Ramon Casas y Miquel Utrillo
Adelantos del s. XX: la ducha
Azulejo Exposición temporal "Ramón Casas, la modernitat anhelada". Museu Maricel. Sitges. |
Ramon Casas i Carbó (1866-1932) fue un dibujante, pintor y cartelista vinculado al impresionismo y uno de los impulsores del modernismo catalán. Junto con Santiago Rusiñol es el máximo exponente de la bohemia dorada, que impulsó la renovación de la pintura catalana a finales del s. XIX.
A Casas le gustaba realizar dibujos satíricos sobre la realidad social catalana y era autor de diversas "auques" (un precedente del cómic, con leyendas en versos pareados). Para la confección de una de estas "auques", realizada junto con Miquel Utrillo para la revista Pèl & Ploma diseñó un panel de azulejos en el que con cierto humor, se pasaba revista a los progresos del s. XX. En este panel aparecían los inventos que facilitaban la vida cotidiana de las personas, desde la aserradora mecánica al torno de dentista o el WC con depósito de agua accionado por una cadena. En uno de estos azulejos aparecía la ducha, un invento que se hizo popular en los domicilios de las familias pudientes de las primeras décadas del siglo y que constituía una total novedad en aquel momento.
De hecho, la ducha se había inventado algo antes, durante el período conocido como la Gran Depresión (1870-1895), aunque fue en la Belle Époque cuando se generalizó su uso.
Tal vez debamos decir, en honor a la justicia, que anteriormente existían ciertos antecedentes históricos. Los atletas griegos ya se lavaban bajo unos chorros de agua, y faraones como Tutmosis III o Ajnatón recibían agua sobre su cuerpo por un sistema de conducción de agua. También es posible que en los baños medievales se recurriera puntualmente a sistemas parecidos. Pero estos lejanos antecedentes habían sido meramente anecdóticos y su uso no era generalizado
Otro antecedente teórico de la ducha lo encontramos en el Archivo de la Villa de Madrid, donde hay un documento firmado por Diego Pacheco y Cobos que propone que el ayuntamiento construya unos baños públicos, en los que además del sistema clásico de baños fríos y calientes podría implantarse:
«...un tercero, que se llamará de rocío, [que] servirá únicamente para rociarse o refrescarse la cabeza el que se bañe, sin necesidad de moverse, ni meterla dentro del baño, en donde muchas veces no lo hacen, por no recoger las inmundicias desprendidas del cuerpo. Para que la salida del agua de este tercer caño no moleste, como sucedería siendo como los regulares, y para que completamente se logre el destino de su nombre, será ésta por una porción de agujeros casi imperceptibles, en forma de lluvia»
Aunque esta primitiva ducha no sabemos si llegó a materializarse o si quedó también en una mera propuesta.
En 1822 William Feetham patentó un sistema de ducha. Pero no siempre patentar un sistema implica su aplicación práctica, y ésta parece que no se llevó a cabo.
Delabost era un médico reputado, que se interesó sobre todo por las condiciones sanitarias de las cárceles y que participó activamente en los Congresos Internacionales penitenciarios de Roma (1890) y San Petersburgo (1895). Una de sus intervenciones fue la creación de la ducha o mejor la renovación de la ducha ya conocida en la Antigüedad.
La intervención de Delabost fue la consecuencia de una circular enviada por el ministerio del Interior sobre la conveniencia de mejorar las condiciones insalubres de los presos en Francia (20 octubre de 1872). Como consecuencia de la guerra de 1870 y de las algaradas de la Comuna, en las cárceles francesas se hacinaba un gran número de prisioneros. Sus condiciones higiénicas eran deplorables, y la suciedad en la que permanecían era fuente de todo tipo de infecciones y problemas. Delabost, que ya hacía 8 años que era el máximo responsable sanitario de la cárcel de Bonne-Nouvelle se entusiasmó al recibir la carta. En la cárcel existía un servicio de baño de higiene, que aunque teóricamente era obligatorio, solía reservarse a los casos en los que había una prescripción médica con finalidad terapéutica ya que solamente se disponía de tres bañeras para unos 900 internos. Por otra parte, los presos solían ser reticentes a tomar baños, en opinión de Delabost:
"la limpieza [es] una virtud [que les es] casi desconocida, y en todo caso, una práctica desagradable"
Fue así como Delabost ideó la primera ducha: una cañería de agua que va a la parte alta y que presenta un recipiente agujereado para distribuirla sobre el cuerpo. Además dotó al depósito de un serpentín por donde pasaba vapor de agua y así el agua llegaba caliente.
Al principio, se instaló una primera ducha en un rincón del patio de la cárcel a fin de tratar a los prisioneros afectos de trastornos nerviosos, de una "locura pasajera". Se alternaba en este caso la ducha caliente con la ducha fría, en un intento de conseguir un cierto efecto calmante.
Pero pronto Delabost lo quiso aplicar a los prisioneros que realizaban los trabajos más sucios, como la confección de botones a partir de cuernos de bóvidos. Empezó a someterlos a duchas intermitentes, procediendo en los momentos de interrupción a un intenso friccionado con jabón. Con un gasto de solo 16 litros de agua, se conseguía que los presos entraran sucios y salieran limpios. El resultado era tan espectacular que Delabost elaboró un detallado informe como respuesta a la circular enviada por el ministerio.
