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sábado, 18 de abril de 2015

Pascal Miehe. Acné.



Pascal Miehe. Autorretrato con acné. 




Pascal Miehe 

(1993) 

Autorretrato con acné 
(2012)

Acrílico sobre lienzo


La representación pictórica del acné es muy poco frecuente, hecho que sorprende si tenemos en cuenta la alta incidencia de esta enfermedad cutánea. Probablemente en muchos retratos se suprime esta patología en un intento de idealización del personaje. 

Pascal Miehe es un joven pintor, nacido en Alemania en 1993, y criado en Namibia. En 2008 se trasladó a Inglaterra   y actualmente vive en Edimburgo, ciudad en la que ha realizado sus estudios artísticos. Cultiva la pintura, la fotografía y la videografía. Según él, lo que le impulsa a la producción artística "es la espontaneidad y la instintiva necesidad de crear"



Pascal Miehe. Autorretrato con gorro de bufón
Frecuentemente retrata a personas de su entorno o a sí mismo, sin evitar los detalles patológicos. Una de sus primeras telas, pintada a los 17 años, es un autorretrato, en el que aparece con la cara afecta de acné, enfermedad frecuente en la adolescencia. En aquel momento, el jovencísimo pintor había probado diversos tratamientos farmacológicos para intentar combatir esta enfermedad, sin resultado satisfactorio. Una mañana, tras mirarse al espejo, decidió representarse a sí mismo en un cuadro mostrando su frustración e impotencia, y con las lesiones causantes de la misma. En algunos otros autorretratos también podemos encontrar lesiones similares en su cara, como en el que aparece tocado con un gorro de bufón para explicar la visión que tenía de sí mismo y de sus sentimientos. 

Un intento de mostrar las señales que el acné deja en la cara y de la frustración que provoca en tantos adolescentes. 











jueves, 16 de abril de 2015

Quevedo, la sífilis y el Hospital de Antón Martín (I)






 Copia de un original de Velázquez 

Retrato de D. Franco. de 
Quevedo y Villegas
(antes de 1639) 

Óleo sobre lienzo  
Instituto de Valencia de D. Juan


La obra que presentamos hoy es un típico producto velazqueño: de la síntesis del tradicional retrato flamenco y del conocimiento de los modelos venecianos resulta una sobria interpretación típicamente española, con predominio de los colores terrosos. Presenta a un Quevedo maduro y severo, vestido de oscuro, con cuello de golilla y capa. Luce sobre el pecho la cruz de caballero de Santiago, orden a la que pertenecía desde 1617. La luz se concentra en el rostro, lo que confiere al retrato un verismo realista, reflejando detalles como las arrugas y pliegues de la piel, surcos del entrecejo, cabello cano. La mirada del personaje muestra una mezcla de amargura, resentimiento y desprecio, lo que hace de éste un fiel retrato psicológico de un personaje  escéptico y sarcástico con el mundo que le rodea, un inadaptado en su tiempo.  

Francisco de Quevedo y Villegas (1580 - 1645) fue uno de los más grandes escritores del Siglo de Oro español. Es especialmente conocido por su obra poética, aunque también cultivó la narrativa y el drama. 

Desde su infancia estuvo en contacto con el ambiente cortesano, a la que pertenecían sus padres. Protegido por el duque de Osuna primero y por el conde duque de Olivares, después, Quevedo permaneció vinculado con la corte, si bien su osadía y su sarcasmo corrosivo le valieron algunos períodos de destierro. 


La obra de Quevedo es conocida sobre todo por sus sonetos satíricos y burlescos, en los que se ríe amargamente de su entorno. Otras veces refleja la melancolía por el paso del tiempo y la muerte, puntos centrales de su dimensión poética y bajo la sombra de los cuales concibió el amor. 


Quevedo es el principal representante de la corriente conceptista, opuesta al culteranismo de Góngora. Las diferencias entre ambos poetas dieron lugar a puyas y burlas repetidas. 


