martes, 30 de agosto de 2016

La caída mortal de Lucy


Lucy (Foto: Marc Orriols)


"Lucy" 

(Australopithecus afarensis)
(3.180.000 aC circa)

Restos óseos humanos fosilizados 
Museo Nacional de Etiopía.  Addis Abeba.



Hace pocos días, un grupo de amigos míos regresaron entusiasmados de un viaje cultural a Etiopía. Me trajeron algunas fotos, especialmente de Lucy, una hembra de Australopithecus afarensis, un homínido ancestro de los humanos actuales, que vivió en la región de Afar (Etiopía) hace aproximadamente 3.180.000 años. Agradezco a mis amigos Coia Ibáñez Ferrater Marc Orriols Llonch y su colaboración por parte del material gráfico que ilustra esta entrada del blog.
Reconstrucción hipotética del aspecto de Australopithecus afarensis
Lucy es uno de los esqueletos más completos y antiguos de un ancestro humano bípedo adulto. Su esqueleto fue hallado por el paleoantropólogo de la Universidad Estatal de Arizona Donald Johanson y el estudiante de graduado Tom Gray, el 24 de noviembre de 1974. Durante la excavación estaban oyendo un cassette (era el modo de reproducir música en aquel tiempo), y sonaba la conocida canción de The Beatles "Lucy on the sky with diamonds", por lo que decidieron bautizar a los restos del homínido como Lucy, a pesar de que su primer nombre había sido AL-288-1. 




A la izquierda, una pelvis de chimpancé. 
A la derecha, pelvis de Australopithecus afarensis, 
que hace evidente su bipedestación 
(Fotos de Coia Ibáñez Ferrater)


Los australopitecos vivieron en un momento importante en el proceso de hominización. Lucy y sus congéneres ya caminaban erguidos y probablemente esta postura les dejaba libres las manos para usar algunas herramientas. Hasta ahora, los paleoantropólogos discutían de si todavía era una especie arborícola (es decir si pasaba todo el tiempo en las copas de los árboles) o si se habían atrevido ya a bajar al suelo y a caminar por tierra firme. La polémica se perpetuó durante años. 

El Profesor de ciencias geológicas de la Universidad de Austin (Texas, EEUU) Dr. John Kappelman estudió a Lucy durante su recorrido por los museos de los EEUU en 2008 y tuvo la oportunidad de escanear el 40 % de su esqueleto con la instalación Tomográfica de Alta Resolución. Creó así un archivo digital de más de 35.000 recortes de tomografía computarizada (TC). 

Durante su estudio, algo llamó la atención de Kappelman: el extremo del húmero derecho está fracturado de una manera que no es habitual en los fósiles. Presenta una serie de cortes afilados y limpios con pequeños fragmentos de huesos y astillas todavía en su sitio. Kappelman extrañado, decidió consultarlo con Stephen Pearce, cirujano ortopédico de huesos de la Clínica Austin de Huesos y Articulaciones, que confirmó sus sospechas. Este tipo de fractura de húmero proximal en cuatro partes se ve habitualmente como resultado de avanzar la mano durante una caída. 


Una reconstrucción de cómo pudo ser la fatídica caída (según Kappelman et al.)



Probablemente Lucy cayó de pie desde una altura respetable. Kappelman y sus colegas calcularon que cuando se estrelló contra el suelo, el cuerpo de Lucy iba a una velocidad cercana a los 60 Km/h. Para alcanzar esta velocidad debió de caer desde una altura superior a los 10 metros. Llegó al suelo de pie y a continuación, cayó de bruces. Como consecuencia del instinto de protección extendió el brazo hacia el suelo, intentando parar el golpe. La consecuencia fue que incapaz de frenar la inercia del cuerpo, el húmero se fracturó en diversos puntos. 

