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sábado, 10 de octubre de 2015

La Tirana







Francisco de Goya y Lucientes

La Tirana
(1799) 


Óleo sobre tela 206 x 130 cm
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid. 



Francisco de Goya (1746-1828) pintó este cuadro en 1799. Representa a la actriz teatral María del Rosario Fernández, protegida por la Duquesa de Alba y muy celebrada por los intelectuales de la época, como el dramaturgo Leandro Fernández de Moratín, que le dedicó algunos poemas. 



La Tirana (1794)
Fundación March, Palma de Mallorca. 


El nombre de la Tirana se debe al apodo con el que se conocía a su esposo, Francisco Castellanos, El Tirano

No es este el único cuadro que Goya dedicó a esta actriz. Años antes en 1794 le había dedicado otro retrato, que hoy forma parte de la colección March, en Palma de Mallorca.  



La Tirana, versión 1799 (obra íntegra).
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.
El retrato de la colección de la Academia de San Fernando, es tal vez algo más formal, y parece realizado para una galería de personajes ilustres, como induce a pensar la pose, erguida y un tanto solemne de Rosario. Su indumentaria fue descrita con gran minuciosidad por Natividad de Diego en su Compendio de indumentaria (1915)




"Luce un vestido blanco con franja de oro, zapatos ceñidos, de tacón alto, de raso blanco, así como las medias, y cruza el cuerpo del vestido que es de escote redondo y de manga corta con un chal de color rosa fuerte, con flecos de oro"

La Tirana presenta una sombra, un cierto vello en el labio superior, un bozo que puede llamar la atención del espectador. También la vellosidad parece algo aumentada en las patillas. Tal vez sea un hirsutismo idiopático constitucional, aunque no es descartable que revele un cierto hirsutismo como consecuencia de un problema endocrino de base. 





La Tirana - Francisco de Goya y Lucientes: 






jueves, 8 de octubre de 2015

La fístula anal del Rey Sol




Instrumental quirúrgico usado en la intervención de fístula anal de Luis XIV.
Arriba el bisturí real. Abajo el separador. 



Charles-François Felix

Bisturí real y separador

Instrumental quirúrgico. Acero y plata.
Musée d'Histoire de la Médecine. Paris.





¿Que tienen en común el ano de Luis XIV de Francia, el himno nacional inglés y la enseñanza de la Cirugía en Francia? Aparentemente son cosas bastante dispares. No obstante, la historia depara sorpresas e impensadas relaciones, como veremos a continuación. 


El prolijo protocolo barroco de la corte de Luis XIV pautaba incluso una ceremonia del Petit lever del rey, 
en la que el monarca en presencia de sus más allegados cortesanos (unas 22 personas) se levantaba y era peinado y afeitado. Más tarde volvía a meterse en la cama y entraba toda la corte a presenciar la ceremonia del Grand Lever, en la que el soberano volvía a levantarse de la cama ritualmente, y era vestido entonces, con toda la pompa palaciega. 


Probablemente Luis XIV ha sido uno de los reyes más poderosos de la Historia, hasta el punto de que se le conocía con el título del "Rey Sol". Pero incluso un monarca tan absoluto tuvo un lado oculto, un aspecto oscuro. 

A principios de 1686, el rey (que tenía 48 años) comenzó a quejarse de un pequeño tumor entre el ano y los testículos, que le causaba molestias, hasta el punto de obligarle a guardar cama. Los médicos y cirujanos reales, tras abrirlo con una lanceta, le aplicaron empastos, clisterios y enemas. Pero las molestias son cada vez más intensas y en el mes de mayo se exploró con una sonda y se descubrió que se trataba de una fístula anal, probablemente agravada por la acción de los numerosos laxantes que el soberano tomaba asiduamente. 

Sus médicos intentaron todo antes que recurrir a la cirugía. Incluso se plantearon intentos de investigación comparativa. Algunos enfermos aquejados de dolencias semejantes fueron enviados a diversas estaciones termales. Durante un año, cuatro pacientes estuvieron tomando agua sulfurosa del balneario de Barèges, mientras otros cuatro, también fistulosos tomaban aguas salinas en Bourbonne-les-Bains. Lamentablemente, los resultados de este estudio se demostraron poco demostrativos.



 Luis XIV de Francia, el Rey Sol


El médico real quiso probar entonces los efectos de un ungüento ideado por un monje que ni siquiera era médico. Tampoco este remedio tuvo efecto alguno. 

