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viernes, 4 de marzo de 2016

Parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón. Moissac.





Parábola del pobre Lázaro 
y el rico Epulón


Puerta de entrada (s. XII). Relieve en piedra.
Abadía de St. Pierre de Moissac (Francia) 



La Abadía de St. Pierre de Moissac constituye uno de los ejemplos más destacados del estilo románico francés. Perteneciente a la orden de Cluny, presenta en su claustro y en su puerta de entrada un rico programa iconográfico en el que aparecen la casi totalidad de los temas bíblicos y hagiográficos representados en la época.

En uno de los frisos laterales de la puerta de entrada (lado izquierdo) aparece la representación de la parábola del rico Epulón y del pobre Lázaro, tal como está descrita en el evangelio de Lucas (16:19-31): 

19 Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. 
20 Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, 
21 y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. 

En el relieve se ve al rico Epulón y a su mujer sentados a una mesa, vestidos con ricos ropajes. Un servidor les trae una gran marmita, para simbolizar el lujo y la ostentación en la que vivían. En el lado izquierdo del friso aparece el pobre Lázaro, un mendigo que no tenia nada para comer. Su precario estado viene representado por su posición yacente y sobre todo por presentar su cuerpo lleno de úlceras, que son lamidas por los perros. En la parábola, Epulón se niega a socorrer a Lázaro, a pesar de que vive en la opulencia. Aquella noche mueren ambos de forma inesperada. El alma de Lázaro es llevada por un ángel y es acogida por el seno de Abraham (representación del cielo). En cambio, Epulón por su falta de caridad es atormentado por los demonios en el infierno:


22 Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. 
23 Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. 
24 Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. 
25 Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. 
26 Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. 
27 Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, 
28 porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. 
29 Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. 
30 Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. 


31 Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.

La representación de las lesiones cutáneas en el cuerpo de Lázaro se materializa en unos bultos (tumores o ampollas) que no permiten identificar con un diagnóstico concreto. Podría ser que intentasen representar lepra (lepromas), aunque en mi opinión este no es el tema más relevante. Lo realmente importante es que representan una enfermedad cutánea generalizada, que causaba rechazo social y marginación.  La imagen de los perros lamiendo las lesiones (que volveremos a encontrar en la representación de S. Roque, por ejemplo) subraya más si cabe, el abandono de los enfermos con afecciones de la piel en la Edad Media.


Abbaye de Saint Pierre de Moissac: 





jueves, 3 de marzo de 2016

La higiene y las termas en Roma (y II)


Tepidarium de las termas de Adriano. Leptis Magna (Libia)






Tepidarium 
Termas de Adriano

Leptis Magna (Libia)





Las termas se abrían al público poco antes del mediodía (hora quinta [9]) al son de una campana (tintinnabulum[10] y permanecían abiertas hasta la puesta del sol. Disponían generalmente de diversas entradas: para hombres, para el servicio y para mujeres, que disponían de una zona especialmente reservada para ellas. En el caso de no disponer de zona de mujeres, se establecían diferentes horarios según el sexo. También había termas exclusivamente masculinas o femeninas, como las que se han encontrado en Herculano, muy del estilo de los actuales hammam en los países musulmanes. Sin embargo, en algunas ocasiones, durante el Imperio, se permitió el baño conjunto a hombres y mujeres [11]. Este hecho, junto con el hecho de que algunas termas permanecieran abiertas hasta bien entrada la noche, propició algunos escándalos de promiscuidad y prostitución. Por esta razón, Adriano impuso la separación de sexos por decreto (lavacra pro sexibus separavit[12]

Hipocausto. Termas públicas. Sabratha (Libia)

Las termas no eran sólo edificios pensados para el baño. En ella había jardines, pórticos, tiendas… Algunas tenían una explanada para juegos y paseos plantados con árboles (xystum). Había amplios espacios para gimnasios, salas de reunión, biblioteca o salas de exposiciones. Tal vez en eso estribaba la auténtica originalidad de las termas romanas. Aunar en un solo espacio el deporte, la higiene, la cultura, la relación social, el arte. En las termas los romanos se aplicó mejor que en ningún otro lugar la máxima de “Mens sana in corpore sano”.  

En el centro de estos edificios monumentales se encontraba el edificio de los baños propiamente dicho. El agua, canalizada por los acueductos era almacenada en unos importantes depósitos (en las Termas de Caracalla ocupaban dos tercios del ala sur, con 64 cámaras abovedadas). Un preciso sistema de calderas y de hipocaustos garantizaba el suministro de agua caliente. 



Mosaicos ornamentales de las Termas de Caracalla:
Putti cabalgando monstruos marinos (Roma)

























La estructura de los baños era casi siempre la misma, con ligeras variaciones. 