Localización de los huesos encontrados de Lucy
(montados sobre un esqueleto completo)
Fotografía Coia Ibáñez Ferrater
El estudio identifica otras fracturas similares, pero menos graves, en el hombro izquierdo y otras a lo largo de todo el esqueleto, incluyendo roturas en el tobillo derecho, en la rodilla izquierda y en la pelvis. También observaron una evidencia todavía más sutil: la fractura de la primera costilla, que era coherente con las causadas por una caída. O sea, que Lucy se había caído del árbol, comenta John Kappelman, que ha publicado un estudio sobre el tema en la revista  Nature

Pero ¿que hacía Lucy en la copa de un árbol a más de 10 m. de altura?. Por su bipedestación (evidente por la forma de su pelvis) es probable que pasara el día caminando en tierra firme. Por lo tanto sólo había dos razones que la hicieran trepar a un árbol: o estaba recolectando frutas para su comida o quería buscar un refugio seguro para pasar la noche. Los australopitecos eran frágiles e indefensos y tenían muchos posibles enemigos que temer. Su pequeño tamaño a su indefensión y a su pequeño tamaño (Lucy medía 1,10 metro de altura y unos 27 Kg de peso), los convertía en unas presas muy fáciles. Y justamente, esto es lo que suelen hacer otros primates, como los chimpancés, que duermen en las copas de los árboles a alturas entre 7 y 23 metros, fuera del alcance de sus depredadores.
Esto respondería a la vieja polémica de si los australopitecos vivían sobre el suelo o en las copas de los árboles y que tantas discusiones había suscitado. Probablemente tenían un hábitat mixto: de día en el suelo, de noche en los árboles. Los autores comentan a este respecto: 
"Es una ironía que el fósil que protagoniza el debate sobre el papel arbóreo en la evolución humana muriera posiblemente de las heridas sufridas en una caída de un árbol"
Si la hipótesis de los autores del estudio es cierta, Lucy sería tanto terrestre como arborícola, y las características que le permitían moverse de manera eficiente en el suelo pudieran haber comprometido su capacidad para trepar a los árboles, lo que la predispondría a ella y su especie a caídas frecuentes. El estudio de los patrones de las fracturas óseas puede ayudarnos a reconstruir de forma más fiable el modo de vida de nuestros antepasados y cuáles fueron las causas de su muerte.  



Bibliografía: 

John Kappelman et al. “Perimortem fractures in Lucy suggest mortality from fall out of tall tree” Nature doi:10.1038/nature19332.

Página de imágenes y comentarios sobre Lucy: elucy.com


How Lucy died (Prof. Kappelman): 

lunes, 29 de agosto de 2016

Piel de tiburón contra las infecciones intrahospitalarias





Tiburón de arrecife de puntas blancas 

(Triaenodon obesus) 


L'Aqüàrium. Barcelona.



Hace poco nos referíamos a las lesiones que puede causarnos un ataque de tiburón. Hoy nos referiremos a los posibles remedios que podemos encontrar en estos animales. 

La piel de un tiburón es muy especial: parece lisa y uniforme, pero vista de cerca, está salpicada de millones de escamas en forma de dientes microscópicos superpuestos (dentículos) en forma de punta, que vistas al microscopio electrónico revelan estructuras complementarias "en nido de abeja". Desde hace mucho tiempo esta piel se ha venido utilizando para confeccionar papeles de lija, útiles para raspar superficies rugosas, transformándolas en lisas. 


Tiburón toro. Acuario de Barcelona.

Esta peculiar estructura cutánea tiene la función principal de interrumpir la fluidez del agua sobre la superficie del animal y reducir la fricción. Hace un par de años, un equipo de investigadores de la Universidad de Harvard (EE.UU.) logró reproducirla de manera artificial por primera vez, y comprobaron que, en efecto, aumentaba la velocidad de natación del tiburón hasta un 6,6%, y reducía el coste de energía (The Journal of Experimental Biology). No es de extrañar. Los tiburones están adaptados a su medio ambiente desde hace 430 millones de años, según afirma el ictiólogo Pascal Deynat en su obra Les requins (2010)

La piel de los tiburones tiene además otras interesantes propiedades. Se ha observado que debido a su anfractuosidad, la piel del tiburón no favorece la adherencia de los microorganismos marinos. 