Sólo quedaba la cirugía. En principio se planteaban tres posibilidades: la cauterización, la ligadura o la incisión. Charles-François Félix, el cirujano real, no había operado una fístula en su vida. Lo primero que hizo fue entrenarse con los enfermos de los hospitales de París, donde intervino más de 70 casos. Y para ello ideó un bisturí de plata (que más tarde recibiría el nombre de bisturí real).


El 18 de noviembre de 1686, a las siete de la mañana, tuvo lugar la intervención quirúrgica en la habitación del rey en Versalles. Las únicas personas presentes eran Mme de Maintenon; Louvois, ministro de la Guerra; el confesor real, Padre Lachaise y los médicos Daquin, Fagon y Besnières, así como cuatro boticarios que se dedicaban a sedar y a sujetar al paciente. Todos los gestos del cirujano se consignaron por escrito:
"El rey fue situado en el borde de la cama, con una almohada bajo el vientre para elevar las nalgas, que estaban expuestas a la ventana, con las piernas separadas y sujetas por dos boticarios"

Félix introdujo la sonda hasta el intestino, abriendo la fístula con facilidad. Hizo dos incisiones con bisturí y ocho incisiones con unas tijeras, cortando las bridas. La intervención duró unas tres horas, sin anestesia alguna. El rey no se quejó en ningún momento, ni pronunció palabra alguna. Según la detallada crónica, ni siquiera se alteró el ritmo de su respiración. Sin embargo, tal vez esta afirmación estaba guiada por el temor de que el rey pudiera leer el documento más tarde, y lo mejor era dejar constancia de su sublime heroísmo. 


La habitación real, usada por Luis XIV, el el palacio de Versalles.

Una hora después de la intervención, el rey fue sometido a una sangría, lo que nos da indicios del estado real del monarca. A Luis XIV no le gustaban las sangrías, y poco antes había rehusado someterse a ellas cuando se había dislocado un hombro. 

Un emisario especial fue enviado al Delfín, que como solía estaba en una partida de caza. El príncipe heredero regresó a Versalles y penetró en la habitación real "mudo de emoción". En las iglesias de París se hicieron rogativas por la salud del rey. 

Al día siguiente el rey presidió un breve Consejo y permitió ser visitado por algunos embajadores. Sin embargo, al cabo de quince días las cosas se complicaron. La fístula no se había eliminado por completo y la cicatriz complicaba de nuevo la situación. El 7, 8 y 9 de diciembre se realizaron nuevas intervenciones, desbridando a fondo la fístula con ayuda de numerosas incisiones. Esta vez el post-operatorio fue más estricto y el rey guardó estricto reposo. El 11 de enero de 1687 el rey pudo salir por su propio pie de sus aposentos y dar un largo paseo por la Orangerie. 

Durante su convalescencia, Luis XIV visitó el claustro de Saint Cyr. Para celebrar la visita real, las monjas hicieron componer a Jean Baptiste Lully una cantata para la ocasión, titulada "Gran Dios, salva al Rey". Entre los asistentes se encontraba un espectador inglés, a quien le gustó tanto la letra y la música que tomó buena nota. Cuando volvió a Inglaterra, tradujo el texto que con ligeras variantes se ha conocido después como "God save the King" y que se convirtió en el conocido himno del Reino Unido. Al menos así lo cuenta en su libro de recuerdos la marquesa de Créquy, aunque no todos conceden pleno crédito a esta versión. 


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El primer médico del rey Charles-François Felix de Tassy (1635-1703)



En cuanto al Cirujano Real, Félix, el rey quiso mostrarle su agradecimiento con honores. También le concedió 120.000 luises de oro, que le permitieron comprar una finca,  el señorío de Tassy. Félix de Tassy legó una gran parte de su fortuna a la cofradía de cirujanos, para que se crease una  linstitución para la enseñanza de la Cirugía, que permitiera el mejor conocimiento de técnicas y procedimientos. Nació así la Real Academia de Cirugía, que fue inaugurada en 1731 por el nieto del Rey Sol, Luis XV. En un lugar destacado, se colocó un retrato de Charles-François Felix de Tassy con la leyenda: El primer cirujano de Luis XIV.



