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domingo, 5 de julio de 2015

Enfermedades venéreas en la Edad Media


El clérigo cena con un matrimonio y se acuesta con la esposa mientras el marido reza en la terraza. 



 Miniatura del libro de 
Giovanni Bocaccio
(folio 108 verso)

Decameron 
(s. XV)

Bibliothèque du Arsenal, París




Las descripciones de enfermedades de transmisión sexual no abundan en los textos médicos y profanos durante el período medieval, hecho lógico si consideramos la enorme recesión cultural de la época. 

Sin embargo, a partir del siglo XII algunos tratadistas médicos aluden a tales afecciones, tomando conciencia de su posible contagio. Es el caso de Roger de Palermo, quien señaló que algunas lesiones de los genitales eran infecciosas y que podían contraerse mediante contacto sexual. Su discípulo Guillermo de Saliceto (1210-1277), profesor de Bolonia, dedicó, en su “Tratado de Cirugía”, un capítulo a 

“las pústulas blancas y a las corrupciones que aparecen en la verga y cerca del prepucio después de un coito con meretriz por esta y otras causas” 

En él confirmó la trasmisibilidad de las úlceras genitales, e ideó un método preventivo para evitar los contagios:

“El que quiera salvar su miembro de toda corrupción debe lavarlo con agua fría y vinagre cuando se viene de ver a una mujer sospechosa de impureza”.

Tales procedimientos estaban en consonancia con las normas higiénico-preventivas que se estilaban en la época y que hicieron surgir por doquier los tratados de dietética e higiene. Entre estos tratados cabe citar el “Régimen Sanitatis del rey Jaime II”, de Arnau de Vilanova, donde se efectúa el diagnóstico diferencial entre los condilomas anales y los hemorroides, con las indicaciones terapéuticas oportunas.


Una mujer entusiasta. Roman du comte d'Artois. Bibliothèque du Arsenal, Paris

Discípulo de Saliceto fue el milanés Lanfranchi, establecido en París, que definía los condilomas de esta guisa:
“...un higo es una excrecencia que crece en el prepucio y a veces en la cabeza del pene (...) tras un contacto con una mujer impura”
A finales del siglo XIII y comienzos del siglo XIV tiene lugar en Francia e Inglaterra una epidemia de uretritis contagiosa, probablemente gonocócia, que se conocía como “arsure”. Su principal síntoma era “un calor interno con excoriación de la uretra”. Esta enfermedad se extendió considerablente entre las prostitutas. Este fenómeno, junto con la aceptación general del posible contagio sexual, que como hemos visto estaba plenamente aceptado, tal vez indujeron a la reina Juana I de Provenza a establecer unas normas para el control sanitario de un burdel en la ciudad de Aviñón (1347). Cada sábado, un cirujano-barbero y la patrona del burdel revisaban a las mujeres, y si encontraban a alguna con síntomas sospechosos la separaban. Tal vez sea éste el primer precedente histórico de los controles sanitarios a prostitutas. 

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