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viernes, 23 de junio de 2017

Esperando la inyección






Norman Rockwell

Antes de la inyección
(Un estudio de la consulta médica)
(1958) 

Impreso litográfico en papel 30 x 35,5 cm
Publicado en The Saturday Evening Post 
el 15 de marzo de1958




Norman Rockwell (1894 -1978) fue un artista que plasmó con sus dibujos la vida cotidiana norteamericana, dejando siempre manifiesta una amable ironía. Durante los años 50 realizó muchos trabajos sobre médicos de cabecera y consultorios, que le eran encargados por laboratorios farmacéuticos. 

En "Antes de la inyección" se  documentan los tratamientos con penicilina, antibiótico que se había introducido en el uso tratamiento de heridas de los soldados durante la Segunda Guerra Mundial. Una década después, la penicilina era ya de uso común y ampliamente utilizada. Se usaba ampliamente por ejemplo en las amigdalitis infantiles. 

La escena muestra al doctor de espaldas, preparando previsiblemente la inyección. El enfermo, un niño, encaramado a un taburete, aprovecha para curiosear los diplomas del médico, como si quisiera comprobar la experiencia de quien le va a pinchar. 

Al describir este dibujo, Rockwell comentó:
 “supongo que todo el mundo se ha sentado en el consultorio del médico y ha examinado sus diplomas, informándose de la calidad profesional del doctor..."

Por lo visto, según comentaba el propio artista, su intención de pintar el niño con los pantalones bajados suscitó mucha discusión entre sus familiares y amigos. Eran épocas en las que la moral imperante no permitía descubrir ciertas partes del cuerpo fácilmente. Al final, Rockwell optó por una solución salomónica: el niño descubre un poco sus nalgas, lo suficiente para suscitar la risa del público, pero no totalmente, evitando así las críticas más puritanas.





jueves, 22 de junio de 2017

Los xantelasmas de Clemente VII







Sebastiano del Piombo

Retrato de Clemente VII 
con barba
(1527)



Óleo sobre pizarra. 






Sebastiano Luciani, más conocido por el nombre de Sebastiano del Piombo (1485-1547) fue un pintor veneciano que estuvo gran parte de su vida activo en Roma. Cuando ya era de edad avanzada se le otorgó el cargo de "piombatore pontificio", es decir encargado de sellar los documentos papales de la Curia, y por este motivo le fue puesto el apodo de Sebastiano del Piombo. 


Probable autorretrato de Sebastiano del Piombo (1608)
Casi toda la información que tenemos de su vida procede de Vasari en sus "Vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos" (Le Vite de' più eccellenti pittori, scultori, ed architettori). 

Según cuenta Vasari, en su juventud Sebastiano se dedicó a la música y posteriormente la abandonó por la pintura.   

En sus primeros años como pintor - todavía en Venecia - entró en contacto con Giorgione. Poco después, cuando llegó a Roma se ganó el apoyo de Miguel Angel, a quien llamó la atención por la elegancia y colorido de su pintura. En cambio Sebastiano se enfrentó a Rafael, con quien mantuvo una cierta rivalidad.  


Sebastiano del Piombo: Retrato de Clemente VII
(Museo de Capodimonte, Nápoles)
Una buena parte de su obra pictórica se dedicó a retratar a personajes importantes de la época. Entre ellos destacan dos retratos del papa Clemente VII, que reflejan dos momentos diversos de la vida del pontífice. En el primer retrato, que data de 1526, el papa está representado sin barba, mientras en el segundo, del que existen diversas versiones y que se remonta al período que siguió al Saco de Roma (1527) el papa se ha dejado crecer la barba, fiel a la promesa que hizo cuando Roma fue tomada por los lansquenetes, tropas mercenarias al servicio de Carlos V, y lo secuestraron. El retrato está pintado sobre pizarra, lo que confiere al rostro del papa un tinte oscuro, algo sombrío. 

A nivel de los párpados inferiores del pontífice se puede observar la presencia de diversas placas amarillentas que es fácil interpretar como xantelasmas, pequeños tumores benignos formados por acúmulo de grasa, en general colesterol, que frecuentemente afectan a personas de cierta edad con dislipemia. En estos casos, las tasas de colesterol y triglicéridos suelen estar elevadas, aunque no en todos los casos es así, ya que existen casos con tasas lipídicas normales. También es frecuente su asociación con diabetes y con cirrosis biliar.  Pero Clemente VII no murió de dislipemia ni de transtornos asociados, ya que fue envenenado con setas. 