La fistule anale de Louis XIV:








miércoles, 7 de octubre de 2015

El cirujano Velpeau







Augustin Feyen-Perrin

La lección de anatomía del Dr. Velpeau en la Charité
(1864)

Óleo sobre lienzo. 182 x 243 cm
Museo de Beaux-Arts de Tours





Alfred Armand Velpeau (1795 - 1867) fue un anatomista y cirujano francés. Había estudiado en Tours y posteriormente se doctoró en París, donde desarrolló su vida profesional ejerciendo la Cirugía y como Profesor de Anatomía. Escribió numerosas obras sobre cirugía,  anatomía, embriología, y obstetricia.  

Vendaje de Velpeau
En 1827 realizó una detallada descripción de la leucemia. Muchos recuerdan su nombre porque ideó un vendaje útil para inmobilizar el brazo sobre el pecho (vendaje de Velpeau) y que todavía se sigue usando. 

Otros epónimos recuerdan su labor: 
  • Hernia de Velpeau (hernia femoral) 
  • Canal de Velpeau (canal inguinal)
  • Fosa de Velpeau (fosa isquiorectal). 

Los dermatólogos lo recordamos especialmente al diagnosticar la llamada  enfermedad de Velpeau o hidrosadenitis de Velpeau (hidroadenitis supurativa) infección de las glándulas apocrinas conocida popularmente como "golondrinos".


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Alfred Velpeau
Destacado profesor, clínico extraordinario, de diagnóstico rápido y seguro, de máno hábil y firme, son otros tantos elogios que encontramos entre los testimonios coetáneos para referirse a Velpeau. A pesar de ser uno de los mejores cirujanos de su tiempo, no creía posible la cirugía sin dolor. Para él cirugía y dolor eran inseparables. Para comprender esta manera de pensar debemos tener presente la gran influencia del pensamiento cristiano y jansenista de la época, para el que el dolor era un camino de penitencia y de perfección, pero también el vitalismo, que consideraba el dolor como una reacción necesaria para la curación. Cuando alrededor de 1840 se introdujo la anestesia con éter o cloroformo, Velpeau se sorprendió considerablemente.  

El pintor Augustin Feyen-Perrin (1826-1888) lo representó en este cuadro en el Hospital de la Charité, disponiéndose a impartir una clase de disección anatómica y rodeado de un grupo de sus discípulos. La obra es un retrato colectivo que muestra diversos alumnos y amigos alrededor del maestro. El autor, tratando uno de los grandes temas de la pintura universal - las lecciones de anatomía - abandona su habitual estilo relamido para evocar con simplicidad y realismo el destino humano. Probablemente es una de sus mejores obras.

Una réplica de este cuadro, un dibujo sobre tela, con fondo de grisalla, está expuesto en el Musée de l'Assistance Publique de París. Asimismo hay numerosos bocetos de esta obra en las colecciones privadas parisinas.  



martes, 6 de octubre de 2015

Las cicatrices de un hombre robusto






Robert Campin

Retrato de un hombre robusto 
(1425 circa) 

Óleo sobre tabla. 34'5 x 27'7 cm 
 Museo Thyssen-Bornemisza. Madrid. 




Robert Campin (1375-1445) fue un artista flamenco de gran prestigio. De su taller salieron pintores de la talla de Jacques Daret y Rogier van der Weyden

En el s. XV aparece en los Países Bajos una nueva manera de representar la realidad, completamente diferente de la visión del gótico internacional. Campin y Van Eyck fueron los iniciadores de este nuevo estilo, que conocemos como el de los primitivos flamencosHasta entonces, los donantes, encargaban y costeaban obras religiosas para ser exhibidas en iglesias y estimular la devoción de los fieles. Los que costeaban estas obras se hacían representar, en actitud orante  y a una escala generalmente menor como espectadores de la escena principal. Su papel era anecdótico y sólo servía para dejar constancia de su caritativa contribución económica. A partir de ahora, aparece el retrato, es decir, la figura del donante es en sí misma la protagonista de la obra artística. Sus rasgos están ejecutados con gran realismo y minuciosidad, puesto que este tipo de pintura estaba concebida para contemplarla a corta distancia. 


Nicodemo, del Descendimiento de la Cruz de Van Eyck (Museo del Prado)
Obsérvese la perfección de los detalles: venas de la región temporal;
barba crecida y canosa en el mentón; lágrimas...
Aparte del parecido del rostro, el cuello de piel del vestido es
idéntico al que aparece en la tabla de Robert Campin. 

