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viernes, 2 de octubre de 2015

La isla de los leprosos





Édouard Clifford

Retrato del P. Damián en Molokai 
(1801) 

Pastel sobre papel 




Josef de Veuster (1840-1889) fue un misionero belga que dedicó su vida a mejorar las condiciones de vida de los leprosos en Molokai, una isla del archipiélago de Hawai, en la Polinesia. En el año 2009 fue canonizado por la Iglesia Católica como San Damián de Molokai y se le considera como el patrón de los leprosos y de los marginados, como los enfermos de sida. 





De una familia de granjeros flamencos muy católicos,  Josef nació en Tremeloo. Junto con su hermano mayor August estudió en Lovaina, abrazando ambos la vida religiosa y profesando en la Compañía de los Sagrados Corazones, ya que querían ser misioneros.  En este momento (1859), Josef tomó el nombre religioso de Damián con el que se le conocería en adelante. 

Su hermano August fue destinado a Hawai, pero una inoportuna enfermedad le impidió embarcarse. Damián se ofreció inmediatamente para reemplazarlo. Fue así como llegó en 1864 a Honolulú, donde se ordenó sacerdote en la Catedral de Ntra. Sra. de la Paz.

Los nativos de Hawai, que durante mucho tiempo habían estado aislados, sufrían muchas enfermedades de importación, contagiadas por los emigrantes y comerciantes chinos. Miles de ellos murieron de gripe y sífilis, y había una alta incidencia de casos de lepra. 


El P. Damián auxiliando a un leproso.
Monumento en Kalaupapa


El rey de Hawai, Kamehameha IV, preocupado por la alta incidencia de lepra, dispuso que todos los enfermos de este mal fuesen concentrados a Kalaupapa, un valle rodeado de montañas en el norte de la isla de Molokai, para evitar contagios. A pesar de conocer el alto riesgo que corría, Damián solicitó ser destinado allá. 




Monseñor Maigret, cuando presentó al P. Damián a los miembros de la colonia de leprosos diciendo: 
 "será como un padre para vosotros, y os quiere tanto que no duda en ser como uno de vosotros y en vivir y en morir con vosotros"
La vida en Kalaupapa no era fácil. El gobierno negligía los envíos de víveres y de material médico. La precariedad de la vida propiciaba el caos y continuas peleas entre los 600 enfermos recluídos en la "colonia de la muerte". El P. Damián pronto organizó y lideró las normas sociales, contribuyendo a construir casas, organizar granjas, fundando colegios, infundiendo entusiasmo y predicando con su ejemplo.

  Estatua del Padre Damián en la iglesia de St. Joseph.
La labor del misionero belga llegó a oídos del nuevo rey de Hawai, David Kalākaua, y le concedió la medalla de Caballero Comandante de la Real Orden de  Kalākaua. La propia hermana del rey, la princesa Lydia Lili'uokalani viajó a Molokai para entregarle personalmente el galardón. Lo que vió la princesa en la colonia de leprosos, le causó una conmoción tan grande, que fue incapaz de leer su discurso. A su regreso, la princesa difundió por los Estados Unidos y Europa lo que estaba haciendo el misionero en la colonia, y empezaron a llegar ayudas y donativos de todo el mundo. 

En diciembre de 1884, Damián llegó cansado a casa y decidió tomar un baño de pies. El agua estaba muy caliente y le causó quemaduras, pero él no sintió dolor alguno. Enseguida comprendió que la anestesia regional era la primera manifestación de la lepra, y que se había contagiado del mal. 

A pesar de su enfermedad, Damián siguió trabajando incansablemente durante cinco años más. Finalmente, en 1889 murió, a los 49 años de edad. 

