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viernes, 23 de septiembre de 2016

Experimentos médicos no éticos (I): el estudio Tuskegee







Extracción de sangre en el Experimento Tuskegee 
(1932)

Fotografía

Archivos Nacionales. Atlanta.  



El 16 de mayo de 1997, durante una ceremonia en la Casa Blanca, el presidente Bill Clinton pidió perdón por el Estudio Tuskegee, un largo estudio no terapéutico para intentar conocer la historia natural de la sífilis, y en el que se negó el acceso al tratamiento de la enfermedad a un grupo de varios centenares de varones negros del estado de Alabama. Según el presidente Clinton este estudio se había convertido en el símbolo del racismo en medicina, de lo que no ha de ser una investigación, de la arrogancia médica y de la opresión del Gobierno sobre la población negra.  Ante 5 de los 8 supervivientes del experimento, Clinton declaró:
“No se puede deshacer lo que ya está hecho, pero podemos acabar con el silencio.....Podemos dejar de mirar hacia otro lado. Podemos miraros a los ojos y finalmente decir de parte del pueblo americano, que lo que hizo el gobierno estadounidense fue vergonzoso y que lo siento”

El Experimento Tuskegee sobre sífilis fue un estudio clínico realizado entre 1932 y 1972 por el Servicio Público de Salud de los Estados Unidos (en adelante PHS, U.S. Public Health Service). Su objetivo era estudiar la evolución natural de esta enfermedad en ausencia de tratamiento. Se realizó sobre un grupo de población rural de raza negra de bajo nivel adquisitivo y cultural y no se interrumpió a pesar de la introducción de tratamientos eficaces (penicilina) para la resolución de la enfermedad durante estos años (1945).

El PHS, en colaboración con el Instituto Tuskegee comenzó el estudio en 1932. Bajo varios supervisores, el estudio continuó hasta 1972. Durante el dilatado período del estudio (40 años), muchos de sus integrantes murieron a causa de la sífilis y nacieron niños afectos de sífilis congénita, ante la impasibilidad terapéutica de los médicos que seguían el experimento. El Estudio sobre sífilis de Tuskegee ha sido calificado como "posiblemente la más infame investigación biomédica de la historia de los Estados Unidos", originó el informe Belmont sobre bioética y fue reprobado por diversos informes posteriores.

Antecedentes y planteamiento inicial del estudio

En la literatura médica del primer tercio del s.XX era frecuente afirmar que la sífilis terciaria solía afectar más al sistema nervioso en los blancos, mientras que la afectación cardiovascular era más frecuente entre las personas de piel negra. Sin embargo, en 1928, Bruusgard había realizado una investigación en Oslo, estudiando las manifestaciones patológicas de la sífilis no tratada en centenares de hombres blancos, encontró una mayor afectación cardiovascular, mientras que los casos con afectación neurológica eran escasos en su revisión. El trabajo noruego era un estudio retrospectivo en el que los investigadores habían recopilado información de pacientes que estaban ya contagiados y habían permanecido cierto tiempo sin tratamiento.

En EEUU se decidió hacer un estudio similar al de Oslo, estudiando la incidencia de la sífilis en el condado de Macon, una zona de Alabama con una alta incidencia de sífilis. Según los datos preliminares, más de un 35-40% de los grupos estudiados de todas las edades tenían serología positiva. La idea original partió al parecer de Taliaferro Clark, que propuso observar la evolución de enfermos de sífilis no tratados durante un período de 6 - 8 meses, pasando a continuación a tratarlos según los estándares de la época, que incluían Salvarsan (Arsfenamina, derivado arsenical introducido en 1909 por Paul Ehrlich), y bismuto (introducido por Levaditi y Sazerac, 1921). Esta pauta terapéutica (habitual en aquel tiempo) era efectiva, aunque bastante tóxica. El equipo del estudio formaba parte de la sección de enfermedades de transmisión sexual del PHS. El Instituto Tuskegee cedió las instalaciones de su hospital afiliado al PHS para la realización del estudio, con la intención inicial de mejorar la salud pública de la población de esta localidad, compuesta en su mayor parte por afroamericanos de muy bajo nivel económico-social.

