L. A. Hilden
Aritmética. Lámina 7: La regla de tres (s. XIX)
Grabado coloreado
Old Police Cells Museum. Brighton. |
En la Inglaterra victoriana, menudeaban los rateros y carteristas. Baste con leer las novelas de Charles Dickens (1812-1870) que dio buen testimonio de ello. Especialmente en Oliver Twist, la triste historia de un muchacho huérfano que tiene que sobrevivir en la calle y, tras pasar por una escuela de ladronzuelos logra convertirse en un virtuoso del oficio. Los grabados satíricos de la época, como el que encabeza este artículo, también hacen frecuentes alusiones a un "trabajo" que debía ser bastante común en las viejas calles de la ciudad del Támesis. Es cierto que ladrones y carteristas los ha habido siempre (y en nuestra época no faltan, a fe!) pero el imaginario romántico los une especialmente a este Londres decimonónico, de los barrios bajos y de la rancia burguesía clasista y conservadora, de la niebla espesa y del Imperio, el Londres en fin aterrorizado por los sórdidos crímenes de Jack the Ripper.
He comenzado el comentario de hoy por la evocación de carteristas y descuideros. Seguiré ahora por un camino probablemente inesperado. Os hablaré de los furúnculos.
La palabra que designa esta enfermedad infecciosa de la piel es furúnculo o forúnculos. Las dos grafías son aceptadas en castellano, aunque yo me decidiré aquí por furúnculo, en memoria de D. Jaume Peyrí Rocamora (1877-1950), primer catedrático de Dermatología de Barcelona, que siempre defendió esta ortografía por encontrarla más respetuosa con su etimología latina.
Un furúnculo es la infección -por cocos piógenos como estreptococos o estafilococos- de un folículo piloso. El infundíbulo folicular se llena de pus abundante, que puede producir dolor por la compresión de los tejidos de la zona, que aparecen muy inflamados. En el centro se forma el "clavo" del forúnculo, de color negruzco, que no es más que los restos de folículo necrosados.
Harold Copping: Mr. Bumble y Oliver Twist. |
Se da la circunstancia que en inglés anthrax se refiere a otra enfermedad, el carbunco, causado por la bacteria Bacillus anthracis, un microorganismo cuyas esporas se han usado en la guerra bacteriológica, para inhabilitar al enemigo. Muchos periodistas desconocen este "falso amigo" y dicen ántrax para referirse al carbunco, lo cual ocasiona no pocas confusiones. O sea que el ántrax en castellano es carbuncle en inglés; y anthrax en inglés es carbunco en español. Vaya lío, ¿verdad?. Más o menos como conducir por la izquierda o hacerlo por la derecha.
Bueno, volvamos a la etimología de furúnculo. La palabreja deriva del latín. En esta lengua, fur, furis es el ladrón, el que comete un hurto (palabra que deriva de la misma raíz) y así la empleaba Marco Tulio Cicerón y otros insignes oradores romanos. Furunculus es la forma diminutiva, por lo que viene a ser un pillete, un ladronzuelo, algo así como el Oliver Twist de Dickens. No está claro porqué esta palabra se aplica a la infección del folículo, aunque hay quien piensa que los furúnculos tienen un curso engañoso que se manifiesta de golpe (Nolting y Fegeler). Algo así como un ladronzuelo que suavemente, sustrae la cartera de su víctima. Como los furúnculos, que roban subrepticiamente la tranquilidad de quien los sufre.
Escena de vendimia. Los agricultores romanos eliminaban los furunculus, es decir, las yemas estériles que chupaban savia para obtener mejor cosecha. Mosaico de Cherchell, (Argelia). |
Escena de vendimia. Mosaico de la iglesia de Lot y Procopio, Monte Nebo (Jordania) |
Sin embargo a mí me parece que este vocablo llega a designar la patología folicular por una vía indirecta, a través del lenguaje agrícola. Los campesinos romanos denominaban furunculus a los brotes secundarios, especialmente de la viña (de cultivo tan preciado por los romanos) y de otras plantas. Estas yemas eran designadas furunculus, porque eran inútiles y solo servían para "robar" la savia y el vigor de la planta. Las yemas "ladronas" (que en nuestro lenguaje vulgar a veces llamamos "chupones") aparecían como botones hinchados, de apariencia cónica, similar a una verruga. Por este parecido, el médico romano Aulus Cornelius Celsus tomó el nombre de furunculus para designar al característico abultamiento de un furúnculo cuando aparecía y desde entonces se incorporó a la lengua médica. En De Medicina, libro V, Celso nos dejó esta descripción:
"Furunculus vero est tuberculum acutum cum inflammatione et dolore, maximeque ubi jam in pus vertitur. Qui ubi adapertus est, et exiit pus, subter apparet pars carnis in pus versa, pars corrupta subalbida, subrubra; quem ventriculum quidam furunculi nominant. In eo nullum periculum est, etiamsi nulla curatio adhibeatur: maturescit enim per se, atque erumpit. Sed dolor efficit, ut potior medicina sit, quae maturius liberet."
"El furúnculo es un pequeño tumor que termina en punta ny va acompañado de inflamación y dolor, sobre todo en el período de supuración. Una vez abierto, y cuando ha salido el pus, se ve que una parte de la carne está purulenta y otra corrompida, de color blancuzco y rojizo, y a esto es a lo que algunos llaman ventrículo del furúnculo. No hay en esta enfermedad ningún peligro, aunque no se la someta a ningún tratamiento, pues madura naturalmente y se abre por sí misma; pero como causa dolor, ello motiva que se pida a la medicina remedio para que madure más pronto."
(Traducción: Agustín Blázquez)
Una curiosidad más de la terminología médica. Y es que los nombres de las enfermedades, muchos de ellos usados secularmente, tienen raros e insospechados orígenes.
Van Gogh: Almendro en flor. St. Rémy, 1890 |
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