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viernes, 6 de noviembre de 2015

La cara roja del obispo de Treviso





 Lorenzo Lotto

Retrato del obispo Bernardo de'Rossi
(1505)

Óleo sobre tabla. 54'7 x 41'3 cm
Museo Nazionale di Capodimonte. Nápoles.  



En este cuadro Lorenzo Lotto (1480-1556) representa a un joven obispo de medio cuerpo, en un escorzo de tres cuartos, con la cara girada hacia el espectador. Está representado con vivo realismo, destacando la frialdad de su mirada y la firmeza con la que sostiene un rollo manuscrito, que trasluce un carácter enérgico y resolutivo. Va vestido con una esclavina roja que destaca sobre un cortinaje verde, muy característico del arte veneciano entre el Quattro y el Cinquecento

Los detalles patológicos aquí alcanzan un claro protagonismo, ya que tornan más realista aún este retrato, acercándonos a la humanidad del personaje. Así, el enrojecimiento facial manifiesto,  podría sugerir una intensa dermatitis seborreica, aunque si atendemos al hecho de que respeta la zona periorbitaria y la frente, parece más probable que corresponda a un eritema solar. Esta última interpretación es todavía más probable si observamos el color azul de los ojos o los rizos castaños que se escapan de su birrete negro, lo que hace suponer un fototipo claro. Es posible que el obispo se hubiera expuesto al sol tras realizar alguna actividad al aire libre que le causó esta quemadura solar. 

Asimismo, en la zona maxilar y cerca de la comisura labial izquierda se pueden observar con claridad algunos nevus intradérmicos

El cuadro iba protegido originalmente por una cubierta que representaba una Alegoría de las Virtudes y los Vicios, en la que se aclaraba el tema de la obra (el obispo de Treviso Bernardo de'Rossi), la edad del retratado en el momento en el que se pintó el cuadro (36 años) y la fecha de realización (1505). Esta cubierta se encuentra hoy en la National Gallery de Washington. 





















jueves, 5 de noviembre de 2015

Mochica con verruga peruana




Personaje afecto de una 
enfermedad cutánea
(Valle del Moche. Perú, 200-700 d.C.


Cántaro de cerámica mochica




En otra ocasión nos hemos referido a las realistas cerámicas  de la civilización Moche, en Perú. Recordemos que era una cultura andina que se desarrolló entre el 200 y el 700 dC. en el valle del río Moche  y que se extendió hacia la costa norte peruana. 

Las cerámicas mochicas son escultóricas y de un realismo vívido. Suelen tener una finalidad documental, retratando con gran fidelidad al representado, con todo detalle, que incluye, claro está, la patología que tuviese. Podemos detectar así un gran número de enfermedades, especialmente las que afectan a la piel o modifican el contorno corporal, más fácilmente representables en figurillas de cerámica. A finales del s. XIX el gran patólogo Rudolf Virchow (1821-1902) se interesó por la paleopatología y describió representaciones de diversas enfermedades cutáneas como lepra o leishmaniasis  en las cerámicas Moche. También comenté mi aportación a la recuperación, restauración y diagnóstico paleopatológico de un huaco mochica del Museo de América de Madrid. 



Cerámicas mochicas con claro contenido erótico: 
a la izquierda representación de un falo,


A la derecha una escena de felación. 





















La pieza que nos o
cupa representa a un varón mochica desnudo, en decúbito supino y mostrando un pene de grandes dimensiones. Frecuentemente las cerámicas Moche  tienen un fuerte contenido erótico o sexual, con representaciones de genitales, cópulas o felaciones. Pero lo que nos llama más la atención son las lesiones circulares que presenta dispersas en toda la superficie corporal. Se podrían interpretar como una sífilis secundaria, relacionándolo así con su provocativo falo, pero nos parece mucho más probable que representen una verruga peruana

La llamada verruga peruana o enfermedad de Carrión es una enfermedad infecciosa ocasionada por la Bartonella bacilliformis, que solamente afecta a zonas de Perú, Ecuador y Colombia. Clínicamente se distingue una fase aguda, en la que se afectan los eritrocitos, caracterizada por anemia hemolítica severa e inmunosupresión y que se manifiesta con fiebre sostenida, hepatomegalia, ictericia, linfadenopatia y esplenomegalia. En la fase crónica, en la que se afectan las células endoteliales, aparecen las lesiones eruptivas cutáneas conocidas como "verruga peruana". Estas lesiones pueden ser miliares (1-4 mm), nodulares o subdérmicas, y en ocasiones presentan pequeñas hemorragias. 

