Francisco de Goya pintó esta espeluznante escena en la última época de su vida, para decorar una pared de su casa de Carabanchel, la Quinta del Sordo, que adquirió en 1819. Por este motivo, originariamente estaba pintada al óleo sobre revoco. En 1874 el pintor Salvador Martínez Cubells la trasladó a un lienzo por encargo del barón Émile d'Erlanger, quien la cedió al Estado Español en 1881, pasando a engrosar la colección del Museo del Prado.
La pintura refleja el mito de Cronos - Saturno en la mitología romana - en el acto de devorar uno de sus hijos. Cronos era el dios del tiempo. El desdichado dios, temeroso que alguno de sus hijos le arrebatara su trono, los devoraba a medida que Rea, su mujer, los ponía en el mundo. El mito es un símbolo del paso del tiempo y como Cronos - dios que regía el tiempo - intenta ingenua y terriblemente detener su inexorable marcha que termina por vencernos a todos.
Cada vez que visito el Museo del Prado no puedo dejar de visitar la sala de las Pinturas Negras de Goya, que ejercen en mí una especial fascinación. Y entre ellas ésta de Saturno, el gigante deformado con los ojos desorbitados y llevándose a la boca, ansioso, el cuerpo sangrante y medio comido de uno de sus hijos. El canibalismo en estado puro, la solución de deglutir aquello que puede suponer una amenaza. Saturno comía a sus propios hijos para sobrevivir, para no ser derrocado, para no envejecer, para no morir.
Es precisamente este concepto el que me recuerda la autofagia, un fenómeno celular por el que la célula fagocita todos los restos de materiales de desecho. Las células devoran sus propios productos cuando ya no les sirven y cuando su acumulación puede suponer una amenaza para ellas: aparición de estados patológicos, envejecimiento y muerte. Algo así como Saturno devorando a sus propios hijos para intentar no ser derrocado en el futuro.
Precisamente el Premio Nobel de Fisiología y Medicina de 2016, ha sido concedido hace pocos días al japonés Yoshinori Ohsumi, por sus investigaciones sobre la autofagia. El descubrimiento del mecanismo de la autofagia, proceso de limpieza y de reciclaje de los detritus celulares podría contribuir a comprender mejor las enfermedades ligadas al envejecimiento y quizás a permitir que algún día se pueda vivir más y a llegar a la vejez con buena salud. Si la célula es incapaz de limpiar y eliminar la "basura celular", los materiales de desecho se van a acumular, lo que puede comportar numerosas patologías, como enfermedades neurodegenerativas (Parkinson o Alzheimer), enfermedades infecciosas o cáncer.
Del mismo modo, patologías como obesidad o diabetes, ciertas enfermedades cardiovasculares o intestinales e incluso la artrosis podrían tener relación con la falta o disfunción de la autofagia, un proceso que ya se conocía desde los años '60. Pero el Prof. Oshumi identificó los genes esenciales a la autofagia en levaduras en los años '90 y demostró que este proceso es similar en las células humanas.
Rubens: Saturno devorando a un hijo. |
Cada vez que visito el Museo del Prado no puedo dejar de visitar la sala de las Pinturas Negras de Goya, que ejercen en mí una especial fascinación. Y entre ellas ésta de Saturno, el gigante deformado con los ojos desorbitados y llevándose a la boca, ansioso, el cuerpo sangrante y medio comido de uno de sus hijos. El canibalismo en estado puro, la solución de deglutir aquello que puede suponer una amenaza. Saturno comía a sus propios hijos para sobrevivir, para no ser derrocado, para no envejecer, para no morir.
Es precisamente este concepto el que me recuerda la autofagia, un fenómeno celular por el que la célula fagocita todos los restos de materiales de desecho. Las células devoran sus propios productos cuando ya no les sirven y cuando su acumulación puede suponer una amenaza para ellas: aparición de estados patológicos, envejecimiento y muerte. Algo así como Saturno devorando a sus propios hijos para intentar no ser derrocado en el futuro.
Precisamente el Premio Nobel de Fisiología y Medicina de 2016, ha sido concedido hace pocos días al japonés Yoshinori Ohsumi, por sus investigaciones sobre la autofagia. El descubrimiento del mecanismo de la autofagia, proceso de limpieza y de reciclaje de los detritus celulares podría contribuir a comprender mejor las enfermedades ligadas al envejecimiento y quizás a permitir que algún día se pueda vivir más y a llegar a la vejez con buena salud. Si la célula es incapaz de limpiar y eliminar la "basura celular", los materiales de desecho se van a acumular, lo que puede comportar numerosas patologías, como enfermedades neurodegenerativas (Parkinson o Alzheimer), enfermedades infecciosas o cáncer.
Del mismo modo, patologías como obesidad o diabetes, ciertas enfermedades cardiovasculares o intestinales e incluso la artrosis podrían tener relación con la falta o disfunción de la autofagia, un proceso que ya se conocía desde los años '60. Pero el Prof. Oshumi identificó los genes esenciales a la autofagia en levaduras en los años '90 y demostró que este proceso es similar en las células humanas.
El descubrimiento desencadenó una cadena de investigaciones, que por el momento se han realizado sobre plantas y animales. En la mayoría de patologías hay que estimular la autofagia, como por ejemplo en las enfermedades neurodegenerativas, para eliminar los agregados de proteínas que se acumulan en las células enfermas. También en la diabetes, la arteriosclerosis o los procesos infecciosos, en los que se trata de estimular la reacción inmunitaria.
En cambio, en el cáncer es algo más complejo. Según los casos, puede ser conveniente estimular o por lo contrario inhibir la autofagia, En algunos experimentos realizados en animales han demostrado que los estimuladores de la autofagia podrían mejorar la respuesta anticancerosa, por la vía de la respuesta inmunitaria. Pero por el contrario, otros investigadores se han esforzado en inhibir la autofagia para reducir el estrés celular producido por la quimioterapia.
Otra patología, la artrosis, que afecta sobre todo a personas de edad avanzada puede beneficiarse de estos conocimientos. Los estudios preclínicos realizados sobre ratones han mostrado que la activación de la autofagia retrasaba la aparición de la artrosis y mejoraba la movilidad articular. Entre las moléculas estimuladoras probadas figura la rapamicina, un medicamento anti-rechazo que se usa en los transplantados. Para evitar los efectos secundarios de este potente medicamento, se administra inyectándolo intra-articularmente.
Mientras que la autofagia no se pueda estudiar en humanos (para lo que quedan todavía algunos años) se puede en cierta forma estimular la autofagia por la alimentación. En efecto, algunas moléculas presentes en los alimentos tienen un ligero efecto estimulante de la autofagia. Es el caso del resveratrol, un antioxidante presente en el vino tinto, ciertas frutas y el chocolate; o la espermidina, contenida en alimentos como el queso de Roquefort. Y si consumiendo estas sustancias no conseguimos alargar la vida, por lo menos la haremos más placentera y agradable. Por eso, si comenzábamos con la horripilante imagen de Saturno, terminamos con la mucho más amable de Baco, el dios del vino. Eso sí: recomendamos un consumo responsable.
Caravaggio: Baco (1595) Óleo sobre tabla 98 x 84 cm Galería Uffizi, Florencia. |
Henri de Toulouse-Lautrec - “La resaca. Suzanne Valadon” (1887-1889) Óleo sobre lienzo, 47 x 55 cm, Harvard Art Museum, Cambridge) |
Autophagy:
'Self-Eating Cell' Research Wins Nobel in Medicine:
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