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viernes, 6 de febrero de 2015

Afeitarse en la antigua Roma

Navaja de afeitar púnica, procedente de Ibiza.



Cultura púnica

Navaja de afeitar

Hierro con decoración incisa
Museo Arqueológico Nacional, Madrid




El afeitado de la barba y de otras partes del cuerpo es una práctica muy antigua. Los rituales de purificación de los sacerdotes egipcios incluían un rasurado total de todo el cuerpo cada dos días. Tenemos indicios de afeitado con navaja metálica desde tiempos muy lejanos, que se remontan  a la Edad de Bronce, e incluso antes se había practicado con hojas de sílex o obsidiana. La momia del hombre de Smilaun por ejemplo, ya presentaba el rostro afeitado (3300 aC circa)


La cara rasurada de Augusto.
Detalle de la estatua encontrada en Via Labicana.
Museo Nacional Romano. Palazzo Massimo. Roma



Las primitivas navajas de afeitar eran de forma semicircular u ovalada. Solían venir de Oriente, desde donde - a partir de Grecia - se difundieron por toda Europa Occidental a lo largo de la segunda mitad de la Edad de Bronce. 

En el ajuar funerario de las tumbas púnicas de Ibiza se encontraron navajas de afeitar votivas, como la que encabeza este post, que se conserva en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Su decoración deja bien clara la influencia egipcia.

También en algunas tumbas etruscas, como la tumba I de Poggio (s. VIII aC) pueden encontrarse navajas. Solían ser sepulturas de clase alta, marcando así una diferencia social. 

Navaja de afeitar etrusca. Museo Arqueológico Etrusco. Volterra.

Entre los romanos el afeitado masculino era habitual. Según el historiador romano Tito Livio, el afeitado fue introducido en Roma durante la etapa monárquica, en el s. VI aC.  por el rey Lucio Tarquinio Prisco. En este punto coincide Plinio (Natural Historia), que sostiene que los romanos comenzaron a rasurarse la barba en el año 454 de la fundación de Roma (299 aC) cuando a consecuencia de una campaña bélica deportaron a la Urbe varios barberos procedentes de Sicilia 

Según la leyenda, uno de los primeros romanos notables que decidió afeitarse habitualmente fue el general Escipión el Africano (236-184 aC). Su fama indujo a una buena parte de la población, que siguió su ejemplo. Aunque es más verosímil pensar que el afeitado se generalizó hacia finales del s. II aC, en el marco de una política general de mejora de las condiciones higiénicas de la población y que fue una costumbre vinculada a la popularización de los baños y al uso habitual de cosméticos. 

Los adolescentes romanos solían afeitarse por primera vez en el momento de recibir la toga virilis, algo así como una puesta de largo. Suetonio nos ha dejado el testimonio de un ritual consistente en depositar los primeros pelos afeitados en una píxide con flores para ofrecerlos a Júpiter Capitolino.
Navaja de bronce romana

En la época romana, los tonsores (barberos) solían afeitar en las termas o en establecimientos propios (tonstrina). Estos lugares, aparte de afeitarse, eran lugares de encuentro y de tertulia (Seneca: De brev. vitae XII, 3). Los clientes eran protegidos por lienzos más o menos grandes (mappa) o por camisolas (sindone). El tonsor y sus ayudantes (circitores) procedían al afeitado. Usaban navajas (novacula o culter tonsorius) o cuchillos directamente sobre la cara húmeda de los clientes (Plutarco: Ant, I, 2). La ausencia de jabón propiciaba que el afeitado se convirtiera frecuentemente en una auténtica tortura, como comenta Marcial (Epigramma XI, 84), quejándose del tonsor Antíoco, un barbero chapucero que le dejó la cara tan llena de cicatrices como la de un viejo púgil (cita original, ver abajo). 

A partir del gobierno de Augusto se establecieron responsabilidades y sanciones pecuniarias a los tonsores que causaran cortes importantes (Fabio Mela: Dig, IX, 2, 11). En los cortes menores, las pequeñas hemorragias se contenían aplicando una telaraña impregnada con aceite y vinagre (Plinio: Nat. Hist. XXIX, 114).

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Qui nondum Stygias descendere quaerit ad umbras 
tonsorem fugiat, si sapit, Antiochum.
Alba minus saevis lacerantur bracchia cultris, 
cum furit ad Phrygios enthea turba modos;
mitior implicitas Alcon secat enterocelas 
fractaque fabrili dedolat ossa manu.
Tondeat hic inopes Cynicos et Stoica menta 
collaque pulverea nudet equina juba.
Hic miserum Scythica sub rupe Promethea radat, 
carnificem nudo pectore poscet avem;
ad matrem fugiet Pentheus, ad Macnadas Orpheus, 
Antiochi tantum barbara tela sonent.
Haec quaecumque meo numeratis stigmata mento, 
in vetuli pyctae qualia fronte sedent,
non iracundis fecit gravis unguibus uxor: 
Antiochi ferrum est et scelerata manus.
Unus de cunctis animalibus hircus habet cor:
barbatus vivit, ne ferat Antiochum. 

                               
Martialis (Epigramma XI, 84) 


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