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jueves, 17 de noviembre de 2016

San Bartolomé (y VII): las pinturas de José de Ribera.






José de Ribera


San Bartolomé 
(1630-1632)

Óleo sobre lienzo, 78 x 64 cm.
Museo del Prado. Madrid. 



El valenciano José de Ribera (1591-1652) es uno de los grandes pintores barrocos del s. XVII. Nacido en Xàtiva, se formó en Italia. Tras una estancia en Parma y Roma se estableció en Nápoles (que en aquel momento formaba parte de los dominios de la monarquía hispánica) y así fue descubierto por el duque de Osuna, que entonces ostentaba el cargo de virrey en aquella ciudad. A través del virrey, la pintura de Ribera fue conocida y apreciada en la corte española. El propio rey Felipe IV llegó a poseer más de cien pinturas de este artista, repartidas entre el Escorial y el Palacio Real. 

José de Ribera, Lo Spagnoletto: San Bartolomé                        
Ribera era también conocido como Lo Spagnoletto, ya que solía firmar sus obras como "Jose de Ribera, español".

La pintura de Ribera está muy influída por Caravaggio, como puede observarse por sus contrastes de luces y sombras y su crudo realismo, aunque también absorbió otras influencias como el colorismo romano. Sus pinturas se caracterizan por su grueso empaste y el uso de diferentes texturas que da a sus pinturas un marcado relieve, confiriéndoles una tridimensionalidad casi monumental. Cultivó sobre todo temas religiosos, aunque son de destacar también sus escenas mitológicas, y los retratos de mendigos y de filósofos antiguos. 

Entre las pinturas religiosas de Ribera hay que destacar diversos apostolarios, colecciones de cuadros que se prodigaron impulsados por el espíritu de la Contrarreforma, que dió al culto a los santos un definitivo empuje, en contraposición a la austeridad y la estricta religiosidad luterana y calvinista. En estas series, cada apóstol figura con su atributo identificativo (en la mayoría de los casos un instrumento relacionado con su martirio)


Ribera: San Bartolomé.
     Fondazione di Studi di Storia dell´Arte Roberto Longhi.
En los diversos apostolarios pintados por Ribera, el apóstol Bartolomé suele aparecer empuñando un cuchillo, el instrumento usado para desollarlo. En algunos casos, también suele llevar su propia piel, testimonio de su martirio. 

En el caso del cuadro de la Fundación Longhi el apóstol, portador de ambos atributos se encarna en un hombre anciano, calvo e imberbe, tal vez para poner de relieve que también se le ha arrancado el cuero cabelludo y la piel de la cara. De hecho, la piel que exhibe lleva el cabello íntegro y una abundante barba. 


    
El anciano que encarna a San Bartolomé (Fundacion Longhi) aparece
también en el cuadro "Susana y los viejos"


El anciano mira fijamente al espectador, con una mirada inquisitiva y algo amenazadora. El modelo debía ser un personaje real y próximo al pintor, ya que podemos reconocer a este mismo viejo en otras obras del pintor como "Susana y los viejos" o "Jesús entre los doctores de la Ley". 


Ribera: Martirio de San Bartolomé. MNAC.                     
En un gran cuadro conservado en el MNAC, Ribera aborda el tema del martirio de San Bartolomé, mostrando el inicio del proceso de desollamiento.  El apóstol, en un escorzo muy forzado, típico del barroco, vuelve su vista al espectador, en una mirada inolvidable. 


Presenta sobre su piel desnuda los signos propios del envejecimiento: piel seca, arrugada, fláccida, que acusa el paso del tiempo y acaso la acción del sol sobre la piel. Las caras encendidas de los torturadores se deforman en muecas que apenas contienen su sadismo: blandiendo sendos cuchillos están procediendo a arrancar la piel, uno de un brazo, otro de la pierna. En el suelo yace la cabeza del ídolo que Bartolomé se ha negado a adorar, en una alegoría de la caída inminente del paganismo que será sustituído por la nueva fe cristiana. 


En una de mis frecuentes visitas al MNAC, ante el cuadro del Martirio de San Bartolomé, de Ribera.

He ido al MNAC muchas veces a extasiarme ante este lienzo, que me cautiva especialmente. Me he pasado mucho tiempo ante él, contemplando con delectación los menores detalles. Creo que no exagero al afirmar que el claroscuro de esta obra - de neta influencia caravaggesca - es uno de los más interesantes de los que podemos encontrar en la pintura española del s. XVII. La escena es de un realismo vívido, de una teatralidad absoluta, que rodea y penetra al espectador de forma inevitable. 

En el museo del Prado hay un cuadro de Ribera sobre el martirio de San Felipe, que durante mucho tiempo se creyó que representaba el martirio de San Bartolomé. 




Bibliografía:




Pérez d'Ors, P. En: Del Greco a Goya. Obras maestras del Museo del Prado, Museo de Arte de Ponce, 2012, pp. 91-92.


Martirio de San Bartolomé:





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