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martes, 27 de junio de 2017

Historia de la protección solar (y III): Protegerse de los UVA (de 1950 a la actualidad)


     




Cartel publicitario de Ambre Solaire 
(1955)

Papel impreso
Francia




En el artículo anterior comentábamos la aparición de los cosméticos solares, que intentaban satisfacer las nuevas necesidades de sol y playa y sobre todo ayudar a obtener un rápido bronceado. Hasta este momento (1950) todas las cremas solares estaban dirigidas a dos objetivos: aumentar el color moreno de la piel y evitar las molestas quemaduras del día siguiente, evitando la acción de los rayos ultravioletas B. 

A mediados de los años 50 se descubre la radiación solar ultravioleta A que, a pesar de no tener efectos visibles a corto plazo, es la responsable del envejecimiento de la piel y de posibles cánceres cutáneos a medio y largo plazo. 


Brigitte Bardot, B.B. el sex symbol de los años 60 que
también contribuyó a la obsesión por el bronceado.
En los años 60, la moda de la piel morena alcanzó un nuevo impulso. Las vacaciones de verano se habían generalizado y Europa había podido recuperar el pulso tras la postguerra. En los países mediterráneos el desarrollismo ofrecía a los trabajadores el consuelo del turismo de sol y playa. La nueva estrella era Brigitte Bardot, que lucía una esplendorosa tez morena tras sus estancias en la Costa Azul. El moreno no había dejado de estar de moda desde los años 20.

La cosmética del momento seguía persiguiendo la obtención de un bronceado rápido e intenso, por lo que añadía sustancias como el aceite de coco, sin preocuparse por la acción a largo plazo de los UVA. Aparte de las cremas de la industria (que todavía eran relativamente escasas) se recurría a cremas y ardides populares como la crema de la zanahoria o la de la vaca, o a ponerse Coca-cola o aceite y vinagre directamente sobre la piel o a mezclar Nivea con Mercromina. Los "consejos" de las amigas o vecinas eran interminables y bastante insensatos. Muchas de estas sustancias eran claramente fotosensibilizantes. Pero todos estos potingues corrían de boca en boca con una sola misión: conseguir estar más morena que la vecina. La obsesión por el moreno justificaba estar horas y horas al sol de forma temeraria. La tanorexia había llegado.  

A finales de los 70 la situación se complica todavía más. En 1978 Friedrich Wolff introduce las primeras lámparas solares y las cabinas de UVA. Ya no hace falta ir a la playa o a esquiar para lucir un moreno envidiable. Se puede obtener en casa o en los Centros Solares, aunque llueva! Muchos adictos al moreno recurren a estos aparatos para conservar el color oscuro de la piel durante todo el año. 


Los cosméticos solares seguían aún ofreciendo solamente protección contra los rayos UVB (evitando únicamente las quemaduras). Estar moreno era casi una necesidad. Las mismas casas farmacéuticas insisten en que no se puede prescindir del bronceado, por la gran demanda social. Como ejemplo baste citar una frase que aparecía en una publicidad de Ducray en mayo de 1977 en la revista Actualités pharmaceutiques:

« Una piel muy bronceada ha sido siempre sinónimo de ocio, de vida deportiva, de salud física. Estar moreno es hoy una necesidad imperiosa  »
Este mismo año, Ducray lanzaba un producto con dos cremas: una protectora y otra bronceadora, con bergaptenos. El objetivo pues no era proteger la piel, sino broncearla. Los filtros solares usados en la época (anunciados como "pantalla total") eran en el mejor de los casos de SPF 2 o 3. 


Lo que sí se desarrollaron fueron cremas resistentes al agua. A finales de los años 70 aparece la primera sustancia que reduce el efecto de los ultravioletas A: la oxibenzona. Y también el ácido para aminobenzoico y sus derivados (PABA) que fueron abandonados pocos años más tarde al demostrarse su alto potencial sensibilizante. La década de los 80 ve aparecer otros protectores que cubrían también los UVA. De esta manera, en 1983, se homologa por la Unión Europea el filtro capaz de absorber la radiación UVA. Aunque proporcionaban una protección escasa pronto se comercializarán diferentes marcas, con variados formatos y texturas.  

Los científicos empiezan a señalar los daños producidos a largo plazo por la radiación ultravioleta A: arrugas, manchas, fotoenvejecimiento, aumento de queratosis actínicas y cáncer de piel... 

A partir de 1990 se popularizan en España los fotoprotectores pediátricos especialmente formulados para los niños. Se desarrolla un nuevo filtro solar que protegía conjuntamente de las radiaciones UVB y UVA. Los expertos en protección solar se percatan de la necesidad de hidratar la piel además de protegerla del sol. Aparecen los primeros productos que unen ambas características. 


En 1992 se comercializan los factores de protección altos, más de 50 SPF. La industria de la Unión Europea se convierte en líder mundial en los filtros de protección solar UV cuando en los años 90 la legislación cosmética europea reguló su uso. 


A principios de siglo XXI la industria alcanza los factores de protección más altos y lanza al mercado los primeros fotoprotectores en spray que no resecan la piel y garantizan una fácil aplicación. En esta época aparecen también los productos con textura gel que consiguen un efecto de segunda piel. 


La industria cosmética europea comenzó a trabajar desde principios de los 2000 para que de forma voluntaria se mejorase la información que se da al consumidor sobre la necesidad de protegerse del sol y se armonizase la forma de comunicación del factor de protección solar. 


En la actualidad el mercado de los fotoprotectores no para de crecer. La concienciación social, aunque más lentamente, también mejora. Tal vez haya que insistir también en recuperar el uso habitual de gafas de sol, sombreros, sombrillas y camisetas y evitar la innecesaria exposición al sol en las horas centrales del día (de 12 a 16 h.) 


Brigitte Bardot: La Madrague




1 comentario:

  1. Me ha parecido muy interesante este artículo sobre la protección solar por el siguiente motivo: en los años 50, cuando todavía no era nada común protegerse con productos solares, mi padre en la playa de La Antilla (Huelva) nos embadurnaba con una crema bastante pastosa que le mandaba mi tío, Manuel Lería de la Rosa que, aparte de otras actividades médicas, era director técnico del Laboratorio de Productos de Belleza del doctor Moreno Ochoa en Madrid. Recuerdo perfectamente el olor de aquella crema y me encantaría volver a ver o a tener uno de aquellos tubos. ¿Tiene Ud. alguna referencia de ese laboratorio? Si es así, me encantaría que me diera alguna noticia. Yo he intentado obtener algún dato, pero no lo he conseguido.
    Agradeciendo de antemano su interés, le saluda atentamente,

    Felisa Lería MacKay

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