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jueves, 19 de enero de 2017

Los tatuajes japoneses





Yoshitoshi

 Tatuador realizando un tatuaje
(1868)

Ukiyo- e (Xilografía pintada) 
13.75” x 9.25.”
Japón




La tradición del tatuaje (irazumi itaialcanza en Japón tal vez su más alto nivel artístico. Acostumbran a ser tatuajes de gran tamaño, que ocupan amplias zonas de la superficie corporal con una temática propia. Está inspirado en los ukiyo e, las xilografías japonesas que tanta difusión alcanzaron en los s. XVIII y XIX y que llegaron a influir (a través del llamado japonesismo) en los pintores impresionistas franceses. Su imaginario también presenta características propias, yendo desde delicados motivos paisajísticos (como ramas de cerezos en flor) a fabulosos seres mitológicos (dragones o terribles demonios). 

En tumbas de hace más de 5000 años se encontró lo que probablemente sea el testimonio más antiguo de tatuajes en Japón: unas figurillas que presentan en la cara marcas y líneas que los expertos identifican con tatuajes. Probablemente estos tatuajes faciales serían signos de status social y tendrían también un carácter apotropaico, de protección frente a los malos espíritus. 

En algunos textos históricos chinos del siglo III a. C. se hace referencia a que algunas mujeres y hombres japoneses decoran con tatuajes sus cuerpos. También hay menciones escritas que comentan que los pescadores japoneses decoraban sus cuerpos como protección frente a los ataques de "peces gigantes" (probablemente tiburones) cuando se sumergían para pescar o recoger ostras. Otra vez la función apotropaica. 

Sin embargo, siglos más tarde, la poderosa influencia cultural de China cambió la significación social del tatuaje, ya que pasó a ser un estigma reservado durante mucho tiempo para las personas al margen de la ley y los criminales. Las personas tatuadas eran rechazadas y eran relegadas a vivir fuera de la sociedad y de la familia. Ciertamente había alguna excepción y en algún lugar como la isla de Hokkaido, se siguió practicando una forma de tatuaje tradicional local. Allí, en la isla más septentrional del Japón, se consideraba que las mujeres jóvenes eran más bellas si lucían tatuajes en labios, brazos, y manos. 

Así, en Japón se empleó también como una forma de marcar a los criminales y como castigo por ciertos delitos que dejaban a su portador identificado como infractor de las leyes para toda su vida. Estos tatuajes de castigo eran habitualmente líneas alrededor de las muñecas o líneas de diferentes tipos que recorrían los brazos de la persona, y recibían el nombre de Geishin. En algunas ocasiones la única forma de ocultar estas marcas delatoras de una vida anterior era cubrirlas con otros tatuajes, y por este motivo surgió la práctica de tatuarse los brazos completos con escenas que disimulasen los tatuajes carcelarios. 



Samurai con el cuerpo tatuado

Hacia el final del siglo XVII el empleo del tatuaje como forma de marcar a los criminales empieza a verse reemplazado por otras formas de castigo y esto hace que al debilitarse su relación con el mundo criminal, el tatuaje artístico comience a emerger con más fuerza. Siguió siendo popular entre los criminales, los únicos que nunca abandonaron su práctica por afición o por "obligación", pero este cambio en su percepción abre la puerta a su evolución, desde este momento los tatuajes comienzan a evolucionar hacia un estilo que quiere hacerse más bello y estético. Los tatuajes no eran solo exclusivos de los criminales, otro gremio muy aficionado a los tatuajes durante esta época fue el de los bomberos, que acostumbraban a decorar sus cuerpos con símbolos del agua, como protección o amuleto contra el fuego que debían combatir al desarrollar su peligroso trabajo.

Este es el origen de la conexión entre el mundo del hampa criminal y los tatuajes en Japón, una relación que comienza hace casi tres siglos y que ha llegado hasta nuestros días. Se tiene documentación de algunos criminales de renombre que portaban tatuajes de gran belleza, como es el caso de un famoso dirigente de la mafia (la famosa Yakuza) llamado Seibei que lucía sobre su piel la figura de una famosa poetisa clásica japonesa, e imágenes de flores de cerezo en su cintura, brazos y piernas. A pesar de que el tatuaje en Japón seguía siendo una práctica al margen de la ley de una u otra forma (estando prohibido en ciertos periodos de la historia), no existía ninguna restricción acerca de tatuar a extranjeros. Así fue como muchos maestros tatuadores establecieron sus salones en puertos de mar - como por ejemplo en Yokohama  - en los cuales realizaban muchas de sus obras sobre los cuerpos de marineros extranjeros. Su habilidad terminó siendo tan conocida que muchos dignatarios extranjeros se desplazaban a Japón con la intención de recibir sobre su piel una obra de estos maestros tatuadores.

El tatuaje japonés incorpora además un elaborado sistema de símbolos que combina los principios del ying y el yang, el empleo del espacio negativo en el diseño y la composición de las piezas, una apreciación estética por la anatomía y las líneas del cuerpo humano y la habilidad de contar una historia empleando imágenes que además debían hablar del carácter único de la persona que lucía el tatuaje. Todo un arte sutil y complejo. 

Dentro del tatuaje japonés tradicional es habitual que ciertos elementos aparezcan en parejas, el dragón y el fénix, los leones o los demonios suelen acompañarse de ciertas flores... siempre se busca un equilibrar en la composición los elementos con gran fuerza con otros más delicados o bellos.

Para la realización de los auténticos tatuajes tradicionales no se emplean máquinas eléctricas sino herramientas también tradicionales, llamadas tebori. Con el tebori un maestro tatuador puede conseguir un grado de sutileza y de tonalidades que no se puede conseguir con los medios modernos. Eso sí, es una técnica considerablemente más dolorosa y que conlleva muchísimo más tiempo. Es tal el respeto y la apreciación por este método tradicional en Japón que incluso existen asociaciones culturales para preservar su uso y su historia. 

Según el maestro tatuador Kazuo Oguri, un buen tatuaje no es simplemente un dibujo bonito. Un buen tatuaje es mucho más que la suma de todas sus partes individuales. El diseño debe ser limpio, con fuerza y claramente visible desde una distancia de varios metros. Demasiado detalle resta belleza al efecto estético general del tatuaje.

Tras la Segunda Guerra Mundial el tatuaje dejó de ser ilegal aunque no estaba del todo bien visto por la sociedad en general. Los tatuadores trabajaban muchas veces de forma privada con cita previa. 

Hoy en día en Japón (como también sucede en algunas partes de occidente) mostrar los tatuajes públicamente no está todavía totalmente aceptado socialmente, debido a que muchos miembros de las clases inferiores de la sociedad y del crimen organizado están fuertemente tatuados, aunque hay que señalar que esta actitud de rechazo está cambiando rápidamente entre las nuevas generaciones de jóvenes japoneses. A pesar de esta mayor aceptación social del tatuaje, todavía puede ser difícil encontrar un trabajo de cara al público en Japón si se llevan tatuadas las zonas habitualmente descubiertas. 

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