Estructura de la piel de tiburón

Los investigadores de la empresa americana Sharklet se dieron cuenta que estructuras similares podían dificultar también la adherencia de otras bacterias, por lo que intentaron desde 2007, conseguir un revestimiento inspirado en la estructura cutánea del tiburón. Han podido desarrollar así un revestimiento que imita las dentículas de los escualos, pero de talla todavía menor (3 micrones). Esta superficie impide igualmente la fijación de las bacterias. Así, sin usar productos químicos, antisépticos ni antibióticos se obtiene un material "que no gusta a las bacterias" y que al parecer reduce su presencia en un 94%.


Estructura de la piel del tiburón
El descubrimiento de este material puede ser útil para ser usado los hospitales, y se espera que pueda ayudar a reducir las infecciones intra-hospitalarias que producen cientos de miles de contagios anuales. 

Las aplicaciones de Sharklet son múltiples: puede recubrir los quirófanos, los catéteres, los apósitos, o puede servir para plastificar las historias clínicas que pasan de mano en mano. Naturalmente, todo esto no es incompatible con los cuidadosos lavados de manos, que seguirán siendo el principal medio de luchar contra este tipo de infecciones. 





Using Shark Skin to Fight Against Bacteria:


domingo, 28 de agosto de 2016

Síndrome de Marfan








Émile-Charles Wauters

  Retrato de 
Antoine Marfan
 (1899)

Óleo sobre lienzo. 
Museo de Historia de la Medicina. París. 



Antoine Bernard-Jean Marfan (1858-1942) fue un destacado médico, considerado como uno de los fundadores de la Pediatría en Francia. 

Había nacido en Castelnaudary, donde su padre ejercía como médico rural. Comenzó a estudiar Medicina en la cercana ciudad de Toulouse, trasladándose más tarde a París, donde leyó su tesis sobre la tuberculosis infantil. Trabajó en el Hôpital des Enfants Malades de París, del que fue director en 1892 y como profesor de Terapéutica y de Higiene infantil en la Universidad de la capital francesa.   

Pero su principal aportación a la Medicina fue la descripción de un nuevo síndrome, la dolicoestenomelia, más conocido con el nombre de síndrome de Marfan

En 1896, Marfan presentó en la Société Médicale des Hôpitaux de Paris el caso de Gabrielle, una niña de 5 años. Le había llamado la atención los miembros desproporcionadamente largos, con unos dedos largos y delgados, que recordaban unos "dedos parecidos a las patas de una araña". 

En 1902 Henri Méry y Léon Babonneix estudiaron, nuevamente, el mismo caso, y pudieron realizar ya radiografías. Así pudieron documentar una importante escoliosis, con asimetría torácica. 

Ese mismo año, Achard estudió otra paciente que presentaba alteraciones similares. Las dedos largos y estrechos le inspiraron el título de su artículo: “La aracnodactilia”. También se fijó en que la niña presentaba una gran 

hiperflexibilidad 

articular y en que este transtorno podía transmitirse de padres a hijos.  

Los niños afectos de síndrome de Marfan presentan los husos más largos que lo normal (la distancia entre los dos brazos extendidos suele exceder su altura); el esternón abultado hacia afuera o ahuecado hacia adentro (pectum excavatum); la cara larga y estrecha y la columna vertebral encorvada o retorcida. también suelen presentar los pies planos. 


Hiperflexibilidad articular en el síndrome de Marfan.


Poco después, se fueron describiendo otras manifestaciones: la afectación del sistema cardiovascular (insuficiencia 

de 

la 

válvula 

aórtica, prolapso de la válvula mitral, aneurisma disecante) y del ojo (miopía acentuada, luxación del cristalino, desprendimiento de retina, glaucoma). También pueden presentar algunos síntomas cutáneos como la presencia de estrías. 

Se trataba de una enfermedad del tejido conjuntivo que se manifestaba por diversas anomalías del desarrollo caracterizado por presentar las extremidades y los dedos anormalmente alargados. 

