Cigüeña entregando un niño
(1917)
Grabado sobre papel
Colección particular |
La cultura popular crea y conserva multitud de leyendas y tradiciones que nos permiten salvar el imaginario popular, rico en simbología y en fantasía.
Bernard Buffet: La cigüeña (1961) |
Una de ellas, bastante extendida, hace referencia a que los niños vienen de París. Un mito que tenía por objeto ocultar a los niños la realidad de la reproducción y de la sexualidad, en un tiempo en el que el puritanismo consideraba que hablar de estos temas con naturalidad estaba mal visto.
Pero la ciudad del Sena está muy lejana y tras recibir el encargo de un niño, se le debe hacer llegar a los anhelantes padres, y son las cigüeñas las amables transportistas.
Así que según decían, cuando hay que llevar un niño a sus nuevos padres, una cigueña coge al bebé en un hatillo y lo lleva en su pico hasta el domicilio de la que será su familia, que lo acogerá alborozada.
Es difícil saber a ciencia cierta de donde surgió el mito. Las cigüeñas son aves monógamas que cuidan solícitas a sus crías y desde tiempos de los griegos y romanos se asociaron con la maternidad y con los deberes familiares.
Los antiguos escandinavos observaron que las cigüeñas volvían a la misma casa y a la misma chimenea cada año. Como que en aquel tiempo era frecuente que los embarazos se repitieran también con mucha frecuencia, el retorno de las aves se empezó a asociar a los nacimientos. También, para justificar el descanso post-parto de la madre y seguir ocultando los misterios de la reproducción se decía a los niños que la cigüeña, tras dejar su preciada carga le había picoteado en una pierna, causándole una herida de la que se tenía que restablecer.
Aunque fue la literatura la que más contribuyó a difundir esta creencia, que se hizo muy popular. Más concretamente fue el famoso escritor de cuentos infantiles, Hans Christian Andersen, el que contribuyó a forjar la leyenda en su relato Las cigüeñas.
Como las cigüeñas tienen el pico muy largo según contaban, en la delicada labor de trasladar al niño, frecuentemente les rozaban la zona occipital con el pico, dejándoles allí una mancha rojiza. Por eso a esta señal se le llama popularmente “el picotazo de la cigüeña”. Según otra variante, la cigüeña llevaría cogido al niño directamente con el pico, sin hatillo, justificando aún más la presencia de esta marca.
Pero, leyendas aparte, ¿qué es en realidad el llamado picotazo de la cigüeña? Desde un punto de vista médico se trata de un angioma plano, que está presente en una gran parte de la población, ya que afecta a más de la mitad de los bebés. Estos frecuentísimos angiomas se ven como una mancha rojiza o asalmonada, plana, sin relieve alguno, localizado en la zona occipital, debido a la proliferación de células endoteliales. Suelen ser más evidentes cuando el niño llora o realiza un esfuerzo, ya que en estos casos se produce una dilatación de los vasos de la zona. Además del nombre popular del "picotazo de la cigüeña", se les conoce también -más académicamente- como mancha salmón, nevo simple, angioma plano mediano o simplemente angioma occipital.
Frecuentemente los angiomas occipitales reducen su tamaño o su intensidad con el paso del tiempo, aunque no siempre desaparecen. En algunos adultos pueden persistir. En el caso de llevar el cráneo rasurado, o de padecer una alopecia universal, los podremos ver con cierta frecuencia. Pero como no se acompaña de síntomas molestos ni presenta ninguna gravedad, y está situado en una zona habitualmente cubierta de pelo, no es necesario plantear ningún tipo de tratamiento. Es simplemente una curiosidad.
Dumbo. La canción de la cigüeña
Hans C. Andersen. Las cigüeñas (texto)
Es difícil saber a ciencia cierta de donde surgió el mito. Las cigüeñas son aves monógamas que cuidan solícitas a sus crías y desde tiempos de los griegos y romanos se asociaron con la maternidad y con los deberes familiares.
Los antiguos escandinavos observaron que las cigüeñas volvían a la misma casa y a la misma chimenea cada año. Como que en aquel tiempo era frecuente que los embarazos se repitieran también con mucha frecuencia, el retorno de las aves se empezó a asociar a los nacimientos. También, para justificar el descanso post-parto de la madre y seguir ocultando los misterios de la reproducción se decía a los niños que la cigüeña, tras dejar su preciada carga le había picoteado en una pierna, causándole una herida de la que se tenía que restablecer.
Aunque fue la literatura la que más contribuyó a difundir esta creencia, que se hizo muy popular. Más concretamente fue el famoso escritor de cuentos infantiles, Hans Christian Andersen, el que contribuyó a forjar la leyenda en su relato Las cigüeñas.
Como las cigüeñas tienen el pico muy largo según contaban, en la delicada labor de trasladar al niño, frecuentemente les rozaban la zona occipital con el pico, dejándoles allí una mancha rojiza. Por eso a esta señal se le llama popularmente “el picotazo de la cigüeña”. Según otra variante, la cigüeña llevaría cogido al niño directamente con el pico, sin hatillo, justificando aún más la presencia de esta marca.
Angioma occipital en la nuca de un niño |
Cigüeña. Museo de Historia Natural de Estonia |
Frecuentemente los angiomas occipitales reducen su tamaño o su intensidad con el paso del tiempo, aunque no siempre desaparecen. En algunos adultos pueden persistir. En el caso de llevar el cráneo rasurado, o de padecer una alopecia universal, los podremos ver con cierta frecuencia. Pero como no se acompaña de síntomas molestos ni presenta ninguna gravedad, y está situado en una zona habitualmente cubierta de pelo, no es necesario plantear ningún tipo de tratamiento. Es simplemente una curiosidad.
Dumbo. La canción de la cigüeña
Hans C. Andersen. Las cigüeñas (texto)
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