Daniel Alcides Carrión, el estudiante de Medicina peruano
que dió nombre a la enfermedad de Carrión. 
La verruga peruana se conoce también como enfermedad de Carrión. Este epónimo no corresponde a la primera descripción de esta patología, como es el caso de muchas enfermedades. La verruga peruana ya afectó a muchos españoles en tiempos de la conquista del Imperio Inca y fue descrita por algunos cronistas, entre los que cabe destacar al Inca Garcilaso de la Vega. El nombre de enfermedad de Carrión es un homenaje a Daniel Alcides Carrión (1857-1885), un estudiante de medicina peruano  que  se inoculó voluntariamente sangre infectada de verruga peruana con la finalidad de investigar la evolución de la enfermedad. A los 40 días murió por anemia grave. En la actualidad es considerado un mártir de la medicina peruana. En su memoria llevan su nombre varias instituciones académicas universitarias, institutos de salud y hospitales, un estadio deportivo e incluso una provincia del departamento de Pasco. 





Cerámicas mochicas: 




Biografía de Daniel Alcides Carrión:



miércoles, 4 de noviembre de 2015

Judas, el apóstol pelirrojo





Juan de Juanes

La Última Cena
(1562)

Óleo sobre lienzo. 116 x 191 cm
Museo del Prado. Madrid.



El valenciano Juan de Juanes (1507-1579) representó en este cuadro la última cena de Jesús con sus apóstoles, antes de su prendimiento, pasión y muerte. Juan de Juanes fue el pintor de mayor relevancia en la Valencia de su tiempo. Se dedicó sobre todo a obras de carácter religioso, creando una iconografía que influyó mucho en las obras posteriores. 

En esta obra, una de sus más destacadas, aparece representado el cáliz de la catedral de Valencia, que algunos identifican con el Santo Grial, la copa real que según la leyenda usó Jesús en la Última Cena. Por otra parte, se representa al apóstol traidor Judas en posición de levantarse de la mesa como si tuviera prisa, tal vez para adelantarse e ir a encontrar al piquete de prendimiento (a la derecha del cuadro). A diferencia de los otros personajes se representa en el lado opuesto de la mesa, como era ya habitual en las representaciones pictóricas de la Santa Cena, para indicar que su traición lo coloca en una posición enfrentada al resto de apóstoles, fieles a Jesús. En otras Cenas se le asocia con algún animal relacionado con la traición como un gato o un cuervo (Jaume Huguet, MNAC), llevando una bolsa con monedas (el pago de la traición) o comiendo sin esperar al resto de comensales, actitud que pone de manifiesto su no pertenencia al grupo.

En otras muchas ocasiones se representa a Judas como pelirrojo. El color rojo del pelo es una característica muy poco frecuente en la mayoría de países europeos (a excepción de Irlanda) y se da solamente en un 1% de la población.  Tal vez esta escasa incidencia de pelirrojos, o su color llamativo, que puede recordar el fuego infernal, lo ha hecho tener mala fama, asociándolo con la maldad. La leyenda popular de que Judas era pelirrojo está bastante extendida. 


Judas Iscariote (יהודה איש־קריות ) era uno de los apóstoles que seguían a Jesús. Probablemente su nombre (Iscariote) alude a su pueblo de origen, Kariot. Al parecer era él quien llevaba el dinero común de los doce y en más de una ocasión manifestó su postura crítica con determinados dispendios (por ejemplo con el coste del caro perfume con el que María Magdalena ungió los pies del Maestro). Tal vez por estas discrepancias - o por la codicia de la recompensa de 30 monedas de plata - decidió delatar a Jesús, guiando a la escuadrilla de soldados del Sanedrín hasta el huerto de Getsemaní, indicándoles a quien buscaban al saludarlo con un beso.






La traición de Judas lo convirtió en un personaje antitético al de Cristo, encarnando el mal supremo. Su odiada figura fue vilipendiada y escarnecida por el cristianismo posterior, sirviendo de excusa para el odio antisemítico por la identificación de Judas con los judíos (incluso en la similitud de nombre)



Judas, pelirrojo, en el ángulo inferior derecho, se situa en la mesa en el lado opuesto de los demás apóstoles.
Retablo al temple atribuido a Jaume Ferrer I, procedente de Sta. Constança de Linyà (Museu de Solsona)

En el caso de Judas - como en otros casos que comentaremos en su día - podemos ver la importancia del color en el simbolismo del pelo, y como el color pelirrojo (un color diferente del de la mayoría) tiende a identificarse con el mal, con la traición o si se trata de una mujer, con la lujuria. 





martes, 3 de noviembre de 2015

Una Virgen con bocio







Andrea Mantegna


Virgen con el Niño dormido

(1465-1470)

Temple sobre lienzo 34 x 43 cm
Gemäldegalerie, Berlín. 