Estatua del P. Damián representando a Hawai
en el Capitolio de Washington
La leyenda del P. Damián se transformó en una creciente veneración. En 1936, sus restos fueron trasladados a Lovaina, donde reposan en la iglesia de los Sagrados Corazones. Cuando en 1959, Hawai se convirtió en el 50 estado de los Estados Unidos, las autoridades de Hawai eligieron la estatua del P. Damián para representar el archipiélago en el Capitolio de Washington. En 2005, la televisión abierta flamenca (VRT) lo proclamó el belga más grande de todos los tiempos. Sus escritos y objetos personales fueron declarados como Patrimonio Cultural Flamenco en 2013.




En todo caso, el P. Damián y su abnegada entrega a los enfermos es un símbolo innegable de la lucha contra la lepra en todo el mundo. 




Padre Damián de Molokai:













jueves, 1 de octubre de 2015

El quiste de Stuart Mill





George Frederick Watts

Retrato del filósofo John Stuart Mill 


Óleo sobre lienzo
 National Portrait Gallery, Londres



George Frederick Watts (1817-1904) fue un pintor y escultor inglés encuadrado en el movimiento simbolista. Realizó muchos retratos de personajes importantes de su época siendo considerado como uno de los retratistas ingleses más importantes del s. XIX. 

El retrato que hoy aportamos es el del filósofo y economista inglés John Stuart Mill (1806-1873) un personaje que participó muy activamente en la política de su tiempo, siendo miembro del Parlamento por el Partido Liberal. A nivel teórico dejó obras de gran importancia como Sistema de la lógica inductiva y deductiva (1843), Sobre la libertad (1859), y El utilitarismo (1861). En su obra Consideraciones sobre el gobierno representativo, Stuart Mill hizo importantes aportaciones para la elaboración de los sistemas electorales. 


En el Retrato del filósofo John Stuart Mill, Watts refleja a la perfección la piel senil, pálida y amarillenta, algo engrosada, fláccida y surcada de arrugas. A nivel frontal destaca una lesión prominente, de bordes mal definidos, lisa, que con toda seguridad corresponde a un quiste epidermoide.  



John Stuart Mill and utilitarianism: 


miércoles, 30 de septiembre de 2015

La rosácea de la joven dama





Peter Paul Rubens

Joven dama con rosario
(1609-1610)

Óleo sobre tabla. 107 x 76'7 cm
Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid




Este retrato de una joven dama sin identificar fue realizado entre 1609 y 1610, cuando Rubens ya había regresado de Italia y se había establecido en Amberes, como pintor oficial en la corte de los archiduques Alberto e Isabel. Durante esta época compaginó su labor de pintor oficial con la realización de encargos  y retratos de diversos personajes. 

Uno de ellos es este Retrato de una joven dama con un rosario en la mano, donde aparece una mujer joven, vestida con elegantes y ricos vestidos. Sin duda, se trata de una joven perteneciente a la próspera burguesía de la ciudad. Rubens pinta sus ropajes con gran profusión de detalles, como había hecho al representar los vestidos de los nobles genoveses. Sus mejillas aparecen claramente enrojecidas, y con discretos relieves de la superficie cutánea, lo que nos permite suponer la presencia de una rosácea, aunque no son totalmente descartable otras patologías como el lupus eritematoso, que produce un eritema de color rosado en forma de mariposa bastante parecido. Lamentablemente, al faltarnos más datos de su historia clínica no podemos dilucidar claramente el diagnóstico.    




Detalle de las manos del retrato y visión radiográfica de la misma zona 


En las manos de esta joven aparece un rosario, prueba evidente de su religiosidad. Sin embargo, no fue ésta la primera intención del artista. El estudio radiográfico de la pintura ha permitido entrever la "primera versión" del retrato, donde aparece otra posición de las manos. La técnica moderna nos permite detectar muchos de estos "arrepentimientos" de los artistas. 



Peter Paul Rubens: 






martes, 29 de septiembre de 2015

El lavabo de Fernando VII


Tocador, con espejo incorporado. En primer plano,
neceser de viaje, que incluye bacía y espejo, para afeitarse. 




