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jueves, 24 de marzo de 2016

Mosaico de la curación del leproso. Monreale.









La curación de la lepra 
(1172-1189)

Mosaico bizantino. 
Catedral de Monreale (Sicilia)


En el arte bizantino se usan con frecuencia los mosaicos, formados por pequeñas piezas de mármol más o menos cúbicas (tesellae), decoradas con incrustaciones de pasta vítrea, oro y metales. Los mosaicos, que cubren la casi totalidad de los muros de los templos, permiten plasmar múltiples narraciones, como la de los milagros de Jesús. Entre ellos destaca el episodio de la curación de los leprosos, de gran importancia simbòlica. Siguiendo el camino ya iniciado en el Antiguo Testamento, la lepra es la encarnación de la impureza, el pecado y el mal. Además, bajo el nombre de lepra (tsara'at, en hebreo) se engloban diversas enfermedades de la piel (tiñas, impétigo, psoriasis...)

Curación de diez leprosos

No es raro pues que la representación de los leprosos no sea una representación realista, sino que sea una abstracción esquemática. En general , tanto en las obras musivas como en frescos o retablos, la lepra se representa simplemente con un moteado, como unas lesiones cutáneas dispersas. Lo que importaba no era representar de forma realista la enfermedad, sino  dejar constancia de una alteración, que servirá para esquematizar la idea de la enfermedad-pecado. Esta concepción de enfermedad aparece muy bien definida en el Evangelio, cuando los discípulos al encontrar a un ciego de nacimiento, preguntan a Jesús: "este es ciego por sus pecados o por los de sus padres?" (Juan 9:2-3). La enfermedad, pues, está causada en cualquier caso por el pecado, que puede ser propio o heredado.

La representación de los leprosos en los mosaicos medievales obedece a un objetivo ideológico y simbólico. La encontramos en reiteradas ocasiones en los mosaicos bizantinos (San Marco de Venecia, San Salvador de Cora de Estambul). Bastará con cubrir el cuerpo del enfermo con unas pintas inespecíficas para indicar que se trata de un leproso y que Cristo lo podrá sanar en su cuerpo del mismo modo que cura su alma, redimiendo a la vez la lepra y el pecado.

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