Retrato de Antoine Marfan
Marfan publicó múltiples trabajos y libros sobre variados temas pediátricos, entre los que sobresalen los dedicados al raquitismo, la difteria, la tuberculosis y a la sífilis neonatal. Junto con Grancher y Jules Comby (1853-1947) escribió el Tratado de Enfermedades de la Infancia en cinco volúmenes que contribuyó a un mejor conocimiento de los trastornos nutricionales de los niños. También dirigió la revista pediátrica Le Nourrisson.  

Aparte del síndrome que lleva su nombre, su nombre va ligado a otros epónimos. Se denomina procedimiento de Marfan a la punción del pericardio por la vía epigástrica subxifoidea y signo de Marfan a la presencia de un triángulo rojo en la punta de una lengua saburral que se interpreta como propio 

 de 

 la 

 fiebre 

 tifoidea. 



Marfan fue una persona de gran cultura humanística. Era muy aficionado a la literatura y a la pintura, especialmente a la de la escuela veneciana, lo que le llevó a realizar diversos viajes a Italia. 
  


Bibliografía


Marfan AB.  Un cas de déformation congénital des quatre membrer plus pronuncée aux extrémités charactérisée par l'allongement des os avec un certain degré d'amonassesment. Bull Mém Soc Méd Hôpital (Paris), 13 (1896), pp. 220–226

Grancher J, Comby J, Marfan AB.Traité des maladies de l'enfance, publié sous la direction de MM. J.  Paris : Masson, 5 volumes, 1897-1898.

Marfan AB.  Le Rachitisme et sa pathogénie, Paris : J.-B. Baillière et fils, 1911.

Marfan AB. Traité de l'allaitement et de l'alimentation des enfants du premier âge, Paris : G. Steinheil, 1899.

Marfan AB. Figures lauragaises. Le Catharisme, la guerre des Albigeois et saint Pierre Nolasque, Martin Dauch, Sophie de Soubiran, le général Laperrine., Paris : Librairie académique Perrin, 1933.

García Nieto V. Epónimos en Pediatría. Antoine Bernard-Jean MarfanCan Pediatr 2012; 36 (1) : 55-57. http://portal.scptfe.com/wp-content/uploads/2013/12/2012-2-6.pdf

viernes, 26 de agosto de 2016

Del mito de Ícaro al exceso de sol (II): La imprudencia de tomar demasiado el sol






Herbert James Draper

El lamento por Ícaro 

 (1878)

Óleo sobre lienzo. 180 x 150 cm.
Tate Gallery. Londres. 


En la entrada anterior comentábamos la hermosa leyenda mitológica de Ícaro y las nefastas consecuencias que su imprudente conducta tuvo para él. Su poco temor a los efectos del sol labró su perdición.  

Hoy traemos una obra de Herbert James Draper (1863-1920), un pintor inglés de la época victoriana que se dedicó sobre todo a la representación de temas mitológicos. El que preside este comentario hace referencia también al mencionado mito de Ícaro. Esta vez se representa el cuerpo del joven caído recogido por las sirenas. La piel de Ícaro aparece muy morena para evidenciar su imprudente aproximación al sol, en vivo contraste con la marfileña tez de sus apenadas asistentes. 
Sirva esta bella historia para hacernos reflexionar sobre los peligros de ciertas imprudentes conductas con respecto al sol. En la actualidad, asistimos a un nuevo "culto al sol", y la exposición a sus rayos a veces puede ser excesiva. Muchas veces está motivada por la simple práctica deportiva al aire libre, aunque frecuentemente la exposición solar no tiene más propósito que el de conseguir un apreciado bronceado de la piel. Pero, como en el caso de Ícaro, no temer al sol puede tener consecuencias no deseadas. Veamos algunas de ellas. 
Dies solis, el día del sol, representado
por el carro solar.
Fragmento del Tapiz de la Creación (s. XI)
Museo de la Catedral. Girona.
Las representaciones del carro solar fueron 