Lavabo de Fernando VII

Museo Romántico, Madrid





Recientemente se ha instalado en el Museo Romántico, de Madrid la sala de baño completa del rey Fernando VII (1784-1833). El interés de esta pieza, situada originariamente en el Palacio de Oriente, es que nos permite conocer como era una de estas dependencias de higiene a principios del s. XIX. 

Ciertamente, hemos de entender que una sala como esta solamente estaba al alcance de la realeza o de la alta aristocracia. Nada tiene que ver con las casas de las clases populares que no solían disponer ni siquiera de un excusado. Por el contrario, aquí encontramos un sillón aterciopelado para satisfacer las necesidades de evacuación. El asiento estaba perforado y comunicaba con una especie de armario en la parte inferior. En este armario se colocaba una bacinilla que posteriormente a su uso era retirada, ya que no se disponía de conexión con la cloaca ni de instalación de agua corriente. 

Otra pieza de interés era el tocador, dotado de un espejo que facilitaba operaciones como peinarse, afeitarse o la higiene bucal.  Una jarra, situada encima de las mesillas auxiliares suministraba el agua necesaria que era vertida sobre jofainas adecuadas.  



El retrete real, que aparece forrado de terciopelo y con figuras decorativas en oro, en estilo fernandino


En esta época los lavados solían ser parciales (manos, cara...) ya que los baños de inmersión en bañera no se practicaban muy frecuentemente (y mucho menos las duchas).

Otro objeto que merece atención es una caja conteniendo una bacía y un espejo, que era usada para afeitarse, y que podía trasladarse en los viajes. Una colección de pinzas, navajas, brochas y otros adminículos completan la ambientación de la sala que nos parece representativa de los hábitos de higiene en las clases altas de esta época. 




El rey  Fernando VII de España







lunes, 28 de septiembre de 2015

El médico que clasificaba las enfermedades como si fuesen plantas






François Boissier de Sauvages  
(1706 - 1767)

Óleo sobre tabla
Facultad de Medicina. Universidad de Montpellier



Hace algunos años tuve el honor de ser invitado a pronunciar la conferencia inaugural en el Congreso Mediterráneo de Dermatología, en el paraninfo de la Universidad de Montpellier. Tras el acto académico hubo una recepción en los salones del Rectorado, en cuyas paredes hay muchos retratos de los médicos ilustres de la venerable Facultad de Medicina, que fue referencia obligada desde la Edad Media en toda la Corona de Aragón y que hizo importantes contribuciones a la ciencia. Entre estos retratos - solemnemente revestidos de la llamativa indumentaria académica de la Facultad - hallé un personaje que llamó mi atención, ya que fue uno de los primeros que intentó una rudimentaria clasificación de las enfermedades de la piel: Boissier de Sauvages. 



Salón de Actos de la Facultad de Medicina de Montpellier.
En las paredes, los retratos de los doctores ilustres que pasaron por la Facultad. 


François Boissier de Sauvages de la Croix (1706-1767) fue un médico y profesor de la facultad de Medicina de Montpellier.  Tal vez por influencia de su hermano (Pierre-Augustin Boissier de Sauvages) que era botánico, François se interesó muy pronto por las plantas y sus propiedades medicinales. 

Influído considerablemente por la clasificación botánica de Linneo, tomó del médico Sydenham la idea de las especies morbosas, una manera de entender las enfermedades humanas como si fueran especies vegetales. Estas ideas culminaron en la obra Nosologia Methodica (1706) donde intentó proponer una clasificación de la patología con los planteamientos  de los naturalistas, es decir atendiendo a las características externas de las enfermedades. Por eso, gran parte de las enfermedades que intentó clasificar eran enfermedades de la piel. 



Nosologia Methodica, de Boissier de Sauvages.
Biblioteca de la Universidad de Montpellier. 


De Sauvages se puede decir pues que inició la nosotaxia more botánico, es decir tomando las características externas de las enfermedades e imitando la sistemática usada para la clasificación de las plantas. Así agrupó las afecciones de la piel en clases, géneros y especies. Este tipo de clasificaciones more botanico inspiró a los primeros tratadistas que intentaron sistematizar las enfermedades cutáneas (Lorry, Plenck, Willan y Alibert).

