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domingo, 12 de junio de 2016

No tocar: Rituales del tacto en los sacerdotes romanos







Relieve del Ara Pacis (fragmento)
(13-9 a.C.)

Edificio de mármol con bajorrelieves
Museo del Ara Pacis. Roma




Entre los numerosos monumentos que quedan en Roma de la época Imperial hay uno que a mí me fascina especialmente. Es el Ara Pacis, el Altar de la Paz que erigió entre el 13 -9 a.C. el Senado romano en acción de gracias por el regreso victorioso del emperador Octavio Augusto tras sus campañas de Hispania y Galia. El altar, una gran edificación de mármol, bellamente decorada, presenta dos puertas: una de ellas precedida por una escalinata para el sacerdote oficiante (al Este) y otra, posterior, para las víctimas (al Oeste). En su interior el ara propiamente dicha, donde se sacrificaban cada año un carnero y dos bueyes. 






El edificación está recubierta de relieves de gran simbolismo,  con elementos griegos y helenísticos que se combinan con el sobrio realismo romano. En ellos, sin decirlo a las claras, podemos entrever la naturaleza divina del emperador Augusto y de la familia imperial. 


El autor de este blog, frente al Ara Pacis
Posteriormente, tras la muerte de Augusto, se construyó su mausoleo al lado del Ara Pacis y se añadió al conjunto un obelisco traído de Egipto que servía como gnomon marcando la hora en un enorme reloj solar, completando así un conjunto de culto perpetuo a Augusto

En uno de los relieves, el que encabeza este escrito, aparece Augusto como rex sacrorum (lo que podríamos decir el sacerdote máximo) rodeado por los principales miembros de los colegios sacerdotales romanos, es decir, por los pontifex, flamines, augures y lictores. Más atrás asoma Agripa (que en aquel momento era yerno del emperador y constituía el más firme candidato a la sucesión imperial). 

Pero vamos a concentarnos en  el flamen, uno de  estos sacerdotes, que formaba parte del colegio de los flamines. Este tipo de sacerdocio era de gran importancia y poder y estaba lleno de reminiscencias mistéricas. Eran los sacerdotes más prestigiosos de la Antigua Roma y se equiparaban a los pontífices. Solo el rex sacrificiorum se sentaba por encima de ellos en un banquete. 

Los flamines eran los únicos sacerdotes que tenían derecho a llevar el albogalerus o apex (una especie de bonete con una punta central que se sujetaba con cintas bajo la barbilla) y vestían toga praetexta. También tenían derecho a ser escoltados por un lictor y a sentarse en silla curul, como los cónsules. En virtud de su cargo formaban parte del senado romano.

Había tres tipos de flamines mayores y doce de flamines menores. Cada uno era asignado a una divinidad, lo cual no quiere decir que no participasen en el culto de otros dioses.
 Los flamines mayores eran:
  • Flamen quirinalis (de Quirino, divinidad de origen sabino), situado en el Quirinal.
  • Flamen martialis (de Marte).
  • Flamen dialis (etimológicamente proviene de Júpiter), situado en el Capitolio.
Los flamines mayores debían contraer matrimonio con una mujer virgen por el rito de la confarreatio (los contrayentes deben comer un pastel de cereales, panis farreus, confeccionado con pan de espelta).

Cabeza de flamen (Museo del Louvre) 
El propio nombre de flamen hacía referencia al soplo (flatus) con el que encendían el fuego sagrado del altar. La institución de los flamines era muy antigua y se remontaba a Numa Pompilio (716-674 a.C.), pero decayó y casi desapareció durante el período tardo-republicano. Pero la reforma religiosa de Augusto les dió un nuevo significado, poniéndolos al servicio de la nueva política imperial: los flamines serían en adelante los sacerdotes encargados de rendir culto al emperador. El flaminado quedó en manos de la aristocracia. 

Los flamines debían consevar su pureza a ultranza, y por eso tenían que abstenerse de tocar todo tipo de cosas impuras. Eran muchos los tabús del tacto que debían respetar: 

  • No podían tocar una cabra, ni siquiera mencionarla
  • No podían tocar animales que hicieran referencia al mundo de los muertos (perros, caballos, ciervos) 
  • No podían tocar carne no cocinada. 
  • No podían tocar nudos.
  • No podían tocar las vides, hiedra o judías (ya que son plantas nudosas y no podían tocar nudos).
  • No podían tocar harina, levadura o pan con levadura.
  • No podían tocar o ver un cuerpo muerto y, por supuesto, no podía tocar un sepulcro ni asistir a un entierro.
  • No podían llevar anillos en contacto con sus dedos (a menos que fueran planos y sin piedras)

Detalle de la cabeza de un flamen, en el relieve del Ara Pacis. 
También tenían otros muchos tabúes que hacían referencia al cabello o a las uñas: 
  • No podían salir sin peinarse para colocarse el bonete.
  • Solo podía cortarles el pelo un hombre libre.
  • Sólo se podían peinar y cortar las uñas y el pelo con instrumentos de bronce.
  • Los mechones de pelo y las uñas que se le cortaban eran enterradas bajo un felix arbor (un árbol protegido por los dioses)


Pero no todos los tabúes hacían referencia al tacto o al cabello. Los flamines tenían que respetar también muchas otras prohibiciones :
  • No podían aproximarse al Pomerium (el recinto amurallado) ya que todo lo que había fuera de la ciudad era considerado impuro.
  • Debían vestirse con ropa sin ningún tipo de nudo.
  • Tampoco podían probar la carne cruda, ni las habas (ya que servían para ahuyentar los malos espíritus)
  • No podían desnudarse en espacios abiertos.
  • No podían realizar juramentos. 
  • Nadie podía dormir en sus lechos, que tenían que tener las patas embadurnadas de arcilla (para recordarles que no podían abandonar la tierra de la ciudad, ya que solamente podían dormir fuera de Roma una noche)
  • No podían mirar un ejército en armas.

Estas restricciones eran extensivas también a sus esposas, las Flaminicae. Es más, les estaba vedado subir más arriba de un tercer escalón, para evitar que la más mínima parte de su cuerpo quedara a la vista, y debían ir siempre totalmente cubiertas con un velo. Esta pareja de Flamines era el símbolo de la piedad conyugal, y ella el ideal de matrona romana: casta, púdica, tejedora, univira (de un solo marido) y unicuba (de un solo lecho). Era la encargada de tejer el manto púrpura de lana que el Flamen revestía sobre la toga praetexta en los sacrificios y su propio manto, de color azafranado.


Ara Pacis: 





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