muy frecuentes durante toda la Edad Media 


INSOLACION 

El exceso de exposición solar puede dar lugar a un episodio grave conocido como insolación, con fiebre alta (de más de 40 °C), náuseas y vómitos. Provocada por una temperatura ambiental muy alta, por una exposición demasiado larga al sol o a un esfuerzo físico excesivo bajo el sol, la insolación es un fallo del sistema natural de termorregulación del organismo, situado en el hipotálamo, que se encarga de mantener la estabilidad de la temperatura interna del cuerpo (36,5 °C). 
Además de la deshidratación, la alteración del termostato central puede provocar, a través de diversos mecanismos un estrés térmico celular, un síndrome inflamatorio y la liberación de citoquinas, sustancias que provocan una vasodilatación que puede desencadenar un estado de choque, con complicaciones cardiológicas y neurológicas, y que requiere una reanimación urgente. 


Vincent Van Gogh. El sol
PROBLEMAS OCULARES

Los ojos no ocupan más de un 2% de la superficie total del cuerpo, pero son los únicos órganos que pueden ser totalmente atravesados por los rayos ultravioleta (UV): en los adultos, la conjuntiva y la córnea absorben un 85% de la radiación y el cristalino del niño no filtra los UV antes de los 12 años de edad. Por eso es importante el uso de las gafas de sol, incluso en niños. De no hacerlo podemos sufrir la insolación de los párpados, la foto-queratoconjuntivitis o la llamada oftalmia de las nieves (en esquiadores). 

Asimismo, se pueden presentar efectos retardados, como cataratas y degeneración macular ligada a la edad  (DMLE) por afectación del cristalino y de la retina. Como apunta mi amigo Jacques Bazex, dermatólogo de Toulouse: 


"Estas degeneraciones oculares afectan actualmente a una generación que no tenía la costumbre de protegerse con gafas de sol". 

Asimismo, es recomendable el consumo de carotenoides (zeaxantina y luteína) en la alimentación habitual (zanahorias, tomates, naranjas...) para proteger mejor la retina. 

ENVEJECIMIENTO CUTÁNEO
La exposición al sol acelera el proceso natural de degeneración celular. El fotoenvejecimiento cutáneo está directamente relacionado con la cantidad de radiación ultravioleta recibida en el curso de la vida. Las exposiciones muy intensas y frecuentes provocan la aparición de manchas (lentigo solar). También provocan la ruptura de las fibras de colágeno - que son necesarias para mantener el espesor de la piel - causando la pérdida de su elasticidad y la aparición de arrugas. 
Según un estudio llevado a cabo en Australia, si se aplicara crema solar protectora cada día en la cara durante todo el año, se podría reducir en casi un 25 % las consecuencias del envejecimiento cutáneo.



El deslumbrante sol de Provenza y la intensa insolación a la que se exponen los campesinos 
es una constante en la obra tardía de Vincent Van Gogh. 

ALERGIAS AL SOL 

La lucitis estival benigna, la alergia a los rayos ultravioleta más frecuente, afecta a un 10 - 20 % de la población, especialmente a las mujeres de 15 a 35 años. En estos casos, en las 12 horas que siguen a cada exposición solar, el escote y los antebrazos se cubren de pequeñas pápulas rojas, que se acompañan de picor. Esta reacción solar - que curiosamente suele respetar la cara - puede repetirse durante muchos años y luego desaparecer bruscamente. No conocemos exactamente como se produce, y sus manifestaciones son bastante diferentes a las verdaderas alergias. 
En este último caso, mucho menos frecuente, aparece una urticaria solar a los 15 minutos de exponerse al sol, y puede provocar manifestaciones muy invalidantes que impiden salir de casa. Tampoco en este caso conocemos cómo se produce. 
También existe un tercer tipo de reacción alérgica, llamada lucitis polimorfa, que puede sobrevenir a cualquier edad. Vuelve a presentarse cada año, con tendencia a ser cada vez más grave. 