Algunos críticos creen que el personaje del retrato que hoy comentamos se podría identificar con Robert de Masmines, un militar borgoñón de la Orden del Toisón de Oro, que estuvo al servicio de Felipe el Bueno. Sin embargo, esta identificación no está plenamente documentada, a pesar de su general aceptación. 

En cambio, en mi opinión, el hombre robusto de Campin tiene un notable parecido con el Nicodemo que aparece en el Descendimiento de la Cruz de Van Eyck, del Museo del Prado

Al contemplar la tabla de Campin, llaman la atención los detalles de su rostro, en el que se pueden apreciar con gran precisión la expresión de los ojos, las ojeras, las arrugas, el rasurado imperfecto de la barba y zonas temporales, según la moda de la época y la prominente papada. También el cuello de piel de su vestido o los cabellos mal peinados están representados minuciosamente. 



Detalle de la cicatriz "en Y" en la zona frontal
En diversos puntos de la cara, presenta algunas cicatrices. La más evidente, en forma de "Y", se encuentra en la frente, pero tiene también algunas otras como en el surco nasogeniano, lo que hace pensar en un antiguo accidente. Sobre la región superciliar izquierda hay otra lesión cicatricial, pero esta vez de forma redonda. Esta cicatriz es más similar a las que dejan algunas enfermedades dermatológicas (acné, varicela, viruela...) por lo que posiblemente no estaría relacionada con las anteriores, más sugestivas de heridas contusas. 

Existe otra versión de este retrato, muy similar, conservada en la Gemäldegalerie de Berlín.



Robert Campin:





lunes, 5 de octubre de 2015

El pie del artista








Adolph Menzel

El pie del artista 
(1876)


Óleo sobre cartón 38'5 x 33'5 cm
 Altes Galerie, Berlín





Adolph Menzel (1815 - 1905) fue un pintor alemán, que se destacó sobre todo a pinturas históricas en la línea del realismo pictórico del s. XIX del que constituye uno de los más representativos ejemplos. 

Al parecer un día que se disponía a pintar y carente de recursos para contratar a una modelo, tuvo una original idea: pintar su propio pie descalzo, como único tema del cuadro. Así realizó esta pequeña obra maestra, genial estudio de un pie que forma parte de las colecciones de la Altes Galerie.

La pintura, muy influída por el impresionismo, refleja las características de un pie de un individuo entrado en años (Menzel tenía 61 años cuando pintó este cartón). El pie ocupa el centro de la composición. Los dedos aparecen enrojecidos, encallecidos y algo deformados por el uso habitual del calzado. Las uñas también presentan deformidades. La vena dorsal del pie aparece llamativamente engrosada, varicosa y resalta todavía más ingurgitada por la posición forzada del dedo gordo. El pie no da una impresión de gran limpieza, e incluso te deja con las ganas de separar los dedos para ver si hay o no un pie de atleta, es decir, una micosis interdigital. 

Una pintura en todo caso que llamó poderosamente mi atención cuando la pude contemplar en la Altes Galerie de Berlín, y de la que conservo un grato recuerdo. 


Adolph von Menzel: 




domingo, 4 de octubre de 2015

Felipe IV, adicto al sexo y sifilítico






Diego Velázquez

Retrato de Felipe IV 
(1653-1655) 


Óleo sobre tela. 69 x 56 cm
Museo del Prado. Madrid.




Tras la prematura muerte de Felipe III, su hijo Felipe IV (1605-1665) heredó los reinos hispánicos desde 1621 hasta su muerte. Muy poco interesado en ejercer el gobierno, delegó esta función en su valido Gaspar de Guzmán, Conde Duque de Olivares, a pesar de los graves problemas políticos y la crisis económica y social con la que se enfrentaban sus súbditos. El monarca estaba más interesado en la caza y en las espectaculares fiestas barrocas de la Corte, que celebraba con gran boato. Era además un auténtico adicto al sexo y mantenía continuas aventuras galantes con todo tipo de mujeres: 
Toda clase de mujeres eran buenas para su erótico deporte: doncellas, casadas y viudas, altas damas, sirvientas de palacio, burguesas, actrices, menestralas y hasta tusonas y cantoneras, como entonces se decía a las que hacían tráfico profesional de su cuerpo. Desde el Alcázar a la mancebía, pasando por el corral de comedias, no había frontera para sus ardores; pero sus preferencias iban más a las mujeres humildes que a las linajudas.” 