Baños-ducha en la prisión de Rouen, según el sistema propuesto por el Dr. Merry Delabost (1873) Tomado de http://criminocorpus.revues.org/docannexe/image/2006/img-1.jpg |
En su informe proponía construir dos salas para la ducha en la prisión: la primera destinada a vestuario, y la segunda al servicio de hidroterapia. Al principio, el ministerio no contestó. Pero el tenaz doctor volvió a insistir. El recelo del ministerio era sobre la posibilidad de incidentes si se planteaban duchas en grupo. Se introdujo entonces la modificación de construir pequeños vestuarios y duchas individuales, alineados de manera que pudiesen ser vigilados por un único guardián. Se salvaguardaba así una cierta intimidad y se aseguraba la seguridad. Finalmente, el proyecto se llevó a cabo en 1873.
Instalación de ducha realizada bajo la supervisión del Dr. Merry Delabost http://criminocorpus.revues.org/docannexe/image/2006/img-2.jpg |
El éxito de la ducha fue muy importante y pronto se generalizó en las prisiones francesas.
En 1879 el ejército prusiano la incorporó y dispuso que los soldados usaran obligatoriamente este servicio de higiene.
Pero al principio solamente se aplicó en las cárceles y a los cuarteles. El propio Delabost afirmaba, con cierta ironía:
En 1879 el ejército prusiano la incorporó y dispuso que los soldados usaran obligatoriamente este servicio de higiene.
Pero al principio solamente se aplicó en las cárceles y a los cuarteles. El propio Delabost afirmaba, con cierta ironía:
"Mi invento no está al alcance de cualquiera. Hace falta haber robado o matado, o por lo menos haber roto algúna farola pública"
Con el fin de la Gran Depresión, llegó la Belle Époque. En el cambio de siglo la ducha se fue extendiendo. Al principio, las duchas se reservaron a los establecimientos de baños populares, con cabinas estrechas, chorros contiguos, separados por sucintas divisiones (desde la altura de los hombros a los tobillos) que apenas garantizaban una mínima intimidad. Eran conjuntos estrictamente "funcionales" para atender a la higiene de las clases trabajadoras, que no disponían de sistema de baño en casa.
Las clases burguesas en cambio, incorporaron bañeras en sus domicilios: el baño de inmersión tenía más prestigio y clase que la simple ducha, todavía de recuerdo cuartelero o carcelario. Las salas de baño aparecieron en las casas burguesas integrándose como una pieza ya imprescindible.
Sala de baño de la casa Masó, de Girona, ejemplo de una casa burguesa noucentista (primer cuarto del s. XX). Obsérvese que se dispone de bañera, pero no de ducha. |
Poco a poco, las clases acomodadas comenzaron a incorporar también las duchas (que llamaban bain à douche) en sus hogares. Al principio, estaban más pensados para la higiene del servicio doméstico, pero su practicidad acabó por imponerse también para los señores. Aunque que las casas dispusieran del sistema, no implicaba que se usara a diario, ni mucho menos. En la época, una ducha se tomaba como máximo una vez a la semana, generalmente los sábados, y en general en períodos más dilatados de tiempo.
Una prueba de como se consideraba la ducha y de como evolucionó su uso la hallamos en los diccionarios. En el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española la palabra ducha aparece en 1884 y se define como:
«[c]horro de agua que en los baños medicinales se dirige con ímpetu a la parte enferma del cuerpo humano».
O sea, que no se contemplaba su uso para las personas sanas. Hasta 1925 no aparece la nueva definición:
«chorro de agua que se hace caer sobre el cuerpo para limpieza o para refresco».
En la actualidad, no se concibe una casa sin ducha. En general se toma una ducha al día, aunque en determinadas circunstancias (práctica deportiva, baños de mar, calor intenso) no es raro tomar más de una ducha al día. Las duchas son omnipresentes en escuelas, gimnasios, clubs deportivos, piscinas. En definitiva, la invención (o si queréis la reinvención) de la ducha constituyó un notable progreso en la higiene personal.
Bibliografia:
Dajon H, La douche, une invention d'un médecin des prisons, le docteur Merry Delabost, Criminocorpus [En línea], Varia, 26 janvier 2013, consultado el 19 de marzo 2021. URL : http://criminocorpus.revues.org/2006
Delabost M. Note sur un système d'ablutions pratiqué à la prison de Rouen et applicables à tous les grands établissements pénitentiaires ou autres », Annales d'hygiène publique et de médecine légale, 1875, série 2, n° 43, p. 110-117. (En línea en BIUM)
Delabost M. Hygiène pénitentiaire. Bains-douches de propreté. Leur application dans les prisons cellulaires. Annales d'hygiène publique et de médecine légale, 1888, série 3, n° 20, p. 217-234. (En línea en BIUM)
Delabost M. Un établissement de bains-douches à bon marché à Rouen (Fondation Fr. Depeaux) », Annales d'hygiène publique et de médecine légale, 1888, série 3, n° 39, p. 218-227. (En línea en BIUM)
http://cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/noviembre_06/16112006_01.htm
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