Los Hospitales de bubas eran unos establecimientos sanitarios donde se acogían exclusivamente enfermos de sífilis y que aparecieron poco después de la irrupción de esta enfermedad en Europa. En ellos se realizaban las clásicas curas con zarzaparrilla, mercuriales y sudoríficos como el palo de guayacán, que gozaban de gran predicamento. 

En aquel tiempo, los hospitales estaban regidos por órdenes religiosas. En España, los hermanos de S. Juan de Dios se dedicaron con frecuencia al cuidado de estos enfermos. En Madrid existía uno de estos hospitales, conocido con el nombre de Antón Martín. Discípulo y sucesor de S. Juan de Dios, Antón Martín había fundado el hospital en 1552, en las afueras de la ciudad, con el fin de atender a los llagados pobres, es decir, los enfermos de piel y de enfermedades venéreas. 



El español afligido por el Mal de Nápoles.
La cura de la sífilis consistía en el siglo XVII en provocar la sudoración,
bien por medios físicos (en un tonel con vapor de agua, como en este grabado)
o mediante la administración de diaforéticos. 

El hospital de Antón Martín - que luego se llamó de San Juan de Dios - estaba situado en la actual plaza de Antón Martín, de Madrid. Era un hospital especializado en enfermedades de la piel y en las de transmisión sexual. Por cierto, que fue a este hospital donde llegó en 1860 José Eugenio de Olavide, y allí se construyó el primer núcleo de la Dermatología en España. 

El edificio del hospital, con diversas modificaciones, se conservó hasta 1897, año en el que fue derruido, aunque se conservó la iglesia, que todavía existe, y que desde principios del s. XIX se constituyó en parroquia ( Parroquia de San Salvador y San Nicolás) 

Hablar de este hospital en el s. XVII era casi sinónimo de hablar de sífilis, y ya el poeta satírico Francisco de Quevedo hizo referencia a él en algunos de sus poemas. Comentamos uno de ellos: 

CURA UNA MOZA EN ANTÓN MARTÍN 
LA TELA QUE MANTUVO

Tomando estaba sudores
Marica en el hospital:
que el tomar era costumbre, Tomar: se refiere al coito
y el remedio es el sudar.  Se trataba la sífilis con diaforéticos, esto es, provocando la sudoración


Sus desventuras confiesa
y los hermanos la dan Se refiere a los hermanos de S. Juan de Dios.
a culpas Escarramanes Escarramán, baile de la época. Alusión al coito que le contagió la sífilis.
penitencias de ¡Ay! ¡ay! ¡ay!

Lo español de la muchacha
traduce en francés el mal: Referencia al mal francés, es decir, la sífilis
cata a Francia Montesinos,
si te pretendes pelar.

Por todas sus coyunturas
anda encantado Roldán: Roldán, héroe francés, nueva referencia al "mal francés"
los Doce Pares y nones  Pares de Francia de la Chanson de Roland, alusión al "mal francés"
no la dejan reposar.

Por no estar a la malicia
labrada su voluntad,
fue su güésped de aposento
Antón Martín el galán. Es decir, los enfermos de sífilis acaban en el hospital de Antón Martín


Sus ojos son dos monsiures Galicismo (por señores), referencia al "mal francés"
en limpieza y claridad,
que están llorando, gabachos Nueva alusión al "mal francés"
hilo a hilo sin cesar.

Por la garganta y el pecho
se ve, cuando quiere hablar,
muchos siglos de capacha
en pocos años de edad.

Las perlas almorzadoras
y el embeleco oriental
que atarazaban las bolsas,
con respeto muerden pan Referencia a la afectación de las encías: los dientes son frágiles

Su cabello es un cabello
que no le ha quedado más; Referencia a la alopecia sifilítica
y en postillas, y no en Postillas, nombre popular de las costras. Alude a las sifílides costrosas.
postas, se partió de su lugar.