Otro retrato del papa Clemente VII
El papa Clemente VII era hijo de una relación extramatrimonial de Juliano de Medici. Su pontificado (1523-1534) estuvo marcado por el intento fallido de acabar con la Reforma protestante en Alemania, para lo que retrasó sine die el Concilio de Trento. Obstaculizó el divorcio pretendido por Enrique VIII para poder contraer matrimonio con Ana Bolena, declarando la validez de su anterior unión con Catalina de Aragón (tía de Carlos V). Esta declaración precipitó la ruptura entre el Papado e Inglaterra y catalizó el nacimiento de la Iglesia anglicana.  

El llamado Saco de Roma supuso el momento más bajo de su papado. Estuvo precedido por el intento de Pompeo Colonna de asesinarlo y sustituirlo como papa. Por un pasadizo secreto salvó la vida refugiándose en Sant'Angelo. Los ejércitos imperiales tomaron Roma, que fue sometida a un saqueo salvaje. Clemente VII permaneció refugiado en Sant'Angelo, fortaleza de donde huyó disfrazado de mercader. Durante siete meses estuvo prisionero en espera de un rescate. Hizo voto de dejarse la barba csi lo liberaban y así lo hizo (la pintura que encabeza esta entrada se realizó en este momento). Tras su liberación se vio obligado a abandonar su primer apoyo a la causa de Francisco I y quedó bajo la influencia de Carlos V. 

El pontificado de Clemente VII tuvo más significación diplomática que religiosa. El papa fue un importante mecenas de las artes y protegió a artistas como Miguel Angel, Rafael, Cellini y Sebastiano del Piombo. Durante su pontificado se comenzó la decoración de las bóvedas de la Capilla Sixtina. 


Clemente VII









miércoles, 21 de junio de 2017

Historia de la penicilina (y IV): el fármaco salvador de vidas






Penimiluy procaine 300.000 U.I. 
(circa 1950)

Caja, viales y jeringa de penicilina
Museo Olavide. Madrid



El primer caso tratado con penicilina había respondido bien al tratamiento, pero debido a la falta de disponibilidad del producto el tratamiento no pudo realizarse a las dosis adecuadas y el paciente falleció. Esta experiencia agridulce hizo comprender a Chain y Florey que debían de asegurar la producción de cantidades suficientes de penicilina, cosa imposible en Inglaterra. La Guerra estaba en pleno auge y las necesidades del medicamento eran altas. Chain era partidario de que la penicilina debía fabricarse en suelo inglés. Pero las posibilidades de producción en Gran Bretaña eran nulas. 


Pero disponer de aquella sustancia podía ser vital para el desenlace de la guerra. Cada día morían soldados gangrenados tras ser heridos en combate y muchos civiles, en los bombardeos a los que estaba sometida Inglaterra. 

"Thanks to penicillin... he will come home!"  Anuncio de Schenley Laboratories Inc.,  
ofreciendo la plena disponibilidad de penicilina. Revista Life, 14 de agosto de 1944


Howard Florey decidió viajar a los Estados Unidos para intentar encontrar la manera de producir el antibiótico. Norman Heatley, otro miembro del equipo de Oxford lo acompañó. Era una cuestión humanitaria: morían demasiadas personas a diario como para encastillarse en producir la penicilina en Inglaterra, vistas las circunstancias. Cualquier lugar era bueno para fabricarla si con ello se podían salvar vidas. Los dos investigadores ingleses no iban en representación oficial, aunque sí respaldados por la Fundación Rockefeller, que les ayudó en su viaje. 

La primera persona que recibió a los investigadores en los Estados Unidos fue el Prof. John F. Fulton, de la Universidad de Yale. Fulton era un eminente fisiólogo y además un gran historiador de la Medicina, cofundador de la formidable Biblioteca Médica de la Universidad de New Haven. De carácter jovial y curioso, Fulton sabía escuchar a todo el mundo e intentaba ser comprensivo. Tras escuchar a los viajeros, les aconsejó dirigirse al National Research Council, de Washington, que presidía el Dr. Ross Harrison.  



Rupert Shephard: Una fábrica de penicilina: Muchachas rellenando ampollas. 

