultando así la navegación. El plomo, así como otros metales presentes en el miltos, es tóxico para muchos seres vivos y, por esa razón, en las muestras cuyo contenido en ese metal resultó ser alto, había poca diversidad de bacterias.
Diversas variedades de ocre
Se utilizaba, por otro lado, para prevenir enfermedades en las plantas cultivadas, debido a la acción biocida de algunos metales y sustancias orgánicas adheridas a la superficie. También fue de utilidad como fertilizante, función vinculada seguramente a la presencia en el ocre rojo de bacterias fijadoras de nitrógeno; la fijación de nitrógeno consiste en la conversión de un gas que es biológicamente inútil en sustancias nitrogenadas que pueden ser absorbidas por las plantas y utilizadas para su crecimiento. Se da la circunstancia de que el hierro del mineral es un componente importante de las enzimas y compuestos orgánicos implicados en esa fijación bacteriana. Por último, también cabe atribuir el efecto biocida del miltos de algunas procedencias a la presencia de ciertos metales minoritarios en la composición del mineral, así como a la proliferación en la superficie de las partículas de determinados microorganismos.
Hay referencias de miltos en tabletas micénicas de arcilla escritas en Lineal B hace unos 4000 años y autores clásicos como Teofastro, Dioscórides o Plinio se refirieron a él. Ahora hemos sabido que las propiedades que se le atribuían no eran milagrosas. Eso sí, ha habido que esperar miles de años para ello.

El miltos fue empleado (además de la elaboración de pinturas murales decorativas) profusamente en cosméticos de color de la Antigüedad y también se usó -a pesar de su toxicidad- en la composición de ciertos medicamentos. 


Bibliografía 
Photos-Jones E, Knapp CW, Vernieri D, Christidis GE, Elgy C, Valsami-Jones E, Gounaki I y Andriopoulo NC (2018): Greco-Roman mineral (litho)therapeutics and their relationship to their microbiome: The case of the red pigment miltosJournal of Archaelogical Science: Reports 22: 179-192