Los investigadores tomaron un grupo de 600 individuos afroamericanos de Macon County (Alabama); 399 de ellos habían contraído la sífilis previamente antes de ser incluídos en el estudio y un grupo control de 201 hombres sanos. Los participantes en este estudio, en su mayoría analfabetos, recibían atención médica gratuita, una comida diaria y un seguro de 50 $ para cubrir sus gastos de entierro, en caso de fallecimiento. No se les comunicó que tenían sífilis ni se les trató. Se les dijo simplemente que tenían “mala sangre” un término popular local que englobaba de forma vaga varios diagnósticos como sífilis, anemia y fatiga.

Un estudio a largo plazo: Cobayas humanos

Aunque el crack de 1929 amenazó gravemente su financiación, el estudio continuó. Se planteó incluso efectuar una observación más larga, lo que motivó algunas dimisiones entre los miembros del equipo médico. Pero el afán de experimentación se impuso y se decidió - al margen de toda ética - seguir observando a los enfermos de sífilis sin realizar ningún tipo de tratamiento

Carta enviada a los sujetos del estudio
ofreciéndoles un «tratamiento especial».
Las consideraciones éticas, que desde el principio fueron muy poco consideradas, fueron cada vez más débiles. No sólo los sujetos del estudio no fueron informados, sino que se llegó a recurrir al engaño, para conseguir su colaboración. Para asegurar la presencia de los sujetos en un procedimiento de alto riesgo y no terapéutico como la punción lumbar, Vonderlehr, uno de los supervisores del estudio, envió a todos los pacientes una engañosa carta titulada Última oportunidad para un tratamiento especial y gratuito (Last Chance for Special Free Treatment). El estudio también solicitaba de los sujetos autorizar la autopsia tras la muerte, con la excusa de recibir el seguro que cubría los gastos del sepelio. Se conservan cartas de Wenger felicitando a Vonderlehr por su "estilo para escribir cartas tramposas a los negros".  Una muestra del constante desprecio con el que algunos investigadores trataban al grupo estudiado, considerándolo como auténticos cobayas humanos.

Esta era la convicción de muchos de los investigadores. Estaban obsesionados con obtener datos para la ciencia, por encima de cualquier consideración ética. Los enfermos estudiados eran objetos de experimentación, no seres humanos a los que curar. Heller, Director de la división de enfermedades venéreas del PHS  y que fue uno de los directores que tuvo el estudio a principios de los 40, afirmaba:
La situación de los hombres no justifica el debate ético. Ellos eran sujetos, no pacientes; eran material clínico, no gente enferma”.
E intentaba justificar a los médicos que colaboraron en el estudio:
“Para la mayoría, los doctores y el personal civil simplemente hicieron su trabajo. Algunos meramente siguieron órdenes, otros trabajaron para gloria de la ciencia”
Tal vez fuera esta convicción la que hizo que el estudio no fuera ocultado, ni realizado clandestinamente. En 1934 se publicaron los primeros datos clínicos, y en 1936 el primer informe. No era un estudio secreto, numerosos datos y artículos fueron publicados a lo largo de todo el experimento.

Desarrollo de tests no treponémicos

La mayor utilidad del Experimento Tuskegee fue la de proveer de suero para desarrollar y estandarizar los tests serológicos para el diagnóstico de la sífilis. En principio, las investigaciones seguían dos líneas principales: la de comprobar y estandarizar los tests diagnósticos ya existentes y la del desarrollo de nuevos tests. 

El experimento Tuskegee se convirtió en un instrumento para la política sanitaria internacional del PHS. Las investigaciones serológicas y el lucrativo comercio de tests diagnósticos permitió al PHS hacer frente a la investigación alemana, pionera en este campo y conquistar un lugar de privilegio en la OMS.

Lamentablemente, todos los médicos del mundo recurrimos - sin saberlo - a solicitar analíticas para la sífilis que incluían el test VDRL (en aquel momento muy útil para diagnosticar la sífilis). Un test que se realizaba con suero de pacientes engañados del experimento Tuskegee. 

(Continuará)

(Artículo extractado de: X. Sierra. El experimento Tuskegee.  En: Cuesta E,  López-Muñoz F. (ed) Cuando la Medicina no cura. Ed. Delta. Madrid, 2016)



El terrible experimento Tuskegee




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