Imperial War Museums


Ya en Washington, fueron recibidos por el Dr. L.H. Wees, que escuchó su historia sobre el producto milagroso que extraían de un hongo. Wees no sabía gran cosa de los mohos, por lo que decidió telefonear al micólogo Charles Thom
"- Oye, Charles, tengo aquí a dos ingleses que me comentan una idea. La llaman penicilina. ¿Has oído hablar de esto alguna vez, y del Penicillum notatum?"
Thom, que era el micólogo que años antes había identificado Penicillum notatum, y que había seguido atentamente los trabajos de Fleming, mostró en seguida un gran interés, y recibió a Heatley y a Florey. Cuando éstos le explicaron lo que había sucedido en Oxford, comprendió que el nuevo producto podía ser realmente revolucionario. También se dió cuenta que para producir la penicilina en grandes cantidades, no bastaba un laboratorio cualquiera: tenía que ser un centro experimentado en fermentaciones. 

Producción de penicilina en Peoria
Thom envió a los viajeros a entrevistarse con el Dr. Robert Coghill, que dirigía el National Regional Research Laboratory en Peoria (Illinois), una ciudad que está en el llamado "cinturón del maíz".

Durante la Gran Depresión se había establecido allí un laboratorio para intentar aprovechar los productos de desecho agrícolas. Uno de los científicos del centro, Andrew J. Moyer encontró que los residuos de maíz eran un medio de cultivo excelente para los hongos por su gran contenido en nitrógeno. Moyer y Heatley descubrieron también que si el medio de cultivo contenía lactosa (el azúcar de la leche) el hongo producía una gran cantidad de penicilina. 

Pero Heatley y Moyer no se llevaban bien. En diciembre de 1941, Heatley se volvió a Oxford. Moyer lo aprovechó para publicar y patentar el proceso de producción industrial de la penicilina sin citar ni a Heatley ni a Florey. Los británicos, con razón, se sintieron estafados y se negaron a pagar royalties cuando establecieron plantas de producción de penicilina en su país.


Ethel Gabain: Pintura de una niña herida en un
bombardeo y tratada con penicilina (1944)
El sábado 12 de marzo de 1942, Anne Miller, una paciente de 33 años que sufría una septicemia por estreptococos fue tratada con penicilina. En 48 horas, la fiebre pasó de 41º a 36'5º C y el microorganismo dejó de estar presente en los cultivos a partir de muestras sanguíneas. Esta vez hubo suficiente medicamento para conseguir su completa recuperación, aunque nuevamente tuvo que volverse a repurificar la penicilina de la orina del paciente, 
pues se había gastado la mitad del stock que había disponible en todos los Estados Unidos. Sin embargo el éxito impulsó definitivamente el esfuerzo investigador.

Hacía falta incrementar la producción de la sustancia. El camino era encontrar un hongo que produjera más penicilina que P. notatum. Moyer puso a Mary Hunt, una técnico de laboratorio a buscar mohos que produjeran penicilina.
 Pero no había manera. Mary (a quien ya apodaban Mouldy Mary, es decir, Mary la mohosa) llegó a investigar más de un millar de hongos sin resultado. Un día al salir del laboratorio compró un melón canteloup. El tendero le hizo notar que estaba mohoso y se lo quiso cambiar pero Mary lo compró y se lo llevó al laboratorio para cultivar el hongo, obteniendo una preciosa colonia dorada. El hongo del melón era mucho mejor productor de penicilina que P. notatum, aunque era de otra especie: P. chrysogenum. 

Farmacia colocando el cartel anunciando
la disponibilidad de penicilina
La producción de penicilina pudo alcanzar así grandes cantidades y era ya capaz de ofrecer una adecuada distribución. Un total de 21 compañías
 estadounidenses se unieron pronto al proyecto, consiguiendo producir 60.000 gr al mes, de tal manera que los aliados dispusieron de más de 2.300.000 dosis para el dia D, el dia en el que desembarcaron en Normandía. Se calcula que el uso de penicilina salvó a un 15% de los soldados aliados que fueron heridos en dicha batalla. 


Alexander Fleming recibiendo el Premio Nobel de Medicina
por el descubrimiento de la penicilina (1945)
La penicilina se convirtió en un secreto militar de las potencias aliadas, guardado celosamente, sin la más mínima filtración. El fármaco permitió salvar muchas vidas de soldados en el frente y se convirtió en un elemento diferencial entre los dos bandos. En algunos países que no participaron en la contienda pululaban espías alemanes intentando conseguir - generalmente sin éxito - algunas unidades del milagroso 
antibiótico.


La penicilina fue usada también para el tratamiento de la sífilis. Tres médicos militares norteamericanos, Arnold, Mahoney y Harris fueron los primeros en tratar la sífilis con penicilina. El resultado fue espectacular y modificó completamente el pronóstico de la lúes. Lamentablemente estos médicos tuvieron posteriormente actuaciones muy poco éticas que empañaron su aportación inicial. 

