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jueves, 6 de julio de 2017

Aztecas (I): los dioses y las enfermedades de la piel

     




Representaciones del 
dios Xipetotec


Códice Borgia. (Códice Yoalli Ehécatl
Piel de animal pintada
Biblioteca Apostólica Vaticana. Roma. 





Los territorios que rodean el lago Texcoco en México, fueron habitados sucesivamente por los indios Olmecas (1000 a.C. - 1000 d.C), toltecas (a partir del s.X d.C.) y chichitecas (a finales del s.XII). Pero la civilización más avanzada y de la que poseemos más información fue la de los aztecas, que ocuparon este territorio a partir del 1267 d.C.

Tras la conquista española, algunos eclesiásticos hicieron triste gala de su intolerancia religiosa. Tal fue el caso de Juan de Zumárraga, el primer arzobispo de la ciudad de México, (como llamaron los conquistadores a la azteca Tenochtitlán), que se responsabilizó de la destrucción de 500 templos y 20.000 estatuas. Durante esta destructiva campaña ardieron también los archivos reales aztecas, escritos en jeroglíficos. Algunos españoles, como el franciscano Bernardino de Sahagún o el virrey Mendoza, lograron reconstruir parcialmente la cultura azteca basándose en relatos y leyendas oídos a los indios. Pero sólo 19 textos de la vasta biblioteca real azteca pudieron salvarse de las llamas.

Brasero de terracota representando al dios Tlaloc.
Templo Mayor. Tenochtitlán. 
La mitología azteca muestra numerosos ejemplos de la importancia que este pueblo concedía a las enfermedades cutáneas. Aunque Toci, la madre de los dioses, era también la diosa de la Medicina y de las enfermedades, la mayoría de las dermatosis eran encomendadas al dios Tlaloc, bajo diversas advocaciones, y que también era el protector de las enfermedades de transmisión sexual. Los que morían de estos males no eran icinerados, sino inhumados, en la creencia de que pasaban a morar en el paraíso de segundo grado, el Tlalocán, que estaba situado sobre la tierra, en una montañosa y soleada región. 

Estatua de Xipetotec. Museo de América. Madrid
Sin embargo, no todas las enfermedades de la piel estaban consagradas a Tlaloc. Algunas de ellas, como la sarna, los abscesos, la forunculosis y ciertas dermatosis pruriginosas o supurantes del cuero cabelludo eran consideradas castigo de Xipetotec, el dios desollado, así llamado porque se solía representar cubierto con la piel de su víctima. El segundo mes del año en el calendario azteca (de increíble precisión, por cierto), se dedicaba al culto de esta divinidad. Los casos de dermopatías muy rebeldes al tratamiento debían esperar a la primavera, época en la que se celebraba la fiesta de Xipetotec, en la que se desollaban varios prisioneros para cubrir con sus pieles a los enfermos, que marchaban al frente de la procesión. Tras ellos seguían los sacerdotes y la estatua del dios, también cubiertos con las pieles sangrantes de los prisioneros desollados. Mediante este bárbaro y cruento ritual se creía que el mal, por contacto, pasaba de la piel de los enfermos a la piel de los sacrificados.

Representación de Nanahuatzin-Xolotl, tal como aparece 
en el Códice Borgia. Biblioteca Vaticana. Roma. 
Según los mitos aztecas que aparecen en el códice de Madrid y por los relatos de Sahagún, uno de los dioses primitivos reunidos en Teotihuacán en las sombras originales estaba cubierto de úlceras. Decidido a sacrificarse para consagrarse a los otros, se arrojó a un inmenso brasero, del que salió transformado en astro luminoso. Algunos textos atribuyen este gesto heroico al dios Quetzacoatl, y otros al dios dimorfo Xolotl-Nanahuatzin, considerado el dios del ocaso y del trueno, de los partos gemelares, de los nacimientos monstruosos y de los abortos, el cual bajo la forma de Nanahuatzin se consideraba el responsable de la sífilis y de la pinta, muy común entre los aztecas a la llegada de los conquistadores. En la plancha nº 10 del Códex Borgia, que se halla en la Biblioteca Vaticana, se representa a Xolotl-Nanahuatzin con los ojos purulentos, los miembros torcidos y la superficie cutánea cubierta de úlceras. En otros pasajes de este códice este dios coquetea con la diosa Xochicotzal, la diosa del amor, a la que también se atribuía la potestad de castigar a los hombres con bubones, exantemas y erupciones cutáneas.

Xochipilli
Xochipilli o Macuilxochitl, dios de la juventud, los placeres, la música y las flores, castigaba a los hombres y mujeres que mantenían relaciones sexuales en las épocas de ayuno enviándoles enfermedades en las partes pudendas, exantemas, bubones y corrupción del pene. En una plancha del códice Florentino lo podemos ver con la cara cubierta por una erupción cutánea.

La diosa Tzapotlatenan había otorgado a los hombres el conocimiento de muchas drogas útiles en el tratamiento de las enfermedades de la piel. Entre ellas destacaba el uxitl (alquitrán de madera), con el que sanaba las úlceras, las erupciones del cuero cabelludo y las grietas de la piel.

Todos estos dioses y mitos atestiguan la alta incidencia de las afecciones de la piel entre los aztecas y la importancia que este pueblo concedía a esta patología. 

    
El dios Xipetotec,  con una piel humana desollada atada al cuerpo
                             


La creación del quinto sol y Xipetotec  



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