Los labios de coral niegan
secos de púrpura ya:
ni de coral tienen gota,
mucha sí gota coral. La gota coral era una enfermedad neurológica con convulsiones (s.XVII)


Las gangas que antes cazaba Ganga, pájaro, pero también alude a que los sifilíticos son gangosos
las vuelve ahora engarlar,
y en su nariz y su boca
trocaron oficios ya. Alude a la destrucción del paladar por un goma sifilítico


En cada canilla suya
un matemático está El dolor articular se presenta periódicamente (eso es, matemáticamente)
y anda el pronóstico nuevo
por sus güesos sin parar. Dolores óseos nocturnos.


Desde que salió de Virgo,
Venus entró en su lugar;
en el Cáncer sus narices, Alusión a la destrucción del paladar por un goma sifilítico
y en Géminis lo demás.

Entre humores maganceses Galalón de Magancia traicionó a Roldán: el mal francés es muy traidor
de maldita calidad,
y dos viejas galalonas,
fue puesta en cautividad.

La grana se volvió en granos, Sifílides papulosas
en flor de lis el rosal, Flor nacional francesa. Nueva referencia al mal francés.
su clavel, zarzaparrilla,
unciones, el solimán. Zarzaparrilla, unciones y solimán eran usadas en el tratamiento de la sífilis

Tienen baldados sus güesos
muchachos de poca edad,
hombres malvados de vida,
mucho din y poco dan.

Éstas, pues, son de esta niña
las partes de calidad,
archivo de todo achaque
y albergue de todo mal.

Las que priváis en el mundo
con el pecado mortal,
si no perdéis coyuntura,
las vuestras se perderán.




Francisco de Quevedo. Poderoso caballero es Don Dinero





miércoles, 15 de abril de 2015

Hospitales medievales: tres en una cama.





Capitel del hospedería de pobres 
(s. XIII

Relieve en piedra arenisca
Monasterio de Poblet, Vimbodí (Catalunya)  



El problema de la carencia de camas en los hospitales no es nuevo. Ya en la época medieval eran escasas las plazas previstas. Un ejemplo gráfico lo podemos ver en uno de los capiteles del Hospital de pobres del monasterio de Poblet. En él se muestra la imagen de tres pobres enfermos metidos en una sola cama, cosa que debía ser bastante habitual. Agustí Altisent, historiador y monje de Poblet, que me honró en vida con su amistad, señalaba que mantener una cama en este hospital suponía un gasto de un dinero cada 3 días, lo que resultaba un gasto bastante elevado, que obligaba a una capitalización de 100 sueldos al año.  

En la época medieval los hospitales eran pequeñas instalaciones pensadas para dar cobijo a algunos enfermos por breves lapsos de tiempo. Solía haberlos en los monasterios y en los caminos muy frecuentados, como en la Ruta Jacobea.

En los monasterios era habitual el Hospital de pobres, donde se podía dar cobijo y tratamiento a algunos peregrinos con alguna dolencia. También había otro hospital para monjes enfermos o convalecientes, al que solía darse el nombre de Enfermería.

Un hospital, según una ilustración de un códice medieval 

En las ciudades solía haber varios de ellos, de titularidad municipal o eclesial, ya que en la época, la atención a los enfermos era considerada una obra de caridad. En Barcelona, por ejemplo, había diversos hospitalillos que luego se unificaron en un gran hospital: el Hospital de la Santa Creu (creado por una bula del papa Benedicto XIII, en 1401) que aglutinó a todos los hospitales previos, tanto del municipio como del obispado, a excepción del Hospital de Sant Llàtzer, dedicado a los enfermos de lepra, que fue el único que no se unificó, conservándose separado, por temor al supuesto contagio. 