En 1945, el año de la paz, fue también el año de la consagración de los hombres que habían hecho posible el descubrimiento de la penicilina. Fleming, Chain y Florey fueron galardonados aquel mismo año con el Premio Nobel. 

A partir de la Segunda Guerra Mundial, y en ulteriores conflictos bélicos, el empleo sistemático de la penicilina como antibiótico profiláctico hizo que la mionecrosis clostridiana (gangrena gaseosa) dejara de ocupar la primera causa de muerte en los heridos. Durante la Primera Guerra Mundial la mortalidad provocada por heridas fue del 8,1% (de ello, la mitad por mionecrosis clostridiana). En la Segunda Guerra Mundial fue del 4,5% y durante la guerra de Corea la frecuencia disminuyó hasta el 2,5%. En la guerra de Vietnam, la tasa de mionecrosis clostridiana fue prácticamente de cero


Benzetacil (bencilpenicilina), una penicilina muy usada para el tratamiento 
de la sífilis en los años 70 y 80 del pasado siglo XX. Museo Olavide. Madrid. 


Historia de la penicilina





martes, 20 de junio de 2017

La historia de la penicilina (III): El primer caso no sobrevive





Primeras muestras de penicilina


The Museum of the History of Science
Oxford




El 27 de diciembre de 1940, ingresó en la Radcliffe Infirmary de Oxford un policía llamado Albert A., de 43 años. Presentaba una llaga purulenta en la comisura izquierda de la boca, que se había extendido al ojo y cuello, y le habían aparecido múltiples abscesos, especialmente en la frente. 


Edificio de Oxford, en donde estaba ubicada la
Radcliffe Infarmary en 1940
Pocos días más tarde, el 9 de enero de 1941, se limpiaron quirúrgicamente las llagas y las inflamaciones, pero continuó la tremenda supuración. En el cultivo crecieron abundantes estafilococos y estreptococos. 


Días después se diagnosticó al paciente una osteomielitis en el húmero derecho. Le apareció un absceso imponente en el brazo, que fue drenado. La córnea del ojo derecho se inflamó primero y se perforó poco después, por lo que se le tuvo que extraer el globo ocular (3 de febrero). El 11 de febrero su estado era desesperado: todas las llagas y abscesos supuraban abundantemente, con fiebre de 40 ºC y los pulmones comenzaban a presentar claros signos de infección. 

Reunión de los protagonistas del primer tratamiento
con penicilina. De izquierda a derecha Heatley,
Lady Florey, Charles Fletcher, Sir Edward Abraham
y Kenneth Jones (uno de los primeros casos tratados)
Los médicos, desesperados, llamaron a Florey para que les proporcionara penicilina. El Dr. Charles Fletcher se encargó de administrarla. Este fue el primer tratamiento realizado con penicilina en un humano: 200 mg por vía intravenosa en una primera dosis y 100 mg cada 3 horas, alternando la vía intravenosa e intramuscular. A las 24 h. la supuración se había detenido y la fiebre había bajado. La inflamación había disminuido y el estado general del paciente mejoraba. El tratamiento había surtido efecto. 

Pero toda la penicilina que había en el mundo en aquel momento eran apenas unos cuantos gramos en el laboratorio de Chain y Florey y no había ninguna posibilidad de conseguir más en poco tiempo. Inglaterra estaba en guerra y en los hospitales faltaban los suministros más elementales. Los alemanes bombardeaban el país cada día. Fallaba la luz eléctrica y las comunicaciones eran muy precarias. Para continuar el tratamiento los médicos recuperaron parte de la droga a partir de la orina del paciente y le reinyectaron 100 mg cada 3 horas desde el 14 al 17 de febrero. Pero al final se tuvo que interrumpir el tratamiento por falta total de penicilina. El enfermo volvió a empeorar y finalmente murió el 15 de marzo de 1941. Un duro golpe para todo el equipo y para los amigos y familiares del paciente. Pero ya todos sabían que existía una droga maravillosa y que solamente hacía falta poder fabricarla industrialmente. 







lunes, 19 de junio de 2017

La historia de la penicilina (II): Experimentando la droga mágica






Henry Marvell Carr

Howard Walter Florey, 
barón de Florey
(1956)

Óleo sobre lienzo
The Queen's College. Universidad de Oxford.