  1. Cerca de la entrada estaba el apodyterium, una sala grande, con bancos corridos adosados a la pared, que servía de vestuario. Solía haber nichos en las paredes o un estante compartimentado, donde cada uno podía guardar la ropa y sus enseres personales, que quedaban bajo la vigilancia de un esclavo del establecimiento. 
  2. A continuación estaba el tepidarium, habitación ancha y abovedada de temperatura templada. 
  3. El caldarium era la sala de los baños calientes, con bañeras dispuestas para este fin. 
  4. A veces estaba flanqueado por unas habitaciones de baños secos (laconica) o de vapor (sudatoria) al estilo de los baños turcos actuales (que por cierto son la continuación histórica y casi excata de las termas romanas). El nombre de laconicum se le daba por ser el único baño caliente que habían practicado los austeros espartanos. Estas salas estaban orientadas de manera que aprovechasen el sol del mediodía y el de la tarde, reforzando así la temperatura de los vapores calientes. Muchos romanos eran poco partidarios del exceso de baños calientes, considerando que reblandecían demasiado la piel. Sin embargo el emperador Cómodo tomaba ocho baños calientes al día. 
  5. Era en el labrum, una pila de agua caliente sostenida por una columna, donde los bañistas realizaban una auténtica limpieza de la piel, la operación más claramente higiénica del recorrido termal. En aquella época no se conocía el jabón. Los bañistas se rociaban con agua caliente y frotaban su piel con arenilla de piedra pómez (que absorbía la suciedad) ungiéndose después con aceites perfumados. Posteriormente retiraban esta pasta, con los detritus de células muertas y suciedad raspando la piel con un instrumento curvo, el strigilos. Se efectuaba así una doble operación de limpieza y de peeling. El aceite, aparte de disolver la grasa, suavizaba la erosión cutánea.   


Natatio. Termas de Adriano. Leptis Magna (Libia)


Tras abrir los poros en el tepidarium, el caldarium y tal vez en el laconicum, un baño de agua fría los cerraba de nuevo. Era el frigidarium o sala fría, donde los bañistas se sumergían hasta los hombros. Esta sala era mayor y generalmente estaba al aire libre. Era la sala preferida por la mayoría de romanos, y al parecer a Nerón le gustaba tanto el baño frío que lo hacía enfriar más añadiéndole nieve. En los establecimientos espaciosos podía encontrarse una natatio, piscina que permitía la práctica de la natación. Otras salas complementarias para masajes (elaeothesium) o para unciones con aceites perfumados (unctorium) completaban la instalación. Estos servicios se pagaban aparte y sabemos que su precio era algo costoso. Cuentan que un día el emperador Adriano acudió a las termas. Encontró a un viejo restregando su espalda contra la pared. Al preguntar la causa de este comportamiento, el viejo le contestó que no tenía dinero para pagar a un masajista. Compadecido el emperador le pagó el servicio. Al día siguiente, al acudir a las termas, el emperador encontró a decenas de personas frotándose contra la pared. Pero en este caso Adriano se limitó a aconsejarles que se frotaran unos a otros. Dicen que desde entonces era costumbre que los bañistas terminaran masajeándose mutuamente.

Como complemento, en las termas solía haber espacio para los tonsores que cortaban y arreglaban el pelo y la barba o para los esclavos que con sus navajas (novaculae) cortaban las uñas o arreglaban los pies con piedra pómez. Las mujeres a su vez eran atendidas por las ornatrix, esclavas que les proporcionaban diversos maquillajes y afeites. 


Bibliografía: 


[9] Juvenal. Satura XI, 205 http://www.thelatinlibrary.com/juvenal/11.shtml (Consultado en septiembre 2011)

[10] Marcial. Epigrammaton XIV, 163 http://www.thelatinlibrary.com/martial/mart14.shtml (Consultado en septiembre 2011)

[11] Termas romanas. http://es.wikipedia.org/wiki/Termas_romanas (Consultado en septiembre 2011)

[12] Historia Augusta. De vita Hadriani aelii spartiani XVIII, 10  http://www.thelatinlibrary.com/sha/hadr.shtml (Consultado en septiembre 2011)


Las termas romanas: 




miércoles, 2 de marzo de 2016

La higiene y las termas en Roma (I)









Caldarium y labrum 
de las Termas de Pompeya
(s. I d.C.)

Yacimiento de Pompeya (Campania, Italia)





El aseo matutino era muy sucinto en Roma. Los romanos, que eran madrugadores, se precipitaban enseguida a la calle sin casi desayunar (según Marcial, muchas veces solo tomaban un vaso de agua [1]) En la detallada vida de Suetonio sobre la vida de los césares apenas hay ningún comentario sobre el aseo matutino. En Pompeya solo se ha hallado un dormitorio con una jarra de agua sobre la mesa. Sin duda el aseo matutino habitual debía limitarse a refrescarse la cabeza y las manos con agua fría (Ausonio, Ephemeris, 2).  Naturalmente, en las casas acomodadas había la posibilidad de acudir a su propio balneum, aunque probablemente esto no se solía efectuar a primera hora de la mañana.