Representación de Helios conduciendo el
 carro solar en una cerámica griega de figuras rojas

CÁNCER

CUTÁNEO  


Tal vez este sea la patología por exposición solar mejor conocida. Ha habido mucha divulgación y también repetidas campañas sanitarias en las que se ha advertido insistentemente que el exceso de exposición solar puede ser la causa de la aparición de melanomas, una temible forma de cáncer de piel. 

Pero además de los melanomas, el sol es también responsable de otras formas de cáncer cutáneo (carcinoma basocelular, enfermedad de Bowen, carcinoma espinocelular) que son mucho más frecuentes. Se calcula que en nuestro país se diagnostican unos 75.000 nuevos casos cada año. 
Los carcinomas están causados por una proliferación de los queratinocitos. El 80 % de los casos corresponden a carcinomas basocelulares, de evolución lenta y sin metástasis a otros órganos. Pero a pesar de su escasa agresividad, deben ser tratados sin dilación, ya que pueden crecer localmente, destruyendo los tejidos circundantes. Como que la mayoría de las veces aparecen en la cara, su potencial destructivo no es desdeñable. En el caso de los carcinomas espinocelulares, su malignidad es mucho mayor, ya que pueden producir metástasis y propagarse por todo el cuerpo. Si se  diagnostican a tiempo, estos tumores pueden ser tratados con cirugía. 



El faraón Akhenaton haciendo sus ofrendas a Atón,
el dios solar y único, que le envía sus rayos protectores.

(Egipto. Dinastía XVIII).
TANOREXIA

Con este nombre se conoce la adicción a tomar el sol. En efecto desde que hace alrededor de un siglo se puso de moda lucir el color bronceado en la piel ha aparecido una nueva patología psiquiátrica: la de las personas que toman el sol compulsivamente, hasta extremos increíbles. Para ellas, el tomar el sol y estar morenas es una auténtica necesidad, y no pueden prescindir de exponerse a los rayos solares. Para dar nombre a esta alteración se ha acuñado el neologismo tanorexia, por similitud con anorexia (patología psiquiátrica en la que se deja de comer o se provoca el vómito con el obsesivo objetivo de perder peso y estar muy delgado) 
Estas mismas personas suelen ser adictas también a las cabinas UVA de bronceado artificial. La relación de estas cabinas con las patologías que ya hemos descrito, y en especial con la incidencia de cáncer cutáneo ha motivado que se hayan sometido a restricciones legales. En algunos países, como Brasil y Australia ya se han prohibido totalmente, y en Francia se está intentando su total prohibición en los próximos años. 




How the sun sees you (Thomas Leveritt) 


jueves, 25 de agosto de 2016

Del mito de Ícaro al exceso de sol (I): La imprudencia de Ícaro

 




Merry-Joseph Blondel

  El Sol  (La Caída de Ícaro)

 (1819)

Fresco. 271 x 210 cm.
Rotonda de Apolo 
Museo del Louvre. París. 



Si vais al pabellón Denon del Museo del Louvre de París, en el primer piso encontraréis la llamada Rotonda de Apolo, una amplia sala cuyo techo está decorado por un impresionante fresco del pintor neoclásico Merry-Joseph Blondel (1791-1853). En él se representa un carro de fogosos caballos que atraviesa presuroso el cielo. Desde la antigüedad, muchas culturas han adorado al Sol, considerándolo un dios. En la mitología griega, Helios era el dios del sol, coronado con una deslumbrante aureola de rayos luminosos. Cada día recorría el cielo con su carro tirado por fogosos caballos hasta el Océano. 

En la parte inferior del fresco del Louvre se representan dos personajes con alas. Uno de ellos, en el centro, cae aparatosamente, mientras que otro, más discreto y situado a la izquierda se gira, inquieto por el accidente de su compañero. El fresco en cuestión representa uno de los mitos solares más famosos, el del joven Ícaro, que imprudentemente se acercó demasiado al Sol, sufriendo en su carne los efectos de no temer la acción de los implacables rayos solares. 