Los hombres que llegarían un día a compartir el Premio Nobel de Medicina con Alexander Fleming se llamaban Ernst Boris Chain (1906-1979) y Howard Walter Florey (1898-1968) y a ellos se les debe la mayor parte de la investigación que fue necesaria para disponer de este preciado medicamento.

Chain, ucraniano de origen judío se vio forzado a emigrar huyendo de la persecución nazi, trasladándose a Inglaterra en 1933, donde trabajaba como químico en la famosa Escuela de Patología "Sir William Dunn" de Oxford. Era un excelente bioquímico de extraordinaria inventiva. 

Florey había nacido en Adelaida, Australia. Era médico y había estado en España estudiando con Ramón y Cajal y De Castro. Se interesaba por los problemas de la circulación capilar y los linfocitos, pero cambió su trayectoria profesional cuando conoció a Chain. 

John Dowie. Monumento a Howard W. Florey. North Terrace, Adelaida (1966)

Junto a ellos un puñado de grandes colaboradores (Heatley, Abraham, Robinson, Fletcher, Jennings, Gardner, Orr-Ewing, Sanders y Miss Florey) formaban el "grupo de Oxford", y a los que se debe la investigación de la penicilina. 

La gran batalla comenzó en 1938 Suele decirse que la Guerra Mundial fue la causa fundamental del esfuerzo de Florey y Chain, pero no es totalmente cierto. Las investigaciones habían comenzado mucho antes y ya estaban bastante avanzadas en septiembre de 1939, cuando las tropas alemanas invadieron Polonia. En 1944 el propio Florey lo aclaró durante una conferencia pronunciada en Londres: 
"El comienzo de los trabajos acerca de la penicilina no tuvo relación alguna con la guerra, sino que fueron iniciados antes de ésta, con un criterio de investigación puramente científico" 

Unos años antes, en 1930, Harold Raistrick, una autoridad mundial en bioquímica, había leído los trabajos preliminares de Fleming. Pero sospechaba que Fleming se equivocaba al identificar el hongo como Penicillum rubrum. Raistrick solicitó la opinión del micólogo Charles Thom quien había concluído que se trataba de Penicillum notatum. Raistrick se puso a trabajar con él y consiguió aislar una sustancia activa a la que le dió el nombre de penicilina. Hay que decir que no tenía una gran actividad, pero la sustancia había sido aislada. 

Ernst Boris Chain en su laboratorio
Florey y Chain, en Oxford, retomaron los trabajos de Raistrik. 

Efectuaron varias experiencias y consiguieron obtener una penicilina de gran actividad, aunque sumamente débil comparada con la que se usó unas décadas más tarde. 

La investigación pasó entonces a otra fase: comprobar que era una sustancia inocua para las células y tejidos del cuerpo. Sir Peter Madawar, del Departamento de Zoología de la Universidad de Oxford, la experimentó en embrión de pollo "in vitro" y pudo comprobar que la sustancia se podía usar sin riesgo. 

Se llegó así a la fase más importante. La de experimentar con ratones vivos. El primer ensayo se hizo el 25 de mayo de 1940 y tuvo un testigo excepcional: el médico catalán Josep Trueta. Ocho ratones fueron inoculados con estreptococos hemolíticos y a cuatro de ellos se les inyectó penicilina subcutánea. Los ratones tratados se curaron con gran rapidez. El 24 de agosto se publicaba en The Lancet el artículo que daba la gran noticia: se había obtenido el primer antibiótico. 







domingo, 18 de junio de 2017

La historia de la penicilina (I): El hongo que contaminó un cultivo






Josep M. Benedicto García

Busto de Alexander Fleming
(1956)

Mármol. 355 x 434 x 145 cm
Jardines Dr. Fleming. Barcelona



Detrás de la que actualmente es la Real Academia de Medicina de Barcelona (edificio que fue anteriormente Real Colegio de Cirugía primero y Facultad de Medicina después) se erige un monumento de piedra adosado a la pared con un busto en mármol de Alexander Fleming, el descubridor de la penicilina. La escultura conmemora la visita que hizo Fleming a la ciudad (1948) y en la que inauguró el Departamento de Investigación del Hospital de Infecciosos (en donde yo tuve el honor de trabajar en mi juventud). La visita de Fleming a Barcelona constituyó un gran acontecimiento: desde su introducción en terapéutica la penicilina había cambiado totalmente la Historia de la Medicina.