Mosaico de las termas femeninas de Herculano, decorado con animales marinos.
  En Roma, los establecimientos de baños calientes se llamaban termas. La voz, de origen griego, nos remite a los baños que ya se habían popularizado en Grecia a partir del s. V a.C., aunque fue en Roma donde consiguieron su máximo desarrollo y esplendor. El baño, cuya finalidad inicial era la higiénica, terminó por constituir un hecho social capital.

Los romanos imitaron la costumbre griega de instalar cuartos de baño en las domus urbanas o en las  villae o residencias de campo. Algunos baños domésticos eran muy lujosos, como en la casa de Menandro, en Pompeya [2]. Sin embargo, en la ciudad de Roma, gran parte de la población vivía de alquiler en casas de pisos (insulae)  de dimensiones reducidas que no permitían este tipo de instalaciones. Por esto se popularizaron los baños públicos, bajo supervisión edilicia, ya desde la época republicana (s. II a.C). Sin embargo, la austeridad republicana no veía bien estos baños realizados de forma poco íntima. Catón el Censor por ejemplo, nunca se bañó en presencia de su hijo.

Natatio. Termas de Bath (Inglaterra)
Pero el gusto por la higiene se impuso al pudor. Todavía bajo la República, en el s.II a.C. fueron apareciendo establecimientos de baños, naturalmente con separación de sexos. Las termas de la época republicana eran muy sencillas y estaban exclusivamente destinadas a las abluciones higiénicas. Solían tener una sala para hombres y otra para mujeres, con un horno común.

Fue bajo el Imperio cuando las termas aumentaron en tamaño y en prestaciones y sobre todo en número. En el año 33 a.C. Agripa ordenó que se censaran los baños públicos: había 170. Las termas eran en su mayoría de titularidad estatal, y estaban bajo la potestad de los ediles, se solían arrendar a empresarios (conductor) que los explotaba como negocio.

La entrada a las termas era muy módica: un quadrans (un cuarto de as) y los niños no pagaban[3] [4]. Este coste es comparado por Chaillet al equivalente de 0’5 € [5]. El año en el que Agripa fue edil (33 a.C.) protagonizó un sensacional golpe de efecto. Se hizo cargo del coste de las entradas, por lo que aquel año el acceso a las termas públicas fue gratuito. Es de suponer la gran acogida que tuvo esta medida política. Poco después Agripa aprovechando la llegada de las aguas del acueducto Virgen, fundó las termas que llevaron su nombre y que fueron gratuitas permanentemente (19 d.C.)[6].

Tepidarium. Termas de Bath (Reino Unido)
La magnanimidad de Agripa contribuyó a impulsar el uso de las termas y de la higiene corporal (curatio corporis), pero a esto hay que añadir un importante progreso técnico: en el s.I d.C. el ingeniero romano Cayo Sergio Orata ideó un sistema que permitía calentar agua y aire caliente a la vez, el hipocausto. En el exterior del edificio se construía un horno y el aire caliente producido se llevaba por canalizaciones situadas bajo el suelo, cuyas baldosas se sustentaban sobre pilas de ladrillos (pilae). La altura del espacio vacío por el que circulaba el aire era de unos 40 a 60 cm. Se calcula que la temperatura obtenida en las viviendas no pasaba de los 30 grados. En las termas, para obtener un calor más intenso, se integraban además en los muros tubos de barro cocido (tubuli), que daban salida al humo del horno y al aire caliente que circulaba en el hipocausto. Este sistema garantizaba un ambiente cálido.


Mosaico representando un delfín. Termas de Caracalla (Roma) 

Después de las termas de Agripa, se construyeron en el Campo de Marte las Termas de Nerón (62 d.C.); las de Tito (80 d.C.) en los flancos de la antigua Domus Aurea; las de Trajano (109 d.C.) en el Aventino [7]. Las termas cada vez eran más  espaciosas y monumentales. Las Termas de Caracalla (212 d.C.) de las que aún hoy subsisten unas imponentes ruinas ocupaban 118.000 m2, y las de Diocleciano, 140.000 m2   [8]. En el s.IV d.C. había 967 baños públicos y 11 grandes termas en la ciudad de Roma (alimentadas por 19 acueductos).


Bibliografía




[1] Marcial. Epigrama XI, 104, 3-4 http://www.thelatinlibrary.com/martial/mart11.shtml (Consultado en septiembre 2011)

[2] Etienne R. La vida cotidiana en Pompeya. Ed. Temas de Hoy. Madrid, 1992. (p. 291-292)

[3] Marcial Epigrammaton III, 30, 4  http://www.thelatinlibrary.com/martial/mart3.shtml

[5] Chaillet G. Dans la Rome des Cesars. Ed. Glenat. Grenoble, 2004 (p. 29)

[6] Carcopino J. La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio. Círculo de Lectores. Barcelona, 2004.(p. 302)

[7] Coarelli F. Roma. Mondadori. Milan, 2002 (384 pág.)

[8] Segura Munguía S, Cuenca Cabeza M. El ocio en la Roma antigua. Publicaciones de la Universidad de Deusto. Bilbao 2008 (p. 94-100)



Las Termas Romanas