Andrea Mantegna (1431-1506) fue un importante pintor renacentista del Quattrocento. Trabajó la pintura de frescos, entre las que cabe citar las de la cámara de los esposos del palacio de los Gonzaga. También realizó importantes retablos como el Tránsito de la Virgen (Museo del Prado). Otras obras relevantes son San Sebastián (Kunsthistorische Museum) y la serie de Los triunfos de César. Su obra Cristo muerto, en la que recurre a un arriesgado escorzo, supuso una importante innovación en la pintura del momento. 

Entre las diversas Madonnas pintadas por Mantegna (1431-1506) nos ha llamado la atención ésta que se conserva en la Gemäldegalerie de Berlín. La escena que aparece es la habitual en cuadros de este tipo, representándose en un primer plano la Virgen con su hijo en brazos. Aparentemente, la única peculiaridad de la obra es que Jesús está dormido. Sin embargo, no es el niño lo que ha suscitado nuestro interés, sino una peculiaridad de su madre. 


Si nos fijamos en el cuello de María, observaremos que está claramente engrosado. Y no de forma homogénea, sino que presenta un bulto redondeado en el centro del cuello. La aparición de un bulto así en el cuello suele delatar la existencia de un bocio, nombre con el que se conoce popularmente a la hipertrofia de la glándula tiroides

El bocio simple es común en zonas carentes o deficitarias de yodo. La falta de yodo dificulta la producción de hormonas tiroideas y la glándula aumenta en un intento de compensación. Puede ser que la modelo de Mantegna tuviera bocio, o que esta enfermedad fuera frecuente en Mantua en aquellos años, ya queen el cuadro esta patología está representada con bastante claridad.

El bocio también puede asociarse a diversos transtornos cutáneos, especialmente al mixedema, enfermedad producida por infiltración de sustancias mucoides en la piel.

Hemos encontrado otros casos de bocio reflejados en representaciones artísticas, como es el caso de la Madonna del Parto, algunos dibujos de Ribera, o en obras más cercanas a nosotros como el Busto femenino (1915) de Olga Sacharoff



Mantegna: 











lunes, 2 de noviembre de 2015

Filoctetes (y IV): interpretación médica del mito.






Adolf von Hildebrand

 Filoctetes 
(1886)

Escultura
Neue Pinakothek. Munich. 




Tras pasar revista al mito de Filoctetes en anteriores entradas (1) (2) (3), consideraremos que bases médicas podemos encontrar en este relato. 

En primer lugar debemos subrayar la naturaleza mítica del héroe. Filoctetes es un mito, no un personaje histórico. Debe pues interpretarse como un  símbolo, no como una realidad. O sea que si alguna verosimilitud tiene la leyenda es a través de observaciones diversas y que no tienen porqué tener una coherencia a la luz de la medicina actual. Una vez sentado este hecho podemos considerar las diversas situaciones que encontramos en la historia de Filoctetes. 

El mal del héroe comienza por una mordedura de serpiente, que en principio será venenosa. Una serpiente venenosa en una isla griega solamente puede corresponder a Vipera aspis o a Vipera ammodytes, ambas de picadura mortal. Sin embargo, sus mordeduras no provocan úlceras tórpidas, ni crónicas, ni mucho menos duran años. Su veneno actúa sobre la coagulación y provoca necrosis renal, pero no tiene efectos especiales en la piel.  

Recordemos las características del mal que afligía a Filoctetes: aparición súbita, sincope y tras la recuperaciónde la conciencia, la aparición de una úlcera fétida y supurante, con fuerte dolor. De vez en cuando, los dolores lancinantes se reavivan, la llaga sangra, los vasos se rompen, y la fiebre se apodera de todo el cuerpo. Cuando cede, llega un sueño irresistible. La pierna, incluso en los períodos de remisión, se halla muy debilitada y dificulta la marcha , lo que obliga a vivir al afectado en un perímetro muy limitado (en los alrededores de la cueva)   

