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martes, 18 de diciembre de 2018

Gabriel García Márquez (I): Los golondrinos del coronel







Fernando Botero

El coronel Aureliano Buendía
(1975)

Ilustración para un libro de 
Gabriel García Márquez





Gabriel García Márquez (1927-2014) fue un escritor, guionista, editor y periodista colombiano, considerado uno de los mejores escritores en español del s. XX. Recibió muchos premios y galardones entre los que destaca el Premio Nobel de Literatura en 1982. 

Conocido también como Gabo (o incluso Gabito en su círculo íntimo) está considerado como uno de los más destacados representantes del realismo mágico, una corriente literaria en la que sobresale su novela “Cien años de soledad”, considerada una de las obras más importantes de la literatura hispánica de todos los tiempos. 


Gabriel García Márquez
Uno de los personajes de esta obra es el coronel Aureliano Buendía, que promovió 32 guerras civiles y las perdió todas. Escapó a 14 atentados a 73 emboscadas y a un pelotón de fusilamiento. Sobrevivió a una carta de estricnina en el café que habría bastado para matar a un caballo. Es el personaje más lúcido de la novela Cien años de Soledad. El coronel, que tuvo 17 hijos de 17 mujeres distintas, huye de su soledad sabiendo que la única libertad es el compromiso sin medida a pesar de la paranoia del absurdo que aflora siempre en las mezquindades humanas.

Finalmente, harto de tanta batalla, Buendía se retira a Macondo, a la vieja platería donde de joven había aprendido a forjar pescaditos de oro, lugar en el que su soledad, implacable, se hace evidente tanto para él como para los que lo rodean.

En la novela se describe como Aureliano Buendía padecía una hidrosadenitis supurativa, enfermedad conocida popularmente como “golondrinos”. Se trata de una infección profunda de las glándulas sudoríparas apocrinas, por lo que suele afectar las zonas de distribución de éstas (axilas, ingles y zona perianal, ocasionalmente la zona areolar mamaria) y que provocan dolorosos abscesos, que en ocasiones requieren ser desbridados. La supuración de estas lesiones se acompaña frecuentemente de un desagradable olor, que contribuye a aumentar la preocupación del paciente y que incluso puede llegar a  provocar cierta marginación social


Cubierta de "Cien años de soledad", edición
conmemorativa de la RAE (2017) 
El nombre de golondrinos proviene de la postura con los brazos abiertos que generalmente se adopta en estos casos, a causa del dolor y la gran inflamación axilar, y que recuerda las alas extendidas de las golondrinas. Así encontramos al coronel Buendía en algunos pasajes de “Cien años de soledad”, como cuando recibe una visita de su madre, Úrsula, en la cárcel:
"Encontró al coronel Aureliano Buendía en el cuarto del cepo, tendido en un catre y con los brazos abiertos, porque tenía las axilas empedradas de golondrinos". 
(...)
"Úrsula se mordió los labios para no llorar.


-Ponte piedras calientes en los golondrinos -dijo.

Dio media vuelta y salió del cuarto. El coronel Aureliano Buendía permaneció de pie, pensativo, hasta que se cerró la puerta. Entonces volvió a acostarse con los brazos abiertos".

Más adelante encontramos otros pasajes en el que se refiere a las aparatosas cicatrices que suele dejar la hidrosadenitis:
El sudor pegajoso de la siesta indeseable revivió en sus axilas las cicatrices de los golondrinos.”

“El coronel Aureliano Buendía llegó en una mula embarrada. Estaba sin afeitar, más atormentado por el dolor de las golondrinos que por el inmenso fracaso de sus sueños” 
Busto de Gabriel García Márquez. Ransom Center.
University of Texas and Austin

En la novela, el médico personal del coronel procedió a extirparle los golondrinos. Tras esta intervención lo auscultó y, a instancias de Aureliano, le pintó un círculo en el pecho con un algodón yodado para que supiera cuál era el sitio exacto del corazón. Después que el coronel se rindiera, al frente de sus tropas, ante los delegados del gobierno, se retiró a una tienda de campaña, donde se disparó un tiro de pistola en el círculo que le había pintado su médico, con tan buena fortuna que el proyectil le atravesó el tórax sin herir ningún centro vital. Este pasaje parece inspirado en el suicidio del poeta bogotano José Asunción Silva, relatado por su médico José Evangelista Manrique, que realizó el mismo disparo suicida aunque con diferente desenlace, ya que Silva falleció a consecuencia del tiro fatal.

La descripción de los golondrinos del coronel no es casual. Gabriel García Márquez sufrió esta enfermedad durante cinco años, con graves molestias. Recurrió infructuosamente a todo tipo de tratamientos: antibióticos, vacunas, autohemoterapia (inyección de la propia sangre en otro lugar del cuerpo), desbridamientos quirúrgicos, extirpaciones... El novelista, desesperado, acudió a Nueva York para encontrar solución a su problema. Pero fue en vano. Durante cinco años no hubo nada que hacer. Los golondrinos mejoraban o desaparecían, pero acababan recidivando. En aquel momento, el novelista estaba escribiendo Cien años de soledad, y pensó en el coronel Aureliano Buendía, un personaje al que detestaba especialmente. Márquez quería “castigarlo” con una enfermedad que le hiciera sufrir sin matarlo, y a modo de venganza le puso los golondrinos que tantas molestias le causaban a él mismo (ya es sabido que consideramos que la peor enfermedad es la que padece uno mismo). 

Curiosamente, desde el momento en que el coronel Aureliano Buendía heredó los dichosos golondrinos, a Gabo se le quitaron. Como si hubiera sido un sortilegio de realismo mágico. Así lo recuerda Eligio, hermano del escritor, en el libro "Tras las claves de Melquíades" (2001), en el que describió el proceso creativo de la novela. 




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