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miércoles, 31 de mayo de 2017

Medusas y anafilaxia (y II): el descubrimiento de Richet y Portier








Edgar-Adrien-Jean Aillet


Retrato de Charles-Robert Richet
(1934)

 Óleo sobre lienzo
Wellcome Library




Tras el viaje científico en el yate Princesse Alice II del príncipe Alberto de Mónaco, Charles-Robert Richet y Paul Portier prosiguieron sus estudios al volver a París. Pero allí era difícil obtener la medusa Physalia physalis con la que habían iniciado sus investigaciones. Decidieron continuar sus experiencias con un organismo similar, la actinia o anémona de mar, cuyos tentáculos también albergan sustancias tóxicas, aunque de menor virulencia. Podían obtener las anémonas (también llamada ortiga de mar) en grandes cantidades de las costas rocosas del Mediterráneo, de la que obtenían una toxina llamada congestina. Su objetivo era conseguir obtener un suero protector para los bañistas y submarinistas que fuesen picados por aquellos animales marinos, y contrarrestar de este modo los efectos nocivos del veneno. 


Anemonia viridis, una especie de anémona de mar 
común en las costas mediterráneas
Realizaron sus experimentos en perros. El primero en el que inocularon era un perro al que llamaban Neptuno, en enero de 1902. Le inocularon una pequeña cantidad de la sustancia y manifestó los síntomas clásicos de urticaria, somnolencia y descenso de la temperatura. Un mes después se le inyectó la misma dosis y el perro enfermó gravemente, presentando vómitos, diarreas y respiración jadeante: murió veinticinco minutos más tarde. 

Intentaron probar que cantidades no mortales del veneno podrían conferir protección – phylaxis – administrando dosis crecientes a perros de experimentación. En un principio pensaron que se trataba de una reacción casual, pues sostenían la teoría de que al repetir la misma dosis se había producido inmunidad. Sin embargo, repitieron la experiencia en otros perros y observaron que las 2 primeras inyecciones de extracto de actinia (congestina), fueron bien toleradas por los perros, pero a los 22 días, en febrero de 1902, cuando Portier realizó una nueva administración de una dosis de 0.1 mg/kg del extracto, a los pocos segundos, el perro presentó disnea, diarrea, hematemesis y murió media hora más tarde. 

Establecieron así que la muerte de los perros que habían utilizado no ocurría hasta que habían pasado algunos días de la inyección del tóxico. Además, los que no habían recibido una dosis letal sobrevivían, aunque a partir de entonces eran muy sensibles a pequeñas dosis del veneno y cuando se les administraba, fallecían en pocos minutos. 

Las repetidas observaciones les permitieron concluir que 
«muchos venenos poseen la notable propiedad de aumentar en lugar de disminuir la sensibilidad del organismo frente a su acción»
Pronto se dieron cuenta que  ese modo de reaccionar por parte de algunos individuos también sucedía en humanos.

Paul Portier
A esta manera de reaccionar le dieron el nombre de anafilaxia. Richet era una persona muy culta, un verdadero erudito, que además de la medicina se interesaba por la historia, la literatura, la sociología, la parapsicología y la psicología. Tal vez por sus conocimientos de griego propuso este neologismo, que deriva de a- ἀνά (sin) y philakos φύλαξις (el guardián, el defensor), es decir ausencia de filaxia, de protección. 

Portier cuenta así la manera como bautizaron a este fenómeno: 

«Cuando el fenómeno había quedado sólidamente establecido desde un punto de vista experimental, Richet decidió darle un nombre. Intenté persuadirle de la inutilidad de crear un neologismo cuando ya había tantos en la bibliografía científica y cuando habíamos olvidado nuestro griego. 
- “Quizá tenga Ud. razón, respondió Richet, si el fenómeno que hemos descubierto es una rareza, pero si tiene un interés general debemos darle un nombre.” 
Se acercó a una pizarra escondida bajo la escalera y me preguntó si sabía cuál era la palabra griega para ‘inmunidad’, ‘protección’.
- “No, —dije— quizá la he sabido pero ya la he olvidado.”
- “Es φύλαξις (phýlaxis), y le podemos añadir una a- privativa”. 
Dado que la palabra resultante aphylaxie no resultaba muy eufónica, decidimos adoptar la palabra anaphylaxie (anaphýlaxis). En ese momento no podíamos soñar con el gran valor que se ha incorporado a esa expresión». 
                      P. Portier “Naissance de l'anaphylaxie”  
                             La Presse Médicale, 60, 1952, 679.

Poco después, ambos investigadores presentaron su descubrimiento a la Societé de Biologie. En su comunicación explicaban: 
«Llamamos anafiláctico (contrario a la filaxia) la propiedad de un veneno de de disminuir la inmunidad en lugar de reforzarla, cuando se inyecta en dosis que no son mortales»  
"De l'action anaphilactique de certains vénins" 
1902, Compt. Rend. Soc. de Biol. 170.

Sello conmemorativo del descubrimiento de la anafilaxia.
Principado de Mónaco 
Así pues, según la explicación de Richet y Portier la reacción obedecía a un efecto tóxico de las sustancias que desencadenaban anafilaxia, abriendo un nuevo terreno en los fenómenos de hipersensibilidad en inmunidad y alergia. Pero estudios posteriores indican que la explicación es falsa y lo que sucede en realidad es lo opuesto, es decir el organismo con la primera aplicación no conoce el antígeno (Ag) o anafilactógeno, por lo que no tiene anticuerpos específicos; pero cuando se pone en contacto con éste, las células comienzan la identificación y al momento de la segunda inyección, hay una respuesta masiva de anticuerpos en la superficie de ciertas células y se presentan reacciones antígeno-anticuerpo que desencadenan la liberación de diversas sustancias químicas como la histamina, serotonina y bradiquinina en sangre, condicionando un choque anafiláctico. A pesar de lo erróneo de su interpretación, Richet y Portier tienen el inmenso mérito de haber iniciado una disciplina médica esencial, la inmunología.

En 1913 se otorgó el premio Nobel de Medicina a Charles-Robert  Richet. Al recibir el galardón declaró: 
«El descubrimiento de la anafilaxia no es de ninguna manera el resultado de una profunda reflexión sino de una simple observación, casi accidental, por lo tanto no tengo otro mérito que el de no haber rehusado ver los hechos que se mostraban ante mí, completamente evidentes». 
Richet obtuvo en solitario el Nobel, pero no Portier. A pesar de eso, no surgió entre ambos envidia o resentimiento alguno y continuaron manteniendo una buena amistad.


Bibliografía: 

Cohen SG, Mazzullo JC. 2009, “Discovering anaphylaxis: Elucidation of a shocking phenomenon”, J. Allergy Clin. Immunol., 866-69.

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