Los hospitales vivían de sus rentas, por otra parte muy distintas de una institución a otra. En algunos días señalados las cofradías vinculadas al hospital hacían colectas en algunas iglesias. Los cofrades llevaban bien visibles las insignias que los acreditaban como tales. Era tradicional recoger colchones y mantas el día de Viernes Santo. También se aceptaban todo tipo de donativos (pan, verduras, ropa...). Una buena parte del presupuesto se dedicaba a las continuas obras de mantenimiento y a costear a las nodrizas para alimentar a los niños. 


Lo llibre de les dones, de Jaume Roig,
que nos proporciona muchos datos
sobre diversos aspectos sanitarios
de la ciudad de Valencia en el s. XV
y de los usos y costumbres de los
hospitales de esta ciudad.
(Edición impresa de 1725)
Pero aún así a veces no era suficiente. Una muestra la tenemos en el Llibre de les dones de Jaume Roig (una destacada obra satírica en verso que nos proporciona una interesante visión de Valencia en el s. XV) a veces los enfermos del hospital tenían que mendigar de día para poder pagar su manutención. Jaume Roig además de poeta era médico y llegó a ser administrador de un hospital, el hospital de'n Clapers, por lo que su testimonio es muy verosímil y tiene un especial valor.   

La corrupción - antes y ahora -  era frecuente. Bertomeu Descoll, que fue el administrador del Hospital de Sta. Eulàlia del Camp (Barcelona) era bien conocido por su afición a jugar a los dados. Este administrador tahúr malgastó en el juego el presupuesto del hospital llegando incluso a empeñar las sábanas, y hundiendo a la institución en la miseria.   

Medieval Hospitals:








martes, 14 de abril de 2015

Rituales funerarios del cabello en la Menorca talaiótica

Peine funerario (Cova des Càrritx, Menorca)





Peine funerario de madera 

Edad del Bronce (1100-800 a.n.e)


Madera de boj (Buxus sempervirens7'9 cm
Cova des Càrritx. Cultura talaiótica. 
Museu de Ciutadella, Menorca.



Los romanos dieron el nombre de Islas Baleares a las islas que los griegos conocían como Gimnesias. El archipiélago estaba formado por dos islas, Majorica (actual Mallorca) y Minorica (Menorca). Ibiza y Formentera formaban otro archipiélago aparte, las islas Pitiusas (islas de los pinos). En Mallorca y Menorca había florecido desde la Edad del Bronce una importante cultura, con imponentes megalitos. Sus poblados tenían frecuentemente torres de vigilancia (talaiots) por lo que se la conoce como cultura de los talaiots o cultura talaiótica

En la Menorca talaiótica (Edad de Bronce, 1450-800 a. n. e.), el cabello se sacralizaba hasta el grado de conservarlo en cajas especiales que se depositaban en las tumbas, revelando la gran importancia que se le daba. La observación de que el cabello, puede seguir creciendo temporalmente post-mortem, probablemente fue la base de la creencia de que era la sede del alma, y que por tanto tenía una importancia capital.


En las cuevas des Càrritx i des Mussol se han encontrado estuches de cuerno o de madera que contenían cabellos humanos (de unos 13 cm de largo). Estos cabellos debían ser cortados en el trascurso de las ceremonias funerarias que tuvieron lugar allí. Objetos parecidos se habían encontrado también en alguno enterramientos megalíticas como en la  Naveta des Tudons. 


Taza y espátula para teñir los cabellos (Cova de Càrritx, Menorca)


Los cabellos eran cortados en el trascurso de las ceremonias funerarias que se practicaban en los lugares de inhumación. En estos rituales los cabellos de los difuntos eran ungidos y teñidos de color rojo, color que sin duda debía tener un significado simbólico, relacionado con el otro mundo y la eternidad. Como parte del ajuar funerario se han encontrado vasos de madera y espátulas con trazas de este pigmento, que se usaban para la mezcla de las sustancias colorantes y su aplicación. También se han encontrado trazas de este colorante en los cabellos. 