Sófocles, a quien debemos la descripción más precisa y detallada de la enfermedad de Filoctetes, usa un lenguaje técnico, tomado de la medicina hipocrática, para dar realismo a su relato. Sin embargo, creemos que mezcla varios estados patológicos: al principio describe una picadura de víbora y luego una úlcera fagedénica, una gangrena húmeda. En esta segunda descripción podrían caber varios diagnósticos: osteomielitis crónica, úlcera varicosa, micetoma, tal vez un carcinoma. Incluso los accesos febriles y el sueño irresistible puede evocar algunos aspectos del paludismo. Múltiples observaciones de diversas patologías entremezcladas para construir un mal híbrido que nos mueva a la compasión

Porque no debemos olvidar que Filoctetes es un personaje mítico, que sufre estos males por designio de los dioses, por lo que su mal no tiene por qué coincidir con un diagnóstico concreto. La función de este mito es la de hacernos recordar que el infortunio puede asaltarnos en plena juventud y en la cumbre del éxito; que nuestros mejores amigos pueden abandonarnos por conveniencia; que también - si les conviene - recurrirán de nuevo a nosotros y que no hay que menospreciar a nadie, aunque esté enfermo y marginado porque algún día puede sernos necesario. Estas son las enseñanzas de Filoctetes. Cosas elementales que nadie - ni antes ni ahora - debería olvidar. 



domingo, 1 de noviembre de 2015

Filoctetes (III): Rescate y curación.










François Xavier Fabre

 Ulises y Neptólemo reciben las armas de Heracles de manos de Filoctetes 
(1800)

Óleo sobre lienzo
Musée Fabre. Montpellier. 



En un anterior post comentábamos la historia de Filoctetes, de su tórpida herida y de cómo sus compañeros lo abandonaron en la isla de Lemnos, donde sobrevivió durante más de diez años.

Mientras tanto la guerra de Troya seguía y ya parecía interminable. Los griegos no eran capaces de tomar la ciudad y tampoco los troyanos de Paris podían vencer de forma clara a sus enemigos. 

En esta situación, los helenos decidieron consultar a un oráculo. La respuesta no se hizo esperar: para vencer eran necesarias el arco y las flechas de Heracles, que seguían en poder de Filoctetes. 

El planteamiento pues, era claro: era menester conseguir las invencibles armas. Pero ¿como ir a solicitar ayuda a Filoctetes, a quien los griegos habían abandonado, herido y desvalido, a su suerte?  Ulises propuso enviar a Neptólemo, que era joven y que no había tomado parte del vergonzoso incidente del abandono de Filoctetes. 


Filoctetes entrega el arco y las flechas de Heracles
a Ulises y Neptólemo.
Cerámica ática de figuras rojas. 
Así lo hicieron. Neptólemo fue a Lemnos a entrevistarse con el solitario herido, que lo acogió amablemente como hijo de Aquiles, su amigo. Cuando Filoctetes fue vencido por el sueño, le confió incluso la custodia de las armas de Heracles. Era una ocasión para coger el arco y el carcaj y huir. 

Pero Neptólemo era noble y no actuó de este modo. Le contó a Filoctetes el verdadero motivo de su visita, Ulises entonces, intentó embarcar a Filoctetes a la fuerza pero éste se negó. Al final, vencido por la soledad y por las ganas de volver con sus compatriotas, accedió a ir voluntariamente a Troya.

Los griegos esta vez cuidaron bien a Filoctetes. Lo bañaron y limpiaron cuidadosamente su herida. Podalirio, el hijo de Asclepios le aplicó "eficaces bálsamos". 


Macaón curando a Filoctetes.
Espejo etrusco.
Museo Civico-Storico, Bolonia
Muchos mitógrafos atribuyen la curación de Filoctetes a Macaón, el otro hijo de Asclepios, que practicaba la cirugía. Puede ser que la llaga de Filoctetes necesitara refrescar los bordes y aplicar apósitos . En un espejo etrusco decorado, aparece Macaón reclinado ante su paciente. Sostiene una larga venda enrollada con una mano para vendar el tobillo, mientras con la otra sostiene el apósito en el borde externo del pie. Filoctetes, de pie sobre la pierna derecha, y apoyado sobre su lanza, observa atentamente la cura que le está realizando. Sostiene con su mano izquierda el arco de Heracles. En el suelo, una serpiente recuerda el origen de su mal. En una mesilla, en el centro de la escena aparece el material necesario para la cura.

Tras su curación, Filoctetes se unió al ejército griego en la guerra de Troya. Una de sus flechas alcanzó a Paris, hiriéndole de muerte. Al final, la contribución del herido que todos consideraron inválido para la batalla decidió la suerte de la guerra.