  Retrato que se atribuye a La Calderona, peinándose.
Monasterio de las Descalzas Reales, Madrid
Felipe frecuentaba además los burdeles de Madrid y los teatros, en los que conocía a muchas actrices de costumbres ligeras:  Precisamente una de ellas, la joven actriz María Calderón, conocida con el apodo de la Calderona, protagonizó uno de los más sonados amoríos reales. El rey se enamoró perdidamente de ella, y esta historia de amor tuvo como consecuencia el nacimiento de un hijo, Juan José de Austria en 1629. Fue éste el único de los hijos ilegítimos reconocido por el rey (1642). Juan José fue criado por una aya y recibió una esmerada educación. Como que el monarca no podía instalarlo en el Real Alcázar por su condición de hijo bastardo, lo instaló en el Palacete de la Zarzuela (actual residencia de los Reyes de España, y a la sazón, pabellón de caza). Probablemente, Felipe IV pensó en él como una posible alternativa sucesoria. La Calderona no quiso continuar la relación amorosa con el monarca y profesó  como monja benedictina en el monasterio de Valfermoso, en la Alcarria (del que llegaría a ser abadesa años más tarde).


Como decimos, Felipe IV tuvo un sinfín de correrías amorosas (algunas muy novelescas, como la de seducir a monjas del convento de San Plácido, al que el rey accedía discretamente por un túnel oculto). No se sabe exactamente el número de hijos ilegítimos que tuvo, aunque se le calculan entre 36 y 40. Aunque solamente Juan José de Austria fue reconocido,  la mayoría de ellos gozaron de la protección real y llegaron a ocupar importantes jerarquías, especialmente como altos cargos eclesiásticos. 


José de Ribera: Retrato ecuestre de Juan José de Austria

Como consecuencia de su voraz apetito sexual, Felipe IV contrajo una sífilis, mal muy frecuente en aquel momento. Tal vez fue la Calderona quien se la contagió, o quizá la contrajo en algún burdel. Lo cierto es que probablemente la transmitió a la reina Doña Isabel primero, y a su segunda esposa y sobrina Mariana de Austria más tarde. La sífilis y el alto grado de consanguineidad de los Habsburgo explicarían la desgraciada historia de abortos y mortalidad infantil de la descendencia legítima del rey. 



La infanta Margarita Teresa (la de Las Meninas)
hija de Mariana de Austria y Felipe IV
Velázquez: El príncipe Baltasar Carlos a caballo.
Hijo de Isabel de Borbón y Felipe IV.
Murió prematuramente a los 17 años.
















En efecto, mientras Felipe tenía un gran número de bastardos, no tenía fortuna con los hijos habidos con las reinas. Con Isabel de Borbón tuvo ocho hijos de los que solamente dos vivieron más de 2 años: María Teresa, que se casaría con Luis XIV de Francia y Baltasar Carlos, que era el heredero del reino, pero que murió inesperadamente a los 17 años. 


Tras la muerte de la reina Isabel, Felipe IV se casó con su sobrina Mariana de Austria, una jovencita que estaba  previsto que se casara inicialmente con el príncipe Baltasar Carlos. Con Mariana tuvo 5 hijos más (además de una niña nacida muerta), De éstos sólo dos alcanzaron la edad adulta.

La primera fue una niña, Margarita Teresa (la infanta rubia central del famoso cuadro de Las Meninas, de Velázquez). Margarita se casó más tarde con el emperador Leopoldo I de Austria. 

El otro hijo que sobrevivió fue Carlos. Éste último reunía un cúmulo de patologías probablemente debidas al alto grado de consanguineidad y  probablemente también a una sífilis congénita (acromegalia, retraso mental, posible síndrome de Klinefelter, entre otras) lo que hizo que sus padres se avergonzaran de él y fue inicialmente ocultado. Sin embargo, a falta de otra alternativa, llegó a reinar con el nombre de Carlos II el Hechizado (1665-1700). Con él se extinguió la Casa de Austria de la monarquía hispánica y estalló la sangrienta Guerra de Sucesión, que tantas consecuencias trajo y que terminó con la instauración de la dinastía de Borbón. 


Otros ojos para ver el Prado. Felipe IV, de Velázquez: 






Felipe IV y su familia:




Bibliografía

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