Jakob Auer
Dafne y Apolo (circa 1685)
Estatuilla de marfil tallado
Kunsthistorische Museum. Viena |
En una reciente visita al Kunsthistorische Museum de Viena, encontramos esta pequeña figura de marfil, realizada por Jakob Auer alrededor de 1685. Representa el mito de Dafne y Apolo, y está inspirada probablemente en la magnífica escultura de mármol de Bernini, de tamaño natural, que se encuentra en la Galleria Borghese de Roma. Representa el mito de Dafne, recogido por Ovidio (Metamorfosis 1, 4).
Recordemos que Apolo, prendado de la belleza de la ninfa Dafne la perseguía sin cesar. Pero la bella ninfa tenía los pies ligeros y se zafaba siempre de su acosador, que no le gustaba nada. Un día Apolo encontró a la ninfa distraída y aunque ella huyó de él como acostumbraba, al final estuvo a punto de darle alcance. Al verse perdida, Dafne invocó a su padre Peneo para que la librara de caer en las manos de Apolo. Fue entonces cuando la hermosa muchacha se convirtió en un árbol. Sus brazos se transformaron en ramas, sus cabellos en hojas y su piel se tornó dura y rugosa, convirtiéndose en una corteza vegetal. Sus pies enraizaron en la tierra. Dafne se había convertido en un oloroso laurel. Apolo, que ya se veía victorioso por haberla alcanzado, se encontró abrazado a las ramas de un árbol. Así Dafne pudo evitar ser violada.
El escultor austríaco Jakob Auer (1645-1706), autor de varias obras en marfil tallado, alcanza en esta obra un innegable virtuosismo. El fino trabajo destaca en las ramas y hojas que surgen de los brazos y el cabello de Dafne en el momento de ser abrazada por Apolo. El dios ha conseguido abrazar a la ninfa por la cadera, hundiendo sus dedos con fuerza en la blanda adiposidad del muslo. El marfil reproduce la huella de los dedos en la tierna carne de Dafne, transmitiendo a la perfección la fuerza de la mano y el esquivo movimiento de la ninfa, que hace que los dedos resbalen sobre la piel. Auer trabaja el marfil con suma maestría, transmitiendo la imagen de fuerza y delicadeza a la vez.
Pero eso no es todo. Mi compañera, la dermatóloga Dra. Mercedes Cerdeira, me hizo notar que en los glúteos de la joven, algo más abajo de donde se posaba la mano del dios, había una zona hundida, de contorno difuso y circular que recordaba una atrofia.
La zona deprimida puede corresponder a un mero esfuerzo muscular para escapar del forcejeo. Pero también puede interpretarse como una atrofia muscular o a una anetodermia, forma de atrofia cutánea. Incluso puede recordar una lipodistrofia. En este sentido cabe recordar que desde finales del s. XX se han descrito lipodistrofias anulares en los muslos en oficinistas que trabajan con ordenadores y que están próximas a cables y a fuentes de electricidad. También se han descrito en casos de uso continuado de mallas deportivas. Estos casos se caracterizan desde el punto de vista clínico por la formación de depresiones semicirculares, a modo de banda, localizadas en la cara anterior de los muslos. Aunque está claro que Dafne ni usaba ordenadores ni prendas deportivas, por lo que más bien parece que son involuntarias asociaciones de ideas de dermatólogos clínicos al visitar un museo.
Recordemos que Apolo, prendado de la belleza de la ninfa Dafne la perseguía sin cesar. Pero la bella ninfa tenía los pies ligeros y se zafaba siempre de su acosador, que no le gustaba nada. Un día Apolo encontró a la ninfa distraída y aunque ella huyó de él como acostumbraba, al final estuvo a punto de darle alcance. Al verse perdida, Dafne invocó a su padre Peneo para que la librara de caer en las manos de Apolo. Fue entonces cuando la hermosa muchacha se convirtió en un árbol. Sus brazos se transformaron en ramas, sus cabellos en hojas y su piel se tornó dura y rugosa, convirtiéndose en una corteza vegetal. Sus pies enraizaron en la tierra. Dafne se había convertido en un oloroso laurel. Apolo, que ya se veía victorioso por haberla alcanzado, se encontró abrazado a las ramas de un árbol. Así Dafne pudo evitar ser violada.
El escultor austríaco Jakob Auer (1645-1706), autor de varias obras en marfil tallado, alcanza en esta obra un innegable virtuosismo. El fino trabajo destaca en las ramas y hojas que surgen de los brazos y el cabello de Dafne en el momento de ser abrazada por Apolo. El dios ha conseguido abrazar a la ninfa por la cadera, hundiendo sus dedos con fuerza en la blanda adiposidad del muslo. El marfil reproduce la huella de los dedos en la tierna carne de Dafne, transmitiendo a la perfección la fuerza de la mano y el esquivo movimiento de la ninfa, que hace que los dedos resbalen sobre la piel. Auer trabaja el marfil con suma maestría, transmitiendo la imagen de fuerza y delicadeza a la vez.
La maestría de Auer se evidencia en la impresión de los dedos de Apolo en la cadera de Dafne. Más abajo, la zona deprimida del glúteos. |
Pero eso no es todo. Mi compañera, la dermatóloga Dra. Mercedes Cerdeira, me hizo notar que en los glúteos de la joven, algo más abajo de donde se posaba la mano del dios, había una zona hundida, de contorno difuso y circular que recordaba una atrofia.
La zona deprimida puede corresponder a un mero esfuerzo muscular para escapar del forcejeo. Pero también puede interpretarse como una atrofia muscular o a una anetodermia, forma de atrofia cutánea. Incluso puede recordar una lipodistrofia. En este sentido cabe recordar que desde finales del s. XX se han descrito lipodistrofias anulares en los muslos en oficinistas que trabajan con ordenadores y que están próximas a cables y a fuentes de electricidad. También se han descrito en casos de uso continuado de mallas deportivas. Estos casos se caracterizan desde el punto de vista clínico por la formación de depresiones semicirculares, a modo de banda, localizadas en la cara anterior de los muslos. Aunque está claro que Dafne ni usaba ordenadores ni prendas deportivas, por lo que más bien parece que son involuntarias asociaciones de ideas de dermatólogos clínicos al visitar un museo.
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