Taller de Pedro García de Benavarri
(Aragón, primera mitad del s. XV)
Nacimiento de la Virgen
(1475 circa)
Procedente del Retablo de la Virgen de la iglesia de Ntra. Sra. de Baldós de Montañana (Huesca)
Temple, relieves de estuco y dorados con pan de oro sobre madera MNAC, Barcelona |
Las tablas góticas de los retablos religiosos nos dan mucha información sobre como debían ser los nacimientos en el s.XV. En general, las escenas de la Natividad del Señor conservan el entorno mítico que se ha ido perfilando popularmente: nacimiento en cueva o establo, con mula y buey, ángeles y algún pastorcillo o los Reyes Magos. San José en estos casos suele estar representado por una persona de edad avanzada, la Virgen según los cánones de belleza de la época y el Niño Jesús generalmente desnudo. Todo según los relatos evangélicos más o menos modificados por la tradición popular. Aún hoy este imaginario sigue vivo en los belenes populares de Navidad.
En cambio, cuando se trata de representar el nacimiento de la Virgen o de S. Juan Bautista, la situación es muy distinta. El artista no tiene que ceñirse a unos convencionalismos canónicos y el nacimiento se representa entonces tal como debían ser los partos en la época. Se nos muestra siempre en el interior de una casa de familia acomodada. La madre se encuentra en la cama, muchas veces con baldaquino, convaleciente después del parto. Las comadronas, sirvientas y vecinas le traen alimentos apropiados para su situación: en general son huevos, pollo y caldo de ave, a los que a veces se añade algo de queso. Alimentos proteicos para reconfortar a la madre y garantizar la subida de la leche, de vital importancia para el bebé.
Maestro de Cinctorres. Nacimiento de la Virgen (1400) |
En cambio, cuando se trata de representar el nacimiento de la Virgen o de S. Juan Bautista, la situación es muy distinta. El artista no tiene que ceñirse a unos convencionalismos canónicos y el nacimiento se representa entonces tal como debían ser los partos en la época. Se nos muestra siempre en el interior de una casa de familia acomodada. La madre se encuentra en la cama, muchas veces con baldaquino, convaleciente después del parto. Las comadronas, sirvientas y vecinas le traen alimentos apropiados para su situación: en general son huevos, pollo y caldo de ave, a los que a veces se añade algo de queso. Alimentos proteicos para reconfortar a la madre y garantizar la subida de la leche, de vital importancia para el bebé.
Maestro de Badalona. Retablo de S. Juan Bautista y S. Esteban (primer tercio del s.XV) |
Los partos, en aquel tiempo, constituían una dura prueba para la mujer. Dejando de lado los dolores (no había ningún tipo de anestesia) las posibilidades de contraer una infección eran muy elevadas (fiebres puerperales). Muchas mujeres morían tras el parto. Por eso, las mujeres debían permanecer en cama y eran objeto de cuidados y atenciones durante semanas.
Es curioso, pero hasta que en 1861 el médico húngaro Semmelweis llamó la atención sobre las medidas de antisepsia y la importancia de lavarse cuidadosamente las manos antes de atender un parto, no disminuyó significativamente la incidencia de fiebres puerperales y de muertes de parturientas.
Los recién nacidos tampoco lo tenían fácil. La mortalidad de los neonatos durante el parto era altísima. Hay que añadir a eso la elevada mortalidad infantil, especialmente durante los primeros meses de vida.
En las pinturas también suelen representarse los cuidados del niño. Tras el parto, la comadrona bañaba al recién nacido en una jofaina con agua caliente. Se preparaba también un braserillo (generalmente con patas) para templar el ambiente y evitar que el bebé sintiera frío. Es de suponer el intenso frío que debía reinar en aquellas habitaciones góticas, de paredes de piedra y techos elevados.
Es curioso, pero hasta que en 1861 el médico húngaro Semmelweis llamó la atención sobre las medidas de antisepsia y la importancia de lavarse cuidadosamente las manos antes de atender un parto, no disminuyó significativamente la incidencia de fiebres puerperales y de muertes de parturientas.
Los recién nacidos tampoco lo tenían fácil. La mortalidad de los neonatos durante el parto era altísima. Hay que añadir a eso la elevada mortalidad infantil, especialmente durante los primeros meses de vida.
En las pinturas también suelen representarse los cuidados del niño. Tras el parto, la comadrona bañaba al recién nacido en una jofaina con agua caliente. Se preparaba también un braserillo (generalmente con patas) para templar el ambiente y evitar que el bebé sintiera frío. Es de suponer el intenso frío que debía reinar en aquellas habitaciones góticas, de paredes de piedra y techos elevados.
Taller de Pedro García de Benavarri. Natividad de la Virgen (detalle) |
Las sirvientas lo secaban después cuidadosamente con un paño y procedían a enfajarlo, para evitar - según creían - que sobrevinieran las peligrosas hernias umbilicales. Además el enfajado servía para evitar la protrusión del ombligo. Parece ser que así también se reducía el llanto de los niños y (que remedio!) el exceso de movimientos.
Medieval Midwife Hairstyle
(Based on a Painting by Paolo di Giovanni Fei depicting the Birth of the Virgin Mary, Pinacoteca Nazionale di Siena):
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