Capitel mostrando las torturas infernales. Claustro de la Catedral de Girona (ala sur) (Foto: Gentileza del Dr. J.M. Trull Gimbernat, Girona) |
Friso
Bajorrelieves en piedra.
Claustro de la Catedral de Girona (s. XII) |
Lo he visto cientos de veces y cada vez que lo veo me sigue impresionando. Ya de niño, con mi padre, solía pasear con frecuencia por el claustro de la Catedral. Mi mentalidad infantil se sentía muy atraída por algunas escenas bíblicas, presentes en frisos y capiteles que - como en un comic - se desplegaban ante mí: la creación de Adán y Eva, el Arca de Noé, la bajada de Cristo al limbo, la bendición de Jacob...
Pero la escena del infierno era una de mis preferidas. La visión de los perversos diablos torturando a los condenados hacía volar mi imaginación infantil.
Se trata de un friso donde se representan las torturas infernales según el imaginario popular medieval. En el centro, una gran caldera al fuego, con algunos réprobos en su interior. El tormento del fuego es uno de los más clásicos al hablar de las penas infernales. No hay representación del infierno donde no aparezcan llamas. Tal vez eso esté motivado porque el dolor causado por las quemaduras es uno de los dolores que se tiene por más insoportable. Por esta razón también los herejes eran ejecutados en la pira, como una anticipación (y una escenificación) de lo que les iba a suceder tras su muerte, condenados por sus pecados de heterodoxia.
A ambos lados de la caldera aparecen unos demonios (reconocibles por sus grandes cuernos) sodomizando a dos condenados. Las figuras aparecen maltrechas, ya que han sido golpeadas con piedras o martillos. No es infrecuente encontrar figuras dañadas, muchas veces como consecuencia del odio que inspiran los personajes malvados, o tal vez por un sentimiento de pudor frente a escenas de contenido sexual. Las escenas eróticas o de contenido sexual o escatológico explícito no son infrecuentes en el arte románico, ya que el tabú sobre temas de sexo no era, como puede parecer, tan importante como lo fue en épocas posteriores. Una muestra de eso lo tenemos en el románico gallego, donde no son infrecuentes canecillos de iglesias con escenas profanas, entre las que pueden figurar juglares o saltimbanquis o incluso defecaciones, coitos, partos o felaciones. El sentido de tales representaciones era subrayar que todo lo profano y pecaminoso quedaba fuera de la iglesia, mientras que el interior era el espacio de lo sagrado. Estos canecillos o modillones no suelen estar desfigurado, ya que están a considerable altura (bajo el tejado). Otro ejemplo de "censura" lo encontramos en los bajorrelieves egipcios de la época faraónica, frecuentemente repicados y destruídos por los coptos, para evitar la idolatría y por considerar que los dioses antiguos eran en realidad maléficos demonios.
Pero volvamos a los demonios sodomitas de Girona. A pesar de la destrucción que han sufrido, se ve que sujetan a los condenados por las caderas, manteniéndoles en una posición de "carretilla". La sodomización era considerada en la Edad Media (y en otras épocas) como la humillación máxima, la mayor vejación que se podía realizar, y así hay que entenderla en este contexto. También podría interpretarse como un castigo a la lujuria o a la homosexualidad.
En el extremo izquierdo de la escena vemos a una mujer desnuda, también alterada por pedradas posteriores, especialmente en la zona púbica. Sin embargo, la destrucción no es tanta que no permita ver como una serpiente le devora el pecho, zona erógena por excelencia. En este caso se trata, con toda seguridad, de un castigo a la lujuria. Tenemos múltiples ejemplos de este icono medieval, muy repetido, en la que serpientes o sapos devoran las partes erógenas de los réprobos. En el museo de la Catedral de Santiago de Compostela encontramos las imágenes de un hombre y una mujer sometidos a esta tortura (posiblemente procedentes del Pórtico de la Gloria).