Reconstrucción hipotética del ritual funerario 
de sa Cova des Càrritx (Menorca)
Los cabellos son ungidos y pintados de color rojo
Reconstrucción hipotética del ritual funerario 
de sa Cova des Càrritx (Menorca)
Los cabellos se cortan para guardarlos en 
recipientes de cuerno junto al cadáver

(Ilustraciones tomadas de la Revista Cavall Fort)


Tras la ceremonia de pintar los cabellos, se procedía a peinarlos. Se han encontrado algunos peines funerarios en las tumbas. Uno de ellos es un magnífico peine de madera con una silueta que recuerda un murciélago con las alas desplegadas. El peine fue fabricado con ayuda de hojas. Las púas fueron trabajadas con cordeles humedecidos cubiertos con tierra, que por fricción llegó a  diferenciarlas. Finalmente se lijó todo con arena, dando suavidad a todo el conjunto. 

En el ritual funerario el último paso era cortar algunos mechones, que se guardaban en recipientes que se dejaban al lado del cuerpo. 

Tapas decoradas de los recipientes de cuerno
donde se guardaban los cabellos
 (Cova des Càrritx, Menorca)
Estuche de cuerno de bóvido donde se guardaban los cabellos del difunto
(Cova des Càrritx, Menorca)

Los estuches hallados con cabellos en su interior son generalmente de cuerno de bóvido o de madera, con unas tapaderas primorosamente decoradas con círculos concéntricos y orificios. 

No sabemos exactamente el significado que podía tener esta ceremonia pero es evidente que es una prueba de la importancia que se concedía a los cabellos, y que probablemente eran considerados la sede del alma o un elemento primordial de la persona. 


Naveta des Tudons:



lunes, 13 de abril de 2015

Sabouraud: hongos, rayos y esculturas


Nu au drap, 1936




Raymond Sabouraud

Nu au drap 
(1936)

Escultura de bronce con pátina. 45 cm.



Cuentan que el pintor Ingres (1780 - 1867) era muy aficionado a tocar el violín, hasta el punto de dar sobradas muestras de virtuosismo. Le gustaba tanto tocarlo que solía dar conciertos de música de cámara. La sociedad burguesa que adquiría sus cuadros podía así asistir también a brillantes conciertos del propio pintor. La afición de Ingres fue proverbial y la expresión de "ser el violín de Ingres" se ha convertido en una frase hecha para describir una segunda ocupación - aparte de la profesional - de una persona. Lo que más habitualmente designamos com un hobby

Además de Ingres, muchos personajes han destacado por sus hobbies: Einstein, que también optó por tocar el violía, el rey Carlos IV de España por la cerrajería y la relojería, Churchill por la pintura, Cajal por la fotografía, Unamuno por la papiroflexia. Y actualmente podemos citar ejemplos de Woody Allen, que toca el clarinete o Bill Clinton el saxofón. En mi juventud gocé de la amistad del Dr. Salvador Vilaseca, psiquiatra y médico forense, conocido internacionalmente por sus excavaciones y trabajos sobre Prehistoria. 

Para la mayoria de los médicos el nombre de Sabouraud está unido a un medio de cultivo especial, con peptona, glucosa y gelosa, que se usa para el cultivo de los hongos microscópicos. Sin embargo, a esta aportación micológica hay que añadir muchas más, en el campo de la micología, la dermatología, la radioterapia y... el arte. Su faceta como escultor constituyó "el violín de Ingres" para Sabouraud. 


Femme au panier, 1930
Raymond Jacques Adrien Sabouraud (Paris 1864 -1938), nació en una familia de intelectuales y artistas, y estaba llamado a revolucionar la micología. Tras su graduación, en 1889, se formó como dermatólogo con Émile Vidal y Ernest Besnier, en el hospital Saint-Louis, de París donde trabajó hasta su muerte en 1938. 


Para completar su formación, se inició en bacteriología en el Institut Pasteur, con maestros de la talla de Émile Roux, Élie Metchnikov y P.E. Duclaux. En este año decisivo se inició en las técnicas de laboratorio y en la investigación de agentes productores de enfermedades, y aprendió métodos que más tarde le permitirían revolucionar la micología.