Aparte de su labor nosológica, Sauvages fue un notable clínico. Su descripción del eccema de la cara de los niños es antológica. También se atribuye a Sauvages la descripción de una enfermedad de la piel que se veía en chinos por inhalación de los vapores de barniz obtenido de algunos árboles (dermatitis de la laca). 



El claustro de la Facultad de Medicina, junto a la Catedral. Montpellier. 


Cuando salí del Rectorado, me giré para contemplar otra vez la Facultad. Ya oscurecía, y las torres de la vecina catedral, fortificadas como las de un castillo, recordaban los tiempos de las guerras cátaras. Montpellier, que formó parte de la Corona de Aragón, ciudad natal del rey Jaime I y tan unido a la Historia de la Medicina, me traía recuerdos de médicos ilustres como Arnau de Vilanova, Guy de Chauliac, Jean Astruc, Boissier de Sauvages...

Una gran emoción me invadía. Como catalán, como médico y como historiador de la Medicina. Volví a mi hotel, por las calles iluminadas. Estaba ya a punto de llegar, caminando por una gran avenida. Me giré y miré su nombre en una placa: Allée des Républicains espagnols. 

- Hélas!

domingo, 27 de septiembre de 2015

Las enfermedades del dios Tutu






Figurilla del dios Tutu
(664-332 a.n.e.) 

Aleación de cobre. Egipto
Museo del Louvre. París. 





En la Antigüedad se ignoraba la causa de las enfermedades. Como todos los fenómenos naturales, se les daba una explicación mítica. El pensamiento mítico era una manera de entender el mundo completamente diferente al pensamiento lógico, que se inició con la filosofía griega y que aún conforma nuestra manera de comprender el cosmos. 

Así que la causa de las enfermedades era atribuída a fuerzas sobrenaturales. En la antigua Mesopotamia se creía que eran producidas por los demonios y en Grecia se creía que estaban causadas por las flechas del dios Apolo. Curiosamente Apolo era también uno de los dioses de la Medicina y al que se dedicaban templos-sanatorios como los de Éfeso o Epidauro (al que aún hoy se invoca en el Juramento Hipocrático). O sea que el dios que provocaba la enfermedad era también el que tenía la potestad de curar.  

En el Egipto tardío, se creía que las enfermedades las podía causar el dios Tutu, un dios que no ha podido ser atestiguado antes de la época saíta. Fue venerado en el período grecorromano (los griegos lo conocían como Thitoes).  Este peligroso diosecillo, hijo de la diosa Neith, propagaba enfermedades y pequeñas epidemias en las épocas críticas del año. La representación de esta deidad dejaba claro su carácter amenazador: una esfinge, con cabeza tocada con el nemes, cuerpo de león en posición de andar y con una cabeza de cocodrilo en el pecho y una de carnero en el lomo. Su cola era una serpiente. Con esta imagen monstruosa se quería simbolizar todas las características más temibles de estos animales.  

Sin embargo, Tutu también tenía poderes apotropaicos y protegía contra los demonios, sobre los que tenía poder. También se le consideraba protector contra las pesadillas. Tenía templos en Kellis y Kalabsha, y se le invocaba diciendo "el que viene si uno lo llama". Se le hacían ofrendas en altares portátiles, generalmente pan y carne de ganso. 


Bibliografía: 


  • Kaper, Olaf E. ( 2003): The Egyptian god Tutu: a study of the sphinx-god and master of demons with a corpus of monuments. Peeters Publishers
  • Hart, George (2005). The Routledge Dictionary of Egyptian Gods and Goddesses, Second Edition. Routledge.
  • Wilkinson, Richard H. ( 2003):The complete gods and goddesses of Ancient Egypt. The American University in Cairo Press.




Major Egyptian Gods and Goddesses: