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domingo, 15 de enero de 2017

La cabeza rasurada de los sacerdotes isíacos








Cabeza de sacerdote isíaco

Mármol de fino grano cristalino 
Museo Nacional Romano. Palazzo Altemps.
Roma.




Esta cabeza, completamente rasurada, representa a un hombre maduro, que puede identificarse con un sacerdote de la diosa Isis. Los sacerdotes de Isis se afeitaban el cráneo en señal de pureza. Llevaban además una cicatriz en forma de Tau o aspa en la zona frontoparietal, como puede verse en la escultura y que exteriorizaba su consagración a la diosa. También vestían ropas de lino, una costumbre tomada de los sacerdotes egipcios y que eran propias de su rango. 


Cabezas de sacerdotes isíaco, con el aspa 
bien visible en la zona frontoparietal 
 



Los niños consagrados a Isis llevaban la cabeza rapada y un largo mechón o trenza lateral, tal como se acostumbraba en Egipto. También hemos podido encontrar algunas representaciones escultóricas de este ritual capilar. 


Niño consagrado a Isis, con la cabeza rapada
 y el mechón de cabello lateral 


Isis era la esposa de Osiris en la mitología egipcia clásica. Sin embargo, su culto se transformó durante la época ptolemaica, dando lugar a un culto sincrético con mezcla de elementos griegos. El esposo de Isis era en este caso Serapis, una divinidad en la que se hibridaban elementos mitológicos griegos con los egipcios. Ptolomeo Soter intentó así crear una religión mixta en la que griegos y egipcios reconocieran su tradición. La imagen de Serapis era la de un dios barbado de aspecto griego, inspirado en Hades, el dios del inframundo. Llevaba un modius (medidor de grano) en la cabeza, empuñaba un cetro y se acompañaba de una serpiente (un elemento ctónico, referencia al mundo inferior) y del perro Cerbero, un perro con tres cabezas, guardián de los infiernos.   


Imagen de Serapis en su trono, con el perro
de tres cabezas Cerbero. Museo Egizio. Turín. 
Figurilla de Serapis en alabastro (s. II)
Museo Nacional Romano. Palazzo Altemps. Roma.

Serapis se constituyó en la divinidad patrona de Alejandría (una ciudad griega enclavada en Egipto) y formaba una tríada con Isis y Harpócrates (Horus niño). Su culto se popularizó, propagándose por el Mediterráneo. 
  
Estatua de la Isis helenística.
Museo Nacional Romano. Palazzo Altemps. Roma. 

El culto de Isis fue al principio visto con recelo por Augusto, que lo consideraba una superstición. Pero como otras religiones mistéricas (cultos de Dionisos, Mitra, etc..) acabó por alcanzar gran popularidad. Calígula permitió la fiesta de Isis en Roma y más tarde, bajo la dinastía Flavia se propagó todavía más. 

Como curiosidad, podemos comentar que la fiesta del Navigium Isidis (la nave de Isis) era una procesión de barcas con la que cada año se inauguraba la temporada de navegación, tras los temporales invernales. Tenía lugar en la primera luna llena después del equinoccio de primavera. Durante la procesión se ofrecían coronas de flores que se arrojaban al mar. Por cierto, que algunos ecos de estas procesiones podemos encontrarlos todavía hoy en las tradicionales procesiones marineras de la fiesta de la Virgen del Carmen. 


Sacerdote isíaco con la cabeza afeitada.
Museo Nacional Romano. Palazzo Altemps. Roma. 

Relieve representando un ritual del culto de Isis. Museo Nacional Romano. Palazzo Altemps. Roma. 

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