La escena se completa, a la derecha, por un gran diablo, que aparentemente dirige los tormentos. Puede que se trate de Lucifer, el antiguo arcángel Luzbel, que tras rebelarse contra Dios fue vencido por el arcángel San Miguel y convertido en el Diablo. Levanta su brazo izquierdo empuñando un objeto de difícil identificación, probablemente algún instrumento de tortura.
Se trata de un friso donde se representan las torturas infernales según el imaginario popular medieval. En el centro, una gran caldera al fuego, con algunos réprobos en su interior. El tormento del fuego es uno de los más clásicos al hablar de las penas infernales. No hay representación del infierno donde no aparezcan llamas. Tal vez eso esté motivado porque el dolor causado por las quemaduras es uno de los dolores que se tiene por más insoportable. Por esta razón también los herejes eran ejecutados en la pira, como una anticipación (y una escenificación) de lo que les iba a suceder tras su muerte, condenados por sus pecados de heterodoxia.
A ambos lados de la caldera aparecen unos demonios (reconocibles por sus grandes cuernos) sodomizando a dos condenados. Las figuras aparecen maltrechas, ya que han sido golpeadas con piedras o martillos. No es infrecuente encontrar figuras dañadas, muchas veces como consecuencia del odio que inspiran los personajes malvados, o tal vez por un sentimiento de pudor frente a escenas de contenido sexual. Las escenas eróticas o de contenido sexual o escatológico explícito no son infrecuentes en el arte románico, ya que el tabú sobre temas de sexo no era, como puede parecer, tan importante como lo fue en épocas posteriores. Una muestra de eso lo tenemos en el románico gallego, donde no son infrecuentes canecillos de iglesias con escenas profanas, entre las que pueden figurar juglares o saltimbanquis o incluso defecaciones, coitos, partos o felaciones. El sentido de tales representaciones era subrayar que todo lo profano y pecaminoso quedaba fuera de la iglesia, mientras que el interior era el espacio de lo sagrado. Estos canecillos o modillones no suelen estar desfigurado, ya que están a considerable altura (bajo el tejado). Otro ejemplo de "censura" lo encontramos en los bajorrelieves egipcios de la época faraónica, frecuentemente repicados y destruídos por los coptos, para evitar la idolatría y por considerar que los dioses antiguos eran en realidad maléficos demonios.
Pero volvamos a los demonios sodomitas de Girona. A pesar de la destrucción que han sufrido, se ve que sujetan a los condenados por las caderas, manteniéndoles en una posición de "carretilla". La sodomización era considerada en la Edad Media (y en otras épocas) como la humillación máxima, la mayor vejación que se podía realizar, y así hay que entenderla en este contexto. También podría interpretarse como un castigo a la lujuria o a la homosexualidad.
En el extremo izquierdo de la escena vemos a una mujer desnuda, también alterada por pedradas posteriores, especialmente en la zona púbica. Sin embargo, la destrucción no es tanta que no permita ver como una serpiente le devora el pecho, zona erógena por excelencia. En este caso se trata, con toda seguridad, de un castigo a la lujuria. Tenemos múltiples ejemplos de este icono medieval, muy repetido, en la que serpientes o sapos devoran las partes erógenas de los réprobos. En el museo de la Catedral de Santiago de Compostela encontramos las imágenes de un hombre y una mujer sometidos a esta tortura (posiblemente procedentes del Pórtico de la Gloria).
La escena se completa, a la derecha, por un gran diablo, que aparentemente dirige los tormentos. Puede que se trate de Lucifer, el antiguo arcángel Luzbel, que tras rebelarse contra Dios fue vencido por el arcángel San Miguel y convertido en el Diablo. Levanta su brazo izquierdo empuñando un objeto de difícil identificación, probablemente algún instrumento de tortura.
Claustro de la Catedral de Girona:
No hay comentarios:
Publicar un comentario