Discurso de Fleming en la Real Academia de Medicina de Barcelona (1948)

Son muchos los colectivos que le muestran su agradecimiento por la introducción de los antibióticos. A la izquierda del busto, una placa muestra la gratitud de los bomberos, que tantas veces resultan con quemaduras en los incendios y tienen que luchar con la peligrosa complicación de la sobreinfección.  Al otro, otra ofrecida por el gremio de matarifes: su oficio los exponía frecuentemente al erisipeloide de Rosembach, a la tuberculosis verrucosa o a la erisipela y el advenimiento de los antibióticos supuso un remedio eficaz a tales accidentes profesionales. Las prostitutas del Raval (barrio en donde se erige este monumento, antiguamente conocido como Barrio Chino), le agradecían también el tratamiento de la temida sífilis con penicilina. No pusieron placa alguna (probablemente no se lo permitieron), pero recuerdo ver haber visto muchas veces ramos de flores en agradecimiento al pie de este monumento. Fleming se convirtió así, en una especie de santo laico.  También solía hacerse una ofrenda floral oficial cada 6 de agosto, fecha de la muerte de Fleming.  



 

  
Placas de agradecimiento a Fleming a los lados de su monumento en Barcelona.
 Arriba la de los bomberos. Abajo, la del gremio de matarifes. 


Alexander Fleming (1881-1955) nació el una granja del condado escocés de Ayr, en el seno de una familia de campesinos. Estudió Medicina en Londres, donde se graduó en 1908. Aunque su primera inclinación fue la de dedicarse a la Cirugía, el azar hizo que en el curso de una cacería conociera al Dr. Alroth Wright, profesor de Bacteriología en el hospital St. Mary's. El joven Fleming quedó cautivado por la brillante personalidad de Wright, que le ofreció trabajar con él. 

En otoño de 1921 Alexander Fleming sufrió un ligero catarro. Como era muy curioso, decidió experimentar. El mismo lo comentaba así: 
"Sembré mi propia secreción nasal en medio del cultivo sólido. No observé nada en los tres primeros días, pero, al cuarto, advertí que la placa se había contaminado por unas colonias de color amarillo limón y denominé al microorganismo Micrococcus lisodeiticus. Mi moco nasal hacía desaparecer las colonias de dicho microbio" 
A la sustancia que producía este efecto destructor la llamó Fleming "lisozima" (enzima lítica) y publicó los resultados de su investigación en los Proceedings de la Royal Society en 1922. 

Este descubrimiento - que define muy bien el carácter de Fleming, curioso y paciente - antecede en el fondo y en la forma al que sería poco después su gran aportación: el descubrimiento de la penicilina. 

En 1928 Fleming se comprometió a escribir un artículo sobre el estafilococo para el Medical Research Council. Quiso comprobar prácticamente algunos puntos y para ello cultivó en una placa de Petri una estirpe de estafilococos. Era verano y Alexander se iba de vacaciones. Dejó las placas de cultivo en un rincón del laboratorio. Cuando volvió, el 3 de septiembre vio que una de las placas se había contaminado con un moho. Pero a Fleming le llamó la atención que alrededor de la colonia de moho habían desaparecido las colonias de estafilococos. Movido por la curiosidad, no destruyó aquella placa contaminada y decidió saber cual era la causa de aquel curioso fenómeno. 


Alexander Fleming revisando placas de Petri en su laboratorio

Pero él no era químico, ni micólogo y no sabía identificar bien aquel moho destructor de estafilococos. En aquel momento no abundaban los micólogos. Fleming no tenía ninguno cerca y recurrió a un estudiante, La Touche, que identificó el hongo como Penicillum rubrum y así figuró en la primera publicación. Curiosamente, como recuerda el Dr. Juna Manuel Igea, seguidor de este blog, es probable que el hongo procediera de los cultivos que el propio Charles La Touche estaba realizando dos pisos más arriba, por encargo del equipo de alergia del St. Mary's Hospital.  Aunque no era Penicillum rubrum, como creyó La Touche. Algunos años después (1939) el micólogo Charles Thom corrigió el error y señaló que se trataba en realidad de Penicillum notatum. 

No sería este el único escrito de Fleming, a pesar que suele decirse que se olvidó de su descubrimiento. Debemos recordar por lo menos dos (1931 y 1932) así como una comunicación al II Congreso iInternacional de Microbiología (Londres, 1936). Sin embargo se tardaría todavía algunos años hasta que se desarrolló la penicilina como medicamento.  


Alexander Fleming y el descubrimiento de la penicilina



Historia de la penicilina
1. El hongo que contaminó un cultivo 

2. Experimentando la droga mágica

3. El primer caso no sobrevive

4. El fármaco salvador de vidas