Sus primeras investigaciones sobre hongos datan de 1892,
siendo todavía un alumno de Besnier. En aquel momento, se
planteó si había una sola especie de Trichophyton o más de
una, llegando a la conclusión de que había muchas de ellas:

Extremadamente numerosos y específicamente distintos, es decir, que los caracteres de cada especie parecen fijos, hereditarios y permanentes
Nu devant une fontaine. 

En el curso de este trabajo describió múltiples especies de hongos dermatofitos.  

En 1894 publicó el libro Les trichophyties humaines, una de sus mejores obras. Más tarde, el Congreso Internacional de Dermatología (Londres, 1896) supuso el pleno reconocimiento de la micología, con múltiples avances en este campo.

Sabouraud reclasificó los hongos dermatofitos en cuatro géneros: Achorion,Trichophyton, Microsporum y Epidermophyton.


Nu, 1930
La modèle, 1925-1930

En 1910 publicó un gran tratado sobre las enfermedades del cuero cabelludo. El tercer volumen de esta obra, Les teignes, es una obra maestra y uno de los grandes libros clásicos de la Dermatología. 

Su interés por las tiñas llevó a Sabouraud a interesarse por su tratamiento. En un momento en el que no se disponía de antifúngicos, la depilación del cuero cabelludo era casi el único sistema para tratar a las tiñas, que era una afección muy frecuente (Se estimaba que había unos 150.000 tiñosos solamente en la ciudad de París en 1900). Sabouraud ya había experimentado la depilación administrando sales de talio por vía oral, pero era un tratamiento con peligrosos efectos secundarios y que incluso podía provocar la muerte. 



Firma de Sabouraud en una de sus esculturas

En 1895, el físico Wilhelm Conrad Roentgen había descubierto los rayos X. Su uso posibilitaba una buena observación de las estructuras óseas, aunque los rayos X provocaban también muchos efectos indeseables sobre la piel (radiodermitis, carcinomas cutáneos...) También a dosis bajas podían provocar la depilación.

Uno de los primeros en aplicar la depilación con rayos X con finalidad terapéutica fue Sabouraud, que llegó a inventar un dosímetro, el radiómetro de Sabouraud-Noiré. La radiación debía administrarse con precaución, porque una dosis demasiado alta podía dejar depilación permanente. El tratamiento se demostró efectivo y en pocos años la incidencia de tiñas en la región de París se redujo a menos de la mitad. La clínica de las cabezas peladas de Sabouraud alcanzó pronto una merecida fama.



Nu d'homme assis (arriba y abajo, visto desde dos ángulos diferentes)










La muse, 1926



















Como suele suceder, los grandes médicos no sólo se interesan en la Medicina. Sabouraud era un hombre culto y sensible, gran conversador y con gran inquietud por la música y la pintura. Era un hombre enérgico, buen escritor y brillante orador. En sus ratos libres era un notable escultor, y fue merecedor de comentarios muy favorables por parte de los críticos de arte de su tiempo. Incluso se publicó un libro sobre su obra artística: Raymond Sabouraud, sculpteur (1929).


Sabouraud en su estudio de escultor.

Su interés por las tiñas llevó a Sabouraud a interesarse por su tratamiento. En un momento en el que no se disponía de antifúngicos, la depilaci En definitiva, Sabouraud es un ejemplo de que una vida no tiene porqué limitarse a una actividad profesional. También una afición puede constituir un buen camino para la realización personal y para dejar una obra perdurable y valiosa. Cuando se jubiló, Sabouraud se dedicó plenamente a la escultura. También escribió algunos libros sobre Historia de la Medicina y de los hospitales (Les vieux hôpitaux de Paris: L'hôpital de Saint-Louis, 1937) y sobre filosofía (Sur les pas de Montaigne, 1937. Estas actividades llenaron la última década de su vida.