Ícaro era hijo de Dédalo, un verdadero genio de la arquitectura, que había construído el famoso laberinto de Creta, para el rey Minos. Pero Minos, temeroso que pudieran revelar el secreto del laberinto, retenía por la fuerza a Dédalo y a su hijo en la isla y no los dejaba salir de ella. 

Dédalo, cansado de este obligado cautiverio, decidió escapar de la isla, pero los hombres de Minos controlaban la tierra y el mar, y no había manera de esquivarlos. Así que la única escapatoria era salir volando, como los pájaros. El ingenioso Dédalo se puso a trabajar para fabricar unas alas artificiales. Tomó una gran cantidad de plumas y las fue uniendo, cosiendo con hilo las plumas centrales y pegando con cera las laterales, dando al conjunto la suave curvatura de las alas de un pájaro. 
Marc Chagall. La caída de Ícaro (1975)
Cuando terminó su trabajo, Dédalo se colocó las alas y comprobó que el invento funcionaba. Batiendo las alas podía subir y volar como las aves. Equipó entonces a su hijo de la misma manera, y le enseñó cómo volar. Dédalo advirtió a Ícaro que no volase demasiado alto porque el calor del sol derretiría la cera, ni demasiado bajo porque la espuma del mar mojaría las alas y no podría volar.
Llegó el día de la gran evasión. Dédalo e Ícaro iniciaron su vuelo al amanecer sobre el mar con éxito. Dejaron atrás Creta, y sobrevolaron las islas vecinas, como Samos, Delos o Paros. El espectáculo que se ofrecía bajo ellos era indescriptible. Los rayos del sol del amanecer irisaban la gran superficie marina, dándole un aspecto de metal bruñido. 
Ícaro estaba muy contento. Las alas que había construído su padre abrían nuevos horizontes de libertad a su corazón adolescente. Volando sentía un poder ilimitado. Y con tanta belleza a su alrededor...!
Peter Paul Rubens: La caída de Ícaro (1636)
Óleo sobre lienzo, 
27 x 27 cm.
Reales Museos de Bellas Artes de Bélgica, Bruselas.
Pero lo más hermoso de todo era el sol. Al chico su deslumbrante belleza le atraía mucho. Era tan luminoso, tan radiante y puro... Teñía todo el cielo y el mar con colores indescriptibles. Ícaro decidió acercarse un poco, para verlo mejor. Por un instante, recordó la advertencia de su padre, de no acercarse al sol. Pero su padre volaba delante de él, ya un poco lejos, y seguro que no veía su intento. Además, a aquella hora de la mañana, el sol casi no calentaba: parecía tan inofensivo! Seguro que no pasaba nada!
El imprudente muchacho se fue acercando al sol. Qué bello era, que imponente! Sus deslumbrantes rayos lo cautivaban. Y el calorcillo que sentía en su piel era tan agradable! Seguro que desde un poco más cerca se veía todavía mejor.
Pero tanto y tanto se acercó, que el ardiente sol fundió la cera de las alas y las plumas se despegaron. Ícaro agitó las alas con más fuerza, pero ya no quedaban suficientes plumas y su superficie se había reducido. El temerario muchacho cayó  en picado. Su padre, desconsolado, vió desde lejos la caída de su hijo, que se despeñó en los escollos de una tierra, que desde entonces tomó el nombre de Icaria. 
Sirva esta bella historia para hacernos reflexionar sobre los peligros de ciertas imprudentes conductas con respecto al sol. En la actualidad, asistimos a un nuevo "culto al sol", y la exposición a sus rayos a veces puede ser excesiva. Muchas veces está motivada por la simple práctica deportiva al aire libre, aunque frecuentemente la exposición solar no tiene más propósito que el de conseguir un apreciado bronceado de la piel. Pero, como en el caso de Ícaro, no temer al sol puede tener consecuencias no deseadas, que comentaremos en la próxima entrada de este blog. 


El